El proceso electoral en Sonora transcurre entre ejecutados, narcopolítica, feminicidios y niños quemados, mientras Eduardo Robinson Bours anda de “shopping” y justifica y proteje a familiares, funcionarios y amigos vinculados a los negocios a instancias de las guarderías del estado
Ese viernes, el municipio otra vez al borde de convertirse en un desierto por falta de agua (con sus presas secas y el anteproyecto de las desaladoras arrumbado tras el gasto de millones de pesos en estudios y haber archivado el más viable de manufactura israelita) vive conmovido y angustiado en todos sus sectores sociales por la información del más reciente ataque de los narcotraficantes.
Estos habían perforado con sus metralletas la comisaría municipal del ejido Plutarco Elías Calles, perteneciente a Caborca y donde, horas después, la policía, en el tramo de Sonoyta, sobre la carretera federal (otra vez insiste Robinson-Bours en privatizarla y escriturarla a su nombre y sus socios), casi frontera con Caborca, encontraron, dentro de una camionera, once cuerpos despedazados, cercenados de manos y pies antes de ser ejecutados a balazos.
Los informes se extendieron como ondas expansivas por todo Sonora, y luego por todo el país hasta invadir la información internacional, confirmando que los sonorenses que sobreviven lo hacen al precio de una pavorosa inseguridad, como la que priva, más o menos por todo el territorio, muy a pesar de que las fuerzas militares no se dan abasto para enfrentar a esas delincuencias.
Sonora no ha dejado de ser víctima del narcotráfico y la protección de la narcopolítica, donde están funcionarios del gobierno de Robinson-Bours directamente implicados con los sobornos y el reparto de las ganancias, al grado de que se ha señalado al hermano del desgobernador como el poder tras el trono o vicegobernador, y principal integrante de la narcopolítica.
Ese viernes se notaba en Hermosillo una tensión apenas disimulada por un amanecer nublado por nubes que no sueltan la lluvia tan necesaria, con la información de la ejecución en Caborca y el anuncio del debate entre los cinco candidatos a la gubernatura (Elías Serrano, decían los rumores, con resistencia para asistir a ese segundo encuentro, al que vigila día y noche el Chino LAM, por órdenes de Robinson-Bours).
En medio de ambos sucesos, la presentación de libro-documental sobre la corrupción de la transparencia, titulado El expediente Bours, editado por la revista Contralínea- Sonora y que Robinson-Bours se roba cuanto puede de ella en cada edición para impedir su circulación.
También la información de que José Eduardo Robinson-Bours Castelo y su esposa Lourdes (encargada del sistema de Guarderías) se habían ido en su avión a Tucson de “shopping” para olvidarse de Sonora y Hermosillo en especial, a surtirse de alimento para su dieta y los regalos para seguir adornando sus ranchos (el del Quiriego).
Y de paso Robinson-Bours, ya en Tucson, de una Arizona que cruza sin mostrar papeles, ir para Nogales y volver a pasar revista a las mil hectáreas que acaba de comprar para rematar cuanto tienen en propiedad los Bours desde Guaymas y Puerto Peñasco, a lo largo y ancho del corredor turístico que manejará cuando, dentro de cuatro meses, deje la gubernatura.
Transcurre el viernes, regresa “la calor” y al filo de medio día se presenta el libro: El expediente Bours: la corrupción de la transparencia/la transparencia de la corrupción, contra viento y marea de los obstáculos que puso Robinson-Bours en un hotel ante el cual llegaron los hermosillenses que se habían enterado.
El acto se movió de las 15 horas a las 12, ya que así se le sacaba la vuelta al debate que tenía los reflectores, especialmente entre la confrontación Padrés Elías y Elías Serrano, los primos hermanos enfrentados por el PAN y el PRI respectivamente, la moneda que está en el aire. Continuaba el día y los candidatos cumplían con sus compromisos.
