Cada vez es más común ver mujeres al frente de un camión de ruta, pero detrás de ellas hay historias llenas de amor y orgullo por sacar adelante a sus hijos
Por Marilú Oviedo/ Monterrey, Nuevo León
”Mujer al volante, peligro constante”, dice un refrán muy mexicano que nada tiene que ver con la siguiente historia de tres mujeres que, por necesidad o por demostrarle a sus esposos que pueden salir adelante, han hecho del volante su forma de vida. Por las mañanas, Berenice Ensinia Marín, de 37 años, es operadora en la ruta 211 York y por las tardes es una ama de casa como cualquiera en Apodaca.
Lleva dos años de experiencia en el oficio y toma las medidas necesarias para desarrollar bien su trabajo pues asegura que es una gran responsabilidad, ya que el pasajero tiene plena confianza en el chofer.
“Para trabajar en esto tiene que gustarte, es una gran responsabilidad y todo lo que pase en el interior de la unidad es nuestro compromiso”, dijo.
Berenice llegó a Monterrey cuando era niña y sus padres emigraron del ejido Puerto Bajo, Arramberri, Nuevo León.
Sus primeros trabajos fueron en el área de limpieza, en una nevería o como vendedora de tortillas de harina, pero no estaba conforme pues ganaba poco.
Se propuso tener una mejor calidad de vida y llegó a ser operadora de autobús, empleo en el que ha logrado mantener a su familia junto con su esposo Roberto Pérez, quien también es chofer, pero de la ruta 105.
“Llegamos como ovejitas perdidas, pero me gusta trabajar, a los 22 años me casé y lugar a donde llegábamos, mi marido y yo poníamos un puesto de alimentos, pero en ese tiempo tuvo un derrame cerebral y duró mucho tiempo internado en el hospital, fue cuando entré a una tortillería, pero no me pagaban bien y el horario era muy pesado, de ocho de la mañana a seis de la tarde”, dijo.
Aunque no sabía manejar, un día se dio cuenta que había mujeres chofer y decidió intentarlo.
“Nunca me he quedado con los brazos cruzados”, comentó.
En la primera clase de manejo había un promedio de 17 hombres y sólo ella de mujer; sin embargo, no se cohibió y les expresó su deseo por aprender a manejar las unidades.
“La necesidad que yo tenía de sacar a mis hijos adelante era tan grande y me puse un reto de pasar el examen de manejo, siempre tenía el primer lugar en teoría, en práctica, incluso tienes que aprender mecánica, las piernas me temblaban por el nervio cuando me soltaban la unidad, pero gracias a Dios aprendí”, recordó.
“El primer día como empleada me sentí realizada, salí de la ruta sin pasaje, me paré en un sitio, me bajé y grité: ¡lo logré, lo logré!, no pienso salirme porque lo disfruto y me pagan muy bien”, dijo Berenice.
Aunque se pasa un promedio de nueve horas al volante asegura que lo más pesado es el trabajo mental, pues tiene que estar consciente de la responsabilidad que trae a bordo.
“Cuántos pasajeros suben, los que bajan, si el boleto es chico, grande, el tráfico y aparte manejar la unidad, es muy cansado de los ojos y mente”, mencionó.
La señora se levanta diariamente a las cuatro de la mañana para entrar al trabajo a las cinco. Diariamente tiene que lidiar con los pasajeros que están de mal humor, con los coquetos e incluso ingeniárselas para no ser asaltada.
“Te encuentras de todo. El que te quiere agredir, el que se siente inferior porque es una mujer la que maneja, unos me agreden y otras personas me felicitan, pero bienvenido, es parte del oficio.
“En una ocasión me quisieron asaltar, pero tuve que acelerar para que una patrulla me siguiera y así logré que el delincuente descendiera de la unidad”, dijo sonriendo.
Pero su trabajo como operadora termina cuando alrededor de las dos de la tarde sube a su vehículo, se dirige a un puesto a comprar pollo como lo acostumbra cada sábado, y posteriormente a su casa donde la esperan sus hijos Susana y Roberto, de 10 y 12 años, respectivamente.
Con su esfuerzo la señora ha logrado sacar adelante a su familia, ya que sus hijos han obtenido los primeros lugares de aprovechamiento en la primaria y secundaria.
“Mis hijos son mi orgullo, son muy responsables. Mientras estoy fuera ellos mantienen la casa limpia. Le dije a mi familia: ‘aquí somos una barca y todos tenemos que remar, si uno no lo hace se hunde, así que vamos a echarle ganas para salir adelante’, y mi esposo apoya el trabajo que tengo como operadora, aunque casi no nos vemos porque él tiene que trabajar casi todo el día en la ruta”, dijo.
Para su esposo Roberto y sus hijos Berenice es un orgullo, es trabajadora y ha aprendido a encarar la vida en algo poco común en esta sociedad.
“No me da pena lo que hace, al contrario me siento feliz, es una buena madre y estoy orgullosa de ella”, dijo Susana.
La operadora tiene metas en su vida, el siguiente paso es realizar uno de sus sueños, comenzar un negocio propio, ya que considera que las mujeres pueden realizar múltiples actividades.
“Ya se rompió el mito de que la mujer no debe, no puede manejar, ahorita la mujer es igual o mejor que el hombre, nosotros cumplimos diferentes tareas”, mantuvo.
VENCE PROBLEMA DE SALUD Y ES OPERADORA
Blanca Nelly Hernández Garza tiene 10 años de experiencia en el transporte urbano, labora en la ruta Uno y aunque su salud se vio afectada a causa de un problema que tuvo en la matriz, salió adelante teniendo dos metas en la vida.
“El sacar adelante a mi familia a través del trabajo como operadora y ser fuerte para que mi salud no decayera”, dijo.
