Sin freno, los asesinatos cometidos contra periodistas. A 1 año y 5 meses del inicio del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, 12 periodistas han muerto violentamente. El asesinato más reciente se cometió en Veracruz el 30 de marzo pasado contra la reportera María Elena Ferral –de El Diario de Xalapa y Quinto Poder–, según el recuento de Artículo 19.
La oficina para México y Centroamérica de esa organización internacional señala que desde el año 2000 y hasta la fecha han perdido la vida 132 periodistas. El sexenio más sangriento para el gremio es el de Felipe Caderón. Sin embargo, la organización sólo lleva la cuenta de los asesinatos que ella misma considera que están relacionados con la labor informativa de las víctimas, por lo que la cifra real es mayor aún.
Un nuevo Día Mundial de la Libertad de Prensa (que se conmemora cada 3 de mayo) llega a México con cuatro características que observan especialistas en medios de comunicación y periodismo: un clima de mayor libertad como no se conoció desde principios del siglo XX; una confrontación del Poder Ejecutivo con los medios de comunicación y con algunos periodistas ligados a los gobiernos anteriores; el mantenimiento de la discrecionalidad gubernamental en gasto publicitario, y la profundización de la precariedad en la que el grueso de los periodistas realizan su trabajo.
“El más grande desafío para el gremio es el de la violencia, tanto de parte de servidores públicos como del crimen organizado”, considera el doctor en ciencias políticas y maestro en ciencias de la comunicación Hugo Luis Sánchez Gudiño.
Investigador y profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, señala que la violencia contra los periodistas se mantiene a más de año y medio de iniciado el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
De acuerdo con la base de datos de Artículo 19 “Periodistas asesinados en México, relacionados con su labor”, 132 periodistas (121 hombres y 11 mujeres) han muerto violentamente a manos de sicarios o de efectivos policiacos desde el año 2000.
El sexenio más sangriento ha sido el de Felipe Calderón Hinojosa, con 48 periodistas asesinados entre el 1 de diciembre de 2006 y el 30 de noviembre de 2012. Enseguida se encuentra el de Enrique Peña Nieto, con 47 asesinatos entre el 1 de diciembre de 2012 y el 30 de noviembre de 2018.
Por su parte, durante el sexenio de Vicente Fox (diciembre de 2000-noviembre de 2006) fueron ultimados 22 periodistas. Con respecto del de Ernesto Zedillo, sólo se cuenta con información de los últimos 11 meses de su gobierno (enero-noviembre de 2000), cuando fueron asesinados tres periodistas.
Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la violencia contra los periodistas mantiene la misma tendencia que los dos anteriores. En 17 meses han sido asesinados 12 periodistas, informa Artículo 19.
“Hay una violencia alimentada por la impunidad. Si una sociedad no protege su derecho a la información, mina sus relaciones democráticas”, advierte la experta en derecho a la información Beatriz Solís Leree, investigadora adscrita al Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Defensora de las audiencias en el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, Solís Leree advierte que el ejercicio periodístico de los reporteros se mantiene, como en sexenios anteriores, “en una gran fragilidad; con poca certeza en materia de seguridad”.
Sobre el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, el doctor Sánchez Gudiño señala que “no ha respondido a las expectativas” que se tenían con el nuevo gobierno. Hay menos recursos y un descontrol administrativo que arrojan magros resultados, más allá de los discursos de buenas intenciones.
El Mecanismo –dependiente de la Secretaría de Gobernación– se encuentra “en un proceso de reingeniería institucional”, informó la dependencia el pasado 29 de abril. De acuerdo con la información oficial, nunca antes protegía tal cantidad de personas. Hoy son 1 mil 162 las personas protegidas por la institución, de las cuales 778 son defensoras de derechos humanos y 384 periodistas.
