Moscú, Rusia. (PL) En medio del auge del neofascismo en el orbe, reconocido incluso por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), celebrar el aniversario 75 de la victoria del Ejército soviético sobre el fascismo alemán y sus aliados en Stalingrado adquiere importancia vital.
Los grupos neonazis funcionan en unos 20 países, en especial de Europa y América Latina, por lo que se hace necesario resaltar la importancia de esa victoria, demostrativa del papel jugado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922-1991) en la derrota del fascismo.
Sería bueno conocer los volúmenes generales de esa contienda que se extendió del 17 de julio de 1942 al 2 de febrero de 1943 en la ciudad de Stalingrado (actual Volgogrado) y regiones cercanas.
Por la parte soviética, al iniciase la campaña participaban 386 mil soldados y oficiales, 2 mil 200 piezas de artillería y morteros, 230 tanques y 514 aviones.
En noviembre de 1942, la Unión Soviética acumuló allí para su contraofensiva 780 mil militares, mientras en toda la batalla de Stalingrado tomaron parte 1 millón 140 mil efectivos.
Los alemanes emplearon las fuerzas del Tercer Reich, de Rumania, Italia, Hungría, Croacia y los voluntarios de Finlandia, para –en noviembre de 1942– alcanzar la cifra de 987 mil soldados y oficiales.
El bando fascista utilizó, además, 10 mil 250 ametralladoras, 3 mil piezas de artillería, 500 tanques y 732 aviones de combate.
En Stalingrado, que quedó totalmente en ruinas, se libraron combates en las calles; muchas veces el frente de combate fue una vía pública, un edificio o pisos de un mismo inmueble.
La batalla se recuerda, además, como una de las más sangrientas en la historia de la humanidad, con más de 1 millón de pérdidas.
El dictador Adolfo Hitler, tras su fracaso para apoderarse de Moscú en 1941, luego de la derrota sufrida en la batalla por esa ciudad a principios de 1942, decidió cortar las fuentes de suministro de combustible en el Cáucaso.
Además, con el control de Stalingrado se cerraba una vía importante de comunicación, a través del río Volga, para el Ejército Rojo. A ello se sumaba la significación de tomar una ciudad con el nombre de Stalin.
Las pérdidas militares y logísticas de los alemanes con la derrota en esa batalla, en la que fueron apresados 24 generales y dos mil 500 oficiales, y toda la jefatura del Ejército Sur alemán, tuvieron consecuencias catastróficas para el fascismo.
Ello provocó una crisis en la alianza fascista; los aliados de Hitler nunca más ofrecieron sus ejércitos para grandes campañas militares, Turquía se acogió a la neutralidad y Japón evitó la ofensiva siberiana. Igualmente, los regímenes profascistas de Rumanía, Hungría, Italia y Eslovaquia entraron en crisis.
Los alemanes registraron pérdidas equivalentes a la desaparición de 45 divisiones, casi la misma cantidad que el total de todas las campañas militares anteriores. Para recuperarse, Alemania debía producir tanques y blindados por 6 meses adicionales, artillería por 3 meses, y motos y ametralladoras por 2 meses.
Rusia, donde el gobierno trabaja por la recuperación de la memoria histórica de lo ocurrido durante la Gran Guerra Patria, realiza más de medio centenar de actividades conmemorativas en varias ciudades, incluida esta capital. La victoria en Stalingrado permitió éxitos como la ruptura del bloqueo fascista de Leningrado (hoy San Petersburgo), declaró a Prensa Latina Artimo Savinov, curador de la exposición sobre dicha batalla en el Museo de los Héroes, en Moscú.
El plan de golpear al Ejército Rojo y a la Unión Soviética en el periodo de los meses de verano y otoño de 1941 falló, afirmó el también especialista del museo del Panorama de la Batalla de Borodino. Por eso, en esa situación, la comandancia alemana tomó la decisión de que, en el verano de 1942 realizaría una nueva ofensiva, no en la dirección central, como el anterior, sino al sur, en dirección a Stalingrado, comentó.
