Al 31 de octubre pasado, 721 municipios del país experimentaron algún grado de sequía con afectaciones a la agricultura, ganadería y consumo humano. De éstos, dos registraron los niveles más altos –catálogados como sequía extrema– en el Monitor de Sequía de México elaborado por el Servicio Meteorológico Nacional: Guanaceví y Tepehuanes, en Durango.
A éstos les siguieron otros 17, con grado de sequía severa: Ensenada y Mexicali, Baja California; Francisco I Madero, Guerrero, Hidalgo y Sierra Mojada, en Coahuila; Ascensión, Guadalupe y Calvo, Janos y Jiménez, en Chihuahua; Mapimí y Tlahualilo, Durango; Agua Prieta y Bavispe, Sonora; Guerrero, Mier y Miguel Alemán, Tamaulipas. En la categoría de sequía moderada se encontraron otros 76 municipios; mientras que el resto –626– se encuentra catalogado como anormalmente seco. El Monitoreo determina 1 mil 742 municipios no presentan afectación.
De acuerdo con el mapeo del Servicio Meteorológico Nacional, los estados del norte (Coahuila, Baja California, Baja Sonora, Chihuahua, Durango, Nuevo León), la zona Golfo (Tamaulipas, Veracruz) y la península (Yucatán, Quintana Roo, Campeche) son los más afectados por las sequías. Además, figuran California Sur, Chiapas, Oaxaca y Guerrero.
Asimismo, apunta que “las regiones con precipitaciones por debajo del promedio se concentraron a lo largo de la Sierra Madre Occidental así como al noreste de Coahuila, Nuevo León, costa este de Tamaulipas, norte de Veracruz, este de San Luis Potosí y Yucatán. Los déficits de precipitación fueron consecuencia de la falta de desarrollo ciclónico en la cuenca del Atlántico en la última quincena del mes”.
Alerta que el incremento de áreas con sequía de moderada a severa se observó en el norte del país; “en tanto que las condiciones anormalmente secas se extendieron en Tamaulipas, Sonora y la Península de Yucatán. Al 31 de octubre de 2021 el área con sequía de moderada a extrema fue de 7.89 por ciento a nivel nacional, ligeramente menor (0.39 por ciento) que lo cuantificado al 15 de octubre del mismo año”.
En este mismo año –2021– se registró una de las peores sequías que haya padecido México –más grave que las ocurridas en 1987, 1994, 1998, 2005 y 2011–, resultado del cambio climático y de las políticas públicas que han priorizado históricamente aliviar desastres antes que prevenir riesgos, advierten especialistas.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportó en abril pasado que el 84 por ciento del país sufría de sequías en diferentes intensidades, pues el año anterior, las precipitaciones no lograron abastecer del todo al conjunto de presas del sistema.
Por ello, actualmente más de la mitad de las 210 presas más importantes del país reportan estar por debajo del 50 por ciento de su capacidad, y 61 presas del norte y centro del país con menos de un 25 por ciento, señala el análisis Impactos, recomendaciones y buenas prácticas ante la sequía y escasez de agua, del Instituto Gilberto Bosques del Senado de la República.
La falta de agua ha disminuido la producción agrícola de temporal, e impactado en pérdidas para los ganaderos en Sinaloa, agricultores del aguacate en Michoacán, frijol en Zacatecas y Durango, y en general a campesinos y productores del campo en la mayor parte del país.
Por entidad federativa, el mayor porcentaje de sequía durante este año se ha registrado en Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Nuevo León Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Chiapas, Tabasco, Campeche y Veracruz, de acuerdo con el Monitor de Sequía –en el que participan la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Conagua..
La mayoría de los municipios afectados por esas sequías se ubican en los estados de Baja California, Baja California Sur, Durango, Coahuila y Sonora, mientras que municipios de Oaxaca, Veracruz, Yucatán, Chiapas, Guerrero, Michoacán presentaon situación de “anormalmente seco”.
Mientras que el mayor porcentaje de área con sequía en los organismos de cuenca de la Conagua se registran en la Península de Baja California, Noreste, Pacífico norte, Pacífico sur Cuencas centrales del norte y Frontera sur.
Benjamín Martínez López, investigador del Centro de la Atmósfera de la UNAM, señala que en 1996 se registró una de las peores sequías en el país que provocó incalculables pérdidas económicas. “Desde entonces, si bien la cantidad de agua que ha llovido ha ido en aumento, no es suficiente para cubrir las necesidades del país”.
Explica que ello obedece a la falta de gestión y de investigación para poder desarrollar tecnología y planes de prevención que eviten el desabastecimiento en las presas. “Las políticas públicas han priorizado históricamente el alivio de desastres antes que la prevención de riesgos”.
En México, el 76.6 por ciento del agua se usa en el riego agrícola, el 14 por ciento para consumo doméstico y el resto en la industria y generación de electricidad, este uso no favorece el sostenimiento en el tiempo del acceso al agua, advierte por su parte Judith Domínguez, investigadora de El Colegio de México (Colmex) y coordinadora del Observatorio de Seguridad Hídrica.