Sobre las deficiencias en la protección, el Mecanismo señaló que se está transitando de la subrogación a empresas privadas a un sistema con el Servicio de Protección Federal (SPF). Es decir, se dejará de contratar los servicios de empresas de seguridad privada y se ocuparán los del SPF.
Los expertos en medios de comunicación y periodismo reconocen que hoy el país vive un clima de libertad de prensa y de expresión como no se veía desde las décadas 1910 y 1920. Con sus limitantes, hay posibilidades no sólo difundir opiniones, sino de investigar. Paradójicamente, tal clima de libertad va acompañado de una confrontación política con el presidente de la República.
Sánchez Gudiño, autor o coautor de 17 libros relacionados con la prensa y el poder, señala que México vive “un escenario de mayor libertad en términos de opinión, de investigación y de denuncia”.
A este respecto, Javier Esteinou Madrid, doctor en Sociología e investigador y profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana, considera que “en más de año y medio de gobierno existe una gran libertad de expresión sobre todos los temas. En este sentido, sí hay un cambio notable frente a lo ocurrido durante los gobiernos anteriores”.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores con una membresía Nivel III, señala que “hay un grado importante de crítica que se ha extendido hacia este gobierno. Es la administración más cuestionada por los medios de comunicación en los últimos 50 años”.
Solís Leree, por su parte, observa que “los medios están trabajando sin ningún tipo de censura, aunque sí confrontados, cuestionados, adjetivados por el Poder Ejecutivo. Y eso polariza mucho la libertad de opinión”.
Y es que, paradójicamente, el clima de libertad que gozan los medios de comunicación va acompañado de una confrontación permanente con el presidente de la República. Prácticamente a diario, en su conferencia de prensa de las 7:00 de la mañana, Andrés Manuel López Obrador, critica a uno o varios medios o columnistas por sus publicaciones.
El presidente dice hacer uso del “derecho de réplica” y que, lejos de atacar la libertad de expresión, promueve el debate y sale al paso de informaciones falsas o inexactas.
Esteinou Madrid, autor de 47 libros –entre ellos Medios de comunicación y construcción de hegemonía– observa que desde el gobierno existe cada vez mayor crítica y crece la ofensiva discursiva hacia determinados medios de comunicación. “Resulta un panorama paradójico: se permite la crítica. Pero se le contesta y se descalifica”.
Sánchez Gudiño señala, por su parte, “que se empieza a agrupar un segmento de medios, periodistas y corporaciones que no comulgan con la filosofía del actual presidente”.
Tanto el titular del Ejecutivo como algunos medios de comunicación han ido subiendo el tono de la confrontación. “Y la confrontación ya no es sólo con la prensa de los grupos conservadores o del empresariado. Ahora se encuentra también un segmento de la prensa que siempre ha sido crítica”.
El politólogo especialista en medios de comunicación observa tres hechos que atizaron los desencuentros y, de los cuales, el presidente no salió bien librado. Explica que el manejo de comunicación social de estos temas terminó por confrontar directamente al presidente con la prensa mexicana.
El primero fue el de la rifa del lujoso avión Boeing 787 Dreamliner, de configuración especial con matrícula TP-01 y que se conoce como el “avión presidencial”. Se trata de una aeronave comprada por el presidente Felipe Calderón Hinojosa en 218 millones de dólares (unos 5 mil 300 millones de pesos). “La rifa del avión no resultó realmente en una rifa del avión”. Hubo burlas de periodistas y varios intercambios ríspidos en las conferencias matutinas.
Un segundo tema fue el de las protestas feministas ante la ola de violencia contras las mujeres. El presidente mantuvo una actitud crítica frente al movimiento. A regañadientes reconoció la legitimidad de las protestas. Se sumó tardíamente a la condena a la violencia machista porque interpretó las movilizaciones como intentos de desestabilizar a su gobierno.
