En caso de que los Pumas arrojen ganancias “para ayudar a la Universidad”, éstas serán cedidas por los empresarios a cargo del equipo, ha repetido –siempre en futuro– cada presidente del equipo auriazul, e incluso los estatutos del Club Universidad Nacional, Asociación Civil, así lo asientan. Tras casi 4 décadas de la creación de la asociación, el número es categórico: ni 1 peso ha recibido la máxima casa de estudios.
“Informamos que no ha habido ninguna aportación por parte del Club hacia la UNAM [Universidad Nacional Autónoma de México] por concepto de superávit en sus cuentas”, informa la oficina del secretario administrativo de la institución en respuesta a la solicitud F8443, que Contralínea presentó por medio de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.
[bctt tweet=”En casi 40 años los @PumasMX no han dado ni un peso a la @UNAM_MX”]
“Es un daño patrimonial que se haya permitido ejercer sin un retorno [las instalaciones de la Universidad], porque estamos perdiendo; estamos afectando recursos públicos para destinarlos al enriquecimiento de un tercero que es una persona privada”, dice en entrevista el doctor Ernesto Villanueva, especialista en transparencia y rendición de cuentas. Y cuestiona:
“¿Por qué el pueblo de México tendría que pagarle a un tercero? ¿Por qué un recurso que es de la sociedad, del pueblo, tendría que beneficiar a un tercero sin existir un retorno?”.
A la vez que no genera dividendos para la Universidad Nacional, el Club de futbol aprovecha el gasto hecho por la UNAM en diversos órdenes, como el mantenimiento, remodelación, mejoras y limpieza del Estadio Olímpico Universitario. En esos rubros se han erogado, por lo menos, 12.6 millones de pesos en los últimos años, como detalla la propia UNAM en la respuesta a la solicitud de información F9425 presentada por este semanario.
No obstante la inexistencia de un contrato de arrendamiento, comodato o permiso para el uso del estadio (como informa la máxima casa de estudios del país en respuesta a la solicitud F9398 presentada por Contralínea), la Universidad Nacional Autónoma de México acata la cláusula sexta de la escritura constitutiva de la asociación civil, que a la letra dice: “La UNAM se obliga [sic] a proporcionar a los administradores en ejercicio exclusivo de su gestión, el Estadio Universitario, sito en Ciudad Universitaria, México, Distrito Federal, para las actividades propias del equipo de futbol, así como para registrarlo, cuando se considere conveniente, ante la Federación Mexicana de Futbol, para que sea sede y se realicen en él tanto los partidos oficiales como los amistosos”.
“La Universidad le da a una asociación civil la exclusividad de que utilice su logotipo, su estadio… una serie de recursos públicos, sin nada a cambio. Debería tener algún retorno de ingresos, de inversión, pues son recursos públicos y tú no los puedes regalar a una empresa privada. Es un delito”, considera Ernesto Villanueva, investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Para conocer su opinión al respecto, Contralínea solicitó entrevistas –tanto a través de la Dirección General de Comunicación Social como de forma directa– con distintos miembros de la Junta de Gobierno y de la Comisión de Vigilancia Administrativa del Consejo Universitario. Al cierre de edición, ninguno accedió. Incluso al denegar la petición, el doctor Adrián Méndez Salvatorio, parte del Consejo, aseguró que “todo está perfecto, sin irregularidades”.
El puño cerrado, el brazo derecho en lo alto: “Oh, Universidad…” La piel china bajo las prendas tapizadas de logos comerciales y el escudo del ave bicéfala mimetizado. “Escucha con qué ardor entonan hoy tus hijos…”. Los jugadores, formados en el centro del campo, cantan también. “Universitarios, icemos siempre airosos…”, desgarran las voces los aficionados, sean, hayan sido o no estudiantes.
Mientras el himno deportivo de la Universidad Nacional Autónoma de México es entonado previo a un partido de la primera división del futbol mexicano, tanto en las pantallas de televisión como en las de las casas de apuestas remotas aparece la sigla UNAM en el lugar de uno de los equipos contendientes.
[bctt tweet=”El himno universitario se canta cada juego; no se preguntan si los Pumas en realidad son de la UNAM”]
“Vamos gloriosos Pumas de mi Universidad”, tuitea un joven de la Facultad de Derecho. “Sacará primero el equipo universitario”, narra un cronista en la radio. La Universidad juega de local, dan por hecho. Dentro de 90 minutos se sabrá si la UNAM ganó, empató o perdió. Retumba, como lo hará cada minuto, el Estadio Olímpico Universitario: “Goya, goya… ¡Universidad!”.
