La Habana, Cuba. Latinoamérica demostró en el transcurso del 2021 que se mantiene como epicentro de los vaivenes políticos una izquierda en permanente batallar por los intereses populares y la persistencia del neoliberalismo liderado por una derecha conservadora.
Esas características posibilitan escenarios cambiantes con el ascenso o derrota electoral de una u otra tendencia y el año a punto de concluir lo demuestra con el decursar de los acontecimientos políticos.
Uno de ellos es el registrado en Ecuador, pues pese a la desastrosa gestión de Lenín Moreno fue elegido un nuevo gobierno de derecha bajo la presidencia de Guillermo Lasso.
Sin embargo, los procesos electorales de estos 12 meses dieron una bocanada de aire fresco a los diferentes proyectos progresistas en Nicaragua, Honduras, Perú, Chile y Venezuela gracias al apoyo de las mayorías en las urnas.
Ellos son reflejo de las realidades nacionales, la solidez de las diferentes posturas políticas, y, en algunos casos, una reafirmación del apoyo a determinado modelo de gestión.
En ese caso particular, el primero de ellos aconteció en Nicaragua con la reelección del presidente Daniel Ortega para un nuevo mandato.
Constituyó el resultado de una evolución desconocida de antemano por la derecha interna, continental y mundial liderada por Estado Unidos y la Unión Europea en su intento de eliminar del tablero político al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) .
Ortega, como candidato del FSLN, se alzó con la victoria en las urnas con el 75.87 por ciento de los votos válidos, lo que representó el respaldo de 2 millones 93 mil 834 nicaragüenses de poco más de los 4.4 millones empadronados.
En tanto, en la patria de Bolívar el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ganó 20 de las 23 gobernaciones del país, más la Alcaldía de Caracas, una de las más importantes, todo con el aval de los observadores internacionales que confirmaron la legitimidad del proceso.
Esta victoria del chavismo frustra los planes de la oposición interna, Washington y Bruselas de encontrar pretextos para justificar las agresiones, sobre todo económicas, contra Caracas, pese a voluntad de dialogar del gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Honduras, a 12 años del golpe de Estado contra Manuel Zelaya, pudo al fin hacer válida la opción de una gestión gubernamental diferente con la victoria de Xiomara Castro, del Partido Libertad y Refundación (Libre), con el 51.12 por ciento de los votos válidos.
La cifra, la más alta obtenida por un candidato a la presidencia en ese país desde el retorno a la democracia en la década de 1980, significa el espaldarazo a su anunciada agenda de construir un Estado socialista y democrático.
Por otra parte, Perú sorprendió con la inesperada victoria del educador Pedro Castillo, sin dudas un acontecimiento político de primer orden para las fuerzas progresistas agrupadas en torno a su candidatura.
A pesar de las constantes trabas de la oposición en el legislativo, su figura en la presidencia representa esperanza para un país cuya historia republicana está marcada por el predominio del conservadurismo y el neoliberalismo corrupto y autoritario exacerbado bajo el mandato de Alberto Fujimori (1990-2000).
El maestro Castillo también es un símbolo para el Perú rural, los pueblos originarios, los marginados desde la llegada de los colonizadores españoles a inicios del siglo XVI.
La más reciente victoria del progresismo en las urnas es la de Gabriel Boric en Chile, candidato de la coalición de izquierda Apruebo Dignidad y reconocido presidente de la República con el 55.87 por ciento de los votos válidos, casi 12 puntos porcentuales sobre su rival y representante de la derecha José Antonio Kast.
Expertos coinciden en que el joven mandatario (35 años) tiene por delante el difícil trabajo de lograr estabilizar un país fracturado por los problemas estructurales generados por el modelo neoliberal que provocaron en 2019 las mayores protestas desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Si bien el progresismo en Latinoamérica se anotó estas cinco grandes victorias, en Argentina el resultado de las elecciones legislativas dibuja en panorama diferente.
El partido del presidente Alberto Fernández, Frente de Todos, perdió la mayoría en el Senado al retener sólo 35 curules de 72 disponibles, y en la Cámara de Diputados obtuvo 119 puestos de 257.
Analistas señalan que con esa correlación de fuerzas a Fernández no le será fácil gobernar, de ahí la estrategia de adelantarse a los desacuerdos programáticos y convocar a representantes de la voluntad popular y las diferentes posiciones políticas para concertar una agenda compartida.
El 2022 también será un importante año electoral con las convocatorias a las urnas en Colombia y Brasil, dos procesos considerados claves para el mapa político de la región.
Colombia es un país necesitado de un nuevo pacto social en el que el uribismo deje de ser el modo de pensamiento y conducta política hegemónico; mientras en el gigante suramericano las esperanzas están depositadas en una nueva victoria de Luiz Inacio Lula da Silva para dejar fuera a la ultraderecha identificada con el bolsonarismo.
Alain Valdés Sierra/Prensa Latina
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