Hace 200 años, el 7 de febrero de 1821, se encontraron Vicente Guerrero y el realista Agustín de Iturbide y acuerdan unirse para lograr la Independencia que se consumaría a los 7 meses el 27 de septiembre. Este histórico acuerdo se selló con lo que se conoció como “El Abrazo de Acatempan”. Ese paso que dio Vicente Guerrero fue difícil, pues tuvo que entenderse con el más cruel y despiadado realista, asesino y represor de insurgentes, el ambicioso y enriquecido paladín de los conservadores en México. ¿Hizo mal? Desde luego que no, sin considerar los móviles muy personales de Iturbide, el hecho es que ese pacto llevaría a la expulsión de los invasores españoles.
En aquella época el naciente México tenía dos tareas a desarrollar. Primero, conquistar la Soberanía y la Independencia. Segundo, lograr la profunda transformación de la vida económica y social del país. Con ese primer paso se lograba la primera tarea, la lucha por la segunda seguiría, cada vez más encarnizada, en los años por venir, y fue hasta la época de la República Restaurada cuando Benito Juárez al frente del pueblo de México la culminaría.
La larga lucha por la liberación nacional había comenzado en 1808 con la declaración de la Soberanía por parte del Ayuntamiento de la Ciudad de México encabezado por Francisco Primo Verdad, Juan Francisco Azcarate, Melchor de Talamantes y otros que luchaban por establecer un Congreso Nacional, un gobierno autónomo que no dependiera a la Junta de Sevilla, formada luego del levantamiento del 2 de mayo en Madrid en el que los patriotas españoles se rebelaron contra la invasión francesa. Sin embargo vino la derrota, un golpe de estado en la Ciudad de México, encabezado por Gabriel Yermo: detuvo al virrey Iturrigaray y condujo a la cárcel y la muerte a los impulsores de la Soberanía. La lucha seguiría. Posteriormente, en 1809, se descubrió una nueva conjura en Valladolid, hoy Morelia.
Miguel Hidalgo y Costilla y Josefa Ortiz inician la Revolución de Independencia la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Era una Revolución Popular con amplia participación de los pueblos originarios. Hidalgo y Morelos se apoyaron en los indígenas y les restituyeron sus tierras, Tras meses de lucha, los insurgentes fueron derrotados en Puente Calderón por el español Félix María Calleja, acompañado por el realista Agustín de Iturbide, quien ya se había distinguido por su crueldad en Guanajuato, asesinando a mansalva a la población que apoyó a los patriotas insurgentes.
Tras el fusilamiento de los líderes independentistas en 1811 en Chihuahua, José Morelos y Pavón tomó la bandera de la libertad y declaró formalmente la Independencia, la República y el fin de la monarquía el histórico 9 de septiembre de 1813 en el marco del Congreso de Chilpancingo. En esas fechas tuvo el apoyo de mujeres inolvidables como Leona Vicario y muchas más.
Tras tomar Tehuacán, Oaxaca y Acapulco, el ejército de Morelos fue combatido en diciembre de 1813 en Valladolid otra vez por el siniestro Agustín Iturbide, propinándole una derrota que llevó a su debacle posterior. Morelos luchó hasta el fin y dio la vida por defender al Congreso. La lucha continuó después por parte de Guerrero, Ascencio, Victoria y otros como Pedro Moreno y el español Javier Mina, fusilado 1817.
Vino un retroceso del movimiento insurgente y sólo Vicente Guerrero continúo en la Sierra manteniendo viva la chispa de la Independencia. También Pedro Ascencio Alquisiras combatió audazmente durante la Guerra de Independencia de México. Bajo las órdenes de Vicente Guerrero, mantuvo una guerra de guerrillas en el territorio comprendido de Toluca a Mezcala, muriendo en combate el 23 de junio de 1821, por lo que no llegó a ver el triunfo.
Por otra parte, Guadalupe Victoria fue derrotado y, sin doblegarse, por no amnistiarse, se internó meses en la selva. Al acercarse el triunfo de la gesta libertaria fueron a buscarlo, encontrándolo en una situación lamentable con apariencia casi de un salvaje, largo pelo y barbas y por la hambruna había quedado en los huesos. Se aisló completamente de la civilización para no rendirse ante el invasor español y comía raíces, frutos y lo que podía obtener en la selva. Al cambiar la correlación de fuerzas, fue rescatado y se reunió el 17 de junio con Iturbide, exigiéndole que se estableciera la República, cuestión que desde luego no aceptó el realista, quién era monárquico. Aun así Guadalupe aceptaría el Plan de Iguala, con el único y legítimo fin de lograr la Independencia.
Había que poner en primer término la consumación de la separación de España y, paradojas del destino, ese mismo sujeto, Iturbide, estaba hoy en condiciones y dispuesto a realizar tal tarea –por sus propios motivos mezquinos– y era necesario unir fuerzas temporalmente con él y su gente, de la calaña de Anastasio Bustamante, Pedro Celestino Negrete, etcétera.
