Se alquila como peón por 150 pesos diarios en campos ajenos, con los que mantiene a una de sus hijas, esposa y suegra. Ha dejado su milpa porque de ella ya no puede vivir. Él es un campesino que tiene que comprar maíz porque ya no le alcanza el dinero para sembrarlo en su propia tierra. Francisco López es originario de Arroyo Grande de Ometepec, en el municipio de Xochistlahuaca, Guerrero.
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Francisco se siente al margen del negocio agropecuario. Es uno de los millones de campesinos que no ha disfrutado de los “beneficios” del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pactado con Estados Unidos y Canadá, firmado el 17 de diciembre de 1992 y que entró en vigor desde el 1 de enero de 1994.
Vestido de manta y huaraches, Francisco ha venido de uno de los municipios más pobres del país a reclamarle al gobierno el abandono en que vive. Marcha entre los suyos, entre cientos de otros pueblos que levantan banderas de organizaciones campesinas, y gritan consignas que no hacen eco en los edificios de públicos.
Apenas habla español, y la pobreza se le mira en su cuerpo magro de 63 años. Campesino, indígena, a Francisco se le agotan cada vez más las posibilidades de salir adelante, de superar la miseria, reúne las dos condiciones que tienen los más pobres de este país.
A su edad, dice, se le están acabando las fuerzas, y ya ni siquiera puede emplearse en la albañilería, como antes. “En el pueblo hay muchos árboles y suficiente agua para trabajar el campo; lo que no hay es dinero para comprar semilla, ni limpiar, ni abonar”, explica.
Francisco es parte de la población campesina que vive con menos de 50 pesos al día. Las ganancias de su jornada se dividen entre los suyos. En este sector, la pobreza ha sometido a más de 26 millones de personas, contrario a los discursos prometidos por los firmantes del TLCAN, en los que decían que México ya era un país de “primer mundo”.
Xochistlahuaca es el municipio 35 más pobre del país, del listado de los 125 Municipios de Menor Índice de Desarrollo Humano por estado y población indígena de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).
En esta comunidad, donde vive Francisco y su familia, vive en pobreza más del 90 por ciento de la población, según datos del Consejo Nacional de Evaluación: 28 mil 294 individuos pobres, de los cuales 7 mil 585 (24.3 por ciento) son pobres moderados y 20 mil 709 (66.3 por ciento) en situación de pobreza extrema.
Francisco Chew Plascencia, líder del Movimiento Social por la Tierra (MST) y del Frente Auténtico del Campo hace un balance sobre las más de dos décadas que lleva vigente el acuerdo comercial, actualmente en mesas de renegociación, y comenta que el capítulo que ha tenido el capítulo 19 del TLCAN para el campo mexicano es negativo.
“Nosotros hemos sido muy claros desde 1994, no hay que olvidar que en ese año hubo un levantamiento indígena que protestaba por la entrada en vigor del TLCAN. Ahora hemos estado pidiendo que el capítulo agropecuario salga del Tratado y sin lugar a dudas lo mejor es que México salga del tratado. No podemos estar en esas condiciones, necesitamos hacer una diversificación de las relaciones comerciales con otros países y tenemos que impulsar, además, un esquema de soberanía alimentaria que garantice nuestra propia alimentación”, dice.
Con la firma del TLCAN, dice Chew Plascencia, vemos cómo se ha deteriorado la capacidad productiva del campo; la situación de millones de familias que han sido desplazadas hacia las ciudades o al extranjero en calidad de “desplazados económicos”.
Al final, añade: “Hoy, Trump dice que renegociemos con las condiciones de los Estados Unidos. Tenemos el gravísimo problema de una economía y un sector agropecuario integrado con los Estados Unidos; cualquier medida que tomen nos afecta de una manera significativa, basta decir que estamos importando poco más del 40 por ciento de los alimentos”.
Juan Antonio Medrano es un líder duranguense, perteneciente a la Coalición de Organizaciones Democráticas Urbanas y Campesinas (Coduc), que ha visto mermado el trabajo de él y sus compañeros, dedicados al cultivo de dos de los alimentos principales de los mexicanos. Durango, dice, es uno de los estados del norte en los que la mayoría de la gente tiene hasta 10 hectáreas para la agricultura de temporal, donde siembra maíz y frijol. “Cada año batallamos para vender nuestro frijol, nos lo compran bien barato y nos venden los insumos caros”.
Explica que anteriormente, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación –encabezada por José Eduardo Calzada Rovirosa– les brindaba apoyos por 2 mil 200 pesos por hectárea, a través del Programa de Apoyos a Productores de Maíz y Frijol; sin embargo, ese programa ya no llega a todos los municipios del estado y a algunos sólo les da 1 mil 500 pesos por hectárea. “Esto tiene que ver con las políticas aplicadas en el país, bajo el marco del TLCAN: se han retirado los subsidios a los pequeños productores”.
Por ello, “nosotros decimos que se debe cancelar el TLCAN y recuperar nuestra soberanía alimentaria como país. Aquí se puede producir lo que se come en la patria; con el Tratado sólo se apoya a los grandes exportadores, a los que se quedan con la riqueza de este país”.
