La Habana, Cuba. Ernesto Che Guevara reflejó parte trascendente de su concepción sobre la democracia popular revolucionaria en su ensayo, “El socialismo y el hombre en Cuba”, publicado en el semanario Marcha, Montevideo, el 12 de marzo de 1965. En éste, defendió su criterio que el instrumento de movilización de las masas debe ser de índole moral.
Destacó: “Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma”. En pos de este objetivo, las instituciones revolucionarias deben huir “al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa trasplantados a la sociedad en formación”.
Apoyándome en estas ideas del Che, abordo una breve historia de las formas adoptadas por las instituciones. Asimismo, añado mi concepto que al socialismo le corresponde una nueva forma de democracia, en la cual se alcance el carácter popular de su contenido.
Al respecto empiezo por decir que no existe la democracia absoluta y atemporal. A través de la historia se reconocen varios tipos. La “representativa” –revolucionaria para su época– fue implantada por la burguesía de finales del siglo XVIII. Sustituyó a las monarquías feudales, donde el soberano era el rey designado por inspiración divina y perpetuado en el poder por herencia de padres a hijos. Su principal característica era la declaración de que el gobernante ya no era el monarca, sino el pueblo. Además, este último ejercía su poder mediante representantes electos.
Sin embargo, en poco tiempo dichos “representantes” se fueron transformando en “burócratas” vinculados a partidos políticos específicos, los cuales también surgieron al calor de la “democracia representativa”. En la realidad, el pueblo dejó de ser la autoridad y los “representantes” se convirtieron en los nuevos soberanos. En rechazo y con base de la experiencia histórica acumulada, las fuerzas políticas y sociales progresistas han promovido variantes institucionales para acercarse a la ciudadanía. Se formulan nuevos conceptos, entre ellos, la “democracia participativa” y la “democracia deliberativa”.
En la primera, los ciudadanos no sólo ejercen el voto electoral delegando las decisiones estatales a los representantes, sino también, se considera la voz de los afectados antes de ejecutarlas. La segunda da un paso más a favor del interés popular. Plantea que se oiga y se delibere con la gente los asuntos que van a ser aprobados por los órganos estatales. Su forma más desarrollada es un debate nacional. Incluye los medios masivos, en los cuales participan funcionarios estatales, expertos y la ciudadanía. De esta manera, permite difundir los distintos criterios sobre el tema en discusión antes de la toma final.
Mi criterio es que el socialismo está llamado a crear una nueva forma superior a las anteriores. Me refiero a la “democracia directa”, donde se reconozca definitivamente y en la práctica que el pueblo es el soberano; no los representantes electos. No basta que la ciudadanía sea consultada para que luego sean éstos los que tomen las decisiones finales.
La nueva democracia socialista debe caracterizarse porque sea la gente, quien decida los asuntos públicos sobre temas de la política interna y externa; así como la administración nacional y local. Sus acuerdos deben ser vinculantes para la sociedad. Ello, incluye a sus representantes, los cuales deben rendir cuenta individual y transparente de su actuación ante las personas.
También opino que debe eliminar la independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Tiene que establecer el poder supremo y único del Estado en el parlamento, al cual se le subordinen los demás. Estos “poderes independientes” son “funciones del Estado socialista” subordinados –aunque con cierta autonomía– a la Asamblea Nacional. Esta última asumiría el poder supremo y ante decisiones controversiales del gobierno, la fiscalía o los tribunales, actuaría como órgano de última instancia con decisiones inapelables en materia legislativa, ejecutiva y judicial.
La teoría y la práctica de la democracia directa aún están en ciernes. No hay consenso entre las diferentes legislaciones y autores acerca del contenido y las formas que puede adoptar. En apretada síntesis, entre sus modalidades pueden identificarse las siguientes: el referendo, el plebiscito, la consulta popular, la revocatoria de mandatos y la rendición de cuentas.
