Desde hace décadas una incipiente actividad cinematográfica ha comenzado a desarrollarse en la capital de Nuevo León, con una nueva generación de creadores quienes tienen ante sí el reto de hacer rentable esta actividad
Por Luiz Canedo
Monterrey, Nuevo Leon
Un puente peatonal. Un joven corre detrás de otro que acaba de robarle la billetera. Los dos bajan estrepitosamente por las escaleras y llegan a la calle. Se escucha un grito desde arriba del puente: “¡Corte!”.
Los dos jóvenes detienen su “persecución” mientras el equipo de producción se prepara para repetir la toma. Lamentablemente una patrulla ha presenciado el acto y detiene a los dos actores por “perturbar el orden público”.
Ellos serán liberados esa noche sin cargos, aunque también sin cortometraje. Se trata de uno de los tantos rodajes clandestinos realizados en Monterrey, y los acusados son parte de la horda de jóvenes en la región que quiere hacer cine cueste lo que cueste. ¿Cuándo ocurrió tanto interés por el séptimo arte en Monterrey?
¿Qué potencial tienen estos esfuerzos de realmente contribuir a la producción cinematográfica nacional?
A pesar de que el cine llegó a México con los hermanos Lumiere durante el Porfiriato, en Monterrey la actividad cinematográfica no tiene mucho de haber empezado.
“Recuerdo que cuando les pedía a mis profesores cartas de recomendación para irme a estudiar cine, les daba mucha risa”, cuenta entre risas Jesús Torres, mientras recuerda cómo, a pesar de ser graduado de Administración de Empresas, decidió irse a estudiar cine al extranjero.
“Yo me fui a estudiar a Inglaterra, a la London Film School, por ahí del 72 en una época en la que el cine realmente no se estudiaba”, comenta el actual responsable del Centro de Producción Cinematográfica de Tecnológico de Monterrey.
Torres es considerado por muchos como uno de los pioneros en la producción cinematográfica en Monterrey. Junto con Roberto Escamilla diseñó la clase de cine de la carrera de comunicación del Tec, cuando ésta apenas iba iniciando.
En ese entonces la producción de cine en Monterrey, si bien era precaria, no era inexistente.
“Si había alguien, se llamaba Gerardo Garza Fausti. El hacía lo que llamábamos en esa época cine experimental. Era un cine totalmente personal, un cine nada convencional, nada clásico, de cámara en mano. Pero era una persona conocida y mucha gente que lo trató asocia un poco el cine de Monterrey con él, pero de una manera muy particular, repito, no con películas convencionales”, dijo.
Torres, junto con su colega Escamilla, decidió que era hora de hacer algo más clásico, y que involucrar a los alumnos en el proyecto sería la oportunidad idónea para que pusieran en práctica aquellas cosas que sólo se estaban viendo teóricamente en la clase.
Es así que con un presupuesto prácticamente inexistente, inicia el rodaje de “El destierro” un mediometraje que sería estrenado en 1976.
Durante los años ochenta se comenzaron a producir películas de bajo presupuesto, principalmente de temas policíacos, había iniciado el género conocido como “El cabrito western”.
Películas como “Pistoleros famosos”, de José Loza Martínez, a pesar de ser mal recibidas por la crítica, de acuerdo con los productores su éxito estuvo en taquilla al estar 52 semanas en cartelera.
Sin embargo, para la generación de los noventa este tipo de películas eran algo totalmente distinto a lo que buscaban.
“Eramos una generación que nos gustaba el cine pero no había nada. Llegó un momento en el que decidimos que se tenían que hacer cosas”, cuenta Juan Manuel González, cineasta y director del Festival Internacional de Cine (FIC).
El cine que buscaba esta nueva generación no podía ser encontrado en Nuevo León, por lo que decidieron, como lo hizo Jesús Torres en su momento, salir de México a estudiar esta disciplina.
Al regresar, González tomó la iniciativa de compartir los conocimientos que adquirió en el extranjero y organizó en 1998 el Taller de Creación Cinematográfica, que más tarde tomaría el nombre de Voladero Films.
El objetivo era sencillo: estimular la cultura cinematográfica en Monterrey, realizando y promoviendo películas de calidad en el ambiente colaborativo de un taller.
“Voladero fue muy importante en su momento: Sirvió para decirle a la gente que sí se puede hacer cine”, comenta el director del FIC, mientras recuerda como llegaba gente en cantidades impresionantes al taller.
La creación de Voladero coincidió con otros factores que formarían un pequeño boom en la producción local.
