Los aparatos de seguridad nacional e inteligencia como parte esencial del Estado, agrupan los mecanismos de coerción y defensa, que incluyen policías y sistemas de inteligencia políticos como eje operacional, cualquiera de sus tareas concernientes a la vida política, social y económica debe ser estrechamente regulada y limitada a fines precisos, advierten expertos.
Dado que la seguridad nacional es una atribución legal de las instituciones estatales especializadas, tales como las Fuerzas Armadas, los aparatos policiacos y las agencias de inteligencia política, el problema de las democracias no sólo consiste en ampliar estas atribuciones, sino en acotar sus tareas al marco legal y la legitimidad de la acción estatal, considera el doctor en ciencias políticas por la UNAM, Emilio Vizarretea Rosales.
Sostiene que mientras se modernizan y reestructuran los cuerpos de seguridad y se actualiza la legislación en materia de inteligencia, “el pasado gana terreno”, ya que “signos de endurecimiento y guerra sucia, acompañados de la corrosión policiaca, han favorecido el fortalecimiento y protagonismo de las Fuerzas Armadas como la única institución capaz de responder a los conflictos internos y externos que ponen en juego la seguridad nacional”.
Por ello, plantea que es menester construir un sistema de seguridad estratégico, que se vincule a la defensa y seguridad nacional para garantizar la continuidad del Estado en supervivencia, dentro de un marco externo para defender su libertad, autonomía e independencia.
“La coordinación institucional se vuelve prioritaria y necesaria, ya que la actual administración ha cancelado una organización civil de inteligencia [el Centro de Investigación y Seguridad Nacional] pero no ha desaparecido los servicios de inteligencia”, apunta en entrevista Vizarretea Rosales.
“La forma legitimadora del nuevo gobierno está en proceso: hemos ingresado en una etapa en donde el presidencialismo transformador ha vuelto al escenario nacional, la crítica al pasado neoliberal y el señalamiento constante de una corrupción galopante, conforman las formas que refuncionalizan las políticas e instituciones públicas”, subraya.
Advierte que hay momentos de incertidumbre por el particular estilo de gobernar del presidente Andrés Manuel López Obrador; por la relación con el Poder Ejecutivo de Estados Unidos; por los proyectos que se han puesto en práctica; y por las expectativas de cambio impulsadas por las conferencias mañaneras.
Paloma Mendoza Cortés, doctora en estudios prganizacionales por la UAM y egresada del William J Perry Center for Hemispheric Defense Studies, explica que cuando se presentó el Plan Nacional de Desarrollo (PND) del presidente López Obrador llamó la atención que se buscaba crear un Sistema Nacional de Inteligencia. Una idea plasmada en el Programa para la Seguridad Nacional (PSN) de Enrique Peña Nieto, y algo que la comunidad de inteligencia ha pedido desde hace muchos años.
“Es preocupante que el gobierno no haya publicado el Programa para la Seguridad Nacional, instrumento estratégico que ayuda a coordinar esfuerzos y la planeación, y que se haya designado a un exmilitar como jefe del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Desde las épocas del autoritarismo priísta no había sucedido eso”, acota la catedrática.
Es un doble discurso que es lo que, más o menos, pasó cuando designan al general Luis Rodríguez Bucio como comandante de la Guardia Nacional (GN). Ello, porque por ley el comandante debe ser civil, pero en la realidad se designan militares retirados y los consideran civiles. Pero un militar siempre va a pensar como militar, indica.
Sin embargo, asegura que si realmente se quiere avanzar en inteligencia, es importante reformar la Ley de Seguridad Nacional, no solamente en la cuestión terminológica sino en la de acceso a la información y transparencia.
“Si bien muchos informes y productos de inteligencia son reservados, pueden existir versiones públicas. Los mexicanos merecemos tener más confianza en los servicios de inteligencia militares, navales y civiles, pues no basta con promulgar una ley de inteligencia y solamente quedarnos con el sistema nacional de inteligencia”, considera Mendoza Cortés.
