Pekín, China. El lado oculto de la luna ya es conocido, la Tiangong está habitada y el lanzamiento de satélites continúa. Los éxitos de China abren una nueva era para la Humanidad.
En pocos años, la carrera espacial del gigante asiático despegó lo suficiente como para poner nervioso a Estados Unidos. Hoy ve en Pekín a su máximo contendiente.
El 8 de agosto pasado, el responsable de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA por sus siglas en inglés), Bill Nelson, declaró que Washington se encuentra en una competencia con China para llevar astronautas a la luna. Son los dos únicos países que tienen capacidad para llegar al satélite terrestre a mediano plazo.
En cambio, Pekín enfatizó su desinterés en una carrera espacial con nación alguna. Asimismo, se opuso a la militarización del espacio y su transformación en un campo de batalla. La cancillería china denunció que el espacio se considera una esfera de prioridad para desarrollar el poder militar nacional en los documentos del Ministerio de Defensa de Estados Unidos.
Yang Baohua –vicepresidente de la Sociedad China de Astronáutica– subrayó la responsabilidad compartida de la Humanidad de perseguir la exploración y utilización pacífica en el sector.
“Abogar por el desarrollo industrial y aprovechar los logros de la tecnología espacial para impulsar el desarrollo en otros campos se convertirá en una fuerza motriz para el desarrollo económico y el progreso social de varios países”, señaló en un Simposio Internacional sobre el tema realizado recientemente.
Vista las dos posiciones de las principales economías del orbe, entendamos qué tanto preocupan a Estados Unidos los hitos espaciales de China.
En primer lugar, Washington cedió la hegemonía en el espacio. En 2019, la sonda china Chang’e 4 se convirtió en la primera nave en alunizar en la cara oculta del único satélite de la Tierra, específicamente en la superficie del cráter Von Kárman de la depresión de Aitken en el polo sur.
El rover utilizó cámaras que captaron y enviaron imágenes reveladoras de ese lado desconocido, las cuales llegaron hasta la Tierra, gracias al enlace con el satélite chino Quequiao, situado a 60 mil kilómetros.
La Chang’e 4 permite el estudio de la superficie, los cráteres y los impactos espaciales, así como las ondas de radio de baja frecuencia que no pueden captarse desde nuestro planeta. Mientras tanto, su sucesora, la Chang’e 5, trajo muestras a la Tierra.
El próximo año se realizará otra expedición china a la cara oculta que prevé la recolección de polvo y roca en ese lado no visible. Hasta ahora, ningún país ha logrado completar esa tarea.
Según el programa Chang’e –nombrado así en honor a una diosa de la mitología del gigante asiático que vive en la luna–, en 2007 inició el programa con el lanzamiento de una primera sonda orbital alrededor del satélite natural de la Tierra.
El objetivo final es lograr que una misión tripulada llegue a la luna y construir una base científica, pero aún la Administración Nacional del Espacio de China no ha ofrecido fechas para cada paso.
Lo que sí informó es que, para facilitar las comunicaciones entre la Chang’e 6 y la Tierra, un nuevo satélite de retransmisión –nombrado Queqiao 2– se desplegará en la órbita lunar durante la primera mitad de 2024. Fuentes especializadas anunciaron que llevará instrumentos científicos de Francia, Italia y la Agencia Espacial Europea, al tiempo que se montará una carga útil paquistaní en el orbitador.
Además, Pekín ofreció oportunidades de cooperación internacional en la misión de exploración lunar Chang’e 8, programada para alrededor de 2028. De acuerdo con las autoridades, esa expedición se concentrará en la detección e investigación geológica, observaciones hacia la Tierra, análisis de muestreo lunar y uso de recursos, así como un pequeño experimento de ecosistema terrestre cerrado en la superficie de la luna.
China lanzó con éxito la nave espacial Shenzhou 17 con tres astronautas a bordo, la tripulación más joven desde que el gigante asiático comenzó la construcción de su estación espacial Tiangong o Palacio Celestial.
Tang Hongbo, Tang Shengjie y Jiang Xinlin fueron recibidos en la estación Shenzhou 16. Ésta se encontraba allí desde el 30 de mayo pasado y la habitaron por primera vez una vez terminada. Según especialistas, la Tiangong operará durante unos 10 años. En 2024, debe convertirse en la única de su tipo, ya que se prevé el retiro de la Estación Espacial Internacional encabezada por Estados Unidos.
China planificó la salida de varias misiones tripuladas para adiestrarse en el ensamblaje y construcción en órbita de naves complejas y grandes, así como en la realización de vuelos de larga duración y de experimentos a gran escala.
La Tiangong opera en la órbita terrestre baja a una altitud de entre 340 y 450 kilómetros. En 2024, será testigo de cuatro misiones: los lanzamientos de las naves de carga Tianzhou 7 y Tianzhou 8, además de los vehículos espaciales tripulados Shenzhou 18 y Shenzhou 19.
Otro hito de la carrera espacial de China es el envío constante de satélites, entre los más notables aquellos destinados al sistema de navegación Beidu.
El gigante asiático lanza al espacio de manera constante satélites con objetivos variados. Van desde la teledetección, servicios comerciales, comunicaciones, meteorología, hasta las investigaciones.
A bordo de diferentes cohetes portadores de la familia Larga Marcha, esos artefactos contribuyen a la vida cotidiana y a la comprensión del medio ambiente. En particular, aquellos destinados a mejorar el sistema de navegación Beidu que proporcionan cobertura global con un enfoque especial en Asia y la región del Pacífico. Además, es compatible con otros sistemas de navegación como el GPS de Estados Unidos, el Glonass de Rusia y el Galileo de la Unión Europea.
Pekín ha declarado en varias ocasiones su intención de continuar con la expansión de ese sistema, un elemento a tener en cuenta en medio de la construcción de la Ruta Digital como parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y ante un contexto de innovación científico-tecnológica que el gigante asiático lidera cada vez más.
Más allá de Beidu, China lanzó la semana pasada un satélite de nueva generación para monitorizar el color de los océanos y ayudar en la comprensión del mar. De acuerdo con fuentes oficiales, se trata del primer equipo en el mundo para la observación del océano de alta precisión, el cual utiliza múltiples métodos de detección.
Meng Lingjie –ingeniero jefe adjunto del Centro de Datos y Observación de la Tierra de la Administración Nacional del Espacio de China– apuntó que el satélite proporcionará servicios de teledetección para las principales rutas marítimas del gigante asiático. “Además, el equipo promoverá la utilización de los recursos pesqueros y la monitorización de la contaminación marina”.
El experto explicó que puede realizar un estudio a gran escala, continuo y dinámico del color del agua y su temperatura, del hielo marino, la materia suspendida y la ecología del agua en el océano, en alta mar, islas y puertos a nivel mundial.
Todo esto sin mencionar que la empresa china LandScape logró colocar en órbita al Zhuque 2 a principios de este año. Es el primer cohete impulsado por metano, propulsor líquido más económico, limpio y seguro hasta la fecha.
Esto acerca a China cada vez más a la nueva era espacial, a su vez abre un nuevo camino para la Humanidad y su comprensión del Universo.
Isaura Diez/Prensa Latina*
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