“Estamos mejor preparados con información, pero al final todo está sujeto a decisiones políticas y espontáneas cuando tendrían que ser decisiones preventivas con criterios técnicos”, refiere y plantea la necesidad del cambiar de cultivos ante la inminente sequía.
Para 2025, el 65 por ciento del territorio nacional estará afectado por erosión, implica un retroceso del 10 del índice registrado en 2019, por efecto del tratado bilateral de 1944 sobre el aprovechamiento del agua de los ríos Colorado, Tijuana y Bravo: México aún adeuda a Estados Unidos 176 millones de metros cúbicos de agua, señaló Jorge Tello Peón en su análisis Seguridad hídrica.
El analista en seguridad nacional agregó que si bien la deuda de agua es 20 por ciento menor que en 2020, la nueva composición demográfica de la frontera bilateral aumentará para entonces la presión económica y diplomática para lograr los niveles de acceso pactados, “por lo que habrá disgusto a ambos lados de la frontera por la falta de tratamiento del agua, tanto de la sociedad civil como de los gobiernos estatales y nacionales”.
En su análisis, el exdirector de la Escuela de Inteligencia del Cisen destacó que el crecimiento de la agricultura de subsistencia en México desatará presiones sociales por el acceso al agua, particularmente en entidades federativas fronterizas.
Ello, en virtud de que “se acumulan seis años de subejercicios en la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y en la Semarnat, que las podría dejar casi inoperantes, debido al envejecimiento de la infraestructura hídrica primaria”.
Para el analista, al término del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador se mantendrá la tendencia de extraer más agua de la que se concesiona, lo que sugiere la vigencia de la añeja corrupción en los tres niveles de gobierno a pesar de los intentos de constituir un Sistema Hídrico Nacional administrado centralmente.
Asimismo, apuntó que episodios recientes como los de la presa La Boquilla (2020) y la presa El Cuchillo (1995-1997) ejemplifican las tensiones acumuladas en la sociedad civil por la falta de agua. Y destacó que en el contexto del 2025, “es resultado de los niveles elevados de contaminación de mantos freáticos debido al debilitamiento de las estructuras regulatorias y de inspección, la contracción presupuestal generalizada a nivel federal combinada con el subejercicio presupuestal y el endurecimiento de las relaciones bilaterales en el tema”. Los escasos avances en el intento de moderar la corrupción generada por la concesión de aguas destinadas para la agricultura, la industria y la generación eléctrica.
El Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM asegura que la vulnerabilidad hídrica “es determinada por varios ejes de diferenciación social como etnicidad, clase y género”. Concluye que el grupo más vulnerable a la sequía es el sector campesino, particularmente campesinas o comunidades lideradas por mujeres.
Señala que el cambio climático ha provocado alteraciones en las precipitaciones fluviales, calentamiento de los océanos, escasez de agua y sequías, que tienen efectos negativos en el bienestar, la salud, la seguridad alimentaria, la biodiversidad, la calidad del agua, y en el empobrecimiento de los suelos, y daña a los sectores económicos del transporte, la agricultura, la energía o el turismo.
El Sistema Meteorológico Nacional concibe cuatro tipos de sequía. La sequía meteorológica se refiere a la disminución de la lluvia por debajo del promedio climatológico; si persiste, se reduce la humedad del suelo y puede causar pérdidas en la cubierta vegetal y la producción de los cultivos y provocar sequía agrícola.
La sequía hidrológica, ocurre cuando no hay los suficientes suministros de agua superficial (lagos, presas, ríos) y subterránea (acuíferos). Por último, al paso de muchos meses, se llega al punto de la sequía socioeconómica; en la que es visible el impacto económico, social y ambiental que afecta significativamente la vida humana.
En tanto la escasez de agua se refiere a la insuficiencia de agua para cubrir cualquier tipo de demanda en una localidad. Es decir, la sequía es un fenómeno meteorológico, mientras que la escasez hídrica depende de las decisiones que se tomen respecto del uso del agua.
Para la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “la seguridad alimentaria existe cuando todas las personas en todo momento tienen acceso físico o económico a alimentos nutritivos, inocuos y suficientes para satisfacer las necesidades dietéticas y de su preferencia para una vida activa y saludable. La seguridad alimentaria es el resultado del funcionamiento del sistema alimentario en el ámbito local, nacional y mundial”.
Sin embargo, en junio pasado, la FAO denunció en su estudio Productividad del agua: la brecha entre rendimiento y nutrición que “las metas sobre el agua, la nutrición y la seguridad alimentaria están fuera de nuestro alcance”, por el impacto de las sequías y escasez hídrica en los macro y micronutrientes de los alimentos.
En ese sentido, ha señalado que es necesario aplicar estrategias para producir alimentos básicos y, al mismo tiempo, aumentar los cultivos ricos en nutrientes en un contexto de lluvias irregulares y períodos de sequía. Como consecuencia de las sequías, la desnutrición empeora, una de cada tres personas la padece, en un planeta en el que el 30 por ciento de la población vive en ambientes de estrés hídrico.
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