El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dirigió un discurso el 9 de noviembre, en el consejo de seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) luego de que el 1 de noviembre asumió México –durante un mes– la presidencia del Consejo de Seguridad. Cabe recordar que México será miembro no permanente de ese organismo durante todo el año 2021.
La ONU dice basarse en el principio de igualdad soberana de todos sus miembros. El Consejo de Seguridad tiene 15 miembros: 10 son rotativos y sólo cinco son permanentes. Son las grandes potencias tienen derecho de veto: Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos. Están ahí desde el inicio y sin ser electos. Eso no es representativo de los 193 países que componen la ONU. ¿Puede haber algo más antidemocrático? Los 10 miembros rotativos que se incorporan durante 1 año asumen la presidencia a lo largo de 1 mes. Este mecanismo busca dar un aire de equidad dentro de la ONU, pero es sólo una imagen, porque en la realidad la ONU está dominada por las grandes potencias.
Aún así es muy importante la presencia de México en la ONU y la asistencia del presidente de México al Consejo de Seguridad. Y es correcto aprovecharla al máximo. Cabe mencionar que en 1947, cuando se fundó la ONU, México se abstuvo, junto con otros 14 Estados, cuando se votó la inclusión de la regla de la unanimidad por parte de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, o sea, el derecho de veto. Hace 74 años ya estaba claro para nuestro país lo peligroso que iba a ser ese derecho de veto. De modo que urge, para lograr la paz y el respeto a la soberanía de los pueblos, un cambio profundo en la ONU, para así detener agresiones, democratizarla, renovar la composición del Consejo de Seguridad y de sus facultades que usurpan el poder de decisión de los demás. La humanidad exige la renovación democrática y demanda la paz.
No debe haberles sonado bien a algunos de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad algunas palabras del presidente de México, como cuando señaló: “No vengo a hablar de seguridad como sinónimo de poderío militar ni como argumento para el empleo de la fuerza contra nadie”.
No pudo gustarles porque de las cinco potencias que controlan tres cuartos del mercado de las ventas de armas en el mundo, cuatro (Estados Unidos, Francia, Rusia y China) están en el consejo de seguridad y Gran Bretaña está en sexto lugar luego de Alemania.
Los documentos de la ONU dicen: “Todos los miembros resolverán sus controversias internacionales por medios pacíficos. Se abstendrán del uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de Estado alguno”. Pero casi inmediatamente después de la firma de la Carta de la ONU, el 26 de junio de 1945, los días 6 y 9 de agosto siguentes Estados Unidos lanzó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, matando a 250 mil personas. Luego la misma ONU, el 25 de junio de 1950, inició la guerra de Corea. Hubo más de 2 millones de muertos. Así han usado las potencias capitalistas a la ONU.
En el Preámbulo de la Carta hablan de su fe en los derechos humanos y la igualdad de derechos de naciones grandes y pequeñas. Pero Francia, tras la firma, emprendió guerras contra la población de Vietnam, Túnez y Argelia. Por su parte, Reino Unido se lanzó contra Yemen y propició la guerra civil y el genocidio Palestino.
La Carta de la ONU habla de relaciones amistosas entre las naciones y de libre determinación de los pueblos. Pero esa cuestión sólo queda en la letra porque cuando un pueblo toma decisiones soberanas que afectan sus intereses, ¿qué ha hecho Estados Unidos? Dio golpe de Estado en Guatemala en 1954; apoyó la invasión de Cuba en 1961 y luego las de Vietnam y Camboya; propició la guerra civil en Nicaragua; invadió Granada en 1983 y Panamá en 1989, y mantiene por 6 décadas el bloqueo a Cuba. Otro miembro del Consejo de Seguridad, entonces la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) invadió Checoslovaquia en 1967 y Afganistán en 1979. Desde 1972, Estados Unidos se ha distinguido por utilizar su poder de veto más que cualquier otro miembro. Así es como en el Consejo de Seguridad sistemáticamente se anula las decisiones de la Asamblea General.