Al filo de las 3 de la tarde, en horario de Sonora, se inició el incendio de una llantera donde, barda de por medio con la Guardería “ABC” en la colonia Y-Griega, había no menos de 200 niños entre dos y cinco años de edad, y que de inmediato fue abrasada por las llamas y el humo. A no menos de una cuadra está una gasolinera. Robinson-Bours está, pues, de compras en Tucson y comiendo, cuando le avisaron del siniestro que para ese momento arrojaba entre 12 y 15 niños muertos, y el resto quemados y asfixiados.
Estos pudieron recibir aire fresco y oxígeno cuando una camioneta maniobró para estrellarse sobre un muro y abrir un boquete, por donde empezaron a sacar a los niños de la guardería que antes se encontraban en terrenos que Robinson-Bours expropió dizque para construir un paso a desnivel, y donde los boursistas compraron los terrenos restantes para edificar comercios.
Así pues, trasladaron la guardería a un lugar sin las mínimas condiciones de higiene y seguridad, que al fin se trataba de niños de familias pobres cuyos padres necesitan el servicio para irse a trabajar.
La antigua guardería, de nombre “Caperucita roja” desapareció. Más de la mitad de esos niños fueron llevados a la “ABC” y ésta tuvo una sobrepoblación al llegar a tener 200 niños en edad maternal.
La expropiación de los terrenos fue, con el pretexto de un paso a desnivel, ya que de lo que se trató fue de apoderarse de ellos para fines comerciales (como antes intentó Bours con la edificación de la “Cruz Gálvez” y otras construcciones bajo resguardo histórico del patrimonio nacional).
Al tener el IMSS subrogadas algunas guarderías, entre ellas la “ABC” donde se abatió un infierno dantesco sobre más de la mitad de los niños que esperaban a sus padres (en total hasta esta nota 46) y los que quedaron marcados de por vida por las quemaduras, con daños cerebrales por la asfixia y uno ya reportado con permanente daño cerebral, no releva de responsabilidad al (des)gobernador Robinson-Bours quien como cada final de semana la emprende para Tucson, que arribó ya no al lugar del terrible horno que incineró a los niños en vida, sino que se fue a los hospitales dos horas después del siniestro.
En Sonora el gobierno de Robinson-Bours ha querido silenciar, asimismo los homicidios de mujeres, la devastación intencional de parques que son los pulmones de Hermosillo y los asesinatos de periodistas, en un clima donde el narcotráfico goza de impunidad por la protección que se le otorga a la delincuencia organizada coludida con los narcopolíticos que han sembrado de ejecuciones calculadas en más de mil 600, de las casi doce mil que se reportan en todo el país.
Ahora este pavoroso incendio que, por negligencia del gobierno de Robinson-Bours, quemó vivos a los infantes en lo que son homicidios con todas la agravantes, señalan a un responsable por haber destruido la guardería “Caperucita roja” y llevado a los ahí hospedados a la “ABC” que se encontraba a unos metros de una gasolinera y pared con pared de una llantera.
La “ABC” se instaló en el galerón de lo que fue una maquiladora. Las guarderías, en este sexenio panista y de los demás gobiernos municipales de los estados, se convirtió en un negocio redondo al habilitar cualquier casa para tales fines.
Mientras Robinson-Bours estaba de compras en Tucson, no solamente Hermosillo estaba abandonada a su suerte, sino toda la entidad. Y en ese vacío de poder fue que sucedió el incendio que provocó el cuantioso homicidio de niños no mayores de dos años que encontraron en sus cunas la tumba de un infierno donde murieron quemados.
El obispo sonorense, en la misa por los 44 niños, de los 70 que estaban en la guardería “ABC”, que fueron incinerados vivos y que deben calificarse, penalmente como homicidios intencionales con todas las agravantes, les dijo a los padres sumidos en sus dramas que “se resignaran, porque sus hijos estaban ya en el cielo”.
A la mejor esto es cierto, en el plano de las creencias religiosas. Pero, en la realidad humana, el ministro de la iglesia católica, a mi juicio, debió, únicamente, realizar el acto solemne y guardar silencio, ya que no es ningún consuelo que, tras padecer el infierno y sufrir tan terrible y abrasador tormento, les digan a sus madres y padres que “se resignen”, cuando esos clérigos al menos deberían exigir el deslinde de responsabilidades.
