Análisis

La administración Trump e Irán

Publicado por
Red Voltaire

Al igual que el presidente Reagan, el presidente Donald Trump parece anti-iraní, pero es posible que sólo sea una cuestión de apariencia: Reagan llegó a establecer una alianza secreta con el imam Khomeiny; Trump podría actuar de la misma manera con los partidarios del expresidente iraní Ahmadineyad

Damasco, Siria. El secretario de Estado Mike Pompeo anunció, el 16 de agosto de 2018, la creación de un Grupo de Acción para Irán (Iran Action Group), encargado de coordinar la política de Estados Unidos después de la salida estadounidense del acuerdo conocido como 5+1 (JCPOA) sobre la cuestión nuclear iraní [1].

Este anuncio tiene lugar en momentos en que el presidente Donald Trump ha decidido posponer sine die la aplicación de su plan para el Medio Oriente (The Deal of the Century). Y nada puede cambiar en Palestina sin apoyo de Irán.

Hay que recordar que el JCPOA de Barack Obama no está concebido únicamente para garantizar que Irán no fabrique la bomba atómica. Eso es sólo el pretexto. El verdadero objetivo del JCPOA es impedir que Irán disponga de científicos de alto nivel y que pueda llegar a concebir técnicas de vanguardia [2]. En efecto, el JCPOA obligó a Irán a cerrar varias facultades universitarias.

Según la oposición demócrata estadounidense, la administración Trump estaría volviendo a la política de cambio de régimen de los neoconservadores. Prueba de ello sería la fecha escogida para hacer el anuncio del 65º aniversario del golpe de Estado anglo-estadounidense contra el primer ministro iraní Mohammad Mosaddegh. Sin embargo, lo cierto es que aunque el derrocamiento de Mossadegh realmente sirvió de inspiración a los neoconservadores, ese hecho –identificado como “Operación Ajax”– no tuvo nada que ver con ellos. Además, los neoconservadores han estado tanto al servicio del Partido Republicano como de los demócratas.

Durante su campaña electoral y sus primeros días en la Casa Blanca, Trump criticó constantemente el pensamiento globalista de los neoconservadores y declaró repetidamente que su administración no trataría de cambiar regímenes por la fuerza en otros países. El secretario de Estado de EU, Mike Pompeo, asegura por su parte que la coincidencia de fechas es puramente fortuita.

Se ha dado en llamar «neoconservadores» a un grupo de intelectuales trotskistas –o sea, contrarios al concepto de Estado-nación–, militantes del Social Democrats USA que se acercaron a la CIA y al MI6 para luchar contra la Unión Soviética. Ronald Reagan los asoció al poder estadounidense y a partir de entonces estuvieron presentes en todas las administraciones estadounidenses, tanto republicanas como demócratas, manteniéndose en el poder junto a George Bush padre, Bill Clinton, George Bush hijo y Barack Obama. Actualmente conservan el control de los llamados Cinco Ojos –la alianza de agencias de inteligencia de Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos–, la National Endowment for Democracy (o sea la tristemente célebre NED) [3]. Estos partidarios de la «revolución mundial» popularizaron la idea de «democratizar» países mediante «revoluciones de colores» o recurriendo directamente a la guerra.

En 2006, los neoconservadores crearon en la administración de Bush hijo «Grupo para la Política y las Operaciones en Irán y Siria» (Irán Syria Policy and Operations Group), encabezado por Elizabeth Cheney –la hija del entonces vicepresidente Dick Cheney. Ese grupo, que trabajó inicialmente en la sede de la Secretaría de Defensa y se trasladó después a las oficinas del vicepresidente Cheney, se componía de 5 secciones que se encargaban respectivamente de garantizar:

– el traslado de armas a Irán y Siria desde Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos y Omán;

– el apoyo a los trotskistas y aliados en Irán (los Muyahidines del Pueblo) y en Siria (Riad al-Turk, Georges Sabra y Michel Kilo);

– la vigilancia sobre las redes bancarias iraníes y sirias;

– la infiltración de agentes en grupos proiraníes y prosirios en el «Medio Oriente ampliado», también llamado «Gran Medio Oriente»;

– la penetración y control de los medios de difusión de la región para utilizarlos en la difusión de la propaganda estadounidense.