Nadie se pregunta si los Pumas en realidad son de la UNAM.
A mediados de la década de 1970, el entonces rector, el doctor Guillermo Soberón Acevedo, recibió una propuesta por parte del ingeniero Bernardo Quintana Arrioja: separar el equipo de futbol de la institución educativa. Un puñado de acaudalados y agradecidos exalumnos cuidarían de él.
Así, prometieron, las pérdidas monetarias las absorberían los empresarios. Si llegara a haber ganancias, serían la aportación del grupo de padrinos para su alma mater.
El doctor Soberón no sólo escuchó con atención, también con entusiasmo e inmediatamente hizo suyo el discurso del mandamás de Ingenieros Civiles Asociados (ICA).
La versión difundida por el Club marca 1975 como el punto de partida de la asociación civil; sin embargo, los antecedentes constitutivos –otorgados a Contralínea por el Registro Público de la Propiedad y de Comercio del Distrito Federal– revelan que los Pumas oficialmente dejaron de ser de la UNAM un par de años después, exactamente el 5 de julio de 1977, apenas unos días después de haber conseguido su primer título de liga al vencer a los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara.
Dos días después de la final, ante el notario Tomás Lozano Molina (mientras en Ciudad Universitaria aún se celebraba el triunfo) los Pumas fueron cedidos durante casi 1 siglo, “99 años”, a la asociación encabezada por Bernardo Quintana Arrioja, a quien se nombró apoderado y presidente del Consejo Directivo.
En el folio real 00011520 del Registro Público de la Propiedad se lee que el Club Universidad Nacional, Asociación Civil, surgió con el objeto de “colaborar materialmente y económicamente con la Universidad Nacional Autónoma de México para el fomento y progreso del deporte en cualquiera que sea y en los términos que más convenga a dicha finalidad impulsando la práctica y desarrollo de las mismas en beneficio de la juventud” (sic).
El investigador Ernesto Villanueva, sin embargo, no coincide en calificar la acción como “perfecta”. “No lo es porque es ilegal. Estamos ante un posible delito de daño patrimonial. Privatización sí es. De facto, sí. Hablamos desgraciadamente de la utilización de recursos públicos para fines privados. Eso definitivamente es irregular, ilegal”.
Actualmente el Patronato del Club Universidad está compuesto por Jorge Borja Navarrete (presidente), Paola Rojas Hinojosa, Andrés Conesa Labastida, Jorge Quintana Kawage y Carlos Slim Domit. Estos nombres son los únicos compartidos públicamente; los del resto de los asociados-dueños de los Pumas son secretos.
“Es curioso que los asociados son los grandes empresarios de México. Pumas pertenece a los grupos beneficiados por el sistema, quienes han hecho negocios por sus relaciones de poder y haciendo política. Ésos son los que están haciendo negocio con el Club”, señala González Pérez, catedrático de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. “Hay un trato de privilegio, por no decir un acto de corrupción evidente, entre el Club y la Universidad”.
A pesar de utilizar recursos y bienes de la Universidad Nacional Autónoma de México, públicos por ende, el Club no ha sido objeto de ninguna fiscalización. Según la respuesta de la Universidad a la solicitud de información F9397, “no [se] ha efectuado auditoría alguna” a la asociación civil porque se trata de una entidad privada. “Por lo tanto no está sujeta a las leyes, reglamentos y normatividad de esta institución”.
Incluso la oficina del doctor José Narro acepta que cuenta con documentos sobre la relación entre el Club y la Universidad, pero impide el acceso a la información, pues el Club Universidad Nacional, AC, es un “ente privado que no está obligado a dar acceso a la información que genera, […] que de darse a conocer, constituiría una afectación a la intimidad de las personas a que se refieren” (respuesta a la solicitud de información F9454).
En cada oportunidad, el argumento utilizado por la Universidad para responder negativamente a toda solicitud de información acerca del Club se repite: los Pumas no son de la UNAM.
Contralínea también solicitó entrevistar al rector José Narro Robles y al presidente del Patronato del equipo, Jorge Borja Navarrete. Al cierre de esta edición, no hubo respuesta.
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Infografía:
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