Pequeños grupos de élite de la Secretaría de Marina Armada de México, que oficialmente no pertenecen a ninguna sección ni compañía, eran los responsables en el gobierno de Enrique Peña Nieto de realizar operaciones encubiertas, secretas y clandestinas para abatir o detener a los narcotraficantes más buscados en territorio nacional por México y Estados Unidos.
Se trata de grupos de reacción inmediata, preparados como los rangers de la Escuela de las Américas o los kaibiles de Guatemala, que son enviados a los territorios de mayor violencia e identificados como focos rojos por el gobierno federal.
Al interior de la institución se les conoce como Unidades de Fuerzas Especiales y se les despliega de forma discrecional en zonas estratégicas. Estos grupos participaron en la captura de Joaquín Guzmán Loera, alias Chapo –en coadyuvancia con la Agencia Antidrogas estadunidense–, y en la ejecución extrajudicial del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva.
Entre 2009 y 2016, las Fuerzas Especiales fueron las más utilizadas en la estrategia de combate contra líderes del narcotráfico: de los 31 narcotraficantes más buscados, detenidos o muertos como resultado de la intervención de fuerzas militares, la Marina estuvo involucrada en 12.
Durante todo el periodo de la “guerra” contra el narcotráfico, estos grupos de marinos participaron en tareas de seguridad pública, con mayor impacto a partir de su creación formal por acuerdo secretarial de 2014. Dos años después, 2016, el gobierno desplegó a 17 mil 482 elementos para combatir el crimen organizado, cifra que disminuyó considerablemente para 2018, cuando apenas se dispuso de 3 mil 789 marinos.
Para obtener el grado de maestría en Administración Naval, el capitán de navío José Efraín Fernández Talamantes destaca en su investigación de tesis la importancia de las Fuerzas Especiales de la Armada “como elemento estratégico para hacer frente a las actividades de la delincuencia organizada”. Además, “contar con comandantes jóvenes que sean capaces de cumplir con la misión asignada por el Mando demostrando alta eficiencia y eficacia”.
Afirma que estas Unidades Especiales han sido insuficientes para cubrir todos los operativos que se despliegan en el país, y precisa que sus elementos requieren de un curso de liderazgo de talento que potencie su capacidad de combate.
Con 10 años de experiencia en operaciones de alto impacto, Fernández Talamantes es un infante de Marina de Fuerzas Especiales, lo que le da sustento a su investigación académica, en donde precisa que la lucha contra el narcotráfico impactó a la sociedad desde 2006, al generar un problema de seguridad interior que ha requerido la intervención directa de las Fuerzas Armadas para mitigar sus efectos de violencia social.
En su tesis de maestría sostiene que no hay tiempo suficiente para formar la cantidad de comandantes de Fuerzas Especiales que tengan conocimientos, habilidades y experiencia necesarios para dirigir las operaciones de apoyo a la seguridad pública.
En su investigación tipo tesis, el capitán de navío indica que debido a la creciente necesidad de personal con ese perfil es necesario un Curso de Liderazgo Experto que considere el crecimiento y desarrollo del personal de jóvenes oficiales con potencial para convertirse en una solución a los problemas de violencia e inseguridad pública.
“Las operaciones contra la delincuencia organizada fueron el parteaguas para darle valor a las Fuerzas Especiales, personal estratégico para la realización de operaciones que por su naturaleza requieren mayor riesgo y complejidad, así como menor cantidad de elementos para su ejecución”, destaca el trabajo de Fernández Talamantes.
Expresa que en México existen cambios de escenarios estratégicos, ante lo cual considera posible emplear el potencial de las Fuerzas Especiales como respuesta a las nuevas amenazas asimétricas a la seguridad interior derivadas de actividades de grupos delincuenciales.
