Décadas de predominio del consumo de mariguana asoman su final con la legalización del enervante en Estados Unidos y el impacto de nuevas drogas sintéticas que la sustituyen de manera drástica
Los cambios en la industria ilícita de marihuana marcan el fin de una era para varias comunidades rurales que han cultivado el cannabis durante generaciones en México. Esto ha afectado la relación simbiótica que dichos productores mantuvieron durante décadas con los grupos criminales que se beneficiaron de la producción.
Como resultado, algunos pequeños agricultores ahora se dedican a otros cultivos, emigran en busca de nuevas oportunidades, aprovechan los programas de apoyo agrícola del gobierno o planifican formas de entrar al posible mercado legal de marihuana.
En este contexto de incertidumbre económica, las comunidades agrícolas siguen viviendo bajo la amenaza constante de violencia por parte de grupos criminales, al tiempo que ya no obtienen el tipo de beneficios económicos asociados al tráfico de drogas a los que antes tenían acceso.
Sin embargo, las organizaciones criminales han encontrado formas de adaptarse a los cambios en el comercio internacional de marihuana y han diversificado sus operaciones para capitalizar nuevos mercados, destaca un informe de InSight Crime, un centro de investigación no lucrativo sobre crimen organizado y seguridad ciudadana en las Américas.
El documento El fin de la mariguana Ilegal: Impactos de las dinámicas criminales en México revela cómo ha evolucionado el suministro de mariguana de organizaciones criminales mexicanas hacia Estados Unidos.
En primer lugar, señala que hay indicios de que las organizaciones mexicanas de narcotráfico están abasteciendo a un pequeño grupo de usuarios en Estados Unidos que aún no tiene acceso a la marihuana legal, al tiempo que buscan ingresar a nuevos mercados internacionales.
En segundo lugar, las organizaciones criminales han aprovechado el creciente mercado interno de marihuana en México, que cada vez es más sofisticado a medida que la sociedad presiona a los legisladores hacia una legalización total.
En tercer lugar, los grupos criminales mexicanos dominan ahora el tráfico de drogas sintéticas hacia Estados Unidos, lo que se traduce en mayores ingresos, pero con un costo devastador para los habitantes de ambos lados de la frontera.
“Estos cambios radicales plantean una oportunidad a políticos y a legisladores para debilitar el crimen organizado transnacional. Dado que las comunidades agrícolas se benefician menos de los recursos asociados al tráfico de drogas, la actual evolución de la relación que han mantenido durante mucho tiempo con los grupos criminales puede abrir espacios para una intervención positiva”, advierte.
También puede abrir la puerta a campañas públicas por parte del gobierno o la sociedad civil que le resten legitimidad a las organizaciones criminales.
Durante mucho tiempo, el cannabis fue uno de los cultivos ilícitos más rentables en diversas zonas rurales de México y uno de los generadores de ingresos más importantes para las organizaciones narcotraficantes, que se han involucrado en el tráfico ilícito de marihuana hacia el lucrativo mercado estadounidense. Este comercio se convirtió en un punto central de la relación bilateral entre Estados Unidos y México, la cual, a menudo, ha sido tensa.
Esta época parece haber terminado. Hoy en día, la mayor parte de la marihuana que se consume en Estados Unidos se cultiva internamente, en gran parte debido a los esfuerzos de legalización y despenalización que se están llevando a cabo en varios estados del país.
Estos cambios han modificado el mercado internacional de drogas, especialmente en el hemisferio occidental. Han impactado los cimientos de algunos de los grupos de crimen organizado más importantes de la región y han hundido los precios de la marihuana en México.
Más allá de las cuestiones económicas, estos cambios pueden haber alterado de forma permanente la relación entre los grupos criminales y su base social, es decir, los agricultores.
Asimismo, las autoridades en ambos lados de la frontera se centran cada vez más en el tráfico de drogas sintéticas que en el tráfico de marihuana. Las incautaciones de marihuana al interior de México y en la frontera con Estados Unidos han disminuido de forma constante durante la última década, y el ejército mexicano erradica cada vez menos cultivos de cannabis al año.
La legalización de la marihuana que se está implementando a nivel estatal en Estados Unidos obliga a las organizaciones criminales de México a adaptarse y buscar nuevos mercados, mientras cambian las rutas de narcotráfico a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos.
