Theresa Richter y Juan Ignacio Domínguez
Desapercibida su presencia por una visión anclada en la hegemonía petrolera del Siglo XX y a las coordenadas del Leviathán estadunidense, el gobierno alemán obtuvo el pasado miércoles 7 de diciembre la protección federal sobre una formidable extensión del patrimonio biológico mexicano. Parte, sólo parte, de los frutos concedidos en el pacto de vasallaje suscrito en abril por Enrique Peña Nieto.
En las cuatro zonas declaradas áreas protegidas (bajo la categoría non plus ultra de reservas de la biósfera) y cinco con veda de exploración y extracción de hidrocarburos (zonas de salvaguarda), en razón todas ellas precisamente de su riqueza biológica, o patrimonio natural (como en el Decreto el Estado mexicano prefiere llamarles para eludir el término), la “cooperación” del gobierno alemán mantiene proyectos o apoyo financiero, directo o adyacente, para “la conservación y el aprovechamiento de biodiversidad” (patrimonio natural), como ninguna otra entidad, pública o privada.
Para los intereses del gobierno y capitales alemanes, esta área tiene un valor ambiental dual: por su riqueza biológica (el límite nororiental de la biota neotropical) y por su provisión ecosistémica.
Sus proyectos en la Sierra Madre Oriental, con más de 2 millones de euros anuales a partir del 2012, operados por la alemana Agencia para la Cooperación Internacional (GIZ, por su sigla en alemán), son algunos de los más antiguos y no presentan competencia de ningún otra entidad/acreedor. Datan de la Novena Conferencia de las Partes (Cop 9) del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB, 2008) celebrada en Bonn que presidió el ministro de Medio Ambiente Sigmar Gabriel, hoy Vicecanciller alemán coautorizante de la venta de armas a México.
Incluye a los cinco estados situados al centro y al sur de esa cordillera y a un manchón incluido en el Programa Conjunto Conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas)-GIZ sobre adaptación bioclimática en la zona.
Digamos el otro poquito: el 12 de abril pasado la Canciller alemana señaló en la Declaración de Biodiversidad Conjunta suscrita con el presidente Peña Nieto en Berlín, los lugares a donde su gobierno decidió que iría “otro poquito”:
“Punto 26. […] Alemania apoyará a México para lograr el objetivo de alcanzar en 2018 la Meta 11 de Aichi [ampliación de la superficie de áreas naturales protegidas (ANP)], particularmente a través de asignaciones financieras destinadas al fortalecimiento de las áreas naturales protegidas de la región de la Sierra Madre Oriental y el Golfo de México.”
El pasado 7 de diciembre se publica en el Diario Oficial de la Federación el Decreto correspondiente que declara a ese manchón, la Sierra de Tamaulipas, Reserva de la Biosfera (308 millones 888 mil hectáreas). ¿De dónde salió esa región? En el programa para mitigar los efectos del cambio climático en los ecosistemas de “gran biodiversidad” de la Sierra Madre Oriental, financiado por el Ministerio de Medio Ambiente de Alemania y codirigido por la Conanp y la GIZ, aparece. En su página 19 se observa ese territorio como un polígono (el único) faltante de protección federal en el Csmo (Corredor Ecológico de la Sierra Madre Oriental). En la motivación para su decreto se destaca que los servicios ambientales y el sistema hidrológico de esta sierra son fundamentales al desarrollo económico de esa entidad (lo que confirma su prioridad como proveedor ecosistémico).
El mismo día 7 de diciembre, el presidente Peña decreta el establecimiento de la zona de salvaguarda Arrecifes de Coral del Golfo de México y Caribe Mexicano; y Manglares y Sitios Ramsar. El fundamento oficial (que no remite al pacto de vasallaje firmado en Berlín) es: “Conforme lo manda el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018”:
“[…] impulsar y orientar un crecimiento verde […] que preserve nuestro patrimonio natural al mismo tiempo que genere riqueza, competitividad […] En esta área se encuentra la barrera de coral más grande del hemisferio occidental y la segunda más grande del mundo.”
