El secretismo cubre las actividades de la USAID y sus agencias en América Latina. Mientras, los legisladores mexicanos ignoran su potencial injerencia en los asuntos del país, afirman expertos.
Hace poco más de ocho años se instaló en México la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad), una organización no gubernamental que se afilió en 1962 a la Organización de Estados Americanos (OEA) y cuyos mayores ingresos proceden de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y que trabaja bajo las directrices estratégicas del Departamento de Estado.
Fue hasta 2004 cuando Fupad se hizo visible en la vida pública mexicana por su gestión en Ayoquezco, Oaxaca. Antes y después de ese gesto, ese organismo regional ha pasado desapercibido a la vigilancia de legisladores mexicanos. Igual ocurre con los fondos que la USAID aporta a México, no obstante que sus cuatro ejes de acción intervienen en el ámbito político, social, financiero y ecológico de la función pública.
El organismo privado que impulsa el desarrollo en América Latina se ubica en un discreto edificio de la calle Versalles, en la colonia Cuauhtémoc, en cuya entrada –y en gran tipografía sobre el ventanal– se lee: Becas Fulbright-García Robles. Del trámite para obtener esos apoyos académicos se informa en el nivel superior, donde también se alojan otros reducidos cubículos, uno de ellos ostenta el letrero: New York University. Un piso arriba, sin rótulo institucional, opera la Fupad.
Reciben al visitante una pequeña estancia y una recepción flanqueadas por cubículos con funciones de biblioteca, uno con el membrete Books Information Services. Se trata de un pequeño departamento habilitado como oficina; en una de sus habitaciones rodeada de libros atiende René Greenwald, representante de la Fupad en México. Expresa que su fundación mantiene el espíritu de la Alianza para el Progreso (la política asistencialista que lanzó John F. Kennedy en la década de 1960), aunque aclara que ahora “tenemos a los gobiernos apoyando, ellos dicen: tú pones, yo pongo; vemos así que el sector privado tiene que participar en el desarrollo de los países”.
El vocero del organismo explica que bajo esa lógica funcionan los cuatro programas desde hace cuatro décadas: la Creación de Oportunidades Económicas, el Fortalecimiento de Comunidades y de la Sociedad Civil, la Promoción del Progreso Social y la Respuesta ante Desastres Naturales y Crisis Humanitaria. Sin embargo, en territorio mexicano, el trabajo de la Fupad apenas comienza a delinearse, admite Greenwald, cuyo acento inglés persiste en su castellano, a pesar de haber residido durante 11 años en Perú.
Originario de Albany, la capital del estado de Nueva York, el entrevistado confiesa su pasión por la preparación educativa de los jóvenes. Refiere que los latinoamericanos pueden acudir a universidades estadunidenses, “donde son muy bien aceptados”. No obstante el tono amable con el que mantiene la entrevista, Greenwald es cauteloso, escueto y repite la información que la Fupad difunde por internet. Así se evidencia cuando se le pregunta ¿qué empresas y corporativos mexicanos colaboran con los objetivos de ese organismo? Responde: “Aún investigamos cuáles serían las mejores, las más positivas, cuál sería la mejor forma de hacerlo, porque no es una cosa de tirarse al agua y empezar a nadar.”
Agrega que en la búsqueda de apoyos financieros para impulsar sus programas, su principal interlocutor en este país es la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Admite que “no ha tocado la puerta” de fundaciones y corporativos de gran importancia en México: Telmex, Maseca, Wal-Mart u otras similares. “Hay muchos empresarios que quieren ayudar, pero no saben cómo, hay que convencerlos de ser empresarios más responsables”.
Contrario al celo informativo de Greenwald, el informe anual de 2006 de la Fupad, titulado Alianza para el cambio, explicita la ayuda financiera que recibe de todo el continente para promover el desarrollo. Entre sus principales socios financieros figuran: la USAID y el Banco Mundial. Adicionalmente, se allega recursos de donantes principales como: Chevron Corporation, Citigroup, Asociación Colombiana de Exportadores de Flores, Ecopetrol, The Hampshire Foundation y Philip Morris International. Hasta ahora, ninguna firma mexicana de alcance internacional figura en ese listado.