De igual manera, están la iniciativa legislativa, popular o ciudadana, el derecho de petición, la consulta previa, la asamblea de vecinos, el cabildo abierto, la audiencia pública, la auditoría ciudadana, el consejo deliberante, la gobernanza, la planificación participativa, el consejo de seguridad ciudadano, la entrevista individual o grupal, el contacto telefónico, el defensor del pueblo, la democracia directa electoral, el veto y las acciones pacíficas de calle permitidas por las autoridades competentes. Las modernas tecnologías de información facilitan la realización de estas modalidades.
La característica principal consiste en que las decisiones adoptadas por los votantes son vinculantes; o sea, de obligatorio cumplimiento por el Estado y la sociedad. Ya en Cuba se aplican varias modalidades de la democracia directa. Destaca el referendo popular con el cual el pueblo aprobó las Constituciones de 1976 y de 2019, así como el Código de las Familias.
También es un aporte cubano la democracia directa electoral en el caso de los delegados municipales. Los propios electores postulan los candidatos a incluir en la boleta de votación sin interferencia de otras instancias. Al respecto, en el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba –realizado en octubre de 1991–, Fidel Castro dijo las palabras siguientes:
“En nuestro concepto, el partido no debe postular a nadie. […] Nuestro sistema electoral es el más democrático de los existentes porque es el pueblo el que postula. […] Ningún país del mundo tiene aquello de que el pueblo postula. En el capitalismo, postulan las maquinarias políticas de los partidos. Le imponen sus candidatos al pueblo, les imponen sus diputados”. Y refiriéndose a Cuba, expresó: “Va a quedar como el único sistema del mundo, donde el pueblo es el que postula. Volvemos a las elecciones directas de la democracia griega, pero sin esclavos, sin gente privada de derechos”.
En mi opinión, lo que hoy corresponde hacer es perfeccionar las modalidades de la democracia directa que ya se aplican. No todas cumplen sus objetivos ni son expeditas en sus procedimientos. Igualmente, se debe avanzar en la aplicación de otras modalidades a nivel nacional y local. Ésto mediante un proceso paulatino a mediano y largo plazo con decisiones parciales por etapas.
Hay quienes formulan argumentos para rechazar la democracia directa. Mencionan la incompetencia y la falta de responsabilidad cívica de los electores bajo el contexto que no superan los conocimientos y responsabilidades de sus representantes.
Entre otros puntos contrarios, señalan la influencia de demagogos y populistas que pueden desviar negativamente la acción electoral de los votantes, la compra del sufragio mediante dinero, la sobrecarga y fatiga del pueblo por la cantidad de veces que deben acudir a las urnas y la redacción de las preguntas que puede ser manipulada y engañosa.
Estas y otras desviaciones pueden ser evitadas con una estricta vigilancia. Además de una labor de preparación y formación política para elevar la conducta cívica de la ciudadanía; especialmente, con la acción práctica de los propios votantes en el proceso de aplicación directa.
Hay que ir observando los resultados de su aplicación para rectificar los problemas que surjan. Al mismo tiempo, definir que es un camino para empoderar a la sociedad civil en los asuntos públicos: objetivo aun no alcanzado en el socialismo.
Los métodos no pueden limitarse al ámbito del Estado. Tienen que abarcar a los partidos políticos y a las organizaciones sociales. En el caso de Cuba, ratifico la necesidad de la existencia de un partido político único y rechazo el multipartidismo, el cual tiene pésimos antecedentes en el país durante el siglo XX antes de 1959. El Partido Comunista de Cuba puede ajustar su organización y funcionamiento a la democracia directa, al igual que las organizaciones sociales y de masas.
Estoy convencido de que la inmensa mayoría del pueblo cubano –protagonista de una profunda revolución social verdadera y, a su vez, formado por ella– está en condiciones de avanzar hacia una democracia directa de contenido socialista en nuestro país.
Fidel Vascós González-Prensa Latina*
*Doctor en Ciencias Económicas; presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP) (2015-2018); ministro-presidente del Comité Estatal de Estadísticas de Cuba (1976-1994); director de la Revista Bimestre Cubana; profesor titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”; miembro fundador de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC)
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