El espionaje telefónico entre polÃticos y, recientemente, el de sus comunicaciones digitales tiene dos objetivos: primero dar a conocer a la opinión pública el rostro oculto de hombres y mujeres con una responsabilidad pública y social relevante y después descalificarlos para desempeñar un cargo polÃtico o para tomar decisiones en sectores regulados en donde abundan los intereses económicos privados y, por supuesto, polÃticos.
Con Jorge Tello Peón, ex director del CISEN, como asesor en temas de inteligencia y seguridad nacional en la administración de Felipe Calderón, hoy este gobierno panista es el escenario de una guerra de descrédito en donde las armas son grabaciones de llamadas telefónicas obtenidas de forma ilegÃtima cuya autenticidad tendrá que confirmarse pero que ya dañan a la sociedad mexicana y a su lucha por la democracia.
El espionaje es en sà mismo una actividad ilegal que forma parte de las prácticas y de la guerra sucia que preceden a perÃodos electorales de alta intensidad como estos comicios intermedios en diez estados. Sin embargo y, a pesar de su gravedad, la acción de la justicia cuando se violan los derechos constitucionales de mexicanos – se trate de polÃticos o no – ha sido nula y las tÃmidas acciones ante el Ministerio Público sólo han servido para que aquellos que se ven descubiertos nieguen también y públicamente el contenido de sus conversaciones reveladas de forma ilÃcita. Sólo algunos poderes legislativo estatales han aplicado cambios en sus códigos penales para tipificar como delito grave las labores de acecho, vigilancia y espionaje contra instituciones de seguridad o castrenses. Este es el caso del dictamen de la Comisión de Justicia y Seguridad Pública del Poder Legislativo de Nuevo León que fue aprobado por los 42 diputados para castigar con 15 años estos delitos.
Pero a nivel federal, hasta ahora no se ha respetado la Ley de Seguridad Nacional que se rige por los principios de legalidad, responsabilidad, respeto a los derechos fundamentales de protección a la persona humana y garantÃas individuales y sociales, confidencialidad, lealtad, transparencia, eficiencia, coordinación y cooperación. Es precisamente en esta legislación en donde se considera todo acto tendiente a consumar espionaje en contra de sus ciudadanos una seria amenaza para la seguridad nacional porque rompe la confianza y mina las estructuras sociales y la fortalece de las instituciones.
Al parecer, los polÃticos que han sucumbido a la tentación de espiar a sus contendientes no están del todo enterados de esta legislación. Ha sido, por lo tanto, la impunidad junto con el descrédito público una de las primeras ganancias del espionaje en México, un práctica añeja que ha capitalizado la experiencia de varias generaciones de profesionales de la vigilancia en las filas del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) quienes al abandonar el sector público hoy están al servicio de polÃticos, narcotraficantes y hasta de empresarios que se niegan a sentirse vulnerables frente a este flagelo.
EspÃas en fuga
Los registros periodÃsticos de la revista ContralÃnea confirman el sello de los ex funcionarios del CISEN que, desde 1989, salieron a las calles buscando, a toda costa, privatizar el espionaje que en el territorio mexicano surge como una exigencia del gobierno de Estados Unidos y que hoy, a causa de la inseguridad, la escasa aplicación de la justicia y la penetración del dinero sucio, se está saliendo de las manos de las autoridades como una gran amenaza para la seguridad nacional.
Sin control, ahora, la escasa cultura de inteligencia en el paÃs está al servicio de la guerra sucia de los polÃticos, de los narcotraficantes y no al servicio de la población. También es cierto que las nuevas tecnologÃas y el dinero sucio hace que cualquiera, sin moral ante el valor de la privacidad, se convierta en un espÃa, lo preocupante es que más allá del acecho tecnológico es cómo se procesa y clasifica dicha información y cómo se filtra a los medios de comunicación.
Jorge Carrillo Olea, que en el gobierno de Miguel de la Madrid estuvo a cargo del organismo cuenta cómo surge la idea de crear al CISEN a principios de la década de los ochenta: “Estados Unidos demandaba altos niveles de atención. En Estados Unidos habÃa que hacer amigos tan amigos —en el justo término de la palabra— como fuera posible, o tan amigos como las conveniencias mutuas lo permitieran, porque es un juego de “dame y te daréâ€. Estados Unidos necesitaba información y el CISEN tenÃa que generarla. Pero Carrillo Olea también reconoce: “HabÃa una gran confusión y la agenda de riesgos que se le presentaba al Presidente no podÃa ser tan explÃcita de dar tiempos o calendarios, o comprometer que se va a cumplir, con excepción de las prioridadesâ€, dice Carrillo Olea en una serie de entrevistas con ex directores del CISEN que coordinó la SecretarÃa de Gobernación para el libro conmemorativo de los 20 años del organismo.
