Una mancha voraz ha estado acechando las hortalizas de Juan José: es la mancha urbana. Esta ha provocado que la lluvia sea ácida y que los canales sean utilizados como basureros, lo cual afecta la calidad del agua y les provoca plagas a las plantas. A esto se le agrega la sequía, fenómeno que ha dejado como charco a aquello que antes era un canal.
De la tierra, acomodadas en fila como si fueran soldados, surgen las hortalizas que cultiva Juan José Enríquez Galicia, un chico de 28 años, quien trabaja con su tío en la localidad de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco. Su terreno, cubierto por una malla que protege a las verduras del sol, está dividido en dos: a la derecha, tímidamente, algunas hojas apenas si se asoman, pues tienen miedo del mundo fuera de la semilla; mientras tanto, del lado izquierdo, las lechugas más maduras presumen sus faldas verdes y moradas.
Enfrente, un cuerpo de agua es golpeado por gotas invisibles provenientes de un cielo despejado. Ahora está lleno por la lluvia que cayó hace unos días, pero en los años pasados, se encontraba tan vacío como un pueblo fantasma. La causa: el cambio climático, el cual ha provocado que las precipitaciones se retrasen y, por lo tanto, no se reabastecen los canales con los que se riega la siembra.
Anteriormente, los ciclos agrícolas eran constantes; es decir, existía un determinado tiempo para el crecimiento y la cosecha de cierto tipo de plantación. De acuerdo con Gustavo Mercado, ingeniero agrícola, en la etapa otoño-invierno se riega a partir de ríos, pozos y presas, y se implementan cultivos adaptados a la disminución de la temperatura; por otra parte, en la época de primavera-verano se suele sembrar en mayo, finales de mayo o inicios de junio, y se recoge el producto en el mes de octubre.
No obstante, los ciclos se han ido recorriendo, comenta el doctor y maestro en Ciencias en el Uso, Manejo y Preservación de los Recursos Naturales con Orientación a Agricultura Sustentable. Así también lo observa Juan José, quien expresa que las lluvias solían llegar en mayo, pero, desde hace cinco años, éstas han empezado a caer a partir de julio.
Esto afecta en dos sentidos. Por un lado, al no haber precipitaciones, se extrae el agua de los canales con el objetivo de regar las hortalizas. Sin embargo, el joven expone que esta acción implica gastar en gasolina para hacer funcionar la bomba.
Por otro lado, las lluvias se retrasan tanto que los canales se empiezan a secar. “En el tiempo de sequías, parte o mayor parte o mitad del pueblo en general (que es de la zona chinampera) tiende a quedarse sin agua. Entonces, pues ya no pueden seguir produciendo ahí y se les empiezan a desmayar las plantas”, declara Juan José.
“Inclusive, si ya está la planta [de la lechuga] a medio desarrollo, le tiende a salir lo que es el piojo, el pulgón, que es una de las plagas que afecta cuando es tiempo de sequía. Igual para el cultivo de la verdolaga es lo mismo. Si no se le echa agua, no germina la semilla como debe”, revela.
En junio de 2024, la Ciudad de México se encontraba en sequía severa, de acuerdo con el Monitor de Sequía de México (MSM) publicado por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Esto afectó a todos los capitalinos, ya que, a finales del mes de junio, los niveles del sistema Cutzamala, el cual abastece una cuarta parte de la Ciudad de México, se encontraban al 26.91 por ciento de su capacidad, según el Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México.
Tal situación pone a los agricultores en una encrucijada: “La verdad es costoso el trabajo para que puedan regar. De una u otra forma tienen que buscar la forma de cómo regar o dejarlo definitivamente hasta que vuelva a subir el agua”, manifiesta el muchacho.
Otro problema que enfrentan los campesinos es la lluvia ácida, la cual es producida por la contaminación atmosférica proveniente de la quema de combustibles. Esta produce que las precipitaciones presenten elevadas concentraciones de ácido sulfúrico y nítrico.
“Cae todo el humo de las fábricas que vienen de la parte del centro (porque aquí, como tal, fábricas no hay, sino que es lo que viene del centro) y lo trae el aire y baja en la misma agua. Entonces, por esa parte, sí nos tiende a afectar. Y más en las primeras lluvias, que son donde cae casi toda la suciedad de los humos en las verduras, y es lo que hace que les entren las plagas de los hongos, de las pudriciones”.
Asimismo, denuncia que las personas “no tiran su basura en donde debe de ser: llegan y las avientan en donde les valga. Y hay veces que caen en una zanja. No todas las personas hacen eso, pero sí está mal. A veces encuentras una bolsa de basura tirada y hay que sacarla”.
Ante la contaminación y sequía de estos cuerpos de agua, la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) ha realizado diversas acciones para ordenar y manejar de mejor manera los canales. De acuerdo con su titular, Julia Álvarez Icaza, hay permanentemente brigadas que trabajan en desazolvarlos y limpiarlos.
De igual forma, Álvarez Icaza afirma que hay todo un sistema de compuertas en los canales y hay un manejo muy cuidadoso para que estos no se vacíen, ni se sequen, y, de esta manera, tengan un nivel óptimo de agua a lo largo de todo el año. “También hay un sistema muy complejo donde el agua tratada, finalmente, cae a los canales de la ciudad de México de distintas zonas y también con eso se hace un equilibrio muy cuidadoso para que nunca se sequen”.
Igualmente, tanto la contaminación, como la lluvia ácida, atribuidas por Juan José a la mancha urbana, afectan la calidad del agua, la cual es vital para el crecimiento de las hortalizas. Aun así, él asegura que el líquido que usan para el riego cumple los estándares suficientes: “Van a decir varios que son aguas sucias, turbias, pero, en realidad, a lo mejor no un 100 por ciento, pero si tienen una capacidad para el cultivo”.
“Nosotros ya hemos estado en varios cursos en ese aspecto”, sostiene. Además, agrega que “estamos tratando de producir lo que es libre de químico. Entonces, sí hemos ido a varios cursos y hemos hecho análisis tanto del agua, como de la verdura. Como luego vendemos para restaurantes, entonces pasan ahí la verdura para las pruebas de calidad y sanidad que tienen. Entonces, a nosotros nos están checando constantemente de que no venga con químico. Ahí se ve que es agua de buena calidad”, concluye.
Pamela Hernández Cano
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