Se decretaron también como Reservas de la Biosfera Las islas del Pacífico de la Península de Baja California (1 millón 161 mil 222 hectáreas); y la región del Pacífico Mexicano Profundo (con cerca de 58 millones de hectáreas). Para esta última su decreto establece que posee “dos ecorregiones consideradas entre las más importantes a nivel mundial en términos de biodiversidad […] presenta ecosistemas y hábitats con características únicas, con especies y poblaciones de composición genética única”.
En el caso de la península de Baja California, ésta queda ecoamurallada, como se hará también con el polígono Selva Maya. Las zonas de salvaguarda (veda) petrolera decretadas para el Golfo de México y el Caribe, se establecen aquí pero en macro, para todo el Golfo de California, la Península de California y el Pacífico Sudcaliforniano (691 mil 757 kilómetros cuadrados), y, para el Pacífico centro y sur únicamente Manglares y Sitios Ramsar.
Y aquí la puntual coincidencia. En el norte peninsular, el gobierno de Alemania mantiene su proyecto más extenso en términos de superficie terrestre y marina. Se denomina “Conservación y uso sostenible de la biodiversidad marina y costera en el Golfo de California” (BioMar, 2012-2018, 9.43 millones de euros).
De 5.57 millones de hectáreas es la superficie decretada para esta Reserva de la Biósfera. Se trata del 50 por ciento del Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM) y de la reserva más cantada de las cuatro establecidas. En abril de este año su anteproyecto es relanzado.
La intervención del gobierno alemán en esta ecorregión es sustancial. Consistió en un financiamiento top: 10 millones de euros a un pool ambientalista denominado Marfund (Mesoamerican Reef Fund), ocupado en la conservación de esta zona (SAM) y que encabeza el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (FMCN) y su ceo Lorenzo de Rosenzweig.
El financiamiento del gobierno alemán se da el último día hábil (30 de diciembre) de un año crucial a sus planes de expansión en el tema: 2011 (el año siguiente a la firma del neoliberal Protocolo de Nagoya para acceso a recursos genéticos). Lorenzo de Rosenzweig expresaría así a principios de 2012 el impacto de esta ayuda en la prosecución de la misión de Marfund (a punto de naufragar por… los ecos de la crisis de 2008):
“[…] ver este evento hito que dará permanencia a la institución, me hace sentir que todo ha valido la pena. Ahora nos podemos enfocar en aumentar el fondo patrimonial para brindar financiamiento significativo y a largo plazo para este ecosistema maravilloso, el orgullo de Mesoamérica y una maravilla del mundo.”
El pasado 5 de diciembre, día de la ceremonia oficial, Rosenzweig confirma en Cancún los colores de la bandera detrás (negro, rojo y gualda):
“ANP en la zona de Yucatán y Quintana Roo se financian con capital alemán. Y el Sistema Arrecifal Mesoamericano también es apoyado por el gobierno de Alemania con 10 millones de euros.”
Al igual que para el resto de las nuevas áreas protegidas pletóricas en biodiversidad, la biodiversidad del Caribe Mexicano es apalancada con un decreto adicional de veda petrolera (Zona de Salvaguarda): Arrecifes de Coral del Golfo de México y Caribe Mexicano, Manglares y Sitios Ramsar.
Como se estableció para la península de Baja California (bajo gestión del gobierno alemán), la región terrestre de Mesoamérica con más biodiversidad, y del país con más ANP en proporción a su territorio, la Selva Maya, es igualmente acorazada. Una vez más la huella del acreedor trasnacional es notable. El Programa Selva Maya del gobierno alemán en el área expresa y delata a ésta como su mayor apuesta mundial de conservación para la extracción biogenética sustentable (es decir, por los siglos de los siglos).