El tercer tema de desencuentro fue el de la llegada de la pandemia. Los medios resaltaron supuestas inconsistencias entre las recomendaciones del Secretaría de Salud para mantener el distanciamiento social que evite contagios y las giras multitudinarias que realizaba el presidente aún en la tercera semana de marzo.
Lo cierto, señala Sánchez Gudiño, es que la confrontación del presidente con los medios de comunicación está estrechamente relacionada con un cambio en la política de comunicación social. “López Obrador rompió el formato de comunicación con los medios y periodistas que antes había”.
El investigador y catedrático de la UAM Javier Esteinou explica que en el pasado se impuso el modelo de mercado de medios de comunicación. Se buscó que los medios fueran un negocio.
Sin embargo, apunta el comunicólogo y sociólogo, no se basó en generar mejores contenidos para las audiencias. Los medos se volcaron al “modelo de comunicación-chayote”. En la medida en que el gobierno les proveía de financiamiento, los medios se comprometían a no cuestionarlo ni criticarlo.
Otra fuente de ingresos que hizo crisis, explica Esteinou Madrid fue vender tiempos y espacios de manera velada a determinados partidos y grupos políticos que se disputan el poder. Eso también se acabó.
“Es decir, no fue la calidad de los productos informativos que ofrecían a las audiencias los que les aseguraba el éxito financiero. Los medios se convirtieron en parásitos que se dedicaron a vivir del Estado.”
Coautor, junto con Alma Rosa Alva de la Selva, de La Ley Televisa y la lucha por el poder en México, Esteinou considera que el gobierno de López Obrador ha intentado terminar con esa vinculación mafiosa entre el gobierno y los medios de comunicación privados. Por ello, la restricción de la entrega de publicidad oficial en 50 por ciento con respecto del sexenio pasado.
“Se redujo relativamente el sistema de ‘pago para que no me pegues’. Digo que es relativo porque se devolvieron a las televisoras tiempos fiscales.”
Otro aspecto que acabó con gran parte del modelo de negocios anterior, apunta el académico, es la presencia de internet. Como los empresarios de los medios no apostaron a producir mejores contenidos periodísticos, con la llegada del internet perdieron audiencias.
“No es que los grandes medios de comunicación estén en bancarrota –aclara–, sino que han dejado de ganar las cantidades estratosféricas que antes ganaban. Siguen siendo empresas que pueden funcionar, pero con menos ganancias.”
Esteinou Madrid destaca que la situación de los medios de comunicación no es la misma que la de los periodistas. Sobre todo, cuando se habla de los reporteros. Los medios gozan de mayor libertad y, aun con menos recursos, siguen siendo negocios. Los golpes económicos generalmente se los trasladan a sus trabajadores.
“Todo repercute en despidos de los trabajadores, la reducción de espacios, la cancelación de proyectos. Fundamentalmente la crisis es porque los medios no se adaptaron a los cambios que venían. Pensaron que podía seguir viviendo a través de chupar ingresos al Estado.”
A este respecto, Hugo Luis Sánchez señala que, finalmente, los medios son empresas de comunicación y tienen un dueño y un grupo de trabajadores. “Históricamente el modelo de negocios del periodismo mexicano no se ha caracterizado por las condiciones laborales dignas para los periodistas. Es un talón de Aquiles que ha sido aprovechado por gobiernos, grupos políticos, el crimen organizado, funcionarios corruptos”.
Por su parte, la maestra Beatriz Solís explica que les periodistas padecen varios tipos de violencia. La precariedad laboral es una de ellas. Generalmente trabajan sin ningún tipo de seguridad social y con salarios bajos.
Hay periodistas encumbrados que se han beneficiado ilegal e ilegítimamente de su relación con el poder. Pero la mayoría trabajan dignamente, incluso a veces a contracorriente de sus propios medios. “No debemos meter a todos los periodistas en el mismo cajón de los que reciben dádivas; primero porque no caben; y segundo, porque es injusto”.
