Sólo el ser humano, a pesar de su inteligencia, es capaz de tropezarse con la misma piedra. Vale recordarlo porque al parecer es factible el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República, sin que se haya reformado siquiera ni muestre signos de hacer una necesaria autocrítica que demostrara su interés en hacer las cosas mejor que en el pasado. Sus dirigentes se muestran envalentonados, muy seguros de recuperar el poder perdido en 2000, como si el país siguiera siendo el mismo que cuando el partido tricolor se encargó de deshacer lo construido en 50 años al mando de las instituciones.
La actual dirigencia se olvida de que el PRI perdió la primera magistratura por sus errores y abusos, porque se dedicó a servir a intereses oligárquicos y se olvidó de sus responsabilidades sociales, tal como lo está haciendo el Partido Acción Nacional (PAN), pero de manera burda y sin cuidar siquiera las apariencias. Es verdad lo que dijo Emilio Gamboa Patrón, en la ceremonia en la que protestó como nuevo dirigente de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares: “Los mexicanos estamos cansados de la simulación, la inexperiencia y la improvisación. Vivimos una etapa de nula visión de Estado”. Sin embargo, también es cierto que tal realidad comenzó a gestarse en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, a quien puede conceptuarse como el primer presidente sin visión de Estado.
Su total e incondicional entrega a intereses oligárquicos, su lealtad a la plutocracia internacional que impuso la estrategia neoliberal, condujo al país al callejón sin salida en el que nos encontramos. A partir de entonces, todo fue simulación, inexperiencia e improvisación, factores que el PAN se encargó de magnificar a extremos inauditos. De ahí su incapacidad manifiesta de continuar en el liderazgo nacional, situación que ya asusta a todo mundo, incluidos importantes oligarcas que apoyaron abiertamente a Felipe Calderón. Sin embargo, sería igualmente catastrófico que llegara a la primera magistratura un PRI con los mismos vicios de antaño, sin tener un compromiso real con la sociedad nacional.
No hay duda que “los resultados del mal gobierno son mayor pobreza, inseguridad, violencia, desempleo y desprestigio internacional. Para enfrentarlos, no hay estrategia de gobierno”, como afirma Gamboa. Eso fue lo que nos ocasionaron las administraciones neoliberales, precisamente, realidad que las administraciones panistas se encargaron de agravar a extremos que ponen los pelos de punta. Por eso es fundamental que la actual dirigencia del PRI demostrara una elemental sensibilidad política para hacer ver a la ciudadanía que actuará con las convicciones democráticas que se requieren, a fin de superar los muchos problemas que nos ocasionaron, y nos siguen ocasionando, los tecnócratas liderados por Carlos Salinas de Gortari.
También es verdad que, “no obstante que el presupuesto se ha incrementado de 1 billón a más de 3 billones de pesos, caímos en el absurdo de que a mayor gasto social, tenemos más pobres”. Tal es la principal consecuencia de una política económica neoliberal a ultranza, que fue impuesta desde los tiempos de Miguel de la Madrid, y que ahora los panistas se encargaron de llevar a extremos inaceptables. Fue en el sexenio de 1982 a 1988 cuando el papel del Estado en la economía se modificó radicalmente, en beneficio de los especuladores y de quienes querían apoderarse de los bienes propiedad de la nación. Se inició entonces un pernicioso desmantelamiento del Estado mexicano, que ahora es ya una funesta realidad.
Podría decirse que el PAN ha sido consecuente con su ideología, que no podía esperarse otra cosa diferente a la experiencia vivida en los últimos 10 años. No así el PRI, partido que nació para ejercer un liderazgo social con base en resultados positivos, como así sucedió de la década de 1930 a 1980. En ese periodo, cabe recordarlo, el Estado fungió como rector de la vida económica nacional, lo que permitió tasas de crecimiento sostenido superiores a las de la inflación. Hasta la fecha, el PRI sigue comprometido con la estrategia neoliberal, situación que no lo hace diferente del partido blanquiazul. Por eso los discursos, como el de Gamboa, se pierden en el vacío, pues sólo demuestran que lo que quieren los priistas es regresar al poder, no cambiar una realidad que amenaza desbordar la capacidad de aguante de los mexicanos.
Si la dirigencia del tricolor quiere ganarse la confianza de la sociedad nacional, debe mostrar capacidad de autocrítica, voluntad para enfrentar inercias antidemocráticas y patriotismo para defender los intereses nacionales. La unidad por sí sola no basta, categoría a la que se refirió Gamboa al decir que él sería un factor de unidad para el PRI. No podría serlo mientras no demuestre firmeza para enfrentar fuerzas internas que se oponen a cambios democráticos de fondo, sin los cuales el partido tricolor seguiría siendo el brazo político de la oligarquía.
gmofavela@hotmail.com
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