Desde la década de 1990, el gobierno es incapaz de crear políticas públicas eficaces para contener la pérdida de empleos formales: más de 12.1 millones de mexicanos realizan actividades ilícitas para sobrevivir, sostiene especialista. En el primer trimestre de este año, el desempleo tocó su máximo histórico (5.3 por ciento). Entre noviembre de 2008 y marzo de 2009 se perdieron 600 mil fuentes de trabajo. En un año, casi 1 millón de personas ingresaron a las filas de la informalidad
Las políticas económicas aplicadas en México desde el gobierno de Miguel de la Madrid tienen al país inmerso en una situación alarmante de desempleo e incremento del sector informal: empleos precarios, sin seguridad social y con salarios de hambre que sólo llevarán a más mexicanos a cruzar la línea de la pobreza extrema y realizar actividades ilícitas en los próximos años, consideran especialistas.
Entre noviembre de 2008 y marzo de 2009, el país perdió 528 mil 373 empleos formales, de los cuales 20 mil eran permanentes, de acuerdo con datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS). Tan sólo en el sector de la manufactura se registraron 23 mil despidos.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en marzo de este año la tasa de desempleo registró su máximo histórico de 5.3 por ciento, es decir, 2 millones 395 mil 600 mexicanos sin empleo; 3 millones 100 mil más que se encuentran subocupados, y otros 12 millones 100 mil empleados en el sector informal.
El sociólogo Edgar Esquivel considera que el discurso actual del gobierno federal, de culpar a la crisis mundial por la precaria situación económica por la que atraviesa el país y por la pérdida de empleos, sólo intenta justificar ineptitudes, ineficacias, corruptelas, malas decisiones y políticas equívocas, aplicadas desde la década de 1990.
A decir de Esquivel, en su momento el gobierno federal “tomó malas decisiones” orientando las políticas económicas a un “modelo depredador de capitalismo salvaje”, como es el de exportaciones, que demostró su ineficacia y atenta directamente contra el capital humano. En México, los desempleados, sin ningún programa de apoyo por parte del Estado, “quedan en la orfandad total”.
De acuerdo con información de la STPS, en 2008 sólo 15 millones 431 mil trabajadores tuvieron acceso a instituciones públicas de salud, en tanto, 27 millones 61 mil empleados no contaron con ningún tipo de seguridad social. Aunado a ello, más de 5 millones 126 mil mexicanos vivían con un salario mínimo al día; 8 millones 588 mil recibían entre uno y dos salarios mínimos, y casi 4 millones no recibían percepción alguna.
Para Graciela Bensusán, catedrática e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, las cifras que presenta el Inegi sobre desempleo se deben interpretar con reserva, por la forma en cómo se mide este fenómeno.
“Una persona que trabajó una hora en la semana previa a la aplicación de la encuesta, aun sin remuneración, ya entra como población empleada”.
En México, dice la especialista, son muy pocos los que pueden permanecer sin trabajar ni una hora en la semana. Es un país que no cuenta con seguro de desempleo, los salarios cayeron, la familia no tiene capacidad de ahorro; cómo puede alguien sostenerse sin ocuparse en algún momento.
A decir de Bensusán, el problema en México no es el desempleo, sino la precarización que existe de las fuentes de trabajo formales y las nulas expectativas de crecimiento. “Una persona que pierde su empleo inmediatamente busca una alternativa, cualquiera que sea, no se puede dar el lujo de no hacer nada, y eso nos lleva a tener muy bajas tasas de desempleo, tomando en cuenta la medición del Inegi”.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, México será el país con menor crecimiento este año en el hemisferio, con una proyección de -2 por ciento, por debajo de Brasil con -1 por ciento; Costa Rica, -0.5 por ciento; mientras que Panamá, Perú, Cuba y Bolivia mantendrían un crecimiento positivo igual o superior al 3 por ciento.
Bensusán considera que la gente está buscando alternativas de empleo y en muchas ocasiones las encuentra en el sector informal, y es que el ingreso en dicho sector resulta mayor que en la economía formal, donde los salarios están determinados por el gobierno federal en acuerdo con los empresarios, en aras de un modelo de exportación de bajos salarios.
