En los últimos años la vida nos ha demostrado que el actual modelo globalizador no responde a las necesidades de los pueblos. Por un lado, el calentamiento global muestra que el derroche de energéticos por un mercado mundial en el que las mercancías recorren decenas de miles de kilómetros, gastando cantidades fabulosas de petróleo y gas para que los artículos crucen el mundo y lleguen a su destino. Junto con un modelo de vida en el que se obliga a la gente a realizar grandes trayectos para ir a trabajar, estudiar, atender la salud. El hambre de energéticos es irracional y la contaminación aumenta.
Este modelo ha generado incendios, inundaciones, extractivismo, derrumbes, desastres sin fin, falta de agua y una cada vez peor calidad de vida. Dejar de consumir energía irracionalmente es el reto actual. Debemos cambiar el modo de vivir.
La pandemia por su parte nos demostró que no hay que depender de un mercado mundial que por una razón sanitaria puede desquiciarse, que debemos ser autosuficientes en vacunas y que los largos traslados, de personas aglomeradas expande los contagios. Que la producción y consumo de productos chatarra nos convierten en seres vulnerables y que en el mercado hay “productos de prestigio” que no nutren y sí enferman. Este modelo hace de lado la comida fresca, local, sana por artículos con químicos y edulcorantes, alimentos empacados con conservadores que pasan meses antes de ser consumidos trasladándose de lugares lejanos. Eso no fortalece la salud. Enfermedades crónicas como diabetes, obesidad, hipertensión, casi todos productos de una mala alimentación causaron millones de muertes. Los supermercados deberían dejar de vender productos frescos como manzanas y papas en envases de plástico, porque no los hace durar más, ni son sanos y aumenta la contaminación y el desperdicio de alimentos.
Por la crisis mundial, tenemos que prepararnos en lo relacionado con precios de alimentos básicos: maíz, frijol, arroz, pollo, huevo. “Lo básico se tiene que garantizar y debe servir esto de lección para buscar la autosuficiencia: producir en México lo que consumimos, ha expresado el presidente López Obrador.
También fue evidente cómo en este modelo los multimillonarios más ricos del mundo y sus corporaciones provocaron desempleo, en medio de la crisis y la caída de la producción, para multiplicar sus riquezas, mientras que la absoluta mayoría de la población enfrentó todas las desgracias. También mostró que este modelo no garantiza derechos, pues es en circunstancias de apremio cuando la gente pierde trabajo y capacidad de obtener servicios básicos, su vulnerabilidad aumenta. Es patético observar como las corporaciones farmacéuticas y hospitalarias acumulan cada vez más riqueza a costa de la salud y el bienestar de la gente.
Por último, la guerra Rusia-Ucrania provoca a su vez efectos similares, se encarecen los energéticos, en Europa se disparan los cobros por la luz, que ha sido privatizada, escasea y aumenta los precios de la gasolina, crea caos en el transporte, encarece los alimentos a nivel mundial, al ser Rusia y Ucrania los mayores productores de trigo, paraliza la economía y tras el golpe de la pandemia, la economía global se ve otra vez en la incertidumbre.
El depender de mercados extranjeros, de la economía de otros países, de lo que suceda en lugares lejanos del planeta nos vuelve vulnerables, nos quita independencia y la capacidad de ser capaces de garantizar derechos y de sostenernos a nosotros mismos.
Más que nunca se muestra la necesidad de la soberanía alimentaria, soberanía energética, de la soberanía económica de cada país, en la que cada nación debe, en lo principal, sostenerse a sí misma, apoyarse en sus propias fuerzas sin dependencias y buscar en los demás países un comercio de beneficio mutuo y la ayuda entre las naciones. Debemos construir una sociedad en la que las personas garanticen sus derechos y no que estos dependan del mercado mundial, del mundo global, de deuda e inversión extranjera, que en tiempos difíciles vuela como golondrina. Si fortalecemos los mercados locales, regionales y nacionales, se pueden producir más cerca muchos de los artículos necesarios. Y se facilita organizar la vida para que la sociedad garantice a las personas un trabajo cercano y los servicios más indispensables a la mano. Hay que procurar que servicios de salud, alimentos, trabajo sean suficientes y se desarrollen alrededor de donde vivimos.
Debemos ser soberanos, no depender de una región. No somos colonia estadunidense, ni rusa ni china. El mundo actúa demuestra la necesidad de la soberanía y que cada pueblo, cada nación se autodetermine sin intervenciones, guerras e invasiones. Para la humanidad ese el único futuro viable.
Esto implica un cambio de modelo que ponga en el centro la solución de las necesidades de la gente, el desarrollo de su entorno local y regional y la prioridad al desarrollo nacional. Cuanto más fuerte se encuentre el mercado interno más sólido estará el país.
El desarrollo debe ir de lo local a lo internacional, el que en una comunidad haya producción, empleos, servicios cercanos, protección civil y una integración social será la base para la paz y la seguridad.
La primera soberanía es organizarnos en nuestra tierra para producir nuestra propia comida.