Considera que la precariedad laboral de los periodistas es también resultado de la falta de organización. “¿Quién pelea por los derechos del gremio? Pues cada quién con sus uñas. No hay organización, no hay sentimiento de colectividad, que podría estar ayudando a exigir a tener en, términos jurídicos, un salario base transparente”.
El doctor Javier Esteinou Madrid lamenta que el gobierno actual no se decidiera por crear un nuevo modelo de comunicación social. Sí trastocó el tipo de relación con los medios, pero no tocó el modelo. Pareciera más interesado en construir un aparato ideológico para apuntalar sus políticas, observa.
Recuerda que antes de asumir el poder, el grupo que encabeza López Obrador prometió que se elaboraría una nueva Ley de Comunicación Social que sustituiría a la ley chayote de Peña Nieto, “que precisamente está basada en la discrecionalidad”.
Cuestiona que después de año y medio y de modificaciones de leyes y de Artículos Constitucionales no se haya impulsado la nueva Ley de Comunicación Social. “Es sospechoso e inaceptable. Se sigue manejando de manera discrecional. Es el manejo del mismo modelo de comunicación anterior, discrecional, preferencial, pero manejado ahora por otro grupo político”.
Concuerda Hugo Luis Sánchez Gudiño. El especialista observa que en cada sexenio hay un grupo de periodistas consentidos del gobierno en turno. Y en ese conjunto de periodistas están tanto los reporteros que cubren una fuente fija, los que hacen trabajo de investigación y los columnistas y articulistas de opinión.
El presupuesto se redujo para la gran mayoría. Pero no para todos. “Hay medios que hoy tienen más publicidad y que estaban castigados durante el gobierno anterior. Y se invirtieron los papeles: a medios que tenían mucha publicidad ahora se la retiraron. La mayor parte de los medios no son independientes económicamente. La mayor parte de los medios viven del dinero público. Eso ha generado corrupción, compra-venta de espacios, intereses creados”.
Coinciden los especialistas en que mientras no haya una nueva legislación que regule y transparente la asignación de publicidad oficial en los medios de comunicación, se seguirá manteniendo el mismo uso discrecional del presupuesto púbico. No importa que los actores sean otros, el modelo seguirá intacto.
Sánchez Gudiño señala que México debe superar cinco escollos que impiden la construcción de un sistema de medios libre y democrático. El primero es la vulnerabilidad en que viven los periodistas. No hay una protección a su trabajo. Los gobiernos no tienen ni las leyes ni los instrumentos para proteger el trabajo del periodista.
El segundo es la existencia de normas y leyes que rigen el trabajo periodístico que termina por criminalizar al periodista y proteger a los funcionarios. El tercero es la estructura de la propiedad de los medios, pues en el 90 por ciento de los casos los dueños reales son familias vinculadas a las elites económicas y políticas.
Un cuarto escollo lo constituye la falta de estándares periodísticos de calidad, tanto en términos de la información como en las condiciones de trabajo. El quinto es la relación de dependencia que han establecidos medios y periodistas con sus fuentes, quienes se convierten en sus amigos, socios y cómplices.
Por su parte, Javier Esteinou advierte de omisiones que ponen en duda el compromiso del actual gobierno con la libertad de prensa. Señala que el derecho de las audiencias, planteado a principios del gobierno, hoy está marginado y olvidado.
Considera un retroceso la reducción de los tiempos fiscales de radio y televisión para que los concesionarios privados que obtienen mayores ganancias paguen menos impuestos. Lo anterior contradice la determinación de que no se condonarían impuestos y de que no se favorecería a los monopolios.
“Hay un código similar al de la bioética: se decide quién vive y quién no vive. Se permitió que sobrevivieran las grandes empresas monopólicas privadas poderosas del país y se sacrificaron recursos de la sociedad civil a productores y creadores que realmente requieren el apoyo del Estado. En materia de comunicación no existe la ‘cuarta transformación’ sino la cuarta república mediática.”
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