A decir de la especialista, el país tiene los salarios mínimos por debajo de la línea de pobreza. En América Latina sólo dos países se mantienen: México y Nica ragua. “Los mexicanos perciben salarios de hambre que no permiten convertirse en auténticos consumidores. Las percepciones actuales sólo permiten a la gente comprar productos piratas”.
Esta crisis, dice Bensusán, no es la que causa los problemas actuales, sólo pone de manifiesto que todo el modelo, que algunos llaman el Consenso de Washington, se agotó al no proteger a los trabajadores, por el contrario, pervirtió o destruyó a los sindicatos y optó por no tener protección social.
La investigadora explica que de ser considerado México uno de los principales exportadores de mano de obra a Estados Unidos, ahora se registran alarmantes niveles de delincuencia, porque ya no es opción emigrar.
“La gente se va a laborar al sector informal no porque sea un delincuente, sino porque no encuentra otra alternativa, y las que hay ofrecen salarios precarios. En la informalidad tienen más expectativas de ganar dinero dentro de actividades que tocan la ilegalidad”.
Alfonso Bouzas, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que la Organización Internacional del Trabajo, en su informe anual de 1995, reconoció la importancia del fenómeno del desempleo, el cual calificó como “la pandemia de la humanidad”.
Agrega que desde aquel momento se abrió paso a la degradación en materia de trabajo con el aumento del empleo informal. Los gobiernos, como el mexicano, empezaron a considerar lo anterior como trabajo, colocando dentro de la población económicamente activa al sector informal, por ello, las estadísticas gubernamentales distan mucho del problema real que padece el país.
De acuerdo con el estudio realizado por Norma Samaniego, El crecimiento explosivo de la economía informal, una porción mayoritaria de los nuevos empleos generados en los últimos años en el país fueron en la economía informal, que hoy representa 52 por ciento de la ocupación no agropecuaria y aporta anualmente 30.1 por ciento del producto interno bruto nacional.
En su estudio, Samaniego precisa que las primeras estimaciones de la informalidad datan de la década de 1980. A partir de la crisis de 1982, en que el crecimiento se frenó de golpe y se emprendió un estricto ajuste macroeconómico, el desahogo de la presión de la oferta laboral se dio a través de la expansión acelerada de la economía informal.
Según el documento, en 1991, combinando criterios de características del lugar de trabajo, acceso a prestaciones y posición en la ocupación, la informalidad registraba el 45.9 por ciento de la población ocupada no agropecuaria; en 1995, la cifra se elevó a 51.6 por ciento; en 1997 fue de 52.3 por ciento; en 2005 alcanzó 54.5 por ciento.
En el estudio se aclara que, debido a que se descontinuó la Encuesta Nacional de Empleo en 2004 y fue sustituida por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, que se elabora sobre bases distintas, las cifras ya no son estrictamente comparables con años anteriores.
Alfonso Bouzas expone que existen tres fenómenos a nivel mundial que impactan en el desempleo: el crecimiento pobla cional, principalmente en los países subdesarrollados que registran mayor atraso y natalidad; la incorporación de la mujer y los jóvenes al campo laboral, entre más se comprimen los salarios resulta necesario que más personas aporten a la economía familiar; y el incremento de la expectativa de vida.
Además, dice, el aumento en el uso de nuevas tecnologías, que en muchas ocasiones significa desplazamiento de mano de obra. Otros factores estrictamente económicos que repercuten en el crecimiento del empleo, como el caso de México, es el abandonó de su vocación agrícola.
Bouzas califica las políticas económicas como poco afortunadas, “por decir lo menos”, ya que no fomentan el empleo, sino promueven la inversión extranjera en el país, donde se oferta a los inversionistas mano de obra barata, paraísos laborales y fiscales, que no existe en México. Se violenta el marco normativo del trabajo, convirtiendo a la Ley Federal del Trabajo en letra muerta.
A decir del especialista, la forma en que el gobierno de Felipe Calderón maneja las políticas laborales es por demás censurable. “No es posible que el secretario del Trabajo declare que se tiene que reorientar la educación y formar gente pa’ lo que se necesite. No están preocupados por la sociedad y la formación de los jóvenes, por el crecimiento de la empresa y la participación sana en actividades de todo tipo. Se ve a la población como materia prima que ofrecer al extranjero”.
Recuerda que en antaño, México era el cuerno de la abundancia.