Señala que el tráfico y consumo de cocaína de los estadunidenses consolidó el poderío económico de los cárteles mexicanos, y creó un nuevo rol dentro de estos grupos: el sicariato. También que la disputa por el control de los territorios y rutas provocó batallas entre cárteles, los cuales no se podían enfrentar sin el apoyo de grupos armados subordinados a sus intereses, como fue el caso de Los Zetas.
De este grupo delincuencial de “lección aprendida”, señala que permite apreciar no sólo la importancia de contar con Fuerzas Especiales para lograr misiones más complejas y diversas, sino que su perfil, tanto en la guerra como en misiones estratégicas, va más allá que lo que fuerzas convencionales pueden realizar.
“Las Fuerzas Especiales salen de un entorno convencional y actúan como sea necesario, en principio con apoyo de la organización, doctrina y tecnología que les permite asumir riesgos y ejecutar tareas en el cumplimiento de la misión”, acota.
En entrevista, Martín Barrón Cruz, catedrático del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), afirma que aún se desconoce si las Fuerzas Especiales de la Marina funcionarán como policías de la Guardia Nacional. Pero de ser así, indica, “sería un desperdicio”. Para él, estos grupos podrían continuar con los operativos contra grupos criminales.
Experto en seguridad nacional, Barrón Cruz destaca que las Fuerzas Especiales de la Armada han sido más discretas que las de la Defensa Nacional en operaciones contra la delincuencia organizada. “Datan de la década de 1990 y nunca se ha reconocido su existencia; el caso más emblemático fue su participación en la muerte de Arturo Beltrán Leyva”.
El catedrático subraya que “la Marina argumenta que las Fuerzas Especiales es tema de seguridad nacional, una réplica de las de Estados Unidos en cuestión de entrenamiento en la Escuela de las Américas mediante un trabajo estrecho con la embajada [del país vecino] y cuerpos miliares de élite”.
Sostiene que la participación de Fuerzas Especiales de la Armada en operaciones o juegos de guerra en distintas armadas del mundo ha sido muy cuidadosa. “Oficialmente, sus miembros realizan viajes de navegación, labores de inteligencia y contrainteligencia, [cuando] en realidad trabajan por su cuenta, de manera secreta como en Estados Unidos, donde nadie sabe cuántos son y sólo al secretario rinden cuentas”.
Desde 1995 en la Policía Naval inició la capacitación de cuerpos de élite especializados, formados fuera del país. “Mientras que en el Ejército los militares de las Fuerzas Especiales andan de civil en cursos de inteligencia y contrainteligencia”, agrega.
Doctor en ciencias penales y política criminal por el Inacipe, Barrón Cruz enfatiza que en algunas regiones del país lamentablemente las organizaciones delictivas saben quiénes son miembros de los cuerpos especiales de la Marina, dónde están trabajando y cómo. “La autoridad se corrompe. Las Fuerzas Armadas han servido para contener y para que comandantes de algunas regiones tengan control y acercamiento con delincuentes”.
En el llamado triángulo dorado por ejemplo –prosigue el experto–, “en fiestas patronales llegan los que andan persiguiendo los militares, en convivencia, ‘hay respeto’: los dejan trabajar mientras no toquen intereses, pero cuando transgreden normas no escritas entonces hay represalias. Así funciona, hay códigos y formas de relación entre la delincuencia organizada y las autoridades”.
Y es que ni la Defensa Nacional ni la Armada de México han dejado al secretario de Seguridad y Participación Ciudadana, Alfonso Durazo, el control de la información de los órganos de inteligencia del Estado, necesario para combatir la delincuencia organizada, lamenta el académico.
En su opinión, “el Cisen [ahora Centro Nacional de Inteligencia], el Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia [Cenap] y los cuerpos de inteligencia de la Defensa y la Armada van a seguir trabajando de manera independiente sin compartir información con la Guardia Nacional”.
