Thierry Meyssan/Red Voltaire
Damasco, Siria. La prensa, sea cual sea el país del que hablemos, está actualmente tan ocupada analizando con lupa la posición de su propio gobierno con respecto al Oriente Medio que pasa por alto las negociaciones globales entre la Casa Blanca y el Kremlin, lo cual la lleva a interpretar erróneamente los hechos secundarios. Para aclarar la actual agitación diplomática tenemos que volver al acuerdo de septiembre pasado entre Estados Unidos y Rusia.
La parte pública de ese acuerdo fue formulada por Rusia en un documento distribuido el 29 de septiembre en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El documento indica que para restablecer la paz y la estabilidad en el Norte de África y en Oriente Medio, basta con:
Lo previsto inicialmente era que Rusia hiciese adoptar una resolución en ese sentido en la reunión del 30 de septiembre en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero, sólo 1 hora antes de la reunión, Estados Unidos se opuso. Así que Serguéi Lavrov presidió la reunión sin mencionar el proyecto. Aunque importante, este incidente debe interpretarse únicamente como un desacuerdo táctico que no debe impedir un acuerdo estratégico.
El 20 de octubre, el presidente ruso, Vladimir Putin, recibía en el Kremlin a su homólogo sirio Bashar al-Assad. Asistían al encuentro los ministros rusos de Defensa y Relaciones Exteriores, el secretario general del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa y el jefe de los servicios secretos. La entrevista trató sobre la aplicación del plan ruso-estadunidense, incluyendo la del Comunicado de Ginebra del 30 de junio de 2012. El presidente Al-Assad resaltó que él está siguiendo el contenido de ese comunicado y, sobre todo, que ha integrado a su gobierno los partidos de oposición que así lo solicitaron, conforme a la descripción que contiene el comunicado de lo que denomina como Órgano Gubernamental de Transición.
Temiendo que Rusia y Estados Unidos llegaran a un entendimiento en contra de Turquía y de Arabia Saudita, Francia convocó en París una “cena de trabajo”, en vez de una “cumbre diplomática”. Alemania, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Italia, Jordania, Catar, el Reino Unido y Turquía no “decidieron”, sino que “abordaron” el futuro de Siria. El formato de esta reunión corresponde al del “Core Group” de los “Amigos de Siria”, exceptuando a Egipto, que en secreto ya se puso del lado de Siria. Pero, dado que Francia no podía hacer otra cosa que invitar a Estados Unidos, la reunión no arrojó resultado. Este encuentro tampoco llegó a producir un texto final.
Finalmente, el 30 de octubre, Estados Unidos y Rusia reunían una asamblea más amplia que incluía a todos los países que habían participado en las dos reuniones anteriores más Egipto, China, Irak, Irán, Líbano, Omán, la Unión Europea y la ONU. La prensa habló muchísimo de la presencia de Irán –que desde el inicio del conflicto se había visto marginado de toda negociación– pero pasó por alto el regreso de Egipto y del mariscal al-Sissi, anteriormente excluido por Francia pero que ahora regresa a la escena internacional gracias al descubrimiento de sus nuevas reservas de petróleo, así como la persistente ausencia de la principal potencia regional: Israel. La única explicación posible de esto es que el Estado hebreo haya obtenido previamente la garantía de que podrá concretar uno de sus objetivos de guerra: la creación de un Estado colonial al Norte de Siria.
A los participantes de la reunión de Viena se les invitó a que firmaran una declaración final que solamente los rusos y los iraníes se han tomado el trabajo de dar a conocer. Esto está muy lejos de ser una casualidad, ya que en ese documento se asienta en negro sobre blanco la derrota de los halcones estadunidenses. En efecto, en el punto 8 se indica que el “proceso político” –no el “proceso de transición”– será liderado por los sirios y propiedad de los sirios y que el pueblo sirio decidirá el futuro de Siria. Esta insistente formulación invalida el documento de Feltman, que constituyó desde hace 3 años el objetivo de los halcones estadunidenses, de los franceses, de los turcos y de los sauditas: la capitulación total e incondicional de la República Árabe Siria.