Ese Grupo fue disuelto oficialmente en 2007. En realidad, sólo pasó a ser parte de una estructura aún más secreta encargada de la estrategia para la «democracia global» (Global Democracy Strategy). Esa estructura, bajo la autoridad del neoconservador Elliott Abrams (el mismo personaje del escándalo Irán-Contras) y de James Jeffrey, extendió ese tipo de trabajo a otras regiones del mundo.

Fue ese Grupo el que supervisó la planificación de la guerra contra Siria.

La prensa estadounidense, violentamente anti-Trump, presentó a Elliott Abrams como posible primer secretario de Estado de la administración Trump cuando el nuevo presidente lo recibió en la Casa Blanca. El encuentro fue largo pero no pasó de ahí.

Lo que hace más creíble la acusación de que la administración Trump quiere resucitar la estrategia anteriormente descrita es el hecho que el embajador James Jeffrey acaba de ser nombrado representante especial para Siria.

James Jeffrey es un «diplomático» de carrera. Se encargó de la aplicación de los acuerdos de Dayton en Bosnia-Herzegovina. Estaba en Kuwait en el momento de la invasión iraquí. En 2004 supervisó –bajo las órdenes de John Negroponte– la transición entre la Autoridad Provisional de la coalición en Irak (que en realidad era una empresa privada [4]) y el gobierno iraquí instaurado después del derrocamiento de Saddam Hussein. Luego entró en el equipo de Condoleezza Rice en Washington y participó en el ya mencionado Grupo para la Política y Operaciones en Irán y Siria. Fue uno de los teóricos del redespliegue militar estadounidense en Irak (The Surge), de cuya aplicación se encargó el general Petraeus. James Jeffrey trabajó también como adjunto del consejero de seguridad nacional en la administración de Bush hijo, Stephen Hadley, durante la guerra en Georgia y fue embajador en Turquía, también durante la administración de Bush Jr., y en Irak, bajo la administración Obama.

Si se analiza con un poco de atención, puede verse que, desde la disolución de la URSS, toda la carrera de James Jeffrey se ha desarrollado alrededor de Irán, pero no necesariamente contra el gobierno iraní. Por ejemplo, Irán participó en la guerra de Bosnia-Herzegovina, junto a Arabia Saudita y bajo las órdenes de Estados Unidos. Sin embargo, en Irak, Jeffrey se opuso a la influencia de Teherán. Pero cuando Georgia atacó Osetia del Sur y Abjasia, Jeffrey no defendió al presidente georgiano Saakachvili, quien había alquilado a Israel dos aeropuertos para que Tel Aviv pudiera atacar Irán desde Georgia.

Mike Pompeo nombró a Brian Hook a la cabeza del Grupo de Acción para Irán. Brian Hook es un intervencionista que fue asistente de Condoleezza Rice, a cargo de las organizaciones internacionales. Hasta ahora se ocupaba de elaborar las estrategias del Departamento de Estado.

Según Pompeo, el objetivo del nuevo Grupo de Acción para Irán no es cambiar el régimen sino obligar a Irán a cambiar de política. Esa estrategia aparece en momentos en que la República Islámica atraviesa una importante crisis económica y política. Mientras la clase clerical –doblemente representada por el presidente-jeque Hassan Rohani y el ayatola Alí Khamenei como Guía de la Revolución– se aferra al poder, las manifestaciones populares contra esa clase sacuden el país. Al contrario de la imagen existente en Occidente, la revolución del imam Khomeiny no era clerical sino antiimperialista. Las protestas pueden por tanto llevar tanto a un cambio de régimen como a la continuación de la Revolución khomeinista… pero sin la clase clerical. Esa es la segunda opción, representada por el expresidente Mahmud Ahmadineyad –actualmente bajo detención domiciliaria– y su exvicepresidente Baghaie –condenado a 15 años de cárcel y mantenido bajo régimen de incomunicación.