En 1998 la Cineteca Nuevo León abría sus puertas, y a la vez organizaría un diplomado en Historia del Cine. Algún tiempo después Conarte lanzaría el Promocine: un apoyo para la producción de cortometrajes y largometrajes, haciendo de Nuevo León el único Estado de la República con un estímulo local a la producción cinematográfica.
Con Voladero también se organizó el Festival Internacional de Cine y Video “Voladero”, que después de cinco ediciones se convertiría en el Festival Internacional de Cine de Monterrey.
Todo parecía indicar que Monterrey despuntaría como un centro cinematográfico importante y un contrapolo a la producción que se realiza en el Distrito Federal.
Sin embargo, González consideró que las posibilidades que tenía Monterrey de convertirse en una nueva meca de cine mexicano eran pocas.
“Llegó un momento en que creímos que sí se podía, incluso había un plan de construir unos estudios en García que nunca se realizó. Evidentemente hubo un crecimiento pero no como esperábamos. La producción local sigue siendo poca comparada con el Distrito Federal. Al regio no le queda más que la vía independiente, porque el chilango no se va a acostumbrar a descentralizar”, comentó.
Sin embargo consideró que esta realidad no hay que verla como algo desalentador sino como una realidad a la que hay que adaptarnos.
El director del FIC comentó que a pesar de estas circunstancias alentadoras que coincidieron a finales de los noventa, para que se forme una industria fílmica en Monterrey, se necesita: o mucho dinero, en el que tendría que intervenir la Secretaría de Economía y la industria privada, o bien mucho tiempo.
Luis Garza, director de Programación del FIC, considera que esta situación es más bien lo que le da al cine del Estado su sello particular. “Es alentador que no tienes esa presión (que tienes en el DF)”, argumentó, “puede salir cualquier cosa, ese es el encanto y disfruto mucho que así sea”.
Para el también cineasta es esperanzador que exista la libertad de que puedan salir películas muy distintas unas de otras, mencionando “Seres: Génesis”, de ángel Mario Huerta.
Garza destacó que le parece importante el hecho de que, a pesar de las circunstancias, exista gente regiomontana cuyas películas son seleccionadas para el Festival de Venecia (como es el caso de Jesús Mario Lozano con su ópera prima “Así”) o que ganan premios en el Ariel (con documentales “De nadie”, de TinDirdamal, o “Flores para el soldado”, de Javier Garza).
De hecho, para el director de Programación del FIC “hay una situación interesante en el documental por las facilidades que ofrece este género”.
En la edición de este año del Festival Internacional de Cine, los cuatro largometrajes de Nuevo León en competencia eran documentales.
El no necesitar de grandes cantidades de personas, ni dinero, ni equipo especializado costoso para su realización, hace del documental el género independiente por excelencia.
Para los documentalistas locales y ganadores de la última edición del FIC de Monterrey, Benny Contreras y Melissa Saucedo, el panorama del cine de Monterrey si bien es duro tiene posibilidades.
“Yo personalmente siento que Monterrey definitivamente tiene un increíble potencial, pero hay muchos esfuerzos aislados”, comenta Saucedo, “es algo que hemos visto: hay muchas ganas, hay mucho potencial pero de cierta manera, los esfuerzos no se logran unir (…) para crear proyectos que sean constantes y que permita el desarrollo de más cineastas”.
Esta falta de coordinación también fue destacada por Juan Manuel González, argumentando que “no hay un líder, no hay una visión, no hay una unidad, no hay interés gubernamental, no hay interés de la IP”.
La falta de unidad de la que sufre el cine nuevoleonés no sólo ocurre entre entidades sino que para todos nuestros entrevistados, no existe unidad entre los mismo cineastas.
“El gremio de cineastas se encuentra en despedazamiento”, opinó González. Al respecto Jesús Torres comentó que si bien él era miembro del gremio, dejó de asistir a las juntas al considerarlas una pérdida de tiempo por las constantes luchas de egos entre los cineastas.
Pero entonces, ¿qué se necesitaría para hacer una industria fílmica en Monterrey?
Janeth Aguirre, quien trabaja hombro con hombro a lado de Juan Manuel González y Luis Garza en la organización del Festival Internacional de Cine, opina que se debe reforzar el lado académico. “Tenemos gente avorazada por hacer cine, pero falta mucha academia. La gente se preocupa por producir pero sin mucha calidad. No saben hacer las cosas como se tienen que hacer”.
La era digital le ha abierto las puertas de la producción audiovisual a toda una generación haciendo que cualquiera pueda hacer una película.
“Lo digital ofrece muchas facilidades, pero es un arma de dos filos.” agregó González.