Guadalupe Victoria sabía muy bien que Agustín Iturbide había combatido desde un inicio y despiadadamente la lucha por la Independencia, vengándose de la población, encerrando a mujeres patriotas en campos de reclusión, encarcelando y fusilando a las más comprometidas como fue el caso de María Tomasa Estévez, que ayudó a integrar el primer frente insurgente en Salamanca a quien Agustín Iturbide fusiló junto con su hijo el 9 de agosto de 1814. Ella fue una de las víctimas del realista que era un feroz conservador y defensor de la monarquía extranjera. Además, muy corrupto, al grado que acumuló denuncias y protestas de los comerciantes de Guanajuato, por lo que el virrey Félix María Calleja lo destituyó en 1816, acusado de malversación de fondos y abuso de autoridad.
Todo cambió a partir del 10 de marzo de 1820. En esas fechas vino un cambio radical en España, con el triunfo del teniente coronel Rafael Riego que realizó una revolución para hacer valer la Constitución de Cádiz, de corte liberal, que Fernando VII había derogado. Así que tendrían que aplicarse sus disposiciones en el Anáhuac que ellos llamaban Nueva España. Y eso no convenía a los terratenientes y la clase dominante. Así acordaron con Iturbide consumar la Independencia para separarse de España y sus leyes liberales. Por otra parte, también Guerrero rechazaba la Constitución de Cádiz puesto que en el artículo 22 discriminaba al negro a las castas y a los mulatos. De modo que exigió y fue aceptado que se incluyera en el Plan de Iguala, el reconocimiento de la igualdad de derechos. Recordemos que posteriormente fue Vicente quien como presidente hizo efectivo el decreto de Miguel Hidalgo y Costilla y abolió la esclavitud el 15 de septiembre de 1829, cuestión que por supuesto no hizo Iturbide en el tiempo que duró en el poder.
Así que Vicente Guerrero, y los demás insurgentes con gran sabiduría, dieron prioridad a la causa de la Independencia, aceptaron el trato que daría pie a la aprobación del Plan de Iguala, para separarse de España. Como sabemos, Iturbide aprovechó el triunfo para hacerse coronar Emperador y disolver el Congreso, mientras Guerrero, Victoria, Leona Vicario, Josefa Ortiz, Valentín Gómez Farías siguieron la lucha para transformar la realidad social y económica de México. La unión coyuntural con los conservadores se rompió muy pronto.
Al día siguiente de la Consumación de la Independencia, Iturbide traicionó a sus aliados, ni siquiera invitó a Vicente Guerrero, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Guadalupe Victoria, Andrés Quintana Roo, a ningún insurgente a la firma del Acta de Independencia. Posteriormente forma una regencia encabezada por él para ofrecerle el “trono” del “imperio mexicano” a un príncipe Español. Tras la entrada triunfal del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, 28 de septiembre de 1821 se instaló una Junta Provisional Gubernativa, cuyos miembros dieron juramento y decretaron el Acta de Independencia para confirmar la libertad y soberanía de México. Agustín de Iturbide fue elegido unánimemente como presidente de la Junta de Cinco Miembros y luego sustituido por el obispo de Puebla, Antonio Joaquín Pérez Martínez. La Junta encabezó el Poder Legislativo e Iturbide siguió al frente de la regencia del Imperio encargándose del poder ejecutivo hasta el 18 de mayo de 1822 cuando fue proclamado “emperador”. La Junta Provisional Gubernativa siguió vigente hasta la formación de un Congreso Constituyente.
?Fue Iturbide el que escogió a todos los miembros de la Junta Provisional Gubernativa, que representó el Poder Legislativo hasta el 24 de febrero de 1822, cuando se instaló el primer Congreso Constituyente. Casi todos los miembros de la Junta eran miembros de la élite de la clase dominante, la mayoría antiguos realistas, ricos y llenos de títulos, que habían combatido la Independencia nacional casi hasta el final y no incluyó a ninguno de los antiguos insurgentes, como Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Ignacio López Rayón, Guadalupe Victoria y Andrés Quintana Roo, y menos a alguna mujer.
Para la Independencia, las mujeres fueron clave. Sin ellas no se hubiese logrado. Tomaron roles decisivos: Josefa Ortiz, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Carmen Camacho, Josefa Huerta y Escalante, Rafaela López Aguado, Josefa Martínez Navarrete, María Natera, Ubalda Sánchez, Mariana Rodríguez del Toro, Tomasa Esteves, Ana Villegas y miles más. Cientos se dedicaron a organizar, miles participaron, pero la historia patriarcal sólo ha guardado registro de algunas, de quienes muchas veces no tenemos más que su nombre.
Así fue como al consumarse la Independencia siguieron los conservadores en el poder y se dejaron pendientes las tareas revolucionarias que continuarían Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Valentín Gómez Farías y Benito Juárez. Hoy, a 200 años, sigue la lucha por la plena Independencia de México. La lucha por la Soberanía nos llevará a romper definitivamente los actuales lazos neocoloniales, logrando dejar a un lado la explotación, la dependencia del extranjero y de sus corporaciones y consumando la transformación del siglo XXI, para que la soberanía política, financiera, económica, cultural, militar prevalezca en el futuro.
Pablo Moctezuma Barragán*
*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social
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