El 21 de mayo pasado, Mike Pompeo presentaba ante la Heritage Foundation [5] sus 12 objetivos para Irán [6]. A primera vista, era una larga lista de exigencias imposibles de aceptar. Sin embargo, vistos más detenidamente, los puntos del 1 al 3, sobre el tema nuclear, van menos lejos que el JCPOA. El punto 4, sobre los misiles balísticos, es inaceptable, y los puntos del 5 al 12 apuntan a convencer a Irán de que renuncie a exportar su revolución por el camino de las armas.

El 15 de agosto, o sea la víspera del anuncio de Pompeo, el guía de la revolución ayatola Alí Khamenei reconoció haberse equivocado cuando autorizó el equipo del jeque Rohani a negociar el JCPOA con la administración Obama [7]. Es importante precisar que, cuando el guía autorizó esas negociaciones, Rohani ni siquiera había sido electo presidente y que su elección –así como la exclusión de los partidarios de Ahmadineyad, cuyo candidato fue excluido del proceso electoral– fue parte de la negociación con los estadunidenses.

El expresidente iraní Mahmud Ahmadineyad, quien ve una diferencia entre las políticas de la administración Obama y la del presidente Trump, escribió a este último cuando resultó electo [8]. En su carta, Ahmadineyad mostraba que compartía el análisis de Donald Trump sobre el sistema de globalización del dúo Obama-Clinton y su certeza de que tendría graves consecuencias tanto para el mundo como para el pueblo estadounidense.

Cuando comenzaron las manifestaciones en Irán, en diciembre de 2017, el gobierno de Rohani acusó a Ahmadineyad de ser el responsable de las protestas. En marzo de 2018, Ahmadineyad consumó su ruptura con el guía al revelar que la oficina del ayatola Khamenei había desviado 80 mil millones de rials de instituciones caritativas y religiosas [9]. Dos semanas antes del anuncio de Pompeo, Ahmadineyad, a pesar de hallarse bajo detención domiciliaria, llamó al presidente Rohani a dimitir [10].

Todo hace pensar que, si la administración Obama apoyaba a Rohani, la administración Trump respalda a los partidarios de Ahmadineyad. Algo parecido ya sucedió antes cuando el presidente James Carter y su consejero de seguridad nacional Brzezi?ski emprendían la «Operación Eagle Claw» contra la revolución iraní, mientras que Ronald Reagan se asociaba al imam Khomeiny en la llamada «Sorpresa de Octubre» (October surprise).

En otras palabras, la Casa Blanca pudiera conformarse con un regreso al poder de los partidarios de Ahmadineyad, a condición de que se comprometan a que la exportación de la revolución continúe solamente a través del debate de ideas.

 [1] “Remarks on the Creation of the Iran Action Group”, por Michael R. Pompeo; “Briefing on the Creation of the Iran Action Group”, por Brian Hooks, State Department, 16 de agosto de 2018.

 [2] ¿Quién le teme al programa nuclear civil de Irán?, por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 9 de julio de 2010.

 [3] Las redes de la injerencia “democrática”, La NED, vitrina legal de la CIA, por Thierry Meyssan, ?dnako (Rusia) , Red Voltaire, 21 de noviembre de 2004 y 11 de octubre de 2010.

 [4] ¿Quién gobierna en Irak?, por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 31 de mayo de 2004.

 [5] La Fundación Heritage: pensamiento “listo para servir”, Red Voltaire, 27 de febrero de 2005.

 [6] “Mike Pompeo at The Heritage Foundation”, por Mike Pompeo, Voltaire Network, 21 de mayo de 2018.

 [7] El Guía de la Revolución iraní rectifica su punto de vista, Red Voltaire, 17 de agosto de 2018.

 [8] “Letter by Mahmoud Ahmadinejad to Donald Trump”, por Mahmoud Ahmadinejad, Voltaire Network, 26 de febrero de 2017.

 [9] Ahmadineyad acusa al ayatola Khamenei de desvío de fondos, Red Voltaire, 22 de marzo de 2018.

 [10] En Irán: el ex presidente Ahmadineyad exhorta el presidente Rohani a dimitir, Red Voltaire, 10 de agosto de 2018.

Thierry Meyssan/Red Voltaire

[ANÁLISIS][INTERNACIONAL]

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