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La pandemia de la pobreza

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Más de 50 millones de mexicanos desnutridos —de los cuales 20 millones padecen pobreza extrema— son los más vulnerables ante la epidemia de influenza A. Indicadores internacionales muestran que la cuarta parte de la población del país padece alimentación precaria y carece de agua potable. Se trata de personas que, en los hechos, tampoco tienen derecho a la salud


La propagación de la influenza A, también llamada porcina, podría afectar con mayor intensidad a las regiones más pobres del país. Se trata de las zonas rurales y urbanas en las que sus habitantes se caracterizan por tener bajos índices de desarrollo humano, es decir, falta de acceso a los servicios de salud, alimentación precaria y carencia de agua potable. El riesgo podría acentuarse en los más de 20 millones de mexicanos que no tienen siquiera para comer y en otros 30 millones que padecen desnutrición, alertan investigadores en salud y pobreza.

Tal es el caso de los indígenas nu’saavi y me’phaa, habitantes de Metlatónoc, Guerrero, que sólo cuentan con dos remolques rotulados con los logotipos de las secretarías de Salud estatal y federal estacionados en la cabecera municipal.

Los vehículos entregados a finales de la administración de Vicente Fox carecen de medicamentos indispensables para su funcionamiento.

En 2007, Contralínea visitó las zonas más pobres del país y documentó que en este municipio las personas perecen por parto y enfermedades curables, ya que ni siquiera tienen acceso a la auscultación del médico de la cabecera municipal. “Los indígenas se quedan a morir en las cañadas y laderas escarpadas de la zona de la Montaña.

¡Un hospital!, sigue siendo el clamor en todas las comunidades serranas” (Contralínea 76).

De acuerdo con el Informe sobre desarrollo humano de los pueblos indígenas de México 2006, en el país hay casi 500 municipios y comunidades en los que el 90 por ciento de su población vive en condiciones similares a los del África subsahariana.

Entre los estados más pobres destacan Guerrero, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Hidalgo y Chiapas, los mismos que podrían tener casos de influenza A/H1N1, sin que nadie tenga registro de ello, dice Araceli Damián, profesora-investigadora sobre temas de la pobreza de El Colegio de México (Colmex).

La especialista en pobreza asegura que esta población es vulnerable simplemente porque no cuenta con infraestructura hospitalaria y, cuando la tiene, no hay médicos ni material necesario para atenderlos. “Todavía no sabemos cuánto se pueda diseminar el virus porcino, pero parte de la población en riesgo es la que vive en estas zonas, así como las que emigran de un estado a otro para trabajar en los campos de cultivo”.

El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) observa que en estas regiones del país prevalece un “modelo de exclusión marginal: la mayoría de la población tiene acceso a las redes de servicios, aunque quedan excluidos algunos grupos importantes. En otras, generalmente en las regiones más pobres, predomina una privación masiva: sólo una pequeña minoría, que suele estar conformada por la población urbana, disfruta de opciones de salud razonables, mientras que la mayoría de la población queda excluida”.

Documenta que las poblaciones tienen sistemas sanitarios “débiles, frágiles y de escasa densidad, así como condiciones de vida desfavorables para la salud, como falta de agua potable, carencia de sistemas sanitarios en la vivienda, deficiencias sanitarias en el lugar usado para preparar los alimentos y condiciones económicas insuficientes para garantizar una alimentación adecuada”.

Entre las principales medidas de prevención que ha recomendado la Secretaría de Salud –encabezada por José Ángel Córdova Villalobos–, así como los sistemas estatales de salud, a la población en general son: lavarse las manos continuamente, consumir diariamente verduras, frutas y abundante agua, y practicar ejercicio; además, limpiar constantemente las cubiertas de cocina y baño, manijas, barandales, juguetes, teléfonos y otros objetos de uso común, entre otras.


Los más pobres

Según el programa que desarrolla la Organización de las Naciones Unidas, hay 1 mil 884 municipios con elevada población rural, con considerables rezagos en educación, salud, y un bajo ingreso económico. “Las desigualdades en salud están correlacionadas con otras inequidades socioeconómicas contextuales como los recursos de infraestructura médica y sanitaria, la presencia de programas de apoyo económico y social, o las conductas sociales que parten de influencias culturales o religiosas”.

El PNUD enumera 488 municipios con mayor marginación, de los que destacan con mayor rezago Morelos y Batopilas en la región Tarahumara de Chihuahua; Metlatónoc y Atlixtac, en la Montaña de Guerrero; Tehuipango y Mixtla de Altamirano, de Veracruz; Eloxochitlán, de Puebla; Coicoyán de las Flores y Santiago Ixtayutla, en la región Mixteca de Oaxaca; Chalchihuitán, en los Altos de Chiapas; Hueytlalpan, en la región Sierra Norte de Puebla; así como Santa Catarina, en la Huasteca, y Sitalá en la Selva Lacandona.

