“En el discurso político, los zombis y las cucarachas son ideas ligeramente diferentes. Las ideas zombis son afirmaciones que deberían haber muerto bajo el peso de la evidencia, pero que siguen arrastrando los pies. Las cucarachas son afirmaciones que desaparecen por un tiempo cuando se demuestra que son ridículamente erróneas, pero siguen regresando”
Paul Krugman, Malas argumentaciones que simplemente se niegan a morir
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Las ideas “zombis” y “cucarachas” a las que se refiere el Premio Nobel de Economía Paul Krugman infestan el discurso y la política económica de los peñistas ante un sombrío ambiente internacional mundial, el cual han sido incapaces de descifrar y que terminará convirtiéndolo, genéticamente, en un gobierno víctima del enanismo sexenal.
Apenas pudieron disfrutar las mieles del primer año del retorno del priísmo al gobierno (aun cuando ese regreso haya sido a través de sucias artes electorales). Pero para eso existen las autoridades en la materia, cuya hercúlea tarea es encargarse de limpiar el establo del rey en turno. Desde que el priísmo se encumbró, hasta que, orillado por las circunstancias, se vio obligado a alternar el trono con sus pares de la derecha panista.
Será un festejo a medias, porque Luis Videgaray se olvidó ejercer el presupuesto la mayor parte de 2013, con sus efectos nocivos sobre la atónica economía.
Lo anterior, empero, es insustancial. Si se acepta que en 3 años del peñismo la élite político-oligárquica ha alcanzado la mayor parte de sus más caros anhelos con las contrarreformas neoliberales estructurales, avaladas por el balante rebaño firmante del Pacto por México, entonces el éxito ha sido rotundo.
(Ya se prepara un nuevo zarpazo en contra de los trabajadores, con un nuevo retroceso en las leyes laborales que se cocina en secreto. Dice el jurista laboral Arturo Alcalde que se busca reforzar el control gubernamental-empresarial sobre los contratos colectivos y obligar a denunciar a quienes pretendan cambiar de sindicato, al sindicalismo de protección o charro, o emplazar a huelga, entre otras violaciones a los derechos de los asalariados, para arrojarlos a la calle y estigmatizarlos de por vida del mercado laboral con las llamadas listas negras).
Dichas ideas señaladas por Krugman, y que se basan en la desacreditadas “políticas económicas que se rigen por las modas ideológicas del fundamentalismo del libre mercado”, como dijera Dani Rodrik, conocido economista de Harvard –las cuales, puede agregarse, fracasaron estruendosamente primero en América Latina, el exbloque “socialista”, Asia, África y, recientemente, en Estados Unidos, la Unión Europea y la eurozona–, y en una “mala lección de la globalización”, sólo pueden conducir a una “mala praxis económica”.
Esa mala ideología ortodoxa tiene desorientada y dividida a los peñistas, en su interpretación de los actuales desórdenes económicos globales, donde lo interno se vuelve externo, y lo local en foráneo, como partes integrantes e indivisibles de la misma arquitectura estructural del capitalismo neoliberal; sobre sus causas, duración del fenómeno y consecuencias desestabilizadoras sobre la política económica y la salud de las finanzas públicas.
En enero de 2016, los mercados de valores internacionales se hundieron en una vorágine especulativa y se evaporaron casi 8 billones de dólares, según el Bank of América Merrill Lynch –parte de esa “riqueza” era simplemente ficticia, un remolino de papeles o asientos contables–. Fue una verdadera “carnicería financiera”, a decir de David Buik, del banco de inversión Panmure Gordon (La Jornada, 24 de enero de 2015). La peor para un inicio de año desde 1928, en los albores de la gran recesión de la década de 1930. Su desplome fue acompañado por las violentas devaluaciones cambiarias de un gran número de monedas frente al dólar estadunidense, y la caída de los mercados de dinero ante la salida de capitales.
El Instituto Internacional de Finanzas estima que en 2015 la salida neta de capitales (diferencia entre ingresos y egresos) de los países clasificados bajo el eufemismo de “mercados emergentes” asciende a 735 mil millones de dólares (mmd), la hemorragia más seria en 27 años, desde de 1988. Un año antes habían salido 111 mmd. Para 2016 se espera que continúe la sangría con otros 448 mmd adicionales, con sus consecuentes secuelas desestabilizadoras sobre los mercados bursátiles, cambiarios y de dinero, y las variables macroeconómicas. En 2013, el balance había sido favorable por 339 mmd.
La entrada neta de capitales en dichos mercados, entre 2009 y 2013, se debió al recorte de las tasas de interés en los países industrializados a casi cero nominalmente y la inyección cuantiosa de recursos por parte de esos gobiernos y sus bancos centrales, sobre todo a sus sistemas financieros. Ello generó temporalmente un exceso de liquidez que se trasminó hacia los países subdesarrollados que ofrecían mayores ganancias especulativas. Su acceso al crédito externo barato, la expansión de sus mercados bursátil y de dinero, sus revaluaciones cambiarias, su apariencia de riqueza y fortaleza económica son resultados de esa fase del ciclo.