Y es que no está por demás insistir en cómo una decisión político-administrativa para apoderarse de terrenos en el botín de los negocios hizo que más de 70 niños fueran llevados a la guardería del siniestro, cuando el (des)gobernador de Sonora mandó destruir la guardería “Caperucita Roja” con el pretexto de levantar un paso a desnivel en el Bulevar Rodríguez (la principal arteria de Hermosillo, Sonora; también conocida como Paseo de los Presidentes: Calles, Obregón, De la Huerta y Abelardo L. Rodríguez).
A la ya guardería “ABC” fueron llevados, hace dos o tres meses, los 70 niños de entre seis meses a dos años, para sobrepoblar la estancia que resultó presa de las llamas.
De antemano sabían los funcionarios del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y los dueños de “ABC” (antes galerón y casa para una maquiladora) que el lugar no era adecuado para una guardería y mucho menos para llenarla con casi 200 niños.
De entre los que hicieron negocio con la renta de inmuebles para guarderías, en Hermosillo, está la tía de la esposa de Calderón y otros propietarios coludidos con Robinson-Bours. Todos ellos sabían que la “ABC” estaba muro con muro con una empresa llantera y un almacén de desechos de la Secretaría de Hacienda de la administración estatal (cuyo titular Bours impuso como candidato a presidente municipal de Cajeme: Eduardo Vargas Gaytán, para que encubra sus abusos).
No habrá una investigación a fondo por la Procuraduría General de la República, ya que su titular, Medina-Mora, es estrecho amigo de Robinson-Bours y ninguna denuncia ante el ministerio público ha procedido. Además, en el IMSS no está el responsable de las guarderías, y que es Molinar Horcasitas, consentido de Margarita Zavala.
Y a Robinson-Bours, por haber cerrado la guardería “Caperucita Roja” y enviado a 70 niños a la “ABC”, tampoco lo pondrán en el banquillo de los presuntos responsables. Esto porque la impunidad es un círculo de complicidades. Les darán una indemnización a los padres de los niños que sufrieron homicidio y atención médica hasta los 18 años a los que sobrevivan (hay un niño con muerte cerebral). Pero no habrá responsables. Éste es el calderonismo de más impunidad y encubrimiento, salvo que los padres no se resignen y exijan que los Robinson-Bours y cómplices de ese infierno reciban sanciones penales no menores a 50 años de cárcel.
La red de corrupción en la guardería ABC y la irrupción del cuarto personaje: Juan Antonio Lam Félix, alias el Chino Lam
Uno tras otro salían carbonizados los niños de la guardería “ABC” donde se daba cabida a 200, ya que 100 eran de la guardería “Caperucita Roja” que ordenó Robinson-Bours demoler para construir un paso a desnivel que cruzará el Boulevard Rodríguez, y es además, coartada para que el grupo del gobernador se apropie, con él a la cabeza, de los terrenos aledaños para levantar centros comerciales.
Sobrepoblada, la estancia infantil que fue devorada por las llamas, en el momento del siniestro tenía entre 60 y 70 infantes, casi bebés, ya que el resto había sido recogido por sus padres ese viernes 5 de junio. La tragedia ocurrió porque la guardería estaba rodeada por terrenos para almacén de desperdicios de la secretaría de Hacienda del gobierno de Bours, una empresa llantera y, para colmo, enfrente una gasolinera, lo que prueba que la guardería no reunía las condiciones mínimas de seguridad.
El negocio de las guarderías que el IMSS traslada a particulares a cambio de fuertes cantidades de dinero, está en manos de funcionarios estatales quienes, gracias al tráfico de influencias, se autodesignan para operarlas y así relevar al IMSS de contratos laborales (sutiles privatizaciones que se iniciaron en el sexenio de Zedillo, quien se sentó en la silla ensangrentada por la ejecución de Colosio); continuaron con Fox y los tres años de Calderón, en el desmantelamiento de la justicia social para acabar con el mínimo estado de bienestar. Por todo el país, los panistas se han aprovechado de la instalación de guarderías para jugosos negocios.
