Pero la Gestapo es una política deliberada para suprimir, por medio del terror y el miedo, toda oposición real o potencial, incluso toda crítica al régimen
Peter Padfield,Himmler, el líder de las SS y la Gestapo
Tras el último asalto y robo, entre el lunes 23 y el martes 24 de junio pasado, los delincuentes del poder público o del poder privado que lo perpetraron se llevaron archivos, computadoras y discos compactos que contienen información del periodismo de investigación. Actos vandálicos similares ocurrieron durante el foxismo, aumentaron con el calderonismo y se repiten ahora que el peñismo está por cumplir 2 años. Durante los 13 años de existencia, la publicación ha padecido el abuso del poder y negligencia, que trata de impedir que siga ejerciendo las libertades de prensa y cierre sus puertas. Pero, a pesar de todo, sus reporteros rehicieron toda la información que estaba en las computadoras robadas y, contra viento y marea, circuló la edición 392 que esa delincuencia creyó haber eliminado.
En ese número Érika Ramírez ofreció a los lectores una detallada crónica de los asaltos, robos y demandas penales y civiles con las que la mano invisible del poder público y la mano visible del poder privado han tratado de asfixiar y cuestionar la veracidad de la información. Ahí están las fechas y videos donde se logró captar a los delincuentes… ¿Del Centro de Investigación y Seguridad Nacional? ¿De Oceanografía? ¿Del mancerismo? ¿De parte de quién, señor Osorio Chong?
Esta fue una maniobra durante largo tiempo diseñada, espiando a todo el personal de Contralínea para ejecutar el desmantelamiento de sus instalaciones. Y es que existe una Gestapo privada y una Gestapo pública: ladrones y matones queriendo imponer la censura previa y aprovechando la violencia que priva en todo el país para llevar a cabo actos criminales, llegando incluso a privar de la vida a la reportera de Contralínea: Marcela Yarce Viveros, en agosto-septiembre de 2010, disfrazando como robo el homicidio sucedido en el contexto de las agresiones a la revista.
Este nuevo ataque de terrorismo y rapiña es, además, el mensaje de la Gestapo nativa para atemorizar a los periodistas de Contralínea. Y una advertencia de los delincuentes del poder económico, los poderes fácticos y el poder político, que buscan impedir el trabajo modesto, pero sustentado en la tarea de informar, contrastando la veracidad de los hechos, llevada a cabo por reporteros fundamentalmente formados en su constante superación académica, en el deber del trabajo que escogieron y dispuestos a mantenerse de pie para desempeñar sus funciones.
Aferrados, además, a los derechos y obligaciones que tienen como ciudadanos mexicanos para cumplir, hasta sus últimas consecuencias constitucionales, un periodismo de investigación sobre los hechos de corrupción y abusos de funcionarios y actores de la vida pública; cuyos actos, conductas y omisiones deban ser objeto de la información, el análisis y la crítica. Sin perder de vista que deben ser vigilantes de su integridad, ante el total desamparo que sufren. Pues quienes deberían garantizar su seguridad, tanto en la Secretaría de Gobernación como en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, trivializan sus deberes cuando ellos no son los directamente afectados.
Lo que por enésima vez le ocurre a Contralínea (asaltos, robos, homicidios, encarcelamientos y amenazas) no detendrá a sus mujeres y hombres reporteros, columnistas, administradores, vigilantes y demás obreros integrados al periodismo que hacen posible este semanario. Y no impedirán que siga viviendo, a pesar del castigo publicitario oficial decretado por el peñismo, los desgobernadores cuestionados en estas páginas y el férreo círculo de las direcciones de Comunicación Social que obedecen órdenes desde Los Pinos. Esto es lo que nos hace sospechar que el ataque y saqueo a Contralínea venga del poder político que, con los empresarios y servidores públicos, una vez más buscaron impedir su publicación. Son atentados y criminalización al estilo de la Gestapo que sintetiza al nazifascismo. A éste, sus víctimas y adversarios democráticos le espetaron: “¡No pasarán!” Y no pasaron. Contralínea exclama: “¡No nos detendrán!” Y si la democracia es discusión, seguiremos discutiendo la vida pública para informar verazmente a la opinión individual y colectiva de la nación.
*Periodista
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Álvaro Cepeda Neri*
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