Ciudad de Guatemala, República de Guatemala. Los expertos ya hablan de una nueva era geológica: el Antropoceno. Éste es un período marcado por la acción humana que está cambiando el medio natural, al alterar en forma muy negativa las condiciones de vida del planeta. De tal manera que podrá hacer imposible la sobrevivencia si no se modifica el curso de los acontecimientos.
El mundo moderno surgido en el Renacimiento europeo dio como resultado la actual industria. Si bien obtuvo fabulosos resultados mediante soluciones a problemas de la humanidad, al mismo tiempo creó otros. En la actualidad, son altamente peligrosos.
Por tal motivo, muchos expertos consideran que entramos en esta nueva fase geológica desde mediados del pasado siglo. Varios elementos contundentes lo indican: peligroso aumento en la emisión de gases de efecto invernadero, alta presencia de elementos radiactivos en aire, suelo y tierra –a causa de los ensayos con armas nucleares–, acumulación de plástico no biodegradable y destrucción indiscriminada de la cubierta boscosa. El daño que el ser humano provoca en la Tierra ya no está generando un calentamiento global, sino –tal como ahora se comenzó a decir– una “ebullición global”.
En otros términos: no hay “cambio climático”, como si se tratase de una espontánea y natural transformación en las condiciones geológicas, sino una catástrofe ligada a la industria que produce en forma imparable y obliga a la población a consumir de la misma manera.
Como símbolo de ese disparate en juego, la “obsolescencia programada” resulta el ejemplo más evidente. Consiste en elaborar mercancías para que sean inservibles y requieran reemplazo en un tiempo prefijado por las empresas productoras. En tal sentido, quizá más correcto que Antropoceno sea decir: Capitaloceno. En otras palabras, estamos en un momento de la Historia marcado por la aparición del modo de producción capitalista.
De tal marea alocada de producción y consumo que generó el capitalismo –basado en la acumulación de capital y que nunca descienda la tasa de ganancia–, la destrucción de nuestra casa común, el planeta Tierra, está pasando factura a la humanidad.
La reciente aparición del SARS CoV-2 es producto de esos descontroles. La población no tenía defensas para este nuevo virus, como resultado, hubo más de 6 millones de muertes. “El cambio en el uso del suelo, la destrucción de los bosques tropicales, la expansión de las tierras agrícolas, la intensificación de la ganadería, la caza, el comercio de animales silvestres y la urbanización rápida no planificada son algunos de los factores que influyen en la propagación de virus con potencial pandémico”, concluyó un grupo de científicos de Harvard.
Como consecuencia de tantos descalabros medioambientales, la aparición de especies invasoras que pueden llegar al ser humano ocasionó esta pandemia. Aún no hemos salido completamente, sin embargo, no será la última. Así lo expresó el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus:
“La historia nos muestra que no será la última pandemia. […] La pandemia reveló los estrechos vínculos entre la salud de las personas, los animales y el planeta. […] Todos los esfuerzos para mejorar los sistemas sanitarios resultarán insuficientes si no van acompañados de una crítica de la relación entre los seres humanos y los animales, así como de la amenaza existencial que representa el cambio climático, que está convirtiendo la Tierra en un lugar más difícil para vivir”.
La reciente pandemia nos muestra varias cosas:
Con 500 mil habitantes y consideradas un paraíso turístico en la actualidad, están condenadas a desaparecer bajo las aguas en un par de décadas si continúa la ebullición global y el consecuente derretimiento de casquetes polares y glaciares. Lo tragicómico es que sus habitantes no han vertido un gramo de agentes contaminantes porque casi no hay vehículos automotores.
El SARS CoV-2 se transformó en una peligrosa pandemia porque los servicios sanitarios privados no pueden atender una crisis sanitaria de tal magnitud. Con un planteo socialista de salud pública, Cuba pasó la pandemia en mejores condiciones que las potencias capitalistas, aunque la prensa comercial no lo menciona.
Además, el espíritu acumulador que generó este modelo hizo que potencias capitalistas acapararan dos, tres o cuatro veces más dosis de las necesarias. Al mismo tiempo, el Tercer Mundo languidecía. Ésto demuestra que estamos más cerca del homo homini lupus –hombre lobo– que de una verdadera comunidad de pueblos fraternos. La llamada “cooperación internacional” o los mecenazgos de poderosas fundaciones caritativas sólo refuerzan la sumisión de unos y el poderío de otros.
Parece que estamos cada vez más desconectados, aunque pasemos el día “conectados” en algún ingenio de inteligencia artificial. Las tecnologías digitales pueden servir para dar saltos en la historia. O como pareciera perfilarse de momento, para que los grandes poderes controlen más y mejor.
Antropoceno, capitaloceno o como lo llamemos, el modelo de interacción actual del ser humano con la naturaleza es inviable ¡Hay que cambiarlo!
Marcelo Colussi/Prensa Latina*
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