Ahora lo que se produce en el campo es insuficiente para cubrir las necesidades internas. Un porcentaje de personas que pudieran vivir del campo, “hoy no sólo no viven de él, sino que no quieren hacerlo”.
Lo que explica, dice, el fenómeno de la migración a Estados Unidos como una puerta de salida a la necesidad de sobrevivir; pero ésta también ya se cerró.
Graciela Bensusán dice que México es el país de América Latina que menos crecimiento registra, junto con Haití. Desde hace una década se vive un estancamiento en la economía nacional.
En el último año de gobierno de Ernesto Zedillo se registró una tasa de crecimiento mayor al de otros años; pero en 2001 se produjo una fuerte caída en el empleo como consecuencia del ingreso de China al mercado mundial.
En 2001, dice, México perdió 300 mil empleos que nunca se volvieron a recuperar totalmente. En 2007 se lograron abrir algunas fuentes de trabajo, pero ya se tenía un déficit de años atrás, no atribuibles a la crisis actual por la que atraviesa el país. “Ya se tenían señales muy marcadas de que el modelo exportado, basado en la mano de obra barata, había fracasado”.
Bensusán explica que, cuando México entró al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el gobierno apostó a convertirse en el principal exportador de Estados Unidos, en aras de ganar mercado en segmentos como la industria automotriz, electrónica y del vestido. Entraron al país empresas maquiladoras, sin embargo, la mayor parte de los insumos eran importados.
Agrega que, a diferencia de lo que pasaba en otros países en la década de 1990, México sí registró incrementos, sutiles, en empleos formales; pero éstos estaban basados en la mano de obra barata y flexible. Con la entrada de China al ámbito económico mundial, que ofertaba una fuerza laboral más barata que la mexicana, las empresas maquiladoras emigraron a oriente.
Además, dice, el 1 de enero de 2005 concluyó la vigencia del Acuerdo Multifibras, que fijaba cuotas a las exportaciones de prensas de vestir y textiles que protegía a México frente a la competencia de la ropa de origen chino.
Los empleos ganados en la década de 1990 se perdieron en tan sólo un año.
Edgar Esquivel, también catedrático del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, unidad Estado de México, considera que las consecuencias del desempleo serán el incremento en suicidios, depresiones, mayor violencia, no sólo en el ámbito público, también en el doméstico.
“Llegar al mercado laboral y no encontrar oportunidades de empleo genera una gran frustración, mucha presión en la sociedad. La escasez del dinero mete mucha presión a las personas”, dice el sociólogo.
Esquivel explica que desde 1990 se depreció el valor de la moneda, logrando que la capacidad adquisitiva del mexicano sea menor que hace 30 años.
Alfonso Bouzas dice que “cada día se gana menos y se trabaja más. Aunque paguen con la misma cantidad, la moneda nos permite adquirir menos cosas que en antaño”.
Edgar Esquivel considera que el Estado debe poner en marcha programas para apoyar a las pequeñas y medianas empresas, pues son las que generan la mayor cantidad de empleos formales en México. Las grandes industrias son las que menos ocupan mano de obra porque tienen procesos modernos, relegando puestos de trabajo.
Graciela Bensusán explica que Brasil, que también sufre los efectos de la crisis actual, instrumentó un plan B.
Pensaron en el crecimiento con base en el mercado interno y las exportaciones. Tras la crisis de la industria automotriz en la década de 1990 se optó por tener política sectorial, acuerdo social con sindicatos y organizaciones empresariales para reorientar su lucha hacia el interior.
Brasil, dice, tiene el 60 por ciento de su producción destinada al mercado interno y sólo el resto hacia el exterior.
México, por el contrario, tiene el 80 por ciento de su producción orientada a las exportaciones y un 20 por ciento para consumo interno en la industria automotriz.
Bensusán considera que en México se pueden abrir pequeñas ventanas de oportunidad de corto plazo si se crea una política industrial adecuada, que reactive sectores que pueden ser realmente competitivos y de alto valor agregado, es decir, reactivar cadenas productivas: “Una política sustitutiva de importaciones y subir los salarios”.
Agrega que se tiene que volver a convertir a los mexicanos en consumidores en el sector formal de la economía.
Para eso se deben dar reformas estructurales en educación, seguridad pública, social y laboral.
Fuente original: Revista Contralínea
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