Damasco, Siria. Aquí debería producirse próximamente un fin de las hostilidades en todo el territorio nacional, exceptuando sólo las zonas ocupadas por fuerzas militares de Turquía y de Estados Unidos. La prensa internacional ahora sólo habla del regreso de los refugiados, de la reconstrucción de las zonas devastadas y de cómo impedir el regreso de los yihadistas europeos.
Pero esos son problemas secundarios en relación con la importancia de otras dos problemáticas que no se mencionan en los medios de difusión.
Desde el año 2001, el Pentágono adoptó la doctrina del almirante Arthur Cebrowski, director del Buró de Transformación de la Fuerza, nombrado por el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
Según esa doctrina, el objetivo ya no es acaparar recursos naturales para Estados Unidos sino controlar el acceso de los demás países a esos recursos. Y para lograrlo es conveniente mantener ahora un caos que sólo las fuerzas armadas de Estados Unidos pueden enfrentar. Se trata, según la fórmula utilizada por el expresidente George W Bush, de una “guerra sin fin” en la que Estados Unidos no debe perder, pero que tampoco le interesa ganar [1].
Es por eso que la guerra iniciada contra Libia se mantiene desde hace 7 años; la iniciada contra Irak también se mantiene desde hace 15 años y la guerra contra Afganistán, que comnezó hace 17 años, tampoco parece tener para cuándo acabar. A pesar de los discursos, esos países no han recobrado la paz desde que fueron agredidos por Estados Unidos.
Y lo mismo sucederá con Siria mientras Estados Unidos no abandone oficialmente la doctrina Cebrowski. El presidente estadunidense Donald Trump había anunciado su intención de poner fin a lo que llamamos “el imperialismo estadunidense”, y de volver a una forma diferente de hegemonía. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos en ese sentido, no parece lograrlo.
No está claro aún si el reciente anuncio del secretario de Defensa, James Mattis, y del secretario de Estado, Mike Pompeo, sobre la decisión estadunidense de restaurar la paz en Yemen –en un plazo de 30 días– debe interpretarse como el fin de una iniciativa de Arabia Saudita o como el fin de la doctrina Cebrowski [2].?
Lo sucedido en Siria ha sido presentado como una guerra civil. Pero se trata, incuestionablemente, de un conflicto ideológico. Las dos principales consignas que se oían en las manifestaciones de 2011 eran:? “¡Alá, Siria, libertad!” (la palabra “libertad” no se refería en este caso a la libertad política, como se afirmó en Occidente, sino a “libertad” de poder aplicar la sharia [3]) y “¡los cristianos a Beirut, los alauitas a la tumba!”
El conflicto es de hecho mucho más profundo de lo que parece. Aquellas consignas iniciales no se oponían a la República Árabe Siria ni a su presidente, Bashar al Assad, sino a la esencia misma de la civilización siria. Se trataba de echar abajo una sociedad multiconfesional sin equivalente en el mundo, para imponer el modo de vida que la Hermandad Musulmana exalta.
Siria es una nación en la que cada cual es libre de practicar su propia religión y sin interferir con la práctica religiosa de los demás. Por ejemplo, la Gran Mezquita de los Omeyas –en la capital Damasco– es un santuario construido alrededor de la cabeza cercenada de San Juan Bautista ?(o Juan el Bautista). Desde hace siglos, musulmanes, cristianos y judíos rezan juntos en ese lugar ? [4].
La Hermandad Musulmana no es un grupo religioso sino una cofradía política. Está organizada según el modelo de las logias masónicas europeas, a las que pertenecieron varios fundadores de la Hermandad Musulmana. Sus miembros militan simultáneamente en partidos políticos y en grupos yihadistas. Absolutamente todos los jefes yihadistas –desde Osama bin Laden (el jefe de al-Qaeda) hasta Abu Bakr al-Baghdadi (el califa autoproclamado del Emirato Islámico o Daesh), son o fueron miembros de la Hermandad Musulmana.
La ideología de la Hermandad Musulmana divide las acciones de las personas en dos categorías: las que –según esa cofradía– están autorizadas por Dios y las que están prohibidas por el mismo Dios [5]. El resultado de esa manera de ver las cosas es una ideología que divide el mundo en servidores y enemigos de Dios, y que empuja a los primeros a liquidar físicamente a los otros.
