Las negociaciones entre el gobierno y la oposición venezolanos que se lleva a cabo en República Dominicana, única vía para aminorar la amenaza de guerra e iniciar el camino a la paz, donde las diferencias se ventilen en las urnas. Necesario, también, que cese la agresión económica externa
Caracas, Venezuela. Este 2018 comenzó en Venezuela con el optimismo de alcanzar la recuperación económica y estabilidad política, pero algunos sectores opositores que amamanta Estados Unidos se niegan a enterrar el hacha de la guerra y la violencia, y encauzar el rumbo del país a través del diálogo y la concertación entre iguales.
Desde 2014, el presidente Nicolás Maduro realizó más de 338 llamados al diálogo y a la paz aunque, al parecer, siempre habrá quien justifique y trate de encontrar las sendas para negarse a favorecer el acercamiento entre los venezolanos de diferentes tendencias, situación que amenaza el encuentro, bien avanzado, que tiene como sede República Dominicana.
Así aparecen figuras ya casi olvidadas, como el diplomático Elliot Abrams, que tuvo un importante rol en la política exterior de las administraciones de Ronald Reagan (1981-1989) y George Bush padre (2001-2009) hacia América Latina, y quien ahora considera “desastrosa” la situación en Venezuela.
Abrams no desperdició la ocasión, en una reciente reunión en el Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, para darle un espaldarazo a la administración de Donald Trump y a su política intervencionista e injerencista contra Venezuela, denunciada por Caracas y movimientos internacionales como los Países No Alineados, que reúnen a 120 naciones, más 17 observadores y 10 organizaciones.
Allí afirmó que su país comete “una y otra vez” el mismo “error” de no actuar desde que se producen las primeras señales de que un presidente elegido en las urnas se está desviando de la senda democrática, esa senda que sólo puede verse desde la óptica de Washington y no desde la de sus protagonistas y actores.
El exdiplomático, luego de intentar denigrar al comandante Hugo Chávez, al presidente Maduro y a otros dirigentes, planteó que la Casa Blanca y todo el aparato agresivo dentro y fuera del Pentágono “todavía puede actuar”, algo así como que Washington tiene una patente de corso que le permite agredir donde quiera.
Habría que pensar, dijo Abrams ante un auditorio donde no faltaron viejos “luchadores por la libertad” fabricados contra Cuba y por supuesto quienes hoy escapan de Venezuela, que también hay que “trabajar” junto a Canadá y presidentes como el argentino Mauricio Macri o el recién electo Sebastián Piñera en Chile, para ejercer presión sobre Venezuela en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Abrams fue asesor asistente de Seguridad de Estado del presidente George W Bush, con anterioridad participante en el escándalo “Irán-Contra” junto con sus colaboradores Otto Reich, John Negroponte y Oliver North durante el mandato de Ronald Reagan, todo un séquito de halcones imperiales.
Durante su gestión como secretario asistente de Estado para Derechos Humanos y luego como secretario asistente de Estado para Asuntos Interamericanos, Abrams estuvo involucrado en múltiples violaciones de los derechos humanos en El Salvador, Honduras y Nicaragua, colaborando con grupos violentos en aquellos países considerados “luchadores por la libertad” por sus mentores.
Ayudó a planificar el golpe de Estado de abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez en Venezuela, junto con su colega Otto Reich. Esos elementos son apenas un botón de muestra de este personaje, uno más de los que hacen la guerra contra el gobierno bolivariano.
Para este exfuncionario de administraciones estadunidenses de clara tendencia derechista, también la OEA tiene culpa sobre lo que pasa en Venezuela, ya que presuntamente el exsecretario general José Miguel Insulza tuvo un “terrible récord” dirigiendo ese foro.
Pero, según él la situación es diferente con el actual secretario, Luis Almagro, otro al que Washington echó mano para imponer una política de guerra contra el pueblo venezolano y sus autoridades.
Abrams, como otros tantos personajes estadunidenses, desempolva archivos y prepara planes contra el pueblo venezolano, el cual se opone a que sus destinos sean dirigidos desde fuera.
Sin embargo, aún hay quienes piensan en la concertación, y así lo subrayó el gobierno nacional que en voz del jefe de la delegación a las pláticas en Dominicana, Jorge Rodríguez, dijo que pese a los tropiezos, la presidencia “mantiene y mantendrá su disposición y voluntad para continuar el diálogo con la oposición”.
“Jamás nos negaremos a dialogar con la oposición venezolana. Jamás, a pesar de todo lo que nos han dicho, de que nos han insultado. Apareció una excusa fútil, la estamos aclarando. Para nosotros es más importante la paz y la convivencia entre venezolanos”, expresó en la tierra cibaeña en referencia a la ausencia del sector opositor al último encuentro, el 18 de enero.
Dijo que a pesar de las excusas fútiles y de las amenazas de sanciones por parte de Estados Unidos o la Unión Europea, seguirán insistiendo en el diálogo como la vía para dirimir las diferencias y resolver los problemas de los venezolanos.
En este escenario de convocatoria, fueron descubiertos los aprestos terroristas de un grupo subversivo que ya había mostrado su talante con ataques en 2017 contra dos instituciones gubernamentales en Caracas, a plena luz del día y sin importarles el posible daño a personas inocentes, a las que vimos correr despavoridas.
En cualquier país del mundo, de cualquier tendencia, un plan de magnicidio, la planificación de atentados contra integrantes de altos cargos públicos, el proyecto de detonar coches bombas en lugares públicos, tiene un precio.
Sólo a sus promotores se les ocurriría pensar que la impunidad puede ser mantenida, ya que sólo existe una forma de terrorismo, no hay bueno o malo, siempre es terrorismo, y eso es parte del libreto de quienes se niegan a olvidar la violencia y concurrir al diálogo.
Qué pasaría si Estados Unidos descubre un grupo de cualquier tendencia o credo que prepara una acción terrorista como anteriores ocurridas en la ciudad de Oklahoma, donde murieron 168 personas en 1995.
Esto ocurrió cuando un camión aparcado al lado de un edificio federal del gobierno explotaba violentamente, en su momento el mayor ataque terrorista sufrido en ese país, o algo parecido a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
Eso no se lo preguntan los que ahora insisten en la agresión y cierran las puertas al diálogo, entre ellos el presidente Donald Trump y sus simpatizantes Juan Manuel Santos, de Colombia, y Mariano Rajoy, de España, quienes, según denuncias, presionan a la oposición venezolana para que no participe en las elecciones presidenciales pautadas para este año en Venezuela.
No obstante, aún hay esperanza, y como dijo el canciller de República Dominicana, Miguel Vargas, se espera que en los próximos días vuelvan a la mesa de concertación representantes del gobierno venezolano y la oposición, como parte del diálogo que sostienen ambas partes en el país caribeño.
“Por lo tanto queremos anunciar que hemos conversado con las partes, con gobierno y oposición, y con los cancilleres presentes y los otros dos cancilleres de Chile y México, y hemos acordado comprometernos a convocar en los próximos días una nueva fecha para continuar el diálogo aquí en República Dominicana en el interés de una salida pacífica y estable para Venezuela”, dijo en transmisión de Telesur.
Muchos esperan que allí se acallen los tambores que llaman a la confrontación, como paso necesario para enterrar el hacha de la guerra e iniciar una etapa de convivencia pacífica, donde cese la agresión económica y las diferencias se ventilen en las urnas, en un país que se precia de tener los comicios más auditados del mundo.
Luis Beatón/Prensa Latina
[LÍNEA GLOBAL]
Contralínea 575 / del 29 de Enero al 03 de Febrero 2018