Stalingrado era un centro importante de industrias, pues trabajaban tres fábricas militares importantes: la de artillería pesada Barrikadi, la de tractores, donde se hacía el tanque T-34, y Krasni Oktiabr (Octubre Rojo). El 23 de agosto de 1942, la ciudad de la cual evacuaron a unas 100 mil personas de un total de 300 mil, fue atacada con bombas convencionales e incendiarias para desaparecerla casi en una jornada, explicó el historiador a Prensa Latina.
Según testimonios, en algunos lugares la temperatura llegó a 1 mil grados centígrados, y no sólo en el centro de la ciudad, sino también en los alrededores con casas de madera, las cuales fueron calcinadas, indicó.
En esta batalla tuvo un significado crucial el tanque T-34, que llegó a ocupar el 70 por ciento de todos las legiones de este tipo de vehículos blindados de guerra del Ejército Rojo. En Stalingrado adquirió importancia, pues se fabricó en la ciudad, en medio del combate.
La fábrica de tractores de Stalingrado continuó su producción pese a la proximidad de los combates. Pero incluso, en octubre de 1942, cuando los fascistas alemanes ocuparon parte de esa instalación, en las otras se reparaban los tanques soviéticos.
Savinov narró que hubo momentos en que los trabajadores de la fábrica, aun sin poner a punto los tanques y con una tripulación que apenas contaba con mecánicos de prueba, los situaban en lugares claves de la ciudad. Aún sin contar con proyectiles, los tanques ejercían una fuerte presión psicológica sobre los nazis que conocían de su poderío de fuego y al verlos muchas veces abandonaban las posiciones a su paso, comentó.
Al respecto, el especialista del Museo de la Historia del tanque T-34, Vladimir Gorbunov, declaró a Prensa Latina que cuando la fábrica estaba casi tomada, los trabajadores prepararon cinco tanques y los situaron en esa zona. Los alemanes al ver esa concentración de tanques se retiraron, declaró Gorbunov, quien afirmó que hasta el 8 de octubre de 1942 se mantuvo la producción, cuando abandonó la fábrica el último obrero y el día 14 fue ocupada por los nazis.
Pero durante la ocupación alemana, las guerrillas formadas por los trabajadores de la fábrica impidieron la producción con acciones de sabotaje que organizaron mediante los túneles existentes debajo de la referida instalación, afirmó el experto.
Los alemanes no se atrevieron a destruir esos conductos, pues los utilizaron para transportar logística y suministros a sus tropas en Stalingrado, aunque contra ellos actuó en todo momento la contraguerrilla soviética, aclaró Garbunov.
De septiembre de 1941 al verano de 1942, la fábrica de tractores de Stalingrado fue la única que produjo tanques T-34 para el Ejército Soviético. Luego, la producción se trasladó a la fábrica de vagones Uralvagonzavod y nunca más la producción de ese tipo de armamentos volvió a Stalingrado. Ahora los tanques sólo los produce Uralvagonzav, en Ekaterimburgo, comentó el especialista.
Si se mira la historia, muchos hilos en la epopeya escrita por el pueblo soviético, desde el cambio en el curso de la Guerra con la batalla de Moscú hasta el punto de inflexión en Stalingrado, fueron cruciales para derrotar al fascismo.
Aunque muchos medios y politólogos lo quieran olvidar ahora, sobre todo en Europa Oriental, en 1943, luego de la victoria en Stalingrado, se produjo la famosa conferencia de Yalta entre la Unión Soviética, Estados Unidos y el Reino Unido. Franklin D Roosevelt, entonces presidente de Estados Unidos, y Winston Churchill, exprimer ministro británico, enviaron mensajes de felicitación, reconocimiento y de admiración por la hazaña del pueblo soviético en Stalingrado.
Sin embargo, países europeos como Polonia, Estonia, Lituania o Letonia, destruyen monumentos a los héroes anónimos del Ejército Soviético que en su momento los liberaron del fascismo. Ello lleva a prestar más atención a las recordaciones por el aniversario 75 de la victoria en una batalla crucial durante el curso de la II Guerra Mundial.
Antonio Rondón/Prensa Latina
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