El pasado 7 de diciembre el presidente Peña expide el decreto de veda petrolera para la Plataforma de Yucatán y Caribe Mexicano y para la Región Selva Lacandona (no incluida en los mapas públicos del gobierno alemán; pero, bueno, finalmente para esa zona se creó la Gendarmería Ambiental a 2 días de firmarse en Berlín el pacto de entrega de la biodiversidad mexicana). Los motivos jurídicos declarados en el decreto:
“El potencial turístico de la zona y preservar este patrimonio natural para que genere riqueza y competitividad.”
El petróleo, en las zonas duras de biodiversidad del polígono maya es, como advertimos hace más de 1 década (aunque en vaticinio de Casandra), oficialmente proscrito, y no precisamente en interés de la humanidad o del desarrollo nacional sino de una rentabilidad que se ha invertido en su valor y contando. La última insensatez, aún se recuerda, la diría la desactualizada exsecretaria de Energía y coautora del delirante Plan Puebla Panamá, la doctora Georgina Kessel (exmaestra del panista Felipe Calderón en la Libre de Derecho), cuando anunció en San Cristóbal de Las Casas (22 de noviembre 2008) que en breve Petróleos Mexicanos (Pemex) iniciaría trabajos de exploración y extracción de hidrocarburos en la Selva Lacandona. Días después su jefe, quien 3 años después nombraría al mayor buque de guerra de la Marina el Montes Azules, desmentiría la declaración con una sonrisa.
A 8 años de haberse desatado la crisis financiera en Occidente, hablando de la agenda de conservación, del gobierno estadunidense, bueno, ni sus luces. De sus organizaciones no gubernamentales (ONG) ambientalistas, apenas un pulso, achicadas tras la debacle y varias de ellas hoy mendicantes de los fondos alemanes. Varios de sus arrogantes exdirectores hoy aparecen instalados en cargos operativos de los proyectos alemanes, dentro de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) o contratados directamente por la cooperación alemana.
En septiembre de 2004, en un acto dislocante del sistema jurídico nacional pero revelador de la ruta antisoberana del gobierno federal sobre el patrimonio natural del país, la poderosa The Nature Conservancy pagó la mayor parte de la indemnización dada a los campesinos de Campeche expropiados por la administración foxista para limpiar de gente las más de 700 mil hectáreas que cubre la Reserva de la Biósfera Calakmul.
Hoy el gobierno de Alemania es quien paga la fiesta y es correspondido. Un verdadero muro verde en interés y servicio de la agenda bio y eco de Alemania se ha tendido en millones de hectáreas del territorio nacional, y contando, en desafío no sólo al próximo muro migrante de Trump y su “intangible” comercial sino a los intereses de seguridad nacional ambiental de Estados Unidos, como Tim Ridge, primer secretario del Homeland, reportaría en Foreign Affairs Magazine (abril 2004) que el territorio-México representaba para su país.
Por cierto, el lema de la COP 13 –Mainstreaming biodiversity for wellbeing (que podría traducirse como “Incorporación de la biodiversidad al bienestar– no es idea del anfitrión ni de hechura multilateral, es Made in Germany, según se desprende de la propia Declaración Conjunta sobre Biodiversidad firmada por Peña el pasado 12 de abril en Berlín, y del sentido económico-cultural que para los alemanes tiene el entuerto, además:
“23. México y Alemania reiteran su compromiso para lograr acuerdos exitosos en la XIII Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que se celebrará en Cancún, México, en diciembre de 2016, y tienen como objetivo impulsar la integración de la biodiversidad en sectores productivos como la agricultura, bosques, pesca y turismo.
“24. México y Alemania colaboran en iniciativas y proyectos bilaterales para internalizar la biodiversidad en los sectores productivos y fortalecen la cooperación con el sector privado.”
Theresa Richter y Juan Ignacio Domínguez
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: AMBIENTAL]
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