El nuevo debate en las charlas cotidianas ya no sólo se enfoca en si el Ejército Mexicano, o bien la Armada de México, debe estar o no al frente de la lucha contra el hampa sino en el tiempo que llevan en las calles, carreteras, zonas rurales, lagunares o marítimas e incluso sobre las ciudades con patrullajes en helicópteros, de día y de noche. Se perdió la noción del tiempo, desde esas apariciones en las zonas urbanas.
Norberto Lacarriere Lezama / Matamoros, Tamaulipas
De repente dejó de ser noticia ver las caravanas de entre 3 y 4 Hummers o Humvees, con un soldado asido a la ametralladora calibre .50 montada en el toldo, siempre alertas a cualquier movimiento que en épocas como las que se viven implican llegar tratar a civiles como delincuentes, hasta no comprobarse lo contrario.
En las empresas maquiladoras han circulado “avisos importantes” a los directivos, mandos medios y base obrera sindicalizada, en los que se les instruye a “colaborar con las autoridades” y efectuar determinados procedimientos para evitar ser confundidos con criminales.
Como parte de las recomendaciones se sugiere encender la luz interior del vehículo –si se transita de noche–, poner ambas manos al volante y a la vista de los soldados, colaborar con las autoridades, identificarse plenamente e incluso procurar no hablar por teléfono si se observa que algún contingente de la milicia está cerca.
Fue por órdenes del gobierno federal que grupos de paracaidistas y fuerzas especiales aeromóviles se apostaran por doquier, incluyendo los puentes internacionales de Matamoros y Reynosa. En cuanto a su apariencia, les distinguió por sus boinas rojas y negras, respectivamente.
Con sus maniobras aleatorias similares a las que ya de por si efectuaba la ahora desaparecida Policía Fiscal Federal en los cruces hacia Estados Unidos.
En opinión de contribuyentes entrevistados esto también denota cómo, tanto irónica y públicamente, “dentro del gobierno federal una institución no confía en otra”.
Respecto a las acciones –compuestas por actitudes y aptitudes– las opiniones son encontradas, pues así como hay reconocimiento a la valentía, existen señalamientos de supuestos abusos cometidos contra particulares inocentes.
Para botón de muestra, la muerte de dos niños en Nuevo Laredo, aparentemente atacados sin motivo por un grupo de militares.
A consecuencia de estos escenarios, los voceros de la Cámara de Comercio en Matamoros han acusado al sheriff del condado de Cameron, Omar Lucio, así como a otros actores, de aprovechar el ambiente para difamar a esta ciudad.
“No se vale… y menos cuando nosotros seguimos promoviendo las ventajas de Brownsville, Texas, como nuestra ciudad hermana”, destacó en su momento el entonces presidente del organismo, Julio Almanza Armas.
Otros socios de la CANACO dijeron que a esta campaña de desprestigio se ha sumado un canal de televisión del sur de Texas y como ejemplo citaron que durante un reportaje presentaron el tema de la inseguridad, en el que uno de sus comunicadores entrevistaba a los turistas de invierno y les invitaba a no viajar a Mexico.
Para frenar estos aspectos, otro de los integrantes de la cámara, de nombre Gerardo Rodríguez Puente, advirtió que pedirían a la Secretaría de Relaciones Exteriores que emitiera un exhorto diplomático al gobierno de Texas en contra de las acciones de Omar Lucio.
En enero de 2009 hubo otras acciones simultáneas y sorpresivas en Nuevo Laredo, Miguel Alemán, Reynosa, Río Bravo y Matamoros cuando el Ejército Mexicano tomó el control de la vigilancia, luego de desarmar a la policía municipal, en hechos sin precedentes aunque para algunos fue algo “rutinario”.
La primera tuvo lugar el día 22 de aquel mes, cuando decenas de soldados sitiaron las instalaciones de Seguridad Pública en algunos de esos municipios sin que se le permitiera ni la salida ni la entrada a propios y extraños. Hasta algunos de los reporteros que cubren la fuente resultaron afectados pues se les borró el material de sus cámaras.
En cuestión de horas se dispararon los atracos y decenas de comercios resultaron afectados y varios particulares dijeron haber sido asaltados a plena luz del dia, pues no había policías en la calle y era insuficiente el número de soldados que circulaban en la ciudad.
Bancos, casas de cambio y negocios de empeño se incluyeron en el estadístico e histórico aumento del 70 por ciento en robos y asaltos.
Desde entonces, miembros de la iniciativa privada se mostraron a favor de la presencia del Ejercito Mexicano –y más tras los enfrentamientos de Río Bravo y Reynosa–, pero todos coincidieron en que los soldados actuen con efectividad y sin arriesgar a inocentes.
En aquellos días las armas no les fueron devueltas a los gendarmes. Sólo se les permitió usar la macana y el gas lacrimógeno y no faltaron lo ocurrentes que para evidenciar el problema recurrieron al humor y se enfundaron resorteras y hasta juguetes icónicos de la television mexicana.
En consecuencia sobrevino un autoimpuesto toque de queda, acordado entre ciertos empresarios y repetido por otros que temían que ante la insuficiente vigilancia fueran objeto de hurtos.
Sin embargo, según algunos, el efecto fue similar a que si se vieran atracados pues como sea se han tenido pérdidas al dejar de percibir ingresos y tener que pagar el sueldo a sus empleados y proveedores.3
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