Ésa es la ideología que profesan tanto los predicadores sauditas –aunque ahora condenan la Hermandad Musulmana y han optado por apoyar a la familia real– como los gobiernos de Turquía y Catar. Ésa es, además, la ideología cuyos resultados hemos podido ver durante la guerra en Siria y también en los atentados que los yihadistas han venido perpetrando en todo el mundo, incluso en suelo de las potencias occidentales.
Suponiendo que Estados Unidos esté verdaderamente dispuesto a permitir el restablecimiento de la paz en Siria, esa paz sólo será realmente posible si la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas –o en su defecto el Consejo de Seguridad– condena explícitamente la ideología de la Hermandad Musulmana. Eso tendría como consecuencia que la paz en Siria simplificaría grandemente la situación en Libia, Irak y Afganistán y ayudaría al debilitamiento del terrorismo internacional.
Es por lo tanto peligroso hablar de “amnistía general”, cuando lo necesario es exponer y juzgar los crímenes imputables a la ideología de la Hermandad Musulmana. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los ideólogos y apologetas del nazismo fueron juzgados y hoy habría que juzgar a quienes promovieron y divulgaron la ideología de la Hermandad Musulmana. Pero habría que juzgarlos no como se hizo en Núremberg, sino en el más estricto respeto del estado de derecho y sin recurrir –como en Núremberg– a la aplicación de textos retroactivos. Es importante entender que no se trata de juzgar a individuos, sino de entender una ideología y eliminarla por nociva.
En 1945, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas –cuya heredera es la actual Rusia– se reconstruyó alrededor de una hazaña común de los pueblos que la componían: la lucha contra la ideología racial del nazismo; es decir, la lucha por el principio de que todos los hombres son iguales y de que todos los pueblos son dignos de respeto. Idénticamente, Siria sólo podrá reconstruirse alrededor de la lucha contra la ideología de la Hermandad Musulmana, basada en el principio de que todos los hombres son iguales y de que todas las religiones merecen respeto.
La Hermandad Musulmana tuvo en el pasado el respaldo del Reino Unido, apoyo que aún recibe hoy en día [6]. Ese respaldo británico hará imposible juzgar a sus líderes, pero lo más importante es exponer públicamente la verdadera naturaleza de sus ideas y dar a conocer los crímenes que esas ideas han provocado y siguen provocando directamente.
Al final de cualquier guerra siempre hay vencedores y vencidos. Esta guerra, en particular, ha destruido gran cantidad de vidas, no sólo en Siria sino también en Francia y Bélgica, así como en China y Rusia, y en muchos países. La paz en Siria debe planearse no sólo en función de las realidades locales, sino también de los crímenes que los yihadistas perpetraron en otras naciones.
No podemos perder de vista que los 124 países que se autoproclamaron “Amigos de Siria”, aunque han perdido esta guerra en el plano militar, actuaron a través de mercenarios y sin sufrir pérdidas militares en sus propios territorios. Por consiguiente, no están dispuestos a aceptar su derrota y sólo buscan esconder sus propias responsabilidades en los crímenes cometidos.
Sólo habrá paz en Siria si se condena la ideología de la Hermandad Musulmana, pero sin esa condena esta guerra continuará en otros países.
[1] The Pentagon’s new map, Thomas P M Barnett, Putnam Publishing Group, 2004. “El proyecto militar de Estados Unidos para el mundo”, Thierry Meyssan, Haïti Liberté/Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
[2] “Washington quiere finalizar la guerra en Yemen”, Red Voltaire, 31 de octubre de 2018.
[3] La sharia es la ley islámica basada en la interpretación del Corán. La Hermandad Musulmana y los grupos yihadistas que se derivan de esa cofradía pretenden imponer a la sociedad una versión de la ?sharia que no admite interpretaciones, sino la aplicación más literal y extremista del Corán (nota de la Red Voltaire).
[4] Desde 1967, la mayoría de los judíos sirios abandonaron Siria para irse a Israel, pero numerosos judíos de otros países sigue viniendo a rezar en la Gran Mezquita de los Omeyas de la capital siria.
[5] Ver Ma’alim fi tarîq, de Sayyid Qutb, publicado en 1964. La versión francesa se titula Jalons sur la route de l’islam.
[6] Ver “Las ‘primaveras árabes’ como las vivió la Hermandad Musulmana”, segunda parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las “primaveras árabes”, Thierry Meyssan, Orfila, 2017. Es el único estudio disponible actualmente sobre la historia internacional de la Hermandad Musulmana.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
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