N su trabajo de titulación de maestría, el capitán de navío José Efraín Fernández Talamantes– quien ha realizado cursos de Operaciones de Comando Ranger en la Escuela de las Américas en el Fuerte Benning en Georgia, así como de Inteligencia Estratégica en la Universidad Bernardo O’Higgins en Chile–, desmenuza las cualidades que poseen las Fuerzas Especiales como elemento estratégico para enfrentar a la delincuencia organizada. El soldado de Fuerzas Especiales puede operar en un medio peligroso y amenazador, familiarizado con amplia variedad de armas; experto en diversas modalidades de combate, capaz de llevar una identidad ficticia y manejar la vida del mundo secreto.
Su análisis agrega que las Fuerzas Especiales requieren modos únicos de empleo, tácticas, técnicas, equipamiento y entrenamiento en ambientes hostiles, no permitidos o políticamente sensibles, suelen ser sigilosas, de baja visibilidad y con un alto grado de riesgo.
El soldado de Fuerzas Especiales “debe poseer la fuerza psicológica para soportar la tensión, soledad, falta de apoyo y fallas de los demás; estar dotado de ingenio, flexibilidad y demostrar un alto nivel de agudeza psicológica, política y militar. Debe ser capaz de vender, persuadir, amedrentar y convencer a la gente que hace todo lo posible por engañarlo”.
La tesis apunta que comandantes que integran las Fuerzas Especiales de la Armada requieren conocimientos y habilidades diferenciadas de los demás, porque de ello depende el eficiente y eficaz cumplimiento de las misiones.
“Comandantes que posean cualidades y conocimientos únicos para ser líderes de estas operaciones, ya que actualmente no se cuenta con entrenamiento estratégico que permita la unificación de criterios y protocolos de actuación en la toma de decisiones”, subraya el informe de grado, y enfatiza que lo más importante de Fuerzas Especiales son sus atributos mentales y psicológicos, para ser “guerreros de élite”, creativos y flexibles.
Deben poseer una gran variedad de capacidades e independencia diferentes a las de fuerzas militares convencionales, para realizar misiones semejantes a sus pares del Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos (United States Special Operations Command, en inglés): “Las Fuerzas Especiales deben estar organizados, equipados y entrenados específicamente para cumplir misiones de acción directa, contraterrorismo, defensa interna contra ataques externos, guerra no convencional, labores de reconocimiento especiales, operaciones psicológicas, de asuntos civiles, de información, y contra proliferación de armas de destrucción masiva”.
Como guerreros de élite, añade Fernández Talamantes en su tesis de maestría, la singularidad y calidad de Fuerzas Especiales son reconocidas universalmente ya que son especialmente reclutados, evaluados, seleccionados, entrenados y equipados; tienen acceso a tecnología de vanguardia, información clasificada para cumplir misiones, debiendo demostrar audacia, inteligencia y perseverancia. Así como integridad, para confiar que en las misiones más sensibles velarán por la salvaguarda de los valores nacionales, inflexible coraje físico y moral bajo cualquier tipo condiciones, y mantener los más altos niveles de competencia técnica y táctica.
Las Fuerzas Especiales deben poseer “agilidad intelectual (creatividad), para conceptualizar soluciones útiles a problemas ambiguos y proporcionar opciones de solución coherentes; no requieren tomar riesgos extra, sino tener coraje extra ya que para lograr un desempeño efectivo en el logro de una misión estratégica es necesario ser creativo como una aptitud superior”.
Aunado a ello, estas Fuerzas Especiales deben crear una red de comunicaciones confiables, conducir operaciones sin apoyo en ambientes austeros y difíciles, trabajar cerca de autoridades militares y población civil, desplegarse con bajo perfil y lo menos intrusivo posible en comparación con las fuerzas regulares.
Personal familiarizado con una amplia variedad de sistemas de armas, con conocimientos del área en la que opera: lengua nativa, situación política, cultura, costumbres de la población, capaz de llevar una identidad ficticia y manejar aspectos secretos de la vida encubierta.
