Recientes informes cuestionan la promesa del primer ministro Justin Trudeau de cesar la participación directa de Canadá en misiones de combate en Irak y Siria, ante lo cual reclaman al Ejecutivo mayor transparencia para dilucidar el asunto.
Al asumir la jefatura del gobierno en 2015, los liberales prometieron retirar los seis aviones militares que bombardeaban al Estado Islámico (EI) en las naciones del Oriente Medio. Asimismo, dictaron como línea a seguir que los soldados canadienses debían limitarse a ofrecer entrenamiento, pero no participar en misiones combativas en dichos teatros de operaciones.
Con tales decisiones, el Partido Liberal marcó distancia del acentuado belicismo e implicación en escenarios de conflicto que caracterizó al gobierno precedente de los conservadores, liderados por el primer ministro Stephen Harper (2006-2015).
Ottawa se sumó a la coalición encabezada por Estados Unidos y varios aliados, los cuales iniciaron el 8 de agosto de 2014 una campaña de ataques aéreos en Irak, y en Siria a partir del 23 de septiembre, bajo el pretexto de erradicar a grupos terroristas, sin coordinar sus acciones con el gobierno de Damasco ni contar con el mandato del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
En febrero de 2016, tras la asunción de Trudeau, el país retiró los seis cazabombarderos CF-18, así como aviones de vigilancia electrónica y abastecimiento que respaldaban las acciones. No obstante, amplió la presencia de instructores militares que asesoran a las milicias kurdas en el Norte de Irak, en la frontera con Turquía.
A mediados de mayo, un artículo en el sitio digital CBS News dio cuenta de que al menos 104 miembros del Ejército canadiense sirven actualmente en programas de intercambio en otras naciones, pero deploró la negativa del Ministerio de Defensa Nacional a confirmar cuántos de ellos están desplegados en operaciones de combate.
Aunque varios funcionarios retienen información al respecto, documentos internos del gobierno revelan que hasta 2015 varios pilotos de combate canadienses –que volaron en aeronaves de países aliados no identificados– estaban involucrados en combates contra el EI, reveló el analista en temas de defensa Murray Brewster.
A pesar de obtener expedientes al respecto al amparo de la ley de acceso a la información, el Departamento de Defensa se negó a discutir el caso, por lo cual Brewster sugirió que podría tratarse de tareas peligrosas debido a que un portavoz pidió la aprobación ministerial para hablar.
Cuando se le preguntó por la información actualizada sobre los actuales despliegues de intercambio, la instancia gubernamental se negó a proporcionar cualquier detalle, alegando razones de seguridad operativa, precisó la fuente.
“Debido a la protección de la fuerza y las consideraciones de seguridad operacional, no podemos proporcionar información de identificación de nuestros miembros que podrían ser desplegados durante el intercambio”, señaló el portavoz Dan Le Bouthillier.
Los documentos muestran que la gran mayoría de las tropas de intercambio canadienses –66 efectivos– se encuentran dentro de unidades de las fuerzas estadunidenses. Más de dos docenas están desplegadas con militares británicos, al tiempo que un número sin precisar ocupa posiciones con uniformados australianos, neozelandeses, franceses y holandeses.
Los intercambios, práctica de larga data destinada a ofrecer a los canadienses experiencia práctica con otros países, involucra a todas las ramas del estamento castrense: el Ejército, las Fuerzas de Operaciones Especiales, la Fuerza Aérea y la Marina.
De acuerdo con el líder del Nuevo Partido Democrático, Tom Mulcair, resulta inaceptable que el gobierno liberal, que prometió transparencia, se niegue a informar sobre cuántos canadienses están en peligro al prestar servicio con otras naciones.
“Si los canadienses están involucrados en misiones militares de otros países, los canadienses tienen que saberlo. Sabemos lo que hacen los estadunidenses y los británicos”, remarcó.
Según Mulcair, si Canadá está enviando tropas para operar con fuerzas aliadas, “¿cómo puede el primer ministro Justin Trudeau seguir fingiendo que no están en una misión de combate?”
Ottawa tiene unos 850 soldados en Irak, incluyendo 200 miembros de las Fuerzas de Operaciones Especiales. Semanas atrás, el gobierno liberal extendió su despliegue hasta finales de marzo de 2019.
Tanto la actual administración como la anterior, liderada por los conservadores, argumentaron que los soldados canadienses en el terreno no están en misiones de combate, sino asesorando y ayudando a las fuerzas irakíes, y que sólo abren fuego contra extremistas en caso de que sea necesario proteger a civiles y aliados.
Steve Day, excomandante de las Fuerzas de Operaciones Especiales, no entiende por qué el gobierno “simplemente no sale y dice que el país está involucrado en un ‘conflicto de baja intensidad’ junto a sus aliados”.
La posible muerte de civiles en Irak y Siria como consecuencia de ataques dirigidos por la Fuerza Aérea canadiense es otro de los puntos que también genera controversias en lo relativo a su participación en la Coalición Internacional que actúa en Oriente Medio.
Según informes del Departamento de Defensa Nacional, mientras Ottawa integró la Coalición, la Fuerza Aérea lanzó 606 bombas guiadas con precisión –la mayoría de ellas en Irak–, de las cuales 17 no impactaron en su objetivo.
El alto mando castrense alegó no tener información de que cualquiera de sus incursiones haya matado o herido a civiles, si bien se abstuvo de mencionar cuáles pudieron ser los resultados en el caso de los ataques fallidos.
Los documentos plantean preguntas preocupantes sobre la efectividad del armamento guiado y sobre cómo el Departamento enfrentará tan sensible tema, opinó en mayo CBC News. A mediados de noviembre de 2015, ejemplificó la publicación, un par de aviones CF-18 canadienses lanzaron una bomba inteligente que falló el blanco, cuando intentaban respaldar a las fuerzas de seguridad irakíes que se enfrentaban al EI en las afueras de la ciudad de Kirkuk.
Medios de comunicación irakíes reclamaron poco después por un ataque aéreo canadiense el 19 de noviembre, esta vez cerca de Mosul, donde fallecieron entre cinco y 13 civiles. No existen indicios de si un mal funcionamiento de la bomba fue lo que derivó en la destrucción de una fábrica de municiones del EI y parte de una lechería.
El incidente plantea la cuestión de si ese problema se mantuvo a lo largo de la campaña aérea en los territorios levantinos, analizó la fuente.
Documentos a los cuales tuvo acceso CBC News indican cómo el Departamento de Defensa Nacional intentó enterrar el episodio detrás de un muro de seguridad operativa.
Airwars, un grupo independiente que monitorea la campaña de la Coalición Internacional en Irak y Siria, otorgó a Canadá una alta calificación en cuanto a la transparencia de sus reportes sobre el conflicto, tras una reciente auditoría.
Pero al mismo tiempo cuestionó que el Ejército del país norteño podría haber efectuado una investigación más rigurosa, pues en sus evaluaciones sólo tuvieron en cuenta fuentes militares.
Según entiendo, la posición de Canadá no es que no haya matado a civiles, sino que no es consciente de haber matado a ninguno, argumentó Chris Wood, director de Airwars, con sede en Reino Unido.
Por su parte, el analista de defensa canadiense Eric Morse recomendó que ante tales cuestionamientos lo mejor fuera que la Fuerza Aérea publicara la cronología de todas sus incursiones fallidas en los territorios levantinos.
Luis R Brizuela Brínguez/Prensa Latina
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