Sohara Mehroze Shachi/IPS*
[fullwidth style=”parallax” fullwidth=”yes” background_color=”” background_image=”https://contralinea.com.mx/wp-content/uploads/2015/12/colapso-ambiental-plx.jpg” background_repeat=”no-repeat” background_position=”left top” mesh_overlay=”no” border_width=”1px” border_color=”” padding_top=”20″ padding_bottom=”300″ padding_left=”20″ padding_right=”20″ text_align=”” text_color=””]
Daca, Bangladés. La reiteración de inundaciones, ciclones y sequías en Bangladés hace que miles de refugiados climáticos se trasladen a Daca, la capital de este país vecino de India que está a punto de desbordarse debido a las consecuencias del cambio climático.
“Superpoblada” quizá sea la palabra que más se asocia a esta ciudad de baja altitud, a orillas del Río Buriganga. Con más de 14 millones de personas en menos de 325 kilómetros cuadrados de tierra, el drenaje, la gestión de residuos y la infraestructura del transporte de Daca están al borde del colapso.
En ese contexto, no sorprende que la urbe sea una de las peores ciudades para vivir, según la clasificación que hiciera en 2015 la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist.
Si se ahonda en las razones aparentes de esa clasificación –la superpoblación, el anegamiento y la congestión– se revela que una importante causa subyacente son los niveles insostenibles de migración interna inducida por el clima.
Los problemas se concentran a lo largo de los 700 kilómetros de costa de Bangladés. El aumento del nivel del mar y los ciclones incrementan el riesgo de las inundaciones, mientras que la erosión fluvial y la penetración marina seguramente han de tener un impacto devastador en los 156 millones de bangladesíes.
“En las próximas 2 o 3 décadas, millones de personas ya no podrán vivir ni ganarse el sustento con la agricultura y la pesca, como lo hacen ahora”, advierte Saleemul Huq, investigador del Grupo de Cambio Climático del Instituto Internacional para el Ambiente y el Desarrollo, con sede en Londres, Inglaterra.
Por el contrario, las sequías prolongadas afectan las tierras cultivables al provocar la erosión del suelo y dañar los cultivos que dependen de patrones previsibles de las lluvias del monzón.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático calcula que el clima desplazará a 20 millones de personas en Bangladés en los próximos 5 años. Eso es más que las poblaciones acumuladas de Los Ángeles, Chicago y Nueva York en Estados Unidos, y es un motivo de gran preocupación.
Incluso ahora, muchas de las más de 500 mil personas que trasladan a sus familias –junto con sus esperanzas– todos los años a Daca, son llevadas a la ciudad por las consecuencias del cambio climático.
La capital de Bangladés, que ocupa menos del 1 por ciento de la superficie terrestre del país, está lejos de ser la tierra prometida.
[blockquote pull=”right” align=”left” attributed_to=”” attributed_to_url=”{{attributed_to_url}}”]Aproximadamente 3.4 millones de personas viven sin gas ni electricidad en asentamientos ilegales, hacinados y en pésimas condiciones”[/blockquote]La combinación del explosivo crecimiento demográfico y la escasez de tierras enviaron los precios de sus viviendas y alquileres por las nubes.
Y dado que la mayoría de los refugiados climáticos son de origen humilde, no les queda otra alternativa que sumarse a los aproximadamente 3.4 millones de personas que ya viven sin gas ni electricidad en asentamientos ilegales, hacinados y en pésimas condiciones, más conocidos como bosti.
Incluso en sus nuevos hogares, no pueden huir de los desastres ambientales que los llevaron en primer lugar a buscar refugio en las chozas que caracterizan las orillas de esta ciudad junto al río.
Las inundaciones son cada vez más frecuentes, y la falta de servicios de agua y saneamiento propaga enfermedades como la diarrea y la fiebre tifoidea.
Pero la salud y la contaminación no son los únicos problemas que padecen los migrantes climáticos residentes en los bosti. Rahmat Ali, un habitante de Korail, el mayor barrio tugurizado de Daca, se trasladó a la ciudad cuando el agua salada del mar invadió sus tierras. El otrora trabajador agrícola ahora se las arregla como conductor de rickshaw, una especie de calesa a tracción humana.
“Es un trabajo muy duro por poco dinero. Pero hay pocas opciones para la gente como nosotros, que perdimos nuestras tierras y hogares, y que ahora no tenemos nada por lo que volver”, se lamenta.
Ahora que los bostis y los refugiados climáticos son más comunes en el paisaje urbano, los residentes más pudientes de Daca se muestran más indiferentes a su difícil situación, y llegan a aceptarla como algo normal.
Esta apatía se refleja en la esfera política del país. “La gente migra a las ciudades porque la nación no le está respondiendo a sus riesgos”, asegura Aminul Islam, integrante del Grupo de Trabajo de la Estrategia Nacional para el Desplazamiento, dependiente del Ministerio de Gestión de Desastres.
Aunque el país desarrolló un marco estratégico sólido para la lucha contra el cambio climático –que incluye al Plan Nacional de Acción para la Adaptación y el Plan de Estrategia y Acción de Bangladés para el Cambio Climático– aún no se adoptaron políticas que aborden específicamente el desplazamiento interno provocado por el clima.
Ésa es una falla, según Islam. “El país necesita una visión y un plan de adaptación a largo plazo para limitar los desplazamientos. Un hábitat que resista al clima, oportunidades de subsistencia e instalaciones para los vulnerables reducirán los incentivos para migrar a las ciudades”, opina el funcionario.
Daca, ¿precursora de la catástrofe?
Aunque Bangladés refuerce sus esfuerzos de adaptación 100 veces, hay un límite a lo que puede hacer para proteger a la población. Lo que este país necesita urgentemente son los esfuerzos de mitigación de los principales países emisores de dióxido de carbono.
Del 30 de noviembre al 11 de diciembre, gobernantes de todo el mundo se reunieron en París, Francia, para la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el fin de alcanzar un acuerdo vinculante y universal de combate al calentamiento global.
Para los millones de personas que viven en los países vulnerables, como Bangladés, el éxito de las negociaciones en la COP21 será esencial.
La situación en Daca ilustra cómo el cambio climático no es algo que sólo afecta a los osos polares, ni un problema exclusivamente para las generaciones futuras. Muchos temen que si no se toman medidas urgentes, la capital de Bangladés será la precursora de mayores catástrofes climáticas.
*Este texto se originó en el concurso periodístico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sobre cambio climático Voices2Paris y se desarrolló gracias a Tamsin Walker y Deutsche Welle; traducido por Álvaro Queiruga
Sohara Mehroze Shachi/IPS*
[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: LÍNEA GLOBAL]
TEXTOS RELACIONADOS:
Contralínea 468 / del 21 al 27 de Diciembre 2015
La preservación de la vaquita marina no puede recaer únicamente en las autoridades ambientales; es…
El inicio del nuevo modelo de compra consolidada de medicamentos que realizará la Secretaría de…
En la Conferencia de las Partes sobre Biodiversidad, COP16, los países del Norte y Sur…
En una carta, más de 150 organizaciones de la sociedad civil y no gubernamentales hicieron…
La realidad existe, aunque muchas veces es negada y distorsionada, con informaciones y percepciones falsas o…
La reforma en materia de supremacía constitucional que fue aprobada en lo general y en…
Esta web usa cookies.