Coicoyán de las Flores, Oaxaca, fue otro de los municipios visitados por Contralínea en 2007. Ahí, los pobladores también mueren de enfermedades curables y de tumores cancerígenos que nunca son atendidos.

Emiliano Pineda López, exagente municipal de El Jicaral (una de las rancherías del lugar), aseguraba que “la gente de aquí vive en total abandono”.

La principal exigencia: “Queremos un médico que permanezca en la comunidad. Siempre mandamos nuestra solicitud a Oaxaca, pero el gobierno no nos hace caso. Dicen que no hay dinero para pagarle al personal, por eso es que tenemos una casa de salud sin doctor”, expresaba indignado mientras mostraba un cuarto pintado de blanco con la palabra “Salud” resaltada en verde y azul. (Contralínea 85).

Datos del Banco Mundial indican que en el país el 20.3 por ciento de la población vive en pobreza extrema, en tanto que el 51.7 por ciento, en pobreza moderada. El organismo financiero coincide con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), toda vez que en su informe La pobreza en México, una evaluación de las condiciones, las tendencias y la estrategia del Gobierno destaca que existen rezagos importantes en algunas zonas del país en materia de salud, alimentación y educación.

“Una vez que pasan estas emergencias, se ponen de manifiesto de manera dramática las diferencias de los mexicanos en nuestro derecho de acceso a la salud”, asegura Julio Boltvinik Kalinka, profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos del Colmex.

Boltvinik Kalinka dice que en México el derecho a la salud, promulgado en el artículo cuarto constitucional, “es pura retórica, porque en los hechos no hay institución que otorgue garantía plena de atención. El más rico no tiene problemas. Los pobres están abandonados a la mano de dios; es gente que no tiene acceso a una clínica para ser atendidos por una diarrea o dolor de estómago, mucho menos para enfermedades de esta complejidad: quedan totalmente desprotegidos”. Otro de los indicadores que señala la falta de acceso a los servicios de salud es el porcentaje de personas no afiliadas al sistema del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), instituciones encargadas de garantizar el servicio a la planta laboral de las empresas afiliadas, así como a los funcionarios del sector público.

Aunque las instrucciones del gobierno federal han sido la atención universal en cualquiera de las clínicas del IMSS, ISSSTE o de la propia Secretaría de Salud, la ONU resalta que en México casi el 59 por ciento de la población carece de seguridad social que garantice “jubilación, cobertura de salud y un sistema de pensiones para los trabajadores”. El organismo internacional resalta que en las comunidades indígenas la carencia de seguridad social se eleva al 86.8 por ciento de su población.

Las comunidades con mayor rezago en esta materia se encuentran en la zona de los Chimalapas, Oaxaca, en donde el porcentaje de población sin derechohabiencia es del 98.1 por ciento. Le sigue La Montaña de Guerrero con 94.2 por ciento; Sierra de Juárez, 92.6 por ciento; Norte de Chiapas, 90.9 por ciento, Costa y Sierra Sur, 88.0 por ciento; y Altos de Chiapas, 87.7 por ciento, entre otros.

Gustavo Leal Fernández, investigador del área de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional Autónoma de México, dice que con la epidemia de influenza A/H1N1 podemos ver “el derrumbe del modelo de descentralización que se adoptó como política federal y que ha afectado al sistema sanitario del país.

Ahora, las estrategias en salud muestran su precaria respuesta en un momento de emergencia”.

Expone que la población más pobre es la principal afectada, porque el diseño de descentralización no mejora la prestación del servicio, sino que se ha convertido en una serie de cacicazgos entre los gobernadores y los secretarios de Salud estatales.


Pobreza en la urbe

Pobreza urbana en México, estudio elaborado por el del Banco Mundial, indica que los habitantes de las zonas urbanas en condiciones de pobreza comparten muchas características con aquéllos en las mismas condiciones de vida que habitan en las zonas rurales –tienen familias más numerosas, menos educación y acceso a servicios que los ricos.

En materia sanitaria, dice el informe, “a pesar de un acceso mucho mayor a servicios de salud e infraestructura en las áreas urbanas, enfermedades infecciosas tales como la diarrea y las infecciones respiratorias agudas son igualmente comunes en los niños pobres rurales y urbanos.

“Lo anterior, sugiere que los sistemas de agua y drenaje son de una calidad notablemente baja. Si bien se presta mucha atención a la expansión de la cobertura, no ocurre lo mismo con la calidad, con lo que la mejora en el acceso se torna apenas nominal. Esto también implica que usar el acceso a los servicios como instrumento de focalización puede llevar a conclusiones erróneas sobre el bienestar en las áreas urbanas”.

Boltvinik Kalinka y Leal Fernández coinciden: “Con esta epidemia, vemos el triste estado en que ha quedado el sistema sanitario mexicano después de 27 años de la aplicación del modelo neoliberal”.

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