A nivel local, desde las familias, vecinos y productores del lugar se puede producir alimentos agroecológicos, buscar la cosecha de agua de lluvias y el cuidado de los bosques y productor duraderos y de calidad que podemos producir nosotros mismos. Desarrollar la mentalidad del consumo local como preferencia. Además artículos que sean durables y de calidad. Es absurdo importar ropa de Asia, buscar vestidos de marca, importar casas prefabricadas de Singapur, por ejemplo, cuando pueden ser producidos aquí y por nosotros y con nuestros materiales. En vez de madera se puede utilizar el bambú. El crecimiento del bambú es muy rápido, no produce residuos, necesita poca energía para su producción, con una huella ecológica baja que ayuda a reducir las emisiones de CO2 en comparación con el hormigón tradicional.
Es importante importar, pero solo aquello que sea necesario para el desarrollo y que no sea viable su producción en México.
Lo barato sale caro, existe la mentalidad de que cada persona debe comprar lo más barato. Ir a los grandes centros comerciales y buscar “gangas”, por lo general son productos importados. Muchas veces tóxicos, de mala calidad, producidos por agroindustrias que contaminan y destruyen el medio ambiente. Vendidos por corporaciones que aplican la obsolescencia programada para que tengamos que reponer el producto con gran frecuencia.
El priorizar el consumo de mercancías importadas, sin control, lleva a la quiebra de la producción nacional. Al desempleo, la baja salarial, la pobreza, la migración. Si en nuestro entorno las personas no tienen trabajo, ni servicios de salud y educativos, sin integración comunitaria, aumentará la inseguridad y la delincuencia, arrojará a los jóvenes a la marginación, la droga y el crimen organizado, disparará la emigración hacia los países del norte. Al priorizar los productos locales, estaremos abonando al bienestar en la sociedad en la que vivimos. Hay que activar la economía local, si no hay dinero propiciar el trueque, las monedas locales, los “bancos de tiempo”.
Para fortalecer la producción local, es necesario que el Estado invierta en servicios que fomenten el desarrollo comunitario, capacitación, mercadología, transporte, puntos de venta, para que los productos locales tengan salida. En todos los comercios se debe dedicar un espacio privilegiado para la exhibición y venta de productos del país y hacer visible la diferencia de productos hechos en México y los que son importados.
También hay que distinguir entre productos hechos en México por corporaciones extranjeras, que pagan aquí bajos salarios y se llevan las ganancias al extranjero y los que son fabricados en nuestro país, por cooperativas, empresas estatales, micro, pequeñas, medianas y grandes empresas del país y que invierten en México.
A su vez, es importante priorizar el consumo interno y producir lo necesario para la población. No poner en primer lugar los productos de exportación. Los recursos de México, sus riquezas, sus productos, su gente deben tener su lugar en el país. México se ha convertido en el principal importador de maíz en el mundo, ya que del total del consumo nacional que es de casi 45 millones de toneladas al año, en el país se producen entre 27 y 28 millones de toneladas, el resto se importa. Se estima que las compras al exterior de maíz en 2021 cerrarán en 17.5 millones de toneladas, señaló Luis Fernando Haro, director del Consejo Nacional Agropecuario. El maíz ha sido uno de los agropecuarios que más se han encarecido durante los últimos meses. Durante febrero de 2022, las tortillas registraron una tasa de inflación interanual de 18.1 por ciento, según los registros del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Tenemos que producir maíz y alimentos en cada rincón del país, y se tiene que producir por millones de personas y no concentrar el abasto del extranjero y de corporaciones nacionales, que son monopolios agroindustriales.
Pero lo que producimos es para la exportación: cerveza, aguacate y tequila, que causan gran impacto ambiental y social. Las corporaciones cerveceras son de las que más acaparan el agua. La producción de aguacate se apoya en prácticas como la tala indiscriminada e ilegal de árboles, daño al subsuelo y uso excesivo de agua. El cultivo del agave lleva a la desaparición de grandes extensiones de bosques y selvas arrasadas por el agave, o la descarga de desechos en cuerpos de agua, también es una actividad que contribuye al cambio climático con la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
México exporta automóviles, es el cuarto productor del mundo, produce alrededor de 3 millones de vehículos al año. Sabemos cómo devasta al medio ambiente la multiplicación de carros y camiones y son el principal motor del actual modelo que ya fracasó. Es mucho mejor el transporte en ferrocarril, metro, metrobus y hasta en bicicleta.
Desgraciadamente lo principal es que exportamos a nuestra gente, su “mano de obra” para que abonen a la economía de los vecinos y nos apoyen con sus remesas que ya llegaron a 51 mil millones el año pasado y sigue rompiendo récord.
Necesitamos producir aquí, que las personas tengan oportunidad aquí, que México se desarrolle sin dependencias. El fracasado modelo actual tiene que cambiar y cada país tiene que tener un desarrollo soberano y sustentable para cada nación. Esa es la lección.
Pablo Moctezuma Barragán*
*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social
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