Como parte de los trabajos de restauración ecológica y mitigación ante la construcción de la Supervía Poniente, el gobierno capitalino y la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal determinaron rellenar las barrancas de La Loma. Lo que para la administración local es “una oportunidad”, para los especialistas es una farsa
La Loma se ubica en la delegación Álvaro Obregón. En noviembre de 1988, el otrora Departamento del Distrito Federal adquirió la propiedad con la finalidad de preservar la superficie como área verde.
Desde entonces, la sociedad civil se ha dedicado a evitar su urbanización.
En La Loma existe un complejo de barrancas de alto valor ambiental, con ecosistemas naturales representados por bosque de encino y pastizal, especies de flora y fauna silvestres, algunas de éstas endémicas o dentro de alguna categoría de protección.
Como parte de los trabajos de restauración ecológica y mitigación, el gobierno capitalino y la Secretaría del Medio Ambiente determinaron rellenar sus barrancas.
A través de Controladora Vía Rápida Poetas, SAPI de CV; Obrascón Huarte Lain Concesiones México, SA de CV (OHL); Inmobiliaria Copri, SAPI de CV; y Constructora Atco, SA de CV, filial de Copri, se ha vertido, a lo largo del Área Natural, la tierra extraída para la creación del túnel.
“Es una oportunidad única contar con la tierra del túnel. Se le dio aprovechamiento, si no, se tenía que haber comprado”, refiere a Contralínea vía telefónica Jorge Fuentes, director de Comunicación Social de la Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno del Distrito Federal.
En la entrevista, Fuentes aclara que en el área no hay barrancas. “Son cárcavas”. A decir del vocero, la estabilización o relleno de esas zanjas arrancó en la administración pasada porque “significan un riesgo”.
Aunque se esmera en subrayar que “la tierra no se está dejando regada sino en lugares específicos”, la escena en la zona es dramática: un tiradero de tierra y deshechos vegetales; lomeríos con árboles recién plantados y secos, y desniveles que rebasan los 2 metros de altura. Un alud.
Para Luis Zambrano, investigador a cargo del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, las barrancas no necesitan estabilizarse. “Son procesos geomorfológicos de la ciudad que siempre han estado ahí, pieza fundamental para mantener el clima y la diversidad de animales y plantas”.
Explica que las barrancas son cuchillas donde existe una gran biodiversidad, además de que son generadoras de pequeños cambios de temperatura que hacen que el clima sea “muy agradable” en los alrededores.
En opinión del académico universitario, el relleno de las barrancas se debe a que a la concesionaria le cuesta mucho más caro llevar los residuos a lugares más alejados. “Se les ocurrió pintarlo de verde diciendo que con eso se van a estabilizar las barrancas, como si lo necesitaran. Ven a las barrancas como zonas de relleno. El argumento no es real, no es funcional. Una barranca no tiene por qué rellenarse ni estabilizarse”.
⇒ Parte II: Mitigación de Impactos Ambientales, la farsa del GDF
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Fuente: Contralínea 328 / marzo 2013