Lo que parecía imposible ocurrió. Gobiernos priístas y panistas, en colusión con funcionarios y empresarios corruptos, saquearon y quebraron la industria petrolera nacional durante 40 años. Siete presidentes de la República son responsables de ello, por permitirlo.
En cada sexenio se repitió la historia: el gobierno en turno saqueó las arcas petroleras; por tal motivo no debe ahora sorprendernos que Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresa orgullo de nuestra soberanía, esté en una aguda crisis económica que obliga a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a planear un salvamento de la principal empresa estatal.
En cada gobierno, el fisco exprimió las ganancias de la extracción y comercialización del crudo, sin permitir que parte de los recursos fueran utilizados para modernizar las plantas petroleras y crear una moderna infraestructura que hiciera posible competir y procesar los combustibles, mientras que los directores generales de Pemex, coludidos con empresarios recomendados desde Los Pinos, recibían contratos amañados y abusivos que afectaron las finanzas de la empresa.
Fueron 40 años de desvíos de recursos, sobornos, chantajes, contratos arreglados, asignaciones directas, obras sin realizar, robo de combustibles y equipo, que permitieron en cada sexenio el florecimiento económico de nuevos empresarios ricos y funcionarios poderosos.
El pasado viernes 18 de marzo –celebración de la nacionalización petrolera ocurrida en 1938 por iniciativa del presidente Lázaro Cárdenas–, el gobierno debió anunciar formalmente la quiebra de la industria por el saqueo permanente de que ha sido objeto durante los últimos siete gobiernos.
Desde la administración de José López Portillo, aquél que vaticinó administrar la abundancia ante el descubrimiento de importantes yacimientos petroleros –que ahora nos dicen que se han secado o, en el mejor de los casos, que el crudo está a tal profundidad que es imposible y extremadamente costoso extraer esa materia prima no renovable–, todos los gobiernos subsecuentes (de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña) se dedicaron a exprimir las finanzas de la empresa con supuestos propósitos sociales, cuando en realidad el dinero producto del petróleo sirvió sólo para crear una enorme estructura burocrática inútil y corrupta.
Esos miles de millones de pesos generados por la producción petrolera fueron desviados para enriquecer a “servidores públicos”, empresarios corruptos, directivos petroleros desleales, políticos ambiciosos y líderes sindicales charros y abusivos, como el actual Carlos Romero Deschamps, amigo del presidente Peña Nieto.
En cada sexenio la prensa documentó puntualmente la corrupción que había en la principal empresa del Estado, pero nadie hizo algo para detenerla. Era de todos sabido los negocios ilícitos que ahí se cometían, como el pago de comisiones a funcionarios responsables de otorgar contratos a intermediarios (coyotes) para que éstos los negociaran con las empresas. Era tal la bonanza petrolera, que todos alcanzaban una gran parte del pastel. Cuando había licitaciones, porque muchos de los grandes contratos eran entregados directamente, eran sólo acciones simuladas porque de antemano ya se sabía a quién le entregarían las obras o servicios. De todo informó la prensa, ante la complacencia de Los Pinos.
En una ocasión, un alto directivo petrolero me explicó a detalle cómo se hacían y planeaban los negocios ilícitos desde la Presidencia de la República y la Dirección General de Pemex, para beneficiar a cierta empresas recomendadas. Todo eso se escribió y nadie hizo nada.
Un caso similar ocurrió con aquella entrevista que le hice a Luis Ramírez Corzo antes de que asumiera la Dirección General de Pemex, en donde bajo mucha presión me contó a detalle cómo era presionado por el entonces titular Raúl Muñoz Leos para que asignara contratos directos para la renta de barcos petroleros a la empresa Oceanografía, propiedad del corrupto empresario Amado Yáñez, actualmente preso.
Recuerdo que Ramírez Corzo fue muy claro para señalar que desde Los Pinos los presionaban desde el año 2004, a él y a su jefe el director de Pemex, Raúl Muñoz Leos, para obligarlos a entregar contratos petroleros multimillonarios a Oceanografía, a pesar de que esta empresa no cumplía con las disposiciones legales en la materia. El exfuncionario acusó en aquella entrevista que era la esposa del presidente Vicente Fox, Marta Sahagún, y sus hijos Manuel y Jorge Bribiesca, sin embargo nadie hizo nada para detener esa evidente corrupción que provenía desde la Presidencia.
Tuve la oportunidad de confrontar a Manuel Bribiesca sobre la acusación que hacía en su contra Ramírez Corzo, y con cinismo aceptó que su familia sí cabildeaba en favor de Amado Yáñez y Oceanografía a cambio del pago de comisiones. Tampoco nada ocurrió con esta afirmación de la corrupción que se manejaba con la venia de Los Pinos.
Algún intento hizo el entonces secretario de Hacienda Francisco Gil Díaz, quien estaba peleado con la primera dama, pero Fox se atravesó para impedir cualquier acción legal contra su familia, mientras que la corrupción y el saqueo de Pemex continuaba. Ante tal cinismo e impunidad que se repitió en cada gobierno, desde José López Portillo y el boom petrolero, cómo podríamos esperar entonces que la principal empresa del Estado no cayera en quiebra una vez que los recursos naturales propiedad de la nación, como son el petróleo y el gas, empezaran a agotarse y los precios del barril de crudo cayeran estrepitosamente.
Han sido 40 años del más grande robo a la nación sin culpables.
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