En 1985, Pedro Vázquez Colmenares, entonces director de la División de Investigación y Seguridad Nacional (DISEN), que después se transformarÃa en el CISEN, asegura haberse hecho cargo de “una severa y cuidadosa depuración del personal para erradicar vicios y malas prácticas. Sólo quedaron los más aptos y preparadosâ€, dice Vázquez Colmenares en la serie de entrevistas publicadas por el organismo. Vázquez Colmenares prohibió la portación y uso de la famosa “charola “Ordené que los cientos de “charolas†metálicas recogidas fueran fundidas y dieran cuerpo a una pequeña escultura del Benemérito Benito Juárezâ€. Asà fue cómo las “charolas†se fundieron mientras los primeros ex espÃas del CISEN salieron a las calles. Fue la generación de la guerra sucia, la que persiguió a organizaciones sociales, la que vigiló a intelectuales como Gabriel GarcÃa Márquez por su simpatÃa al gobierno de Castro.
Casi una década después, Jorge Enrique Tello Peón fue designado director General del CISEN en enero de 1994, durante el último año de la administración de Carlos Salinas. Fue ratificado por Ernesto Zedillo en enero de 1995 y permaneció en el cargo hasta mayo de 1999. Es este personaje quien ahora asesora a Calderón.
Fracasan panistas
En 1999, dice Alejandro Alegre, el fugaz director del CISEN con Ernesto Zedillo Ponce de León, a quien el gran encargo que se le hizo al frente del organismo fue conocer la identidad del subcomandante Marcos. “Todos los dÃas (…) nos dedicábamos a tratar de dar con la identidad de Rafael Sebastián Guillén Vicente; y lo logramos. El CISEN le pudo acreditar al Gobierno de la República y a la sociedad, que si alguien podÃa hacer ese trabajo, era la comunidad mexicana de inteligenciaâ€. En esa época también se dio a conocer el espionaje al que estaba siendo sujeto Vicente Fox y su equipo de transición. Nada se hizo entonces con los culpables ni se deslindaron responsabilidades.
Al iniciarse los gobiernos panistas, al responsable del CISEN, Eduardo Medina Mora, los priistas le heredaron dos encomiendas: un marco legal verdaderamente adecuado para el CISEN y la fundación de la Escuela Nacional de Inteligencia. Dos temas que siguen pendientes.
A Medina Mora, quien después se convirtió en un tristemente célebre Procurador General de la República, se le atribuyó el despido de más de 300 agentes del Centro y de “desorganizar†los servicios de inteligencia. También se le acusó de favorecer las aspiraciones presidenciales del entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel. En la etapa de Medina-Mora, además, se desmantelaron los mecanismos de control de los movimientos armados. Incluso a grupos como el Ejército Popular Revolucionario se les dejó de dar seguimiento.
Después vendrÃa Jaime Domingo López Buitrón quien fue colocado en la dirección del Cisen el 13 de octubre de 2005 por el entonces secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza. Permaneció en el cargo hasta el 9 de enero de 2007. Fue uno de los personajes más cercanos al secretario supuestamente vinculado con la organización clandestina de ultraderecha El Yunque. Antes de hacerse cargo de la dirección del Centro, López Buitrón fue subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Segob. En esta misma SecretarÃa, habÃa trabajado previamente en el Registro Nacional de Población e Identificación de Personal y en la de Desarrollo PolÃtico. De acuerdo con analistas en temas de Seguridad Nacional, durante la gestión de López Buitrón al frente del CISEN, se “fugó†información de seguridad nacional. Fue una etapa muy peligrosa, porque se corrió a una cantidad enorme de gente, la cual incluso ya era parte de un nuevo planteamiento doctrinario, y todo se puso en riesgo: gente de la extrema derecha, como es Abascal, se apoderó de la base de información del CISEN.
Finalmente, los especialistas consultados no ven otro mérito en el actual director del CISEN, Guillermo Valdés, que su amistad con el presidente Felipe Calderón. Valdés llegó a la dirección del Centro luego de que, durante el proceso electoral de 2006, la empresa encuestadora que dirigÃa, GEA ISA, dijo que quien iba adelante en la intención del voto era el candidato panista.
A pesar de que Fox fue vÃctima del espionaje no dio importancia a la reestructuración del CISEN, lo debilitó mientras los espÃas de la época priista salieron a las calles a buscar clientes. Calderón parece, por su parte, haber sucumbido a la experiencia de los priistas disfrazados de civiles y expertos listos para ayudarlo con su experiencia.
Fue asà como los panistas perdieron la batalla frente a la experiencia de origen priista y, como lo confirma una investigación realizada por el periodista Zósimo Camacho (CISEN, el retorno de los brujos. Enero de 2009), el panismo fracasó en construir servicios de inteligencia que respondieran al Estado mexicano y no a los grupos polÃticos que se disputan el poder. Los panistas, además, no entendieron para qué sirven los servicios de inteligencia. Los confundieron simplemente con oficinas de encuestas y estudios de opinión. Por eso regresaron personajes como Carillo Olea que se presumen sólo como una referencia para el trabajo del CISEN. En realidad, las evidencias y los hechos sugieren algo más.
oficiodepapel@yahoo.com.mx
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