Ante el amplio panorama de firmas multinacionales que contribuyen con la Fupad a nivel regional, se le pregunta a René Greenwald: ¿No hay presiones desde las empresas que planteen: sí te ayudo pero se condiciona a algún beneficio? “No –asegura el entrevistado–, porque en esos casos ni tocamos el dinero, ahí termina la conversación; así no podemos operar”.
Sin embargo, el peso económico y político de los Socios Clave en el Sector Público de la Fupad queda de manifiesto en sus documentos promocionales. Entre ellos, figuran: la embajada de Guyana ante Estados Unidos, el Fondo Productivo Social de Bolivia, el Programa de Desarrollo y Paz de Magdalena Medio (Colombia), la United States Defense Reutilization and Marketing Office y el Fondo IFI-Fomwayuu.
Asimismo, son Amigos de la Fupad: Mortgage Investors Inc, Starbucks Coffee Company, Bank Boston, las Cámaras Americanas de Comercio de Costa Rica, la de Guyana de la República Dominicana, la de Trinidad y Tobago, así como la Colombo Americana. También, el Citibank de El Salvador, Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible, el Dell Direct Giving Program, Global Impact, World Vision y la Tufts University.
La Junta Directiva de ese organismo, constituida por 28 líderes del sector privado de todo el hemisferio, está presidida por José Miguel Insulza, actual secretario general de la Organización de Estados Americanos. Su trabajo es voluntario y contribuye con recursos económicos y en especie. Su sede, en el número 1889 de la calle F noroeste de Washington DC, está en las instalaciones de la OEA, donde alquila sus oficinas y cubre todos sus costos y servicios.
Al invocar a la Carta Interamericana de la Democracia, la Fupad amplió su tarea de fortalecer entidades de la sociedad civil de la región. Para ello, cita el espacio promocional de la OEA, la Fundación creó enlaces con donantes privados y gubernamentales “para profundizar los valores y prácticas democráticas en las Américas”. También, en sus documentos públicos, la Fupad anuncia que busca democracias “sanas y vibrantes” a través de la participación comunitaria en el gobierno y en la sociedad civil.
Aunque Greenwald no abunda en el trabajo que lleva a cabo desde México para promover la democracia, la USAID indica que en junio de 2002 aportó a este país 22.4 millones de dólares para tal fin, así como 53.5 millones para El Salvador, 33.1 millones a Guatemala, 33.9 millones a Honduras, 8.5 millones a Nicaragua y 12.9 millones a Panamá. Es decir, esa agencia destinó un total de 285.8 millones de dólares para fortalecer la democracia en estos seis países.
Bajo las directrices estratégicas del Departamento de Estado, la USAID dispensa la mayor parte de la ayuda exterior de carácter no militar estadunidense a pesar de ser un organismo independiente. Esas tareas se ejecutan directamente o por agencias subsidiarias –en este caso la Fupad– para reforzar la política exterior estadunidense en política, economía, agricultura, salud y ayuda humanitaria. Como parte de su programa de Fortalecimiento de la Democracia y Gobernabilidad, esa agencia destinó, en 2005, recursos a México para “fortalecer gobiernos municipales y legislaturas nacionales, apoyar la reforma judicial y el adiestramiento, asistir en el combate a la corrupción financiera y administrativa”.
Con la intención de conocer el monto de los recursos que la USAID ha invertido en México, ya sea directamente o a través de la Fupad, y en virtud de que René Greenwald ya no dio respuesta a la petición de mayor información, Contralínea buscó a Rodger Garner, el representante en este país de esa agencia, pero se indicó que esa información se debe solicitar a la embajada estadunidense en México, para que se analice y eventualmente se apruebe la entrevista.
Sin embargo, información pública de esa agencia internacional revela que para el periodo 2003-2008 destinó 28.9 millones de dólares a México en áreas como: competitividad y fortalecimiento de la ley. En este rubro, la USAID apoya el esfuerzo del país para “poner en práctica sistemas más efectivos de justicia civil y criminal, incrementar el acceso a la justicia a través de centros de mediación responsables e incrementar el profesionalismo por la reforma de educación legal y normas profesionales”.