Los decomisos de marihuana a lo largo de esta frontera, que se extiende por casi 2 mil millas, han presentado una caída dramática en los últimos años, de mil 350 toneladas métricas en el año fiscal de 2013 a cerca de 70 toneladas métricas en el año fiscal de 2022, según estadísticas del Servicio estadounidense de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP). (Gráfica)
Arizona y California habían sido históricamente los dos estados fronterizos de Estados Unidos que actuaban como puerto de entrada de la marihuana introducida ilegalmente al país del norte desde México, en especial por su proximidad a ciudades importantes y vías arteria.
Sin embargo, el panorama del tráfico de marihuana tuvo cambios importantes después de que ambos estados legalizarán, comenzando con California en 2016 y siguiendo con Arizona en 2020. La marihuana también pasó a ser plenamente legal en Nuevo México en 2021. En parte, eso permitió reducir el mercado de marihuana ilegal mexicana en dichos estados, lo que hizo mella significativa en las ganancias de las organizaciones narcotraficantes.
De hecho, los agentes de la Patrulla de Fronteras en el sur de Arizona pasaron de incautar más de 400 toneladas de marihuana en el año fiscal de 2012 a solo unos 5 mil kilos en el año fiscal de 2021.
Mientras tanto, en California solo se decomisó media tonelada de marihuana en el año fiscal de 2022, una pequeña fracción de las decenas de toneladas que regularmente se decomisaban en años anteriores, según cifras de CBP.
Recientemente, Texas ha emergido como el estado con el mayor registro de decomisos de marihuana, un resultado predecible dado que ese estado no ha legalizado el alcaloide y tiene mayor proximidad con estados que tampoco lo han hecho y tiene más de dos docenas de puentes internacionales y cruces fronterizos.
El año pasado se confiscaron más de 80 mil kilos de marihuana a lo largo de la frontera sur de Texas, en comparación con menos de 20 toneladas métricas en Arizona y California combinados, como lo muestran las cifras de CBP.
Dichos decomisos se han concentrado principalmente en los sectores del Valle del Río Grande y Laredo, al este de Texas, según la división administrativa del CBP. En ambos sectores, se incautaron más de 450 toneladas métricas de marihuana entre 2018 y 2022, como lo muestran las cifras del CBP.
Tras la legalización de la marihuana en Arizona, California y Nuevo México, el cambio en las rutas de tráfico de marihuana hacia Texas —el único estado en la frontera entre México y Estados Unidos que no ha legalizado la marihuana en alguna forma— es una decisión lógica para las organizaciones narcotraficantes mexicanas. (Gráfica)
El tráfico de marihuana por Texas es en la actualidad la vía de menor resistencia para las organizaciones narcotraficantes que intentan llegar a los consumidores estadounidenses que no tienen acceso a la marihuana legal.
Desde las mayores zonas de producción, como el llamado Triángulo Dorado —históricamente una región clave para el cultivo de cannabis en la intersección de los estados de Chihuahua, Durango y Sinaloa, al norte de México—, la autopista federal 40 de México sirve como ruta de tráfico casi directa hacia el estado de Texas. Los grupos transportistas entonces tienen una ruta conveniente hacia estados como Indiana, Kentucky y Tennessee, que aún no legalizan la marihuana.
Y aunque los grupos narcotraficantes han cambiado las rutas de introducción de la marihuana para recuperar las pérdidas, entre otras estrategias, también se han expandido al creciente y lucrativo mercado de drogas sintéticas.
Esta diversificación hacia la producción en masa y el tráfico de metanfetaminas y el opioide sintético fentanilo, es un mercado que mueve miles de millones de dólares en Estados Unidos, y ha más que compensado cualquier pérdida importante acarreada por la legalización de la marihuana.
De hecho, durante el año fiscal de 2021 se incautaron cerca de 83 toneladas métricas de metanfetaminas a lo largo de la frontera suroeste, en comparación con el volumen de solo 40 toneladas métricas en 2018. Al tiempo, los decomisos de fentanilo ilícito aumentaron en más de 640 por ciento entre 2018 y 2022, según datos del CBP.
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