En el caso de Turquía, la victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por su sigla en turco) en las nuevas elecciones legislativas del 1 de noviembre sólo agravará la guerra civil, que seguirá extendiéndose y desarrollándose hasta la división del país en dos partes y la posterior fusión del Kurdistán turco, del Kurdistán iraquí y de un territorio árabe sirio ocupado por los kurdos de Siria y Estados Unidos. Ya en este momento, las Unidades de Protección Popular (YPG, por su sigla en kurdo) y Estados Unidos han conquistado juntos un territorio árabe en el Norte de Siria. Las YPG, que hasta el mes pasado recibían paga y armamento de Damasco, se han vuelto ahora en contra de la República Árabe Siria. Sus milicianos invaden las localidades conquistadas, expulsan a los maestros árabes y decretan la kurdización forzosa de las escuelas. La lengua kurda, que se hablaba y se enseñaba en las escuelas, se convierte en lengua única y de uso obligatorio. Las milicias de la República Árabe Siria, principalmente los asirios, se ven ahora obligadas a utilizar sus armas para defender sus escuelas frente a sus compatriotas kurdos.
Por su parte, el rey Salmán de Arabia Saudita se ve obligado a reconocer su derrota en Yemen, vecino al que invadió, oficialmente para respaldar a un presidente prófugo, aunque en realidad lo hizo para explotar –con Israel– el petróleo de la llamada “cuarta parte vacía”. Sucesivamente, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto se retiraron de la coalición saudita. Los emiratíes decidieron retirarse después de sufrir importantes bajas entre sus oficiales. Los egipcios lo hicieron más discretamente, dejando las operaciones militares únicamente en manos de los israelíes. Los houthis, empujados hacia el Norte por los bombardeos, han realizado incursiones en territorio saudita, donde han destruido varias bases aéreas y todo el equipamiento allí desplegado. Los soldados sauditas, casi todos extranjeros bajo uniforme del reino, han desertado en masa obligando al rey a emitir un decreto contra los militares que abandonan su posición. En aras de evitar un desastre militar, Arabia Saudita decidió entonces recurrir a otros aliados… y a la chequera. Así obtuvo de Senegal el envío de 6 mil hombres, y de Sudán el envío de 2 mil más. Mauritania todavía sopesa si enviará o no un contingente. Se dice que el rey Salmán ha recurrido también al ejército privado Academi (exBlackwter/Xe), que estaría reclutando actualmente mercenarios en Colombia. El fiasco saudita es imputable directamente al príncipe Mohammed ben Salmán, quien reclamó la iniciativa de esta guerra. El príncipe debilita así la autoridad de su padre, el rey Salmán, y fortalece la oposición de los dos clanes actualmente excluidos del poder en Arabia Saudita, el del fallecido rey Abdallah y el del príncipe Bandar. Lógicamente, ese conflicto debería conducir a una repartición del poder entre los tres clanes, es decir, a una posible partición del reino en tres Estados.
Sólo después de esos nuevos conflictos la paz volvería a la región, con excepción de la parte árabe colonizada por el nuevo Kurdistán, llamada a convertirse en nuevo vértice de los antagonismos regionales, en lugar de Palestina.
Sin embargo, incluso ya escrito, el futuro siempre sigue siendo incierto. La inversión de la correlación de fuerzas entre Washington y Moscú podría modificar el acuerdo ya existente entre ellos.
No queda otra solución que aceptar que la alianza entre los partidarios del caos y los partidarios de la recolonización no sólo va a perder la partida en Siria sino que, además, la alianza atlántica ya no puede seguir aspirando a la dominación global. Como consecuencia de ello, una inesperada inquietud conmociona las cancillerías, donde muchos comienzan a decir que ya es hora de lograr la paz… lo cual implica que hasta ahora pensaban de otra manera.