A partir de de 2014 se inició la tendencia inversa en los indicadores señalados, la cual desvaneció el oropel de la prosperidad ficticia. La reversión de capitales, provocada por el anuncio, en 2014, y el inicio, en 2015, del cambio en la orientación de la política monetaria de la Reserva Federal estadunidense, de la flexibilidad a la restricción gradual, ha obligado a otros bancos centrales, como el mexicano, a seguir la misma tendencia, en un esfuerzo por tratar de contener los efectos desestabilizadores y depresivos de la fuga en manada de los inversionistas financieros que abandonan el barco en proceso de naufragio.
El costo por tratar de estabilizar la moneda ante la volatilidad financiera y contener la sangría de divisas ha sido desangrar las reservas internacionales del banco central por un monto de 27 mil millones de dólares, entre 2015 y el 25 de enero de 2016, más las que se pierdan en los días subsecuentes. Aun así, la paridad mexicana, que bordea los 19 pesos por dólar estadunidense, con altibajos, se ha depreciado en poco más de 7 por ciento en enero, la pérdida más brusca para un mes desde octubre de 2008, cuando la moneda cayó 18 por ciento. En el último año acumuló una devaluación del orden de 23 por ciento, en promedio.
Ahora los mercados “emergentes” regurgitan los capitales que, como en el caso de México, en nada beneficiaron a sus economías. Con el peñismo, la economía se ha mantenido plácidamente aletargada en su estancamiento crónico. Su desempeño (2.2 por ciento en promedio real anual) es uno de los peores de los gobiernos neoliberales precedentes (1983-2012), cuya tasa media anual fue de 2.4 por ciento. Es igual al mediocre ritmo de calderonismo y sólo es superado por el delamadrismo de tasa cero.
Pese a que “vivimos momentos inusitados”, “de volatilidad extraordinaria” –la caída del precio del crudo, la situación china, la incertidumbre monetaria–, en un “mundo con aguas picadas”, que “hace que el barco se mueva un poco”, como dijo Agustín Carstens, desdichado improvisador de metáforas, el banquero central, en una entrevista concedida a Bloomberg TV, en Davos, el 21 de enero, se mostró satisfecho porque la subasta de dólares ha “cumplido su función de suavizar movimientos bruscos del peso, no de defender un nivel específico”.
Ello, empero, no le impide quejarse amargamente ante The Wall Street Journal de “los injustos inversionistas internacionales”; de la “exagerada sobrerreacción del mercado” que vapulea al peso, ya que, desconsolado, reafirma, los ambiguos –no explica a qué se refiere– “fundamentos” económicos permanecen sólidos. Por desgracia, encogiéndose de hombros, añade que “el entorno externo no lo controlamos”. Meditabundo, agrega que “con el tiempo esa presión desaparecerá” y “puede dar lugar a una corrección significativa” de la paridad.
Videgaray dice que “una vez que la volatilidad financiera disminuya, el peso eventualmente se apreciará ante un reconocimiento por parte de la comunidad internacional de los sólidos fundamentos económicos de México”.
Curiosa similitud retórica. Como si ambos siguieran el mismo libreto, con ligeros retoques estilísticos, para no desafinar el coro, desentonado con la realidad.
¿Cuánto durará la temporalidad señalada por Carstens y Videgaray? ¿Cuántos pesos más se pagarán por el dólar –¿20, 25 pesos? – por la exageración de los inversionistas, mientras llega la corrección, y qué tan significativa será ésta, por obra y gracia del reconocimiento internacional, hasta dónde caerá el precio del dólar? ¿Cuál será el balance de los daños de la desestabilización financiera, macro y productiva?
Todo es incierto.
Hasta que “el entorno externo [que] no lo controlamos” lo permita; y el interno, por añadidura, tampoco se domina. Porque, axiomáticamente, depende del libre movimiento de los movimientos de capitales y sus efectos sobre los mercados cambios, bursátiles y de dinero, y la transmisión de sus secuelas sobre las demás variables macroeconómicas y productivas (inflación, crecimiento, cuentas públicas y externas, réditos). Mientras se mantenga la apertura externa indiscriminada, comercial y financiera, los gobiernos como el mexicano decidan (o se les imponga) respetar esas reglas del juego neoliberal, y los países industrializados y los organismos multilaterales y los capitales no las honren y decidan que sólo las “economías emergentes” deben cumplirlas, a riesgo de que se les apliquen sanciones, nada serio podrá hacerse.
Es la relación hegeliana del amo-esclavo.