La labor de inteligencia termina cuando el funcionario o el usuario de inteligencia toma la decisión. El papel del organismo de inteligencia termina con la entrega del informe de inteligencia. Ya ha pasado y muchas veces en México que el funcionario omite la información que le entrega inteligencia y toma decisiones basadas en sus preferencias y sus cálculos.
Al final quien se lleva la peor parte son los organismos de inteligencia. Yo no dudo, por ejemplo, en el caso de la pandemia, que el presidente López Obrador recibió informes de inteligencia que le decían que ya era inminente la llegada de la pandemia en México y aun así pasaron muchos días antes de que se tomaran las medidas de contención de la pandemia.
Por otra parte, es muy difícil la cooperación interagencial, hay mucha rivalidad por la cuestión presupuestal, por los méritos, tiene que ver con el plano político. No existen mecanismos apropiados que fomenten con incentivos la cooperación. Al parecer entre mayor descoordinación haya cada quien está encerrado en su propio mundo y solamente trabajan para sí mismos, ni siquiera en los centros de fusión de inteligencia.
En su análisis Los retos de la inteligencia en México, publicado por El Colegio de Jalisco-Conacyt, Francisco Quintero Mármol consideró que México tiene ahora una oportunidad muy grande para fundar la inteligencia que requiere el Estado mexicano, para cerrarle espacios a los enemigos.
El experto en inteligencia para la seguridad nacional del Centro de Inteligencia, CIS Pensamiento Estratégico, agregó que habrá que identificar a los enemigos de la inteligencia en cada tramo del proceso y evaluar muy bien el tipo de riesgo que presentan para que puedan ser contenidos y aislados.
“La inteligencia tiene enemigos que buscan su fracaso: enemigos externos que tienen intenciones y capacidades para afectar los intereses políticos, económicos o sociales de una organización o de un Estado. Enemigos internos, que están dentro del proceso mismo de la inteligencia ya sea porque son productores o consumidores, que al final, sin intención o con ella, perjudican el proceso de inteligencia al hacerlo lento, ineficaz y corrupto.”
Asimismo, expuso que con la llegada del gobierno del presidente López Obrador, el aparato de inteligencia civil más importante con el que cuenta el país se modificó. Sin embargo, a poco más de un año de esa transformación ambiciosa, el Centro Nacional de Inteligencia no ha terminado de encontrar la forma de ser útil al presidente, por ejemplo para bajar los índices de inseguridad.
La falta de resultados puede ocasionar que los costos iniciales terminarán por no ser aceptados entre los miembros del CNI como un precio que bien valió la pena pagar por las mejoras, y que la impaciencia de los ciudadanos por tener mejores resultados en seguridad probablemente afectará la reforma del presidente López Obrador y haga que el CNI caiga en desuso o deje de ser tomado en cuenta para asesorar la toma de decisiones del presidente.
Fernando Jiménez, doctor en análisis y evaluación de procesos políticos y sociales por la Universidad Carlos III de Madrid, máster en análisis y prevención del terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos asegura que 2020 fue el año en que se demostró, fuera de toda duda, la necesidad de que los países desarrollen una comunidad de inteligencia de relevancia para la toma de decisiones de líderes políticos en el escenario internacional.
“En 2021 comenzarán a observarse con mayor claridad los efectos de la pandemia, las consecuencias originadas por la forma en que se enfrentó y las propuestas para preparar a las sociedades en situaciones de emergencia”, enfatiza.
Explica que los límites para la comunidad de inteligencia se evidenciaron frente a la pandemia. “La Covid-19, fuera de especulaciones, es hasta el momento un virus del que se desconoce su origen con precisión y que tomó a los gobiernos desprevenidos pues las comunidades de inteligencia no lograron descifrar lo que ocurría en los primeros meses de los contagios”, refiere.
Naciones como México, dice, carentes de una comunidad de inteligencia, deberían de estar muy atentas al conocimiento y experiencia que se obtiene de los procesos que se gestan y desarrollan en la esfera global; pues las características de los retos y amenazas actuales obligan a la colaboración internacional con los demás servicios de inteligencia.