Asegura Greenwald que esa actividad de la Fupad en México no provoca problemas: “No somos una organización partidista: ni PAN, PRI o PRD o Verde. Si la gente quiere a alguno de ellos ¡qué bueno! No nos metemos a pensar que el gobierno está mal y hay que tumbarlo. Si hay un gobierno mal ¡cámbialo en la próxima! ¡Ve y vota, tú lo elegiste! No se puede cambiar así como así”, refiere.
Opina que ese programa es un éxito porque enseña valores contra la corrupción y contra la piratería, a las que se debe combatir. “Hay que darle algo de orgullo a la gente: puede que sea pobre, pero no hay nada malo en eso; hay que hacerla sentir bien, como ocurrió en Nueva York que, de ser una zona peligrosa, cambió a ser más atractiva por el programa social de Rudolph Giuliani, quien fue a Harlem y a Brooklin y les dijo: mira esa ventana rota, ¡cámbiala!”
De acuerdo con el informe 2005 de la Fupad, el fortalecimiento de comunidades y de la sociedad civil fue el más exitoso luego de aplicarse en Bolivia, Colombia, Cuba, República Dominicana, El Salvador, Haití y Venezuela. Con financiamiento del Fondo Productivo Social y el Banco Mundial se realizaron proyectos sociales y de infraestructura “para apoyar el proceso democrático” en Bolivia; sin embargo, el 27 de junio de 2008, sindicatos de cocaleros del Chapare lanzaron un ultimátum para que la USAID saliera del país por “conspirar contra el presidente Evo Morales”, de acuerdo con información de la British Broadcasting Corporation.
La Fupad trabaja con 25 asociaciones de inmigrantes comunales en Fort Lauderdale, Los Ángeles, Nueva Orléans, San Francisco y Washington, DC. Busca crear una amplia red trasnacional de grupos para mejorar la educación a partir de las cantidades de dinero “sin precedente” que envían los migrantes latinoamericanos y de El Caribe en Estados Unidos para sus familiares en sus comunidades de origen. Acepta que sólo en el caso de los migrantes salvadoreños se generaron unos 2 millones de dólares que se destinaron a proyectos, como Alcance y Manos Unidas en alianza con el Banco Agrícola de El Salvador.
Sin embargo, para la doctora Genoveva Roldán, experta en temas migratorios y especialista en remesas del Instituto de Investigaciones Económicas, ese interés por la ayuda económica que envían los migrantes a sus familias se asocia a lo que denomina la financiarización de las remesas. Ésta consiste en que organismos privados y grandes grupos financieros en Europa y América se percatan de que las remesas son un buen negocio: tan sólo en 2005 las remesas enviadas a América Latina y El Caribe ascendieron a 55 mil millones de dólares, de los que México recibió cerca de 20 mil millones, según el Banco Mundial.
Las casas de cambio y operadoras de divisas, así como fundaciones al estilo de la Fupad, “quieren ser los eslabones que capten ese flujo de divisas y hacer negocio con ellos; hay muchas formas de lograrlo por parte de esas instituciones, ya sea captando esas divisas, manejando esas transferencias, castigando el tipo de cambio o a través de modernas “tiendas de raya” en las que condicionan la recepción del dinero a la adquisición de distintos productos”, comenta Roldán.
En México, la Fupad canalizó esas remesas para asistir técnicamente a los migrantes de Ayoquezco, en Oaxaca, quienes compraron tierra y construyeron la empresa Chapulín, productora de artículos tradicionales, como nopal, mole y chocolate oaxaqueño, para exportarse al mercado de inmigrantes en Oceanside y Carlsbad, California. Chapulín negoció un acuerdo con el Fondo de Capitalización e Inversión del Sector Rural, “una institución del gobierno mexicano”, para invertir 600 mil dólares en capital de riesgo para continuar la construcción de la planta y adquirir el equipo necesario para la producción.