De 40 años de edad, Nelly es divorciada y mantiene a dos hijos: Orlando, de 15 años, y Taré, de 20.
“Sufrí de un problema en la matriz, tuve que ausentarme algunos meses, gracias al tratamiento salí adelante; sin embargo, dentro de pocas semanas me van a realizar una operación para que el tumor no regrese, el apoyo de mis jefes y mis compañeros es lo mejor porque me han dado oportunidad de desarrollarme en este empleo y así ayudar a mi familia.
“En los inicios sufría por la discriminación de operadores de otras rutas o por el mismo usuario: te veían y decían: ‘¡es una mujer!’, entonces mejor se bajaban y se daban la vuelta, eso te decepcionaba.
“No era común ver a mujeres de chofer, pero los tiempos han cambiado, esto se ha ido incrementando y el trato es para bien”, comentó.
La operadora estudió una carrera técnica en comercio, aunque no la ejerció; es buena como chofer, pues sólo ha tenido pequeños percances.
Maneja la unidad 6 y lo más pesado del trabajo es levantarse temprano, ya que entra a las 5:30 horas.
Para Nelly la clave para ser madre y chofer está en saber organizar el tiempo, y recibir el apoyo de la familia.
La operadora llega a su hogar todos los días alrededor de la una de la tarde, minutos después cambia su uniforme azul marino por ropa normal, y las funciones cambian, pues se pone a cocinar, barrer y trapear como cualquier ama de casa.
“Mis hijos me han dicho que soy una súper mamá, pues tienes que aprender a ser padre y madre, lejos de que se avergüencen por el lugar donde trabajo, al contrario me felicitan”, mencionó.
“El hecho de que te pagan por hacer lo que quieres es fabuloso, mi mamá me enseñó a manejar desde los 13 años, incluso he manejado tráilers”, comentó.
Cada recorrido tiene un promedio de dos horas. A las mujeres se les da la capacitación por dos meses, siempre deben de andar limpias, con el cabello recogido y ser amables con el usuario, pues la diferencia entre hombres y mujeres es ofrecer un buen servicio.
Alfonso Arias, gerente de la ruta Uno, aseguró que la idea de incluir mujeres dentro del transporte urbano es porque consideran que dan un mejor servicio a los usuarios; en esa empresa inició la contratación en 1989.
“Desde un principio se vio como algo muy riesgoso, la gente decía que las mujeres no iban a poder, pero la realidad es otra, las operadoras están trabajando con excelentes resultados.
“La mayoría son mujeres casadas y cumplen diferentes roles, por eso siempre ha sido una alegría del Grupo Lazcano apoyar a la mujer porque es muy valiosa”, dijo.
La empresa cuenta con 67 unidades y ocho de transmetro; laboran 193 operadores, de los cuales 43 son mujeres y 149 hombres.
Juan Ayala, secretario general de la ruta 122, aseguró que las mujeres realizan un trabajo mejor que los hombres y se les da un trato digno. Dentro de la empresa existe un promedio de 15 mujeres y muy poca rotación de personal.
SUPERA LAS BURLAS
A sus 37 años de edad, María del Rosario López Vázquez es chofer de la ruta 129, recorriendo los municipios de Apodada y San Nicolás.
Estudió sólo hasta secundaria y aunque no tiene una carrera ha logrado demostrar a su ex marido que puede trabajar en algo digno y hasta cierto punto peligroso.
“Mi esposo no logró superar que yo entrara como operadora, cuando le dije en lo que iba a trabajar se burlaba y me bajaba el autoestima, me decía que no iba poder.
“Cuando pasé el examen me dejó porque no soportó que sí pudiera, se deprimió”, comentó.
Vistiendo blusa amarilla y pantalón beige, no deja a un lado el toque femenino pues usa tacones y un rosario en el interior del camión, ya que considera eso es lo que le da buena suerte.
Anteriormente era comerciante y en ocasiones no sacaba ni para comer, por lo cual también dicha situación la orilló a buscar otro empleo.
“Tienen muy buen sueldo, un aproximado de dos mil pesos por semana, tenemos bonos de asistencia, varias prestaciones, sentí que podía con el paquete y aquí estamos”, mencionó.
Rosario lo que más disfruta es manejar el camión y la atención que da y recibe por parte de la gente, señala que nunca se imaginó hacer lo que hoy hace.
“Desde las 5:50 ando en mi camión hasta las tres de la tarde, hablo con más de 500 personas diariamente entre estudiantes, niños, adultos y eso me encanta, ver rostros diferentes y que la gente aplauda tu trabajo.
“El oficio es peligroso cuando te detienes y está la persona ebria porque a veces no te quieren pagar o te quieren robar”, dijo.
Rosario asegura que para ser operadora del transporte público se requiere de mucho valor, considera que no todas las mujeres pueden serlo.
“Debe de gustarte y saber la responsabilidad que te echas al agarrar el volante porque la vida de decenas de personas está en tus manos”, comentó.
Con casi cuatro años de experiencia esto se ha vuelto parte de su vida, pues aseguró que los nervios que sentía en sus inicios ya no existen, además las cinco vueltas que realiza diariamente se pasan rápidamente.
El horario de la ruta es aceptable, pues le alcanza para cumplir su rol de madre y atender a sus dos hijos, un niño de 10 años, y una joven de 17 años que estudia enfermería.
Rosario lava la ropa, plancha, hace de comer y de vez en cuando le alcanza hasta para tomar una siesta y estar relajada para otro día laboral.
Aunque son diferentes las unidades en que estas mujeres laboran, todas tienen algo en común: llenaron su vida de valor y coraje para andar por las calles de la ciudad manejando vehículos de grandes dimensiones y dando un servicio de primera mano a los usuarios y, sobre todo, para ofrecer a sus familias una vida digna.
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