La invasión de Afganistán fue ilegal y violatoria de la Carta de la ONU, pero el Consejo de Seguridad legalizó la ocupación. Se produjo la invasión contra Irak, con el argumento falso de que estaban produciendo armas de destrucción masiva. El secretario general de entonces, Kofi Annan, dijo en septiembre de 2004: “Desde nuestro punto de vista y el punto de vista de Carta de la ONU, la guerra fue ilegal”. Pero habló en lo personal, porque la ONU se cruzó de brazos ante la criminal invasión.
Durante 11 días de bombardeos contra Gaza, en los qPresidente Lópezue hubo 260 muertos, el Consejo de Seguridad de la ONU, permaneció callado. Mas tarde, el domingo 23 de mayo de 2021, en un comunicado, aplaudió la iniciativa de Egipto para una tregua, pero Estados Unidos consiguió eliminar un párrafo del documento que condenaba la violencia contra civiles.
Aun así, los cinco países detentadores del veto han sido todos derrotados, y no por potencias mundiales, sino por países del pequeños que asumen su soberanía con mucho patriotismo. Vietnam venció a Estados Unidos; Francia perdió la guerra ante Indochina y también en Argelia; el imperio colonial que sometía Inglaterra se rebeló y conquistó su independencia; Rusia fue derrotada por Afganistán, y China por su propio pueblo, que derrocó al régimen reaccionario de Chiang Kai-chek, que tenía el privilegio del veto hasta 1971, mismo que heredó la República Popular China.
Sobre el ilegal bloqueo contra Cuba, año tras año, más de 187 países lo condenan, pero basta el voto en contra de Estados Unidos e Israel y tres abstenciones para bloquear el acuerdo de la Asamblea General e ignorar un clamor mundial.
En 1949, tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Estados Unidos, Reino Unido y Francia, lejos de ayudar a la paz, formaron con otros países la alianza agresiva de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El 24 de marzo de 1999 comenzó el bombardeo a Yugoslavia. La OTAN por primera vez usó el pretexto humanitario para justificar la guerra contra la población civil y buscar el “cambio de régimen”. También la OTAN invadió Libia en marzo de 2011, derrocó el gobierno de Kadafi y mantiene al país en caos, y ahora tras largas dilaciones y hasta 10 años después van a celebrar las primeras elecciones.
Dado el sistema antidemocrático de la ONU, con un solo miembro permanente de Consejo de Seguridad que se oponga a las propuestas de López Obrador basta para echar por tierra sus planteamientos. Ya Rusia y China se manifestaron en contra; y eso basta, aunque 47 países de 193 aceptan el plan del presidente.
Habló el mandatario mexicano de “no emplear la fuerza contra nadie; el derecho a una vida libre de temores y miserias”. No debió gustarle esta expresión a las potencias que dominan la ONU y constantemente usan métodos de fuerza para luchar por la hegemonía, ocasionando marginación y caos. Como resultado de todo esto, en el mundo actual proliferan los conflictos, se agudizan las tensiones y no hay seguridad ni paz.
Habló López Obrador contra los poderes transnacionales, la opulencia y la frivolidad como formas de vida de las élites; el modelo neoliberal que socializa pérdidas, privatiza ganancias y alienta el saqueo de los recursos naturales y de los bienes de pueblos y naciones. Y eso precisamente es lo que hace la oligarquía mundial, sus corporaciones y los gobiernos que domina y controla, siendo tan sólo sus obedientes administradores. Además, el sistema de político y social que imponen, el sistema de partidos y la contraposición de los tres Poderes, la forma en que se organizan las elecciones, las campañas de dinero, mediáticas y de desinformación está diseñado para que las corporaciones controlen a los partidos y a los gobiernos a través del subsidio, sobornos y cabildeo de candidatos, políticos y congresistas. Al grado de que la “democracia americana” en realidad es “la dictadura de las corporaciones”. Por cierto, Rubén Luengas en Entre Noticias informa que la Fundación Ford y la Open Society de George Soros financian la labor del 30 por ciento de los relatores especiales de la ONU y, por tanto, dirigen sus informes y conclusiones. Treinta y siete de los 121 relatores especiales analizados recibieron financiación privada ajena al Sistema ONU por valor de 10 millones 700 mil dólares de 134 fuentes diferentes sin ningún tipo de control ni transparencia.