En Sonora, los funcionarios de Robinson-Bours, empezando por su íntimo asesor, Juan Carlos Lam Félix, alias el Chino Lam, quien es el dueño del edificio donde está la guardería siniestrada que renta al grupo de Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella (tía de la esposa de Calderón y tía de la esposa de Bours), esposa del director de Finanzas de la Secretaría de Infraestructura Urbana (y éste, primo del candidato priista a la presidencia municipal de Hermosillo: Epifanio Salido Pavlovich).
La otra socia es Sandra Lucía Téllez, esposa de Alfonso Escalante, subsecretario de Ganadería estatal. También es socio Gildardo Urquides Serrano, coordinador de Finazas del PRI y director de enlace empresarial del candidato Alfonso Elías Serrano, éste impuesto como sucesor de Bours para que le cuide las espaldas y sea el cancerbero de la Cueva de “Alí Bours y los 40 ladrones”. Éstos son los que tienen el contrato con el IMSS y se benefician con ese tráfico de influencias que les otorga Robinson-Bours para afianzar sus complicidades.
En uno de los terrenos contiguos, barda de por medio con la guardería “ABC”, se almacenan desechos de la Tesorería del gobierno de Bours y fue en él, al parecer por las investigaciones y declaraciones del procurador sonorense Abel Murrieta (socio del hermano del gobernador: Ricardo Robinson-Bours Castelo e implicado en la narcopolítica), donde se inició el fuego que cayó sobre el techo de la estancia infantil, por un corto en el motor de un aparato de enfriamiento.
Todos estos terrenos son propiedad del operador de Bours, el Chino Lam, quien es el espía de Bours en la campaña de Elías Serrano el candidato priista a la gubernatura.
El mismo Robinson-Bours, quien compra tiempo en noticieros de la capital del país y se deja entrevistar por periodistas independientes, le manifestó a Carmen Aristegui, en su programa de televisión, que su esposa Lourdes Laborín es sobrina de una de las beneficiarias de la guardería, que a su vez es tía de Margarita Zavala Gómez del Campo, Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella y a quien visitaba la esposa de Calderón cuando sus giras por Sonora.
Cuando parecía que la corrupción de Robinson-Bours transitaba por los caminos de la impunidad, le estalló en la cara el excremento de sus abusos, sus tráficos de influencia, el apoderamiento, con su pandilla del corredor turístico Guaymas-Puerto Peñasco; la compra de 1 mil hectáreas, hace unos días, en Nogales para completar el negocio ya que en esa ciudad fronteriza termina el corredor turístico.
No hay más salida para Bours, el Chino Lam, los empresarios ligados a toda la corrupción del Plan Sonora Proyecta y los cientos de fideicomisos con miles de millones de… ¡dólares!; la deuda multimillonaria que rebasa los 20 mil millones de pesos y el acaparamiento de bienes inmuebles por todo el estado.
Tuvo que suceder ese terrible incendio para denotar la corrupción de Robinson-Bours y su grupo con domicilio en Ciudad Obregón, cabecera del municipio de Cajeme. Ahora es, además de responsable de la muerte (por no investigar) de cientos de mujeres, de periodistas (el secuestro de José Alfredo Jiménez que sabía sobre los lazos de los Bours con el narcotráfico); los jornaleros esclavos en la costa de hermosillo y sus nexos de corrupción con Elba Esther Gordillo.
Ésta es apenas una parte del expediente de Bours a quien le espera el juicio político o al menos el juicio penal y su muerte política para que siga vendiendo pollos y huevos, a la mejor con cocaína como relleno, como fueron sus camiones de Bachoco sorprendidos por los retenes militares en Sonora. Y, en todo eso, el auge del narcotráfico que acaba de dar lugar al más reciente hecho sangriento en Caborca con los siete cuerpos mutilados.
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