En las próximas semanas podría generarse un nuevo capítulo de controversia entre México y Estados Unidos por el agua de la Frontera. Sectores estadunidenses –sobre todo empresarios texanos– presionan a su gobierno para que adopte una posición más enérgica ante lo que consideran “acaparamiento” del líquido por parte de los mexicanos. Lo cierto es que la posición ventajosa en esta materia –como en la mayoría de esta relación asimétrica– parece ser la de los gringos. La administración de Barack Obama, incluso, no está muy interesada en abrir un debate serio, porque una revisión de los acuerdos binacionales podría poner en evidencia la provechosa situación que obtuvieron desde la primera mitad del siglo XX.
Nuestro país comparte con Estados Unidos dos grandes afluentes de agua: el Río Colorado y el Río Bravo (llamado en ese país Río Grande). Las controversias datan del siglo XIX, luego de las guerras que amputaron a México más de la mitad de su territorio y que consolidaron la vocación imperialista y el expansionismo del Tío Sam. Ambos países cuentan hoy con un mecanismo binacional para resolver los diferendos antes de que se eleven a nivel de secretarías de Estado o presidencial. En español, se le llama Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA). Representantes del Departamento de Estado de Estados Unidos integran una sección. La otra, representantes de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.
Con respecto del Río Colorado, los vecinos sólo nos entregan el 10 por ciento del agua de este cauce. Podría parecer justo porque antes de internarse en territorio mexicano se alimenta de escurrimientos de siete estados de la Unión Americana (Arizona, California, Colorado, Nevada, Nuevo México, Utah y Wyoming). Al cruzar la línea divisoria internacional, el río es una frontera natural entre los estados mexicanos de Baja California y Sonora. Finalmente desemboca en el Golfo de California.
Los problemas que reconoce el documento: la cada vez mayor dificultad para que los estadunidenses entreguen a México la cantidad mínima de agua establecida; la calidad del líquido (por el tratamiento que recibe corriente arriba, llega con niveles de salinidad no aptos para la agricultura y el consumo humano); y un tercero es de carácter ambiental derivado de los dos primeros. Al entregar poca agua y de mala calidad, se afectan importantes ecosistemas. “El lado mexicano del delta contiene humedales, bosques y zonas desérticas que son el hogar de muchas especies en peligro de extinción”, señala el estudio. De hecho, la zona tiene categoría de reserva de la biósfera decretada por la Organización de las Naciones Unidas. El insensible gobierno estadunidense no tienen intención alguna de destinar más cantidad de agua y el timorato mexicano no ha querido defender con energía su medio ambiente. El resultado: hoy 90 por ciento de los humedales tienen algún nivel de degradación.
Con respecto del Río Bravo, éste está dividido en dos cuencas: la que alimenta la corriente que va de Ciudad Juárez a Fort Quitman, Texas, y la que va de este último sitio a desembocar en el Golfo de México. Es Estados Unidos el que debe entregar a México agua de la primera cuenca. De la segunda, México es el obligado a entregar agua a Estados Unidos.
De la cuenca Noroeste, de 1939 a 2015, el vecino nos ha entregado 30 por ciento menos agua. El argumento: la sequía que se ha agudizado en la región. No hay penalización alguna para los estadunidenses y, de hecho, la industria agrícola y la eléctrica de ese país pugnan porque se entregue menos agua a México. De la cuenca Noreste, México también ha encontrado dificultades para entregar agua a Estados Unidos; y aquí no hay pero que valga: si México no cumple, adquiere una “deuda de agua”. La presión estadunidense –gubernamental y mediática– ha conseguido que México “pague” esa agua con los “excedentes” de la temporada de huracanes. Ahora, México se encuentra atrasado en las entregas de agua a Estados Unidos por la misma situación, la sequía. El documento da cuenta de la presión ejercida por el gobierno estadunidense al mexicano, de tal suerte que la administración de Enrique Peña Nieto ha aceptado que, en caso de haber un faltante en sus entregas, lo reintegrará en el siguiente ciclo; y además se han comprometido a que, de ahora en adelante, se entregará el líquido en los tiempos previstos, “sin déficits”. El presidente de México incluso dio instrucciones a la Secretaría de Relaciones Exteriores y a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) “de priorizar el trabajo con la CILA, las autoridades de Texas y el Departamento de Estado (del gobierno federal estadunidense) para llegar a un acuerdo lo antes posible”.
A pesar las condiciones aceptadas por México, señala el informe que “grupos de interés” estadunidenses se encuentran “furiosos” y consideran que México “acapara” el líquido que pertenece a los dos países.
El régimen, pusilánime a la hora de defender los recursos mexicanos, ha optado por el autoritarismo en los asuntos domésticos. La brutal represión de los últimos días contra maestros y estudiantes normalistas nos dice que buscará imponer con sangre lo que no pudo desarrollar con diálogo y trabajo político. El dinosaurio se apoya en sus dos bases históricas: su aparato de control social (los grandes medios de comunicación) y su instrumento de dominación (las Fuerzas Armadas). Ya lo hizo en 1958, 1968, la Guerra Sucia. Pero hoy la sociedad no es la misma… La masacre en París llegó a tiempo para los intereses de la ultraderecha xenófoba en Europa. Y también fue oportuna para el gobierno del francés Hollande: le dio capital político para justificar su presencia en Siria, justo cuando había quedado fuera de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia.
Zósimo Camacho*, @zosimo_contra
*Periodista
[BLOQUE: OPINIÓN] [SECCIÓN: ZONA CERO]
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