A las corporaciones no debe haberles gustado la sentencia el primer mandatario de México: “Es corrupción el que tribunales castiguen a quienes no tienen con qué comprar su inocencia y protejan a potentados y a grandes corporaciones empresariales que roban al erario o no pagan impuestos”.
El sistema financiero internacional, al servicio de la oligarquía y sus oligopolios, están detrás del actual modelo económico, político y social que ha provocado polarización social, calentamiento global, pobreza, migración, hambre y crimen. López Obrador afirma justamente: “Estamos en decadencia porque nunca antes en la historia del mundo se había acumulado tanta riqueza en tan pocas manos mediante y a costa del sufrimiento de otras personas, privatizando lo que es de todos o lo que no debe tener dueño; adulterando las leyes para legalizar lo inmoral”. La concentración del capital en pocas manos, la polarización entre cada vez más riqueza en manos de menos y creciente pobreza y miseria entre la aplastante mayoría de la población es una característica del funcionamiento del capitalismo, y de la época actual en la que dominan los oligopolios. Y son precisamente esas corporaciones y sus gobiernos las que dominan la ONU.
Es hora de que los intereses del pueblo y de las naciones debe colocarse por encima de los intereses de las corporaciones. Los pueblos, a través de una renovación democrática deben colocar a los Estados al servicio de sus intereses y la fuerza para que imponga la voluntad general a los intereses mezquinos de unos cuantos, que implantan políticas criminales que especulan con las necesidades de la gente.
López Obrador denunció que las farmacéuticas privadas han vendido el 94 por ciento de las vacunas y el Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (Covax, por su acrónimo en inglés), creado por la ONU, para países pobres, apenas ha distribuido el 6 por ciento, lo que significa un doloroso y rotundo fracaso. Pero para las corporaciones amparadas por sus gobiernos, es el gran negocio. Bien que el presidente haya criticado el “afán de lucro, el desempleo, la marginación y la miseria”. Y que proponga la incorporación de los jóvenes al trabajo y el estudio para evitar que caigan en garras de las bandas delictivas, señalando la cuestión del “ejército de reserva”. Nosotros sabemos que para abaratar la mano de obra y para pagar bajos salarios el capitalismo tiene que generar un ejercito de reserva. De ahí surgen tantas personas que para sobrevivir se afilian al crimen organizado, que por cierto también es otro de los grandes negocios que encabezan la oligarquía financiera y los narcogobiernos. El Estado soberano en cada país tiene la responsabilidad de garantizar el derecho al empleo y colocar el funcionamiento económico al servicio del pleno empleo con plenos derechos laborales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha informado que el principal problema de los mercados de trabajo en el mundo es el empleo de mala calidad. Millones de personas se ven obligadas a aceptar condiciones de trabajo deficientes. De una población mundial de 7 mil 800 millones, desde 2018, el empleo no ha crecido. La población en edad de trabajar es de más de 5 mil millones y solamente emplea 3 mil 300 millones. Y la mayoría de éstas personas empleadas en el mundo no gozaba de seguridad económica, ni de bienestar. Un total de 700 millones de personas vivían en situación de pobreza extrema o moderada pese a tener empleo.
Otro problema es el predominio del empleo informal que sufren 2 mil millones de trabajadores –el 61 por ciento de la población activa mundial–. Y el que uno o dos de cada cinco jóvenes ni estudia, ni tiene educación y capacitación formal, lo que los mantendrá lejos de oportunidades de empleo. Esta situación se agravó con la pandemia de Covid-19 y la crisis económica en curso, durante la cual se perdieron cientos de millones de trabajos y se deterioraron las condiciones de trabajo.