Los “cambios de casaca” que ya se anuncian sobre el tema de Siria tendrán como primera consecuencia la consagración del papel internacional de la República Islámica de Irán y de la Federación Rusa, dos actores que la prensa occidental presentaba –hace sólo 4 meses– como totalmente aislados y condenados a terribles dificultades económicas, dos potencias que ahora constituyen las primeras fuerzas militares –regional, en el caso de Irán, y global, en el caso de Rusia–. La segunda consecuencia es que el presidente Al-Assad se mantendrá en el poder, a pesar de las innumerables veces que se ha anunciado –a lo largo de los últimos 5 años– que “tiene que irse”.
Ante ese contexto, la propaganda de guerra sigue repitiendo, sin inmutarse, que cuando no son los bombardeos rusos los que matan a los civiles, éstos mueren como consecuencia de los bombardeos del Ejército sirio, imputación “confirmada” por la madre de las organizaciones terroristas islámicas –la Hermandad Musulmana– a través de su Observatorio Sirio de los Derechos Humanos.
La propaganda de guerra sigue repitiendo también que Rusia está deseosa de negociar porque la intervención militar le resulta onerosa –como si Moscú pudiera haber olvidado prever un presupuesto para ello durante el largo proceso de preparación de dicha operación–. Siempre lleno de imaginación e inventiva, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, pos su sigla en inglés), John Brennan, afirma por su parte que Rusia está preparándose para abandonar al presidente Al-Assad, a pesar de que el presidente Putin en persona se reía de esa muestra de autopersuasión durante su reciente intervención en el encuentro del Club de Valdai.
En Francia, la rebelión comienza a extenderse a los medios políticos. Los cuatro principales líderes de la derecha –Dominique de Villepin, François Fillon, Alain Juppé y Nicolas Sarkozy– han declarado, cada uno por su cuenta, que es absurdo buscarse la enemistad de Rusia y obstinarse en no reconocer la derrota sufrida en Siria. Pero Alain Juppé, que desempeñó un papel central en el inicio de la guerra, principalmente al firmar un tratado secreto con Turquía, sigue teniendo como objetivo final el derrocamiento de la República Árabe Siria… aunque sea más tarde. Del lado de la izquierda, varios líderes se plantean la posibilidad de viajar próximamente a Damasco.
El hecho es que los cambios previsibles han generalizado el pánico. Al extremo de que Nicolas Sarkozy corrió a entrevistarse personalmente con el presidente Putin, como también lo hizo el vicecanciller alemán Sigmard Gabriel, quien se ha pronunciado por el fin de los diferendos y los rencores del pasado y ha llamado a reanudar el diálogo con Rusia.
Ya era hora…
Elementos fundamentales:
La Declaración de Viena del 30 de octubre de 2015 modifica el Comunicado de Ginebra del 30 de junio de 2012. En Siria no habrá “proceso de transición”, ya que la República Árabe Siria ha ganado la guerra. Lo que habrá, en cambio, es un “proceso político” bajo control de las urnas.
La guerra en Siria debería terminar en los próximos meses, con excepción del Norte, donde Estados Unidos e Israel tratan ahora de crear un Estado colonial independiente bajo control de los kurdos.
Hay nuevas guerras en perspectiva alrededor de un seudokurdistán impuesto a poblaciones no kurdas colonizadas, así como en Turquía y en Arabia Saudita para dividir estos grandes Estados en varios pequeños Estados, conforme al plan de “rediseño del Oriente Medio ampliado de 2001. Washington no vacilará en destruir a sus aliados desobedientes, mientras que Moscú quiere acabar con la Hermandad Musulmana y el wahabismo.
En Francia, la oposición, al igual que el conjunto de la clase dirigente en Alemania, ha tomado conciencia del avance de Rusia e Irán y de la próxima caída de Turquía y de Arabia Saudita. Así que tanto la oposición francesa como la clase dirigente alemana están tratando de modificar su política.
Thierry Meyssan/Red Voltaire
[BLOQUE: ANÁLISIS] [SECCIÓN: INTERNACIONAL]
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