Poseer fuerza psicológica necesaria para soportar presiones, soledad, ausencia de apoyos, fallas de los demás. Debe estar dotado de ingenio e inventiva. Demostrar agudeza sicológica, política y militar, capaz de vender, persuadir, convencer e incluso amedrentar a gente que no conoce ni confía, incluso en quienes piensa que lo quieren engañar.
Guillermo Garduño Valero, doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México y becario Tinker sobre América Latina en la University of Pittsburgh, Estados Unidos, señala que las Fuerzas Especiales son para misiones muy precisas, por lo cual “no veo que puedan servir para actividades policiacas contra grupos del crimen que cuentan con una estructura flexible, capaces de penetrar a las Fuerzas Armadas”.
Y agrega: “Hay que recordar que Los Zetas fueron Gafes, fuerzas especializadas que tienen una función programada para un periodo de 5 años, por eso se fueron con el Cártel del Golfo y luego se quedaron como Zetas, manteniendo siempre una estructura militar”.
Garduño Valero precisa que el gobierno de López Obrador ha barrido la estructura del Ejército con una serie de errores: desde la desaparición del Sistema Nacional de Información –ahora sólo el General Audomaro Martínez Zapata, director del CNI, y el presidente saben qué se hace con la información de inteligencia del Estado, que se maneja de manera discrecional–, hasta cambios en su estructura militar, donde más de 40 mil hombres han sido trasladados a la Guardia Nacional.
Experto en seguridad nacional y fuerzas armadas, el académico considera que las Fuerzas Especiales no deben trasladarse de una función del Ejército a una de seguridad pública: se requiere de doctrina, funciones, etcétera, sin hablar del Estado Mayor Presidencial que fueron defenestrados en automático, como si fueran apestados, en lugar de depurar y aprovechar en labores de seguridad nacional a los elementos con experiencia, honestos.
Refiere que todo ello se produce en medio de una redefinición de alianzas entre los grupos del crimen organizado, que están lejos de la propuesta presidencial de arrepentimiento y de ser buenos muchachos. “Los cárteles pensaban en una alianza y lo que ocurre es que no les están cumpliendo, lo cual es grave porque esta gente no está jugando”.
Para el almirante Wilfrido Robledo Madrid, fundador de la Policía Federal Preventiva implicado en la represión en San Salvador Atenco en 2006, las Fuerzas Especiales de la Marina no deben integrarse al combate al crimen organizado en la Guardia Nacional.
“Las Fuerzas Especiales no están permanentemente en operación, sólo cuando se necesitan, y no deben integrarse al combate al crimen organizado, son para atender asuntos de alto impacto de la Armada de México, no cuestiones de policía”, sostiene.
Considera que la Marina ya aportó personal para la Guardia Nacional, sin incluir a las Fuerzas Especiales, que estima deben mantenerse para la protección de las 200 millas náuticas de las costas mexicanas.
“Ahora que han metido a las Fuerzas Armadas en el combate a la delincuencia organizada, pese a que hay muchos grupos de policía y por lo tanto no deberían estar ahí, sino que se debió haber fortalecido a las policías estatales y municipales y no hacer una gran policía nacional”, apunta.
Robledo Madrid enfatiza en que las Fuerzas Especiales deben estar preparadas para operaciones especiales, “no para el combate a la delincuencia común y corriente”. “Yo fui el creador de la Policía Federal, tengo dudas. Hay gente muy capaz en las Fuerzas Especiales, pero no deben ir a la Guardia Nacional”.
En su tesis, el capitán de navío Fernández Talamantes indica que las Fuerzas Especiales de la Armada carecen de un proceso de selección y desarrollo de personas clave, es decir, “comandantes cuyo liderazgo permita cumplir su misión eficientemente”.