La negación de amplias masas a un empleo formal, asimismo produce el fenómeno migratorio. Y el jefe del Ejecutivo mexicano menciona al respecto que “las acciones fundamentales no son las coercitivas”, como una clara crítica a Washington y su cruel represión a los migrantes que implementan tanto los gobiernos demócratas como los republicanos. A las personas migrantes les quitan sus derechos y los someten a la moderna esclavitud. Los bajos salarios que perciben abaratan en lo general a toda la mano de obra del país y golpea y divide a la clase obrera, atizando odios entre los trabajadores que tienen documentos y los que no. Esto lo usó constantemente Trump para ganar popularidad entre obreros. Por cierto, desafortunadamente el aspecto del derecho laboral estuvo ausente en el discurso del presidente.
Menciona López Obrador que las acciones fundamentales son las que incorporan a todas las personas al estudio, al trabajo, a la salud y el bienestar en los lugares en los que nacieron o residen, de modo que no se vean obligadas a abandonar sus pueblos por hambre o violencia. Es claro que para que esto se logre se tiene que cambiar a fondo el modelo de desarrollo neocolonial para, en cambio, fomentar la soberanía nacional, local y regional, la soberanía económica, fortalecer el mercado interno y el modo de vida. Y que se rompa con el actual modelo global, extractivista y rapaz, dependiente del extranjero que promueven las corporaciones y apoyar el pleno empleo, que los trabajadores perciban salarios altos, e impulsar empresas públicas al servicio del desarrollo nacional y a cooperativas, tanto como al micro, pequeño y mediano productor en cada municipio y región de la República.
López Obrador se lanza a fondo exigiendo que la ONU “despierte de su letargo y se reforme y lucha contra la corrupción, la desigualdad y el malestar social […]. Que es tiempo de atender las causas y no solo las consecuencias”. Hacer efectiva esa urgente reforma debe conducir necesariamente a la democratización de la ONU y a que deje de estar secuestrada por las potencias. México, desde la presidencia del Consejo de Seguridad, puesto que ocupa sólo durante noviembre de 2021, puede proponer e impulsar la renovación democrática de ese organismo.
Propone también el presidente mexicano un Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar. Y garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares diarios. Y obtener 1 billón de dólares como fondo para hacer llegar ayudas a los más pobres. Es claro que si bien toda ayuda a quien más lo necesita es benéfica. Por otra parte, es vital principalmente el tener fondos para desarrollar al país de forma que se garanticen todos los derechos y que la riqueza pertenezca a quien la genera.
El presidente aboga por hacer llegar, sin intermediación alguna, directamente los recursos al beneficiario. El billón de dólares se obtendría de “una contribución anual del 4 por ciento de sus fortunas a las 1 mil personas más ricas del planeta. Una aportación similar por parte de las 1 mil corporaciones privadas más importantes por su valor en el mercado mundial y una cooperación del 0.2 por ciento del producto interno bruto (PIB) de cada uno de los países integrantes del Grupo de los Veinte (G20). Esta ayuda apoyaría, pero no soluciona. La única solución la da una transformación a fondo que le dé poder al pueblo y al país frente a los tiburones globales. Y un desarrollo incluyente de todos los seres humanos. Ya que según la ONU, 4 mil millones de personas no se benefician de ninguna forma de protección social. Un desarrollo soberano de cada país es imperativo. No basta con una ayuda para los extremadamente necesitados, hace falta un cambio de modelo y crear cientos de millones de empleos, invertir en educación, sanidad, cuidado de personas mayores. En lograr ser autosustentables desde lo local, regional y nacional. Financiarse con una reforma fiscal en la que pague más quien gana más y suspendiendo y renegociando el pago de la deuda pública, para tener recursos propios. Porque los megarricos y sus corporaciones no darán nada voluntariamente y el G20 tampoco. Ya vimos que no quiso en su ultima reunión en Roma ni siquiera dar 23 mil millones de dólares que solicito la Organización Mundial de la Salud para apoyar acciones de salud en la pandemia.