Todo queda “hasta las calendas griegas” (es decir nunca, pues en Grecia antigua no existían las calendas, la división del mes romano).
Lo que sí sabemos es que los desórdenes serán periódicos. Estarán determinados por la incertidumbre que envolverá las siete reuniones programadas por el Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal en 2016 (marzo, abril, junio, julio, septiembre, noviembre, diciembre), las cuales definirán el curso de las tasas de interés internacionales.
O las de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (junio, octubre, diciembre), que determinarán su política de producción y precios del crudo, así como el destino de un mercado desquiciado por la sobreoferta de ese producto y el desplome de sus cotizaciones.
O lo que decidan los especuladores que juegan en los casinos de los mercados con los precios, futuros y de opciones de las materias primas, principalmente en la bolsa de metales de Londres, la Chicago Board of Trade y la New York Mercantile Exchange.
O lo que ocurra en otras regiones del mundo, o las parias economías “emergentes”.
Lo que sucede en los mercados de materias primas tampoco es alentador para desgracia de los peñistas y, sobre todo, para las mayorías que pagarán los costos.
En noviembre de 2015, Carmen Reinhart, economista cubana-estadunidense, (exfondo)monetarista de la Universidad de Harvard –hecho que no le ha impedido proponer la cancelación o reducción de la deuda externa, el control de capital, la confiscación de depósitos o la regulación financiera ante el fracaso de las políticas ortodoxas de austeridad– señaló que “el devenir del ciclo de precios de las materias primas” sigue “el recorrido de una montaña rusa” que no permite “que sus giros y vueltas sean más fáciles de tolerar”.
Dijo Reinhart que el auge más reciente de esos precios comenzó en 2004 y terminó en 2011. Sus colapsos, con altibajos de más del 30 por ciento, tienen una duración similar, unos 7 años en promedio. Su derrumbe “actual va por su cuarto año, y la actual caída acumula un retroceso del 30 por ciento promedio (excluyendo al petróleo, la baja es del 25 por ciento)”. Si cumple el ciclo de la “montaña rusa”, el derrumbe se extendería hasta 2018, o más adelante, cuando el peñismo esté muerto, con sus santos óleos. Enterrado junto a la tumba de Porfirio Díaz por la reprivatización petrolera, eléctrica y lo que le alcance mientras agoniza.
Reinhart afirmó que “los auges de los precios de materias primas están normalmente asociados a crecientes ingresos, posiciones fiscales más fuertes, apreciación de las monedas, caída de los costos de endeudamiento e ingresos de capital. Durante las recesiones, estas tendencias se revierten. Desde que comenzó el actual desplome hace 4 años, la actividad económica para muchos exportadores de materias primas se ha desacelerado notablemente; sus monedas han caído, después de casi 1 década de relativa estabilidad; los spreads [las diferencias] de las tasas de interés se han ampliado y los flujos de capital se han agotado. Una crisis de deuda hace descarrilar a los mercados. Y, de hecho, durante las caídas de los precios de los commodities [las mercancías], las crisis bancarias, monetarias y de deuda soberana tienden a proliferar, y evitar la crisis se vuelve un tema candente para los responsables de las políticas” públicas.
Ésos son los fantasmas que flotan aterradoramente y que sobresaltan a Videgaray, Carstens y Peña Nieto; quienes prefieren cerrar los ojos, taparse los oidos ante las Casandras, y hablar de la solidez de los difusos fundamentos económicos mexicanos.
Las estadísticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) indican que, en realidad, el reciente auge de las materias primas (agrícolas, energéticas y metales) fue entre abril de 2009 y 2011. En 2012-2015 se desplomaron en 39 por ciento. Los energéticos (petróleo, gas natural y carbón) cayeron en 50 por ciento.
Hasta el 27 de enero, el precio medio del crudo internacional (Dated Brent, West Texas Intermediate, Dubai Fateh) cayó 14.5 por ciento, de 36.56 dólares por barril (db) en diciembre de 2015 a 31.30 db. Sin embargo, su desplome no se inició en la segunda mitad de 2014. Empezó en marzo de 2012, cuando fue de 117.79 db, por lo que ha perdido el 73 por ciento de su valor de mercado, con la consecuente pérdida de divisas e ingresos fiscales.
El precio medio del crudo mexicano retrocedió 22 por ciento hasta el 25 de enero pasado; bajó de 28.80 db a 27.47 db. incluso cayó por debajo de los 20 dolares. Hacienda lo estimó en 50 db. Después del colapso sistémico alcanzó su máximo en marzo de 2012 (112.82 db), por lo que caído en 80 por ciento.
El 26 de enero el Banco Mundial, quien estima la caída del precio de las materias primas para este año, revaluó su cálculo de la cotización media del crudo de 51 db a 37 db. Para 2017 espera que mejore a 48 db.