Señala que existen comandantes jóvenes que no cuentan con experiencia para lograrlo ni del tiempo para que la adquieran, es por ello necesario formarlos en un proceso de gestión del talento humano institucional. “Cada comandante debe poseer competencias y habilidades que no son innatas y que sería posible desarrollarlas en un Curso de Liderazgo Experto, para que adquieran conocimientos, técnicas y herramientas que por la naturaleza de sus funciones interactúen contra la delincuencia organizada.
“El curso está proyectado para adquirir conocimientos, creatividad, ética y respeto a los derechos humanos, ejercicios en escenarios controlados mediante la reproducción de una situación real en enfrentamientos, detenciones, decomisos o puestas a disposición de personal civil.”
Sugiere que académicos y comandantes compartan conocimientos y experiencias a fin de que expertos evalúen sus capacidades y competencias adquiridas, para ser considerados como comandantes de unidades que realicen operaciones de alto impacto.
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La Armada de México formalizó la creación de la Unidad de Operaciones Especiales (Unopes) mediante un acuerdo secretarial del 15 de septiembre de 2014. Ésta se unió al Batallón de Infantería de Marina 29, Batallón de Fusileros Paracaidistas y el Batallón de Infantería de Marina 27, quedando en receso las unidades del Golfo y Pacífico.
La Unopes está integrada por personal con entrenamiento óptimo especialmente capacitado para efectuar operaciones de alto valor estratégico y de perfil único.
La Ley Orgánica de la Armada de México establece en su artículo 1 que su misión es “emplear el poder naval de la federación para la defensa exterior y coadyuvar en la seguridad interior del país”, lo cual fundamenta su actuar en el apoyo a la seguridad pública.
Por su parte el Manual de Operaciones de Fuerzas Especiales señala que las guerras van cambiando en virtud del cambio del entorno político, económico y social, transformándose la forma de combatir de guerras convencionales a guerras asimétricas, mismas que se enfrentan mediante las Fuerzas Especiales.
Las Fuerzas Especiales “difieren de las operaciones convencionales en riesgo físico, técnicas de operación, modo de empleo, independencia del apoyo amigo y dependencia de inteligencia militar”, lo cual impacta la estrategia militar, señala el documento.
Entre las amenazas que enfrentan las Fuerza Especiales destacan: tráfico ilegal de estupefacientes y psicotrópicos, piratería en la mar, terrorismo y sabotaje, tráfico de personas, contrabando de armas y explosivos, y el crimen organizado, factores que –apunta en su tesis de maestría Fernández Talamantes–, delinean estrategias enfocadas a combatirlas.
La Armada de México imparte el Curso de Fuerzas Especiales en el Centro de Capacitación y Adiestramiento Especializado en Infantería de Marina, que se compone de ocho fases: inducción, básico de fusilero paracaidista, operaciones especiales de comando, operaciones en montaña, operaciones de intervención, intervención en unidades de superficie, buceo básico y buceo de combate.
El objetivo es adiestrar con conocimientos, destrezas, habilidades, actitudes y valores inherentes a las competencias requeridas para el desarrollo de tareas en operaciones especiales, mediante técnicas y tácticas de combate convencional y no convencional en ambiente marítimo, terrestre y aeronaval.
Las Fuerzas Especiales también reciben adiestramiento especializado para lograr esta categoría durante 10 meses, pero no se considera una materia o fase sobre liderazgo y esto puede resultar un factor clave en el éxito de la misión, ya que en cualquier momento el comandante puede quedar incapaz de continuar al mando.
El capitán de Navío Fernández Talamantes considera en su investigación académica que es posible formar comandantes de las Fuerzas Especiales para enfrentar grupos delincuenciales en escenarios urbanos y rurales nacionales. “Jóvenes que tengan de 1 a 3 años de experiencia en operaciones de alto impacto en el combate a la delincuencia organizada, mediante un programa de entrenamiento experto de 2 meses a un año en varias etapas”.
José Réyez
[INVESTIGACIÓN] [SEGURIDAD] [D] [SEMANA]
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