La opción de tomar decisiones de alta relevancia para una nación basadas en creencias y sin fundamento tienen consecuencias palpables en la vida y muerte de las personas; ante ello, desarrollar y tomar en cuenta a las comunidades de inteligencia es esencial para el fortalecimiento del país.
Jiménez Sánchez, politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México e investigador de Conacyt, advierte que este año abre la oportunidad para que las naciones que carecen de comunidades de inteligencia comiencen a crearlas.
“Si bien 2021 será un año de grandes retos por la pandemia y sus consecuencias, también es un momento propicio para establecer una visión de la forma en que se puede configurar este instrumento de gran utilidad para la toma de decisiones asertivas y basadas en evidencia”.
Adelanta que los retos y amenazas a la seguridad nacional continuarán y se tornarán cada vez más complejas. Las naciones que cuenten con comunidades de inteligencia las gestionarán con mayor eficacia y eficiencia y tendrán una ventaja sobre las que no las han desarrollado.
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En su libro Repensar México (Cesnav, diciembre de 2020), el doctor Emilio Vizarretea Rosales ilustra cómo podría articularse un sistema nacional de inteligencia estratégica para el Estado mexicano, desde su generación hasta la operación de las distintas áreas de inteligencia de las Fuerzas Armadas, SRE, CNI, SSPC, UIF.*
Esquema 6.2
El esquema anterior, recupera la intención original gubernamental de realizar una fusión de inteligencia institucional que logre la necesaria coordinación en el proceso de inteligencia mismo. Las distintas áreas de inteligencia entrarían en una fase de compartir información, de reconocer los objetivos de atención, y por medio de un proceso de fusión, integrado por una instancia de seguridad nacional, lograr objetivos comunes, que generen una focalización de inteligencia y operaciones exitosas. Evitando así duplicidades, complicidades, derroches y errores tácticos, operativos y estratégicos.
Esquema 6.3
El esquema 2 muestra el proceso de inteligencia con la posibilidad de articularse a la fusión de inteligencia. Es un esfuerzo estratégico en que están comprometidos gobierno y sociedad. La necesaria continuidad en este tópico deviene una visión determinante al servicio de la nación. La necesidad de participación de los profesionales en la materia, con el fin de aportar sus mejores conocimientos y experiencias, debe incorporarse a una política de Estado, que sume el talento de los mexicanos con sensibilidad, prudencia, paciencia, persistencia y compromiso con los intereses de la nación.
Como se puede observar en las tareas que serían concurrentes al proceso de fusión, el ciclo de inteligencia considerado previamente, se sostiene, generando modificaciones que podrían alterarlo, en el entendido de que el personal que realiza las tareas específicas institucionales, debe no solo conocer, sino respetar la línea de mando reestructurada.
Las variables que intervienen, así como los tiempos comprometidos, no permiten equivocaciones, ni simplificaciones, ni desperdicios, sin embargo, el tiempo de prueba casi se ha agotado, los recursos necesarios no están del todo disponibles. Lo prioritario, lo estratégico y lo mediático, están en competencia, lo que muestra confusión en las áreas que deben tomar las decisiones fundamentales.
Esquema 6.4
El aspecto de contrainteligencia, inscrito en el proceso de inteligencia y en la misma etapa de fusión, debe configurar el todo. Es una cuestión estratégica y de doble dificultad, pues debe continuar atendiendo las tareas tradicionales que le competen en el ámbito de la inteligencia, pero también debe participar de los nuevos elementos que genera el propio proceso de fusión y, más aún, debe estar atento y vigilante ante las propuestas de operación, para atacar y disuadir a los objetivos señalados.
Esquema 6.5
*Fuente: doctor Emilio Vizarretea Rosales, Repensar México. Una introducción a la seguridad y defensa nacionales, Centro de Estudios Superiores Navales, pp. 328-332.
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