Otro huracán, otros daños, e irreparables pérdidas económicas de las que hay que volverse a levanter
Norberto Lacarriere Lezama
Matamoros, Tamaulipas
Protección Civil había advertido horas antes del aguacero sobre las consecuencias de huracán “Karl” en el noreste del país. “Viene lo peor”. Era sábado y se habían tenido ligeros chubascos, pero en la madrugada del 19 de septiembre la precipitación dejó, durante 120 minutos, las 6 pulgadas que causaron inundaciones en toda la ciudad, incluso en zonas donde habitualmente no ocurren, con daños por decenas de millones de pesos en infraestructura afectada, servicios interrumpidos, bienes perdidos o afectados y secuelas nocivas en la salud.
Pero el riesgo ahí no paró, porque tres días después se advirtió de una nueva creciente que ponía en riesgo a las comunidades de la cuenca por medio de los canales de alivio.
Era algo similar a los efectos colaterales del huracán “álex”, cuando esa inclemencia meteórica pasó de largo por este municipio, pero sólo para provocar que las presas que le surten presentaran volúmenes excedentes que debieron verterse al río Bravo, cuyo cauce se desbordó y afectó varias comunidades ribereñas como San Lorenzo y Las Blancas.
El peligro más reciente no sólo se debió a la liberación de más volúmenes hidráulicos, sino al aumento de los mismos al pasar de los 440 a los 460 metros cúbicos por segundo.
A pesar de ello, las autoridades federales y estatales acordaron esta medida para evitar desastres mayores, pues un trasvase hacía el río Bravo habría sido desastroso para a región entera que comprende los municipios de Matamoros, Valle Hermoso, Río Bravo, Reynosa y Nuevo Laredo, aunque eso no evitó que decenas de habitantes del ejido Las Blancas salieran de inmediato, antes de que siquiera se pensara en evacuarlas.
Hace apenas un mes habían retornado a sus casas en medio de una ceremonia pública de entrega de apoyos, luego de haber perdido todo en las inundaciones que en el caso de esa zona rural alcanzaron los 2 metros de profundidad, pero de nueva cuenta volvieron a los albergues. “Hoy tenemos poco, pero no queremos que otra vez nos lo arrebate la naturaleza”, dijo uno de ellos.
Casi a la semana del aguacero, el nivel de alerta fue creciendo por los daños en los desgastados bordos de contención, que de acuerdo a declaraciones del propio director de Protección Civil Municipal, Saúl Hernández Bautista, han sido causados por “manos criminales” que habrían retirado tierra de manera premeditada.
Los daños fueron cuantiosos, tras el paso del meteoro a partir de la 1:30 de la mañana. Algunas personas refieren haberse despertado con el ruido de las gotas que golpeaban sus ventanas, pero muchas más de plano fueron sorprendidas.
En una sola colonia, la mayoría de las casas quedaron anegadas y en el centro varios negocios, sobre todo clínicas, perdieron miles de dólares en equipos médicos y un rotativo de plano suspendió la circulación porque la lluvia penetró a la redacción e interrumpió las labores.
Decenas de vehículos también se afectaron porque literalmente estuvieron sumergidos por horas y no en todos los casos estaban asegurados, pero en el caso de los que sí contaban con una póliza para su reposición, sus dueños han empezado a tramitarle. Ahora se espera que las empresas cubran los montos requeridos.
Aquellos que se aventuraron caminar entre el agua fueron los primeros en medir la profundidad de metro y medio que alcanzó la inundación en las principales calles del municipio, tal y como ocurrió en los fraccionamientos que tradicionalmente resienten dichos estragos como la San Francisco y Buena Vista.
Según los administradores de la infraestructura que surte del vital líquido a la ciudad, se trató de un fenómeno no sólo “atípico” sino inédito, al menos durante los últimos 6 años, pues que se recuerde el acumulado histórico data del 4 de octubre de 1996, fecha en la que cayeron cerca de 8 pulgadas en 6 horas. Aquella ocasión diversos sectores tardaron hasta dos semanas en desaguarse y esta vez el desalojo
fue más rápido, aunque también resultó complicado.
Otras explicaciones técnicas determinaron que el primer cuadro de la ciudad quedó intransitable durante más de 48 horas porque no había hacía donde arrojar tanta agua, debido a que todo ocurrió justo cuando el río Bravo presentaba un nivel cercano a los 9 metros de profundidad, lo que imposibilitó el pronto desfogue por vía de la gravedad. De hecho, tuvieron que cerrarse las compuertas para evitar que ese afluente afectara a la localidad por entero y no fue sino hasta 4 días más tarde cuando la normalidad volvió a la zona.
Según el boletín que emitió la Cámara Nacional de Comercio, el pasado 23 de septiembre, fueron alrededor de 2 mil negocios perjudicados en las más de cerca de 100 colonias inundadas en esta ciudad.
“De acuerdo a una estimación realizada por esta cámara en coordinación con negocios afectados se calcula entre los 30 y 50 millones de pesos, en equipo y mercancía, estimándose que un 30 por ciento del comercio local sufrió algún tipo de siniestro”, se cita en el documento.
Pasadas las primeras 24 horas, Salvador Treviño Garza, director de la Agencia de Protección Ambiental en Tamaulipas, dijo que el impacto en las ocho colonias que para entonces seguían afectadas sería difícil de medir y que debía ser la Tercera Jurisdicción Sanitaria en Matamoros la que se encargara de determinar los efectos.
El pronóstico terminó por cumplirse. Primero con visitas esporádicas al médico por enrojecimiento y ardor en los ojos y, después, porque él diagnóstico apremiaba el pronto reposo y alejamiento de las concentraciones de personas, ya que se trataba de conjuntivitis.
Entre los empresarios damnificados, algunos opinaron que si ya de por sí la zona comercial del primer cuadro operaba a un 70 por ciento de su capacidad, debido a la crisis socioeconómica que ha disuadido a decenas de clientes del lado americano (un mercado que en otras épocas hizo crecer al sector de la medicina especializada), con las inundaciones la caída en las ganancias será “de proporciones gravísimas”.
Varios coinciden en que lo delicado comienza con la pérdida del material de trabajo, porque representa el fruto de años de esfuerzo y sacrificios para adquirirlo, pero destacan que lo que sigue es lo incierto de la recuperación, por la tardanza en poder reabrir y captar de nueva cuenta a los clientes activos.
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