Pero antes emergerá otra cara de la desgracia.
Cuando se planteó el piso de 20 db, más de uno se espantó y quiso conjurar el fantasma señalando que era una exageración.
Ahora otro exagerado propone otro piso en ausencia del mismo.
Economistas del Royal Bank of Scotland aventuran que el precio del crudo podría caer hasta los 16 dólares. Standard Chartered sugiere los 10 dólares. (https://actualidad.rt.com/economia/197475-paises-afectados-caida-petroleo).
El analista estadunidense Michael T Klare, del Instituto Hampshire, dijo que “habrá caos y una tormenta perfecta: los precios del petróleo no se recuperarán hasta 2040”. (…) “La depresión actual del precio del petróleo continuará en 2016 y se extendería a la década de 2020 y más allá. Los precios podrían alcanzar el rango de 50 a 60 dólares sólo para la década de 2020, y llegar hasta los 85 dólares para 2040”. (https://actualidad.rt.com/economia/197312-caos-tormenta-perfecta-precios-petroleo-recuperacion). Cuando el peñismo esté más que enterrado y sólo sea un trágico recuerdo histórico.
Las expectativas de la economía mundial no favorecen al peñismo.
El 19 de enero el FMI redujo sus expectativas del crecimiento mundial de 3.6 a 3.4 por ciento en 2016, y de 3.8 a 3.6 por ciento en 2017. Para América Latina y el Caribe prevé una recesión de 0.3 por ciento en 2016, igual que en 2015, algo que no había ocurrido desde la crisis de la deuda de 1982-1983 y su “década perdida”. Para México bajó sus cálculos de 2.8 a 2.6 por ciento en 2016, y de 3.1 a 2.9 por ciento en 2017, pese a las reformas.
Como un ritual, el gobierno mexicano usa a la expansión estadunidense como un salvavidas, ya que supone que arrastrará al cadáver de la economía local. Pero el FMI espera que ese país apenas crezca 2.1 por ciento en 2016 y 2017, que de poco servirá para aumentar sus importaciones desde México.
“No descartamos una recesión” estadunidense en 2017, señalaron Ethan Harris y Emanuella Enenajor, del Bank of America Merrill Lynch, aunque curándose en salud agregaron que esa posibilidad es baja.
¿A qué tren se aferrarán los peñistas como furgón de cola?
Por esa razón, Agustín Carstens hizo a un lado su patética retórica ante el Financial Times, y dijo crudamente que debemos “estar preparados para una crisis potencialmente severa y de consecuencias violentas”. Ello, debido a la política monetaria restrictiva de los países avanzados, que aceleraría la salida de capitales de los “mercados emergentes” y provocaría una contracción crediticia que dificultaría a las empresas de los países emergentes pagar sus deudas, y a la desaceleración de China. Ante ello, agregó, los ajustes restrictivos de los bancos centrales tendrían que ser “violentos”.
El dúo dinámico desentonó.
Para Videgaray no pasa nada: “México está preparado para escenarios adversos globales”, dada la dichosa “fortaleza”, la “responsabilidad fiscal y monetaria”, las coberturas petroleras, los recortes del gasto público de 2015 y 2016, y demás yerbas, por lo que agregó que “no habrá necesidad” de “un recorte adicional al gasto”.
Por si las dudas, no vaya ser el diablo, dijo estará atento de las cosas.
Por puro ocio, analistas del Grupo Financiero Santander hicieron sumas y restas de los posibles efectos de la baja de los precios del petróleo sobre las finanzas públicas y las cuentas externas. Por cada dólar perdido por barril, las exportaciones estimadas, se dejarían de recibir unos 3.7 mil millones de pesos (mmp) en 2016. Como la cobertura para este año se pactó en 49 db, suponen que no tendría que realizarse un nuevo recorte en el gasto.
Si el precio del crudo es de 25-40 db en 2017, el faltante fiscal sería por 33-89 mmp. Sin duda Videgaray comprará otra cobertura. Si es por 25 db, el boquete sería por 89 mmp. Si es por 40 db, sería por 33 mmp.
Si se mantiene la meta del déficit fiscal (2.7 por cirnto del PIB), se requerirá del fondo de estabilización, más impuestos, más deuda, menos gasto. Una combinación de todo, en un mundo externo incierto y sin control. En un mundo interno controlado por otros.
Sólo queda administrar la posible desgracia y la austeridad
Puede declararse la suspensión de pagos al pueblo (recortar el gasto no financiero), para salvar a los acreedores (mantener el gasto financiero).
La (supuesta) vedette petrolera del mercado (México), placeada en Davos, puede caer en desgracia.
Como Argentina, Brasil, Italia…
*Analista económico
Marcos Chávez*
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: ECONÓMICO]
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