“En los años noventas el reto era que se viera, escuchara y entendiera lo que decían los actores. Ahora el reto técnico se ha superado pero no el de el contenido”, dijo.
Para Aguirre, la necesidad académica tiene que ir más allá de lo básico, debía ser una escuela que fomentara la especialización ya que “no puedes graduar puros directores”.
Melissa Saucedo también opinó al respecto al decir que “es algo que ocurre en Monterrey, no hay una especialización de cada rol, que alguien diga ‘¿sabes qué?, yo me dedico a grabar sonido directo, y eso es lo que voy a hacer y me voy a especializar en eso’. Sino que exista esta ilusión de que todos queremos hacer todo o todos queremos hacer el rol que a veces se identifica como el más sobresaliente”.
La ausencia de una carrera de cine bien estructurada ha sido uno de los grandes talones de Aquiles de la industria regiomontana, pues al aspirante a cineasta no le queda otra opción más que estudiar fuera de Monterrey, ya sea en el DF o fuera de la República.
Jesús Torres considera que la nueva carrera de Licenciado en Comunicación y Medios Digitales del Tecnológico de Monterrey podría cubrir ese hueco.
“Es una carrera orientada a la producción desde los primeros semestres”, aseguró.
Por su parte González, director de FIC, considera que una escuela no puede fundarse si no existe algún mecanismo que le de empleo a los cineastas egresados.
Se necesita una industria audiovisual que requiera estos nuevos especialistas, no sólo en la producción cinematográfica sino también en la de comerciales y videoclips.
Independientemente de la ausencia de una institución académica especializada en el séptimo arte, los aspirantes a cineastas han encontrado la manera de seguir produciendo cantidades importantes de cortometrajes.
Incluso, de las mismas iniciativas estudiantiles, surgió un Congreso Internacional de Cine, “Sie7e”, organizado por la Asociación de Cineastas Creativos de Monterrey, como por estudiantes del Tecnológico de Monterrey, por lo que pudieron encontrarse en un espacio de diálogo y aprendizaje.
El congreso en estos momentos se encuentra preparando su segunda edición.
Otro aspecto necesario para la formación de una industria cinematográfica regional, que fue mencionado, fue el de tener una visión del cine más rentable.
“Tenemos que cambiar la idea de que el gobierno nos tiene que dar todo. Al final el cine es un negocio; ‘la visión del director’ al empresario no le importa, lo que le importa es la lana ‘¿hay lana ahí? ¿no? Pues no le entro’. Entonces si no puedes contra él, únetele”, argumentó Benny Contreras.
El punto de vista de Contreras puede chocar con el de muchos cineastas que considerarían esto un acto que compromete sus ideales artísticos.
Sin embargo, el documentalista siente que a veces que el cine es visto como un “hobby”, y no como una carrera seria o un proyecto que puede generar dinero.
“Necesitamos hacerlo negocio, necesitamos darle esa visión en todos los sentidos Porque eso de sólo producirlo y esperar a que alguien me lo compre como que no ha funcionado en los últimos 20 años”.
Melissa Saucedo complementó que “Benny y yo tenemos esta misma postura de que, si bien el gobierno tiene una responsabilidad, no podemos esperar a que el gobierno lo resuelva. Hay muchos empresarios con mucho capital que le pueden invertir. Es una navaja de dos filos porque tienes que cumplir hasta cierto punto con la ideología del corporativo, pero es un empezar. No podemos negar esta realidad y no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que el siguiente sexenio sea más prometedor”.
Para muchos interesados, los elementos para cocinar una industria regional cinematográfica ya existen en Monterrey; sin embargo, se encuentran flotando en el aire sin encontrarse: existe una generación de jóvenes dispuesta a producir cine y con las facilidades tecnológicas para hacerlo.
Se trata de una incipiente cultura cinematográfica que se va permeando en los programas académicos de las universidades locales, un festival internacional y diversos apoyos al cine por parte del Estado y, sobre todo, mucho capital privado que podría invertir en la producción cinematográfica y audiovisual en general.
Los cineastas aún se encuentran buscando la manera de unirlos y alinearlos, como ocurrió a finales de los noventa y que propició “el boom” de producción local.
Sin embargo, mientras el sueño de tener en Nuevo León un foco importante de producción nacional sigue en gestación, la nueva generación sigue saliendo a las calles de Monterrey como si se trata de un cine de guerrilla, armados con cámaras digitales y con la ambición de contar una historia que se vea en la pantalla grande.
(LuizCanedo es alumno de LCC del Tec de Monterrey)
La evolución del cine regio
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