Caracas, Venezuela. Casi al concluir el primer mes de 2018, en un movimiento que sorprendió a algunos, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) decidió como poder soberano de los venezolanos, convocar las elecciones presidenciales para el primer cuatrimestre del año.
Hasta ahora existía poca claridad sobre el tema electoral en Venezuela, algo no atribuible al gobierno, ya que sin cortapisas había anunciado que los comicios presidenciales correspondían en 2018 e iban a celebrarse. Ese no era el problema que se comentaba en círculos políticos y en sectores de la población venezolana. El cuándo se retornaría a las urnas creaba expectativas, a las que el 23 de enero respondió la ANC con su decisión.
Eran muchos los que se preguntaban si habría un adelanto de los comicios, se hablaba en corillos de febrero, marzo, incluso de abril como fechas probables pero de la respuesta se encargó la asamblea del pueblo con su acuerdo.
La propuesta fue hecha por el constituyente Diosdado Cabello ante el órgano plenipotenciario con base en la defensa de la paz, soberanía e independencia, valores afianzados en los recientes comicios municipales, regionales y de constituyentes, según destacó.
Recientemente, el también primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) manifestó que “a estas alturas aún no sabemos si los opositores van a ir a las presidenciales”, algo que agrega nuevas interrogantes. “Ellos (oposición) pidieron elecciones, entonces cuando se convocan no participan. Este año hay presidenciales, vamos a ver con qué cuento salen”, indicó en rueda de prensa el 22 de enero en la sede del partido, en el parque Hugo Chávez ubicado en La Rinconada, Caracas.
El adelanto de los comicios tiene variadas interpretaciones, pues unas elecciones necesitan preparación, logística y muchos esfuerzos organizativos. Es todo un reto que a la vez muestra la valentía de los seguidores del chavismo, pues la vuelta a las urnas servirá para medir el apoyo popular. En esto del adelanto influye la situación dentro de los sectores opositores, donde varios son los aspirantes, incluso figuras que aparentemente nada tienen que hacer en la política como el magnate Lorenzo Mendoza, quien según un sondeo de Hinterlaces, tendría más apoyo en las filas opositoras que los representantes de esa tendencia. En una reciente pesquisa 33 por ciento de la militancia opositora se inclinó por su candidatura, por encima de Henry Falcón (18 por ciento), María Corina Machado, al parecer la abanderada de sectores proclives al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos (11 por ciento), Henry Ramos Allup (6 por ciento) y Juan Pablo Guanipa (3 por ciento), entre otros.
Como muestra de la fragmentación de las fuerzas que adversan al gobierno, 28 por ciento del sector opositor consultado no votaría por los nombres antes mencionados. Ese muestreo indicó, además, sobre un posible escenario de adelanto de los comicios presidenciales para febrero y marzo de este año: el 72 por ciento de los venezolanos consultados estarían de acuerdo, 26 por ciento en desacuerdo y el 2 por ciento no contestó.
No obstante, pudiera preguntarse si en tan poco plazo los candidatos pueden preparar y desarrollar sus campañas, algo que lleva tiempo, y por supuesto recursos, y si las autoridades electorales tendrán la capacidad logística y del crono para preparar la vuelta a las urnas pese a su comprobada experiencia en cerca de 23 elecciones en los últimos años.
En su programa televisivo más reciente, el domingo 21 de enero, el periodista José Vicente Rangel reveló que se consultó a los encuestados sobre el candidato de su preferencia en las primarias de las diversas facciones opositoras, en la que destaca la división y no sobresale ningún aspirante de los partidos tradicionales de la derecha venezolana.
Por otra parte, entre las fuerzas revolucionarias de Venezuela, aglutinadas bajo la bandera del Gran Polo Patriótico, al parecer hay un acuerdo para mantener la unidad y defender la opción de un candidato único rumbo a los comicios presidenciales de 2018. Hasta hace pocos días los principales voceros de la izquierda venezolana basaban sus apuestas en el actual mandatario, Nicolás Maduro, al parecer la figura que encarna para ellos el ideal bolivariano que esgrimió el comandante Hugo Chávez durante la fundación de su movimiento y posteriores años en el gobierno.
El 23 de enero Maduro recibió un espaldarazo de los simpatizantes del chavismo y miembros del PSUV que lo ungieron como el candidato de su preferencia durante un acto para celebrar el Día de la Democracia. Sin embargo, en días recientes el exembajador en Naciones Unidas y hombre fuerte durante los gobiernos de Chávez en la industria petrolera, Rafael Ramírez, demandó elecciones primarias dentro de las filas revolucionarias y pidió garantías para presentar su candidatura.
El exministro de Petróleo solicitó detener las acusaciones en su contra por presunta corrupción y garantías para regresar al país a fin de luchar en unas primarias con garantías y lanzar su reto como precandidato chavista, un asunto que deben resolver los venezolanos sin interferencias externas. “Si yo vuelvo al país, reto a Maduro a unas primarias libres, con garantías, para definir quién hará frente al candidato de la derecha, quién será el candidato del chavismo”, señaló Ramírez en un artículo dominical en el portal venezolano Aporrea.
El exembajador está acusado de corrupción durante su etapa en la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), algo que debe probarse pero denuncias de la Fiscalía General indican que durante ese período una oficina en Europa provocó pérdidas al país por más de 4 mil millones de dólares.
“Si el presidente Maduro me ofrece las garantías necesarias, entonces volveré al país para recorrer el camino de Chávez, para hablar con el partido, con los dirigentes, para hablar sin ser censurado”, sostiene en su demanda.
Por lo pronto, el caso Ramírez es ahora usado por medios occidentales para arreciar sus ataques contra el gobierno venezolano, y ya forma parte de esa atmósfera de agresivo y permanente acoso mediático que produce una insidiosa desinformación sobre Venezuela, la cual confunde hasta a muchos amigos de la Revolución Bolivariana.
Lo del adelanto es ya una realidad, pero está por verse si las fuerzas de la derecha opositora celebran primarias y van con un candidato único a una puja electoral a la que aún no se sabe si concurrirán, algo difícil pero que representaría un serio reto para la izquierda, necesitada de la unidad demandada por sus dirigentes y el propio Maduro.
Por otro lado, el adelanto de las elecciones presidenciales también representa objetivamente un riesgo para el gobierno pero, a la vez, servirá para que los venezolanos reafirmen el derecho a decidir su destino, como recalcó Cabello al denunciar las sanciones y la agresión contra el país.
La meta de la izquierda es obtener 10 millones de votos en la liza, algo que difícilmente logren los fragmentados sectores de la oposición, pese a que tradicionalmente los de esa tendencia sufragan de forma monolítica en este tipo de ejercicio en las urnas.
Luis Beatón/Prensa Latina
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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