La estrategia para disminuir la violencia en el país es más de fondo que de forma inmediata y está canalizada para atender las causas de su origen, una mayor justicia social disminuirá paulatinamente la espiral de violencia en la que está sumido nuestro país. La cuestión es que hasta ahora eso no ha sido suficiente para contener la barbarie que desde hace décadas viene incrementándose. Si el problema de la inseguridad y la violencia no es controlado y disminuido, será el que descarrile al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y al proyecto nacional que millones de personas cimentamos en las elecciones presidenciales de 2018; la oposición lo sabe y persiste en armar campañas mediáticas que incrementan, más allá de los verdaderos números estadísticos, los niveles de la violencia en general y sobre todo de la relacionada a los crímenes contra mujeres.
La violencia ha sido racionalizada y aceptada por décadas, sobre todo por aquellos que no la han padecido y no han logrado asumir o siquiera imaginar el dolor de quienes han sufrido una de las pérdidas humanas que se acumulan por cientos de miles en nuestro país. Con el cambio de régimen se ampliaron por mucho las expectativas de aminorar la inseguridad y la violencia. Es evidente que las protestas se han incrementado desde todos los sectores sociales y algunas de éstas han rebasado los estándares de agresividad de protestas previas; una de las razones es que el gobierno federal actual no reprime como los gobiernos anteriores. Por supuesto entre las manifestaciones más agresivas se encuentran las de los grupos feministas más radicales, acciones que acaparan la atención de los medios de comunicación masivos y de las redes sociales, incluso de partidos políticos y de sectores que antes no se manifestaban contra los crímenes perpetrados a mujeres o contra la violencia y la inseguridad en general. Y qué bueno que la protesta feminista congregue a todos los sectores, incluso a aquellos que en los sexenios pasados fueron indolentes o partícipes de la generación de la barbarie.
Las protestas por los recientes casos de feminicidios, los que se han vuelto más mediáticos, el de Ingrid Escamilla y el de la pequeña Fátima, son justificadas, pero no sólo ellas fueron asesinadas; diariamente varias mujeres son extinguidas de este país y muchas más son violentadas de alguna manera, pero no todos los casos obtienen tal atención. Es claro que la lucha feminista está siendo usada como arma de ataque político contra la “4T”. Es evidente, si lees los diarios, si escuchas los programas de radio y vez los de televisión, que muchos articulistas y comentaristas hablan de la ineptitud del gobierno para resolver los feminicidios, obviando que el problema no se generó en 2019, ni se desató en 2020, excusando los datos duros que señalan un progresivo y sostenido incremento de la violencia contra las mujeres desde la década de 1990, cuando se desataron una serie de crímenes contra ellas en Ciudad Juárez, Chihuahua; pero sobre todo señalando que la violencia contra las mujeres se ha incrementado enormemente durante la administración de López Obrador.
Retomando las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública, que reporta los datos duros sobre la violencia contra la mujer y basándonos en el presunto feminicidio, pues los indicadores de violencia por género cubren diversos tipos de agresión, tenemos que a contracorriente de lo que se maneja en las redes y en algunos medios de comunicación, los índices (medida que permite estudiar las fluctuaciones o variaciones de una magnitud en relación al tiempo o al espacio) de feminicidio no se han disparado durante el gobierno de la “4T”, al contrario, han tenido una disminución considerable en cuanto al incremento de casos reportados; lo que tampoco podemos atribuir a la nueva administración, pues está claro que no hay una estrategia de contención y/o disminución a corto plazo. Tenemos que durante 2015 se registraron 411 casos de feminicidio; en 2016 fueron 602; en 2017 se dieron 741; pasaron a 891 en 2018; llegaron a 976 en 2019. Como se puede, ver la tendencia a la alza se ha mantenido desde 2015, pero si analizamos el índice de incremento entre un año y otro tenemos que se dio de la siguiente manera: 191 casos más entre 2015 y 2016, 139 más entre 2016 y 2017, 150 fue la diferencia entre 2017 y 2018, para que en el 2019 fuera de 85 casos.
Lo anterior indica que la campaña mediática que acusa un incremento desproporcionado a la alza de los feminicidios durante la administración de López Obrador es falsa. De igual manera, si analizamos las cifras de homicidio doloso contra mujeres: 1 mil 735 casos en 2015; 2 mil 190 en 2016; 2 mil 536 para el 2017; 2 mil 773 durante 2018, y 2 mil 819 en 2019. Tenemos una disminución, incluso más considerable, dentro del índice de incremento, sobre todo entre 2018 y 2019. (https://www.gob.mx/sesnsp/acciones-y-programas/incidencia-delictiva-87005?idiom=es). Aunque, lamentablemente, el número de feminicidios y homicidios contra mujeres no han disminuido.
Lo que señalo no intenta justificar la comisión de ningún delito, sólo expongo que hay ataques mediáticos falsos, principalmente dirigidos al gobierno federal y al de la Ciudad de México; y es que hay quienes se conforman y hasta se regodean con noticias tendenciosas o falsas. Tampoco intento justificar la torpeza de Andrés Manuel al responder a los reclamos de las feministas, su improvisado decálogo durante una de las mañaneras es cuando menos ofensivo para el dolor de todas las mujeres y de la sociedad entera, pues el problema de la violencia de género nos compete a todos.
Es indispensable que el presidente se manifieste de manera contundente sobre la violencia contra las mujeres y tome acciones inmediatas que refuercen la estrategia de fondo para contener la barbarie contra ellas y en general la violencia que impera en México. No debemos olvidar que los grupos políticos y económicos a los que se combate en otros frentes, como el de la corrupción, siempre han sido proclives a participar en crímenes de diversa índole: secuestros, encarcelamientos, magnicidios, masacres, montajes policíaco-políticos, desapariciones forzadas, entre otros, para acceder o mantenerse en el poder.
La protesta feminista debe de ser atendida pero no con palabras y discursos huecos, menos con decálogos sacados de la manga; debe ser respondida con estrategias que se aterricen para contener la violencia que sufren las mujeres. De otra manera todos seremos culpables de una mayor generación de esta barbarie, que incluso puede ser fustigada o cometida por grupos de poder político y económico que ahora se suman a la protesta feminista. La “4T” no podrá cantar una sola victoria en este ámbito hasta que los números estadísticos indiquen una disminución de crímenes y aun entonces habrá mucho por hacer.
Roberto E Galindo
*Escritor, maestro en apreciación y creación literaria, literato, arqueólogo, diseñador gráfico. Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm
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