El artículo 704 del TLCAN, Apoyos internos, indica que las partes “reconocen que las medidas de apoyo interno pueden ser de vital importancia para sus sectores agropecuarios, pero que también pueden distorsionar el comercio y afectar la producción. Además, reconocen que pueden surgir compromisos sobre reducción de apoyos internos en las negociaciones agropecuarias multilaterales en el marco del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). De esta manera, cuando una Parte decida apoyar a sus productores agropecuarios, deberá esforzarse por avanzar hacia políticas de apoyo interno que:
“(a) tengan efectos de distorsión mínimos o inexistentes sobre el comercio o la producción; o
“(b) estén exceptuadas de cualquier compromiso de reducción de apoyos internos que pudiera ser negociado conforme al GATT.”
Además, los países firmantes reconocen que cualquiera “podrá modificar a discreción sus medidas internas de apoyo, incluyendo las que puedan estar sujetas a compromisos de reducción, conforme a sus derechos y obligaciones derivados del GATT”.
Y es que a 23 años de la firma del TLCAN los números del campo están en rojo, un sector con signos de “agotamiento”, reconoce el Programa Sectorial de Desarrollo Agropecuario, Pesquero y Alimentario 20132018.
“El campo mexicano presenta signos de agotamiento reflejados en un estancamiento de la productividad, competitividad y rentabilidad, no es incluyente y carece de un manejo sustentable de los recursos naturales. Se requiere impulsar una estrategia para construir el nuevo rostro del campo y del sector agroalimentario”, dice el diagnóstico del Programa.
Las cifras oficiales del Censo 2010 de Población y Vivienda indican que en este sector había en el país 188 mil 596 localidades rurales (hasta ese año). Ahí habitaban poco más de 26 millones de personas, 13.1 millones de mujeres y 12.9 millones de hombres, que representaban 23.5 y 22.8 por ciento de la población nacional, respectivamente.
El Consejo Nacional de Evaluación, en el Informe Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2016, indica que el medio rural se caracteriza por tener bajos niveles de desarrollo humano y una casi nula capitalización social y productiva, lo que ha impedido a esta población aumentar su productividad y su ingreso. Las cifras de este organismo, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social, indican que el 58.2 por ciento de la población rural vive en pobreza; de la cual, el 17.4 por ciento no tiene ni qué comer y el 40.8 por ciento restante está en “pobreza moderada”.
Entre las demandas de los campesinos que salen a las calles en reclamo de mayores beneficios para este sector, se encuentra el de la soberanía alimentaria. Y es que, dicen, México se ha convertido en un país dependiente de su principal socio comercial, Estados Unidos.
Si bien México es el octavo productor mundial de agroalimentos y las exportaciones agroalimentarias muestran un gran dinamismo con niveles superiores a las remesas y los ingresos por turismo, el Programa Sectorial de Desarrollo Agropecuario, Pesquero y Alimentario 20132018 reconoce que “la producción nacional es insuficiente para abastecer la demanda interna de algunos alimentos básicos. Así, en 2012 se importó el 79 por ciento del consumo doméstico de arroz, 93 por ciento de oleaginosas, 58 por ciento de trigo y 82 por ciento de maíz amarillo para consumo pecuario e industria.
“Por esta razón es necesario dinamizar la productividad de sectores estratégicos, principalmente la producción de granos y oleaginosas, con estrategias y líneas de acción focalizadas”, ordena el documento oficial.
A lo largo de las 2 décadas de negociación comercial, fueron desarticuladas –desde el propio Estado– las instituciones que respaldaban el trabajo de los campesinos, comentan líderes y los propios agricultores.
En el recuento de los daños se encuentran: la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), la Productora Nacional de Semillas (Pronase), Fertilizantes Mexicanos, SA de CV (Fertimex) y el Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural). Cada una, desmantelada y con irregularidades en sus operaciones.
Conasupo fue la empresa que el Estado mantenía para establecer las relaciones comerciales entre los productores y los consumidores, misma que desapareció en 1999. Entre los personajes que se relacionaron con las irregularidades de la paraestatal estuvo el nombre de Raúl Salinas de Gortari, hermano del entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari.
Pronase fue liquidada a inicios de la administración de Vicente Fox Quesada, bajo el argumento de “malos manejos administrativos y acumulación de pasivos” (Contralínea 41).
Fertimex “fue vendida a empresas extranjeras a un precio muy por debajo de su valor, a pesar de que era una productora de fertilizantes rentable y con altas ganancias” (Contralínea 344).
Banrural inició su proceso de liquidación en julio de 2003, bajo la administración del Sistema de Administración y Enajenación de Bienes, con el intento de recobrar los créditos que no alcanzaron a saldar los campesinos desde que inició la crisis económica de 1994. La filosofía de la dependencia, hay que “maximizar la recuperación de los bienes en el menor tiempo posible” (Contralínea, abril, 2005).
Érika Ramírez
[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: CAMPO]
Contralínea 556 / del 11 al 17 de Septiembre de 2017
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