La decisión de la Casa Blanca de no certificar el acuerdo nuclear con Irán, bajo el pretexto de la cooperación del régimen de los ayatolás con el del norcoreano Kim Jong Un, fue sólo una medida instrumental, una tirada a tres bandas para conseguir tres objetivos de la mayor relevancia en la agenda antirrusa y antichina de los halcones republicanos más una (la putinofóbica señora Clinton), cuya oportunidad geoestratégica supera con creces el costo (más bien retórico) de la histórica reprobación de sus aliados atlánticos (Londres y París más Berlín), cosuscriptores del acuerdo nuclear alcanzado en 2015 con la república islámica:
Juan Ignacio Domínguez
1) Al cancelar la posibilidad de un acuerdo semejante con Pionyang, Estados Unidos afianza su creciente acumulación de fuerzas en la zona y el despliegue en Corea del Sur del sistema antimisiles THAAD, y con ello la tensiones en el Pacífico occidental desde las Islas Kuriles (sur de la península rusa de Kamchatka) hasta Taiwán. Una reunión de fuerzas que se sumará a las que ya desafían la reivindicación soberanista de China sobre las islas del mar del sur por donde hoy transcurre la mitad del tráfico mundial de mercancías, y un emplazamiento de cohetes que, como denunció Pekín hace 1 año, posee un potencial de fuego y alcance muy superiores a los requeridos para hacer frente a un ataque proveniente de Corea del Norte. Para Rusia esta consolidación militarista significa el atenazamiento de su frontera oriental, que 2 años atrás iniciara la OTAN en su frontera europea con amagos cada vez a mayor escala, no vistos desde el final de la “anterior” Guerra Fría, bajo el pretexto de los temores generados tras la anexión de Crimea en 2014.
2) Desestabilizar el histórico acercamiento de Riad con el Kremlin, aliado conspicuo de Irán, al reactivar Washington el contencioso antichiíta encabezado precisamente por el reino Saudita.
3) Desestabilizar geopolíticamente (para empezar) la ruta de la seda, el mayor desafío global a la preminencia mercantil-geoestratégica estadunidense y a su hegemonía monetaria.
La magnitud de esta tirada racimo en contra de Rusia y China, formaliza el inicio de una nueva Guerra Fría de matriz geoeconómica, esta vez de composición planetaria más vasta y diversa, de rasgos magno-nacionalistas, ideológicamente difusa y pre-liberal, de gran incertidumbre política en occidente y con un espectro corporativo-trasnacional confundido y, en general, desalineado de este conflicto (la mayor parte de los activos industriales de las naciones más desarrolladas –el G7– se encuentra dislocado precisamente en la zona del Pacífico bajo amago).
En reverso a esta tirada desestabilizadora First America, Bruselas podría elevar a prioridad de su agenda de seguridad el contar con una fuerza armada propia que defendiera los intereses comunitarios y no sirviera, como se advierte que lo será, sólo de patiño a los planes geoeconómicos del belicismo republicano (más Clinton) en el flanco eslavo-occidental.
El proeuropeo (y parasistémico) partido alemán Los Verdes, futuro socio de coalición de la Unión Demócrata Cristiana, podría ser la bisagra de este impulso, si en las negociaciones en curso para formar gobierno impone esta cláusula al contrato de coalición.
Juan Ignacio Domínguez
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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