Por otra parte, hay que estar alertas ante la agenda imperialista que impulsa la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para impedir que los países soberanos formulen sus propios regímenes fiscales con aquellas empresas globales que deseen operar en sus economías. Cada país debe hacer sus recaudaciones y en México se debe cobrar un impuesto extraordinario a los ricos y a las corporaciones, sin esperar a que la ONU lo haga con mecanismos supranacionales.
Insistió el presidente que “la corrupción en todas sus expresiones es el principal obstáculo para el respeto de derechos […] “La corrupción en todas sus dimensiones: la política, la moral, la económica, la legal, la fiscal y la financiera”. Agregó: “Sería insensato omitir que la corrupción es la causa principal de la desigualdad, de la pobreza, de la frustración, de la violencia, de la migración y de graves conflictos sociales”.
Desde luego que adicionalmente hemos de considerar que, en el fondo, la explotación, el saqueo, el imperialismo, el sistema antidemocrático de toma de decisiones es la raíz de ese fruto podrido que es la corrupción. Y que el actual sistema basa su funcionamiento en la explotación y el saqueo, apoyándose en el sistema financiero internacional. Y esa es la peor corrupción que sufrimos. Esto no sólo hay que decirlo, sino tomar acciónes inmediatas, anteponiendo el interés general del pueblo, al de las corporaciones y las potencias imperialistas.
Propone López Obrador establecer el Estado Mundial de Fraternidad y Bienestar y sugiere que el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) podrían colaborar en la creación de la estructura requerida y, desde el año próximo, hacer un censo de los más pobres del mundo. Y una vez definida la población objetivo, en cada país, comenzar a dispersar los recursos.
En este punto, que es muy delicado, diferimos, pues no nos olvidemos que fueron ambos organismos internacionales quienes impulsaron el neoliberalismo y golpearon salvajemente a las economías de los países, los endeudaron, obligaron a las privatizaciones y recortes en salud y educación que hoy sufrimos. Además obligaron a aumentar impuestos al consumo y no a las grandes corporaciones, así como a destruir los sindicatos y toda forma de organización colectiva. Los organismos financieros internacionales, claros enemigos de los pueblos, nunca jamás harán nada para ayudarlos. El FMI y el BM son un instrumento clave para el poder económico financiero transnacional, del poder económico financiero que lidera Estados Unidos en el sistema político global. De modo que este punto no es acertado.
Terminó el presidente hablando de que el Consejo de Seguridad de la ONU es lo más parecido a un gobierno mundial y puede llegar a ser el organismo más eficaz para el combate a la corrupción y el más noble benefactor de los pobres y olvidados de la tierra. Ya antes había hablado sobre la necesidad de un gobierno mundial con Jeremy Corbyn, dirigente del Partido Laborista de Reino Unido el 31 de diciembre de 2016 en la Ciudad de Villahermosa, Tabasco, en la que escribió: “Hablamos ampliamente sobre el hermoso sueño de hacer realidad un gobierno mundial basado en la justicia y la fraternidad”. A este respecto es claro que ningún organismo supranacional debe imponer sus decisiones a los pueblos, ellos mismos en el marco de su país ejerciendo su soberanía encontrarán la salida y abonarán la fraternidad y bienestar mundial, así como a enfrentar la crisis climática que provoca el actual sistema global de mercado.
La salida es que los pueblos soberanos practiquen, la solidaridad, la ayuda mutua y la cooperación. Que se organicen en lucha por sus derechos. Cada pueblo debe ejercer su soberanía, cada nación tiene que desarrollarse, los recursos y el trabajo debe ser para cada país y no objeto de saqueo. No basta con limarle los colmillos al león, hay que salir de la selva del capitalismo salvaje.
Un paso sería que México desde la presidencia del consejo de seguridad de la ONU proponga la renovación democrática del organismo y decisiones equitativas para cada país soberano. Así se impulsará un proceso hacia la paz.
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