Fupad cita también a la Fundación para la productividad en el Campo, AC (Fuproca), una organización no gubernamental local que certificó la exportación del nopal de Ayoquezco, con lo que el organismo panamericano apuntó que “éste es el primer proyecto en México que ha logrado esa meta”. Sin embargo, Contralínea no logró ninguna respuesta de esa “institución del gobierno” ni de Fuproca.
Ruth Espey Romero, directora de la Junta Directiva, y John A. Sambrailo, director ejecutivo, anunciaron, en el Informe anual 2005. Personas y lugares, que en ese año “la Fupad fue exitosa en obtener las más grandes adjudicaciones en su historia de fondos de la USAID”. Para el Fortalecimiento de Comunidades y Sociedad Civil, Fupad erogó 2 millones 784 mil 643 dólares en 2005, contra 714 mil 886 dólares en 2004.
La página 27 detalla la Posición Financiera actualizada al 30 de septiembre de ese año y describe que las contribuciones individuales y corporativas, “sin restricción”, totalizaron 1 millón 318 mil 671 dólares en 2005, contra 1 millón 754 mil 458 dólares que recibió en 2004. En el rubro “otros ingresos”, el informe 2005 de la Fupad indica que ese año recibió 664 mil 242 dólares, contra 50 mil 330 del 2004. Un año después, el informe de la Fupad 2006, titulado Alianza para el cambio, describió que sus ingresos fueron 1 millón 152 mil 920 dólares por concepto de Contribuciones de Individuos y Corporativos; por el rubro Otros Ingresos recibió 903 mil 580 dólares y como Ingresos por Subcontrato percibió 838 mil 318 dólares.
Bajo el título Gastos, Fupad erogó 18 millones 945 mil 713 dólares por el rubro Creación de Oportunidades Económicas, para el proyecto Fortalecimiento de comunidades y sociedad civil destinó 6 millones 636 mil 714 dólares, contra 2 millones 784 mil 643 dólares en el año 2005. Para atender el programa de Respuesta a Desastres Naturales, Fupad erogó, en 2006, la suma de 6 millones 117 mil 934 dólares, contra 2 millones 784 mil 643 en el año 2005. Finalmente, para su programa de Promoción al Progreso Social, se destinaron 4 millones 596 mil 619 dólares, contra 2 millones, 702 mil 998 dólares del año anterior.
El flujo de los recursos financieros de la USAID, a través de sus agencias, se examinó bajo la lupa por la Oficina General de Contabilidad estadunidense (GAO, por sus siglas en inglés), en noviembre de 2006, bajo el título Asistencia exterior. La asistencia democrática de Estados Unidos para Cuba necesita mejor manejo y vigilancia. Esa dependencia se refirió a la fallida aplicación de 74 millones de dólares que la administración Bush destinó para “ayudar al cambio democrático no violento en Cuba”, de 1995 a 2005.
La GAO recomendó que el Estado y la USAID “trabajen en conjunto” para mejorar la comunicación entre las agencias sobre la asistencia a Cuba y que la USAID mejore su administración y vigilancia de las garantías. Concretamente, se habla de malos manejos en la comisión para asistir a una “Cuba libre”, que se puso en marcha en 2004 y que tuvo un presupuesto de 29 millones de dólares adicionales al fondo de 7 millones de dólares del Programa Cuba de la USAID –vigente para ese año– destinado a entrenamiento, desarrollo y fortalecimiento de la “oposición” y la “sociedad civil cubana”. Además, otros 5 millones de dólares para lo que la administración Bush llamó “diplomacia pública” contra el régimen cubano a nivel mundial; es decir, 41 millones de dólares contra el gobierno de la isla.
En virtud de la “sombra de dudas” sobre el destino de los recursos que la USAID y Fupad invierten en la región y de sus objetivos detrás de los programas de Fortalecimiento a la Democracia en países como Cuba y Bolivia, en donde sus poblaciones y autoridades consideran como una injerencia estadunidense en sus asuntos internos, es indispensable que la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado mantenga bajo vigilancia la actividad de estas agencias en México, señala el analista Adalberto Santana.
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