Alberto Martín*/Centro de Colaboraciones Solidarias
Para unos, el informe PISA (Programme for International Student Assesment) es una fotografía que refleja con fiabilidad el nivel educativo de los países e incluso –dentro de ellos– de sus regiones, mientras que para otros, ni su metodología es la más adecuada ni sus resultados deben ser tenidos más en cuenta que los de cualquier otro tipo de ranking. Lo que está claro es que cada 3 años nadie queda indiferente con este macro estudio encargado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), que en la última edición, la de 2015, “examinó” a 540 mil estudiantes (en representación de 29 millones) de 15 años de edad, de 72 países diferentes en tres grandes áreas de conocimiento: matemáticas, ciencias y comprensión lectora.
Alfonso Echazarra –licenciado en ciencias políticas y de la administración en la Universidad Complutense de Madrid– se ha encargado de redactar el análisis sobre “Políticas y prácticas educativas”, uno de los cinco que la OCDE ha publicado analizando los datos de los resultados de PISA de 2015.
En su intervención, Echazarra enumeró “10 cosas que hemos aprendido con PISA”. “Quizá no sean las más importantes, pero son 10 que a mí me parecen interesantes y que creo que no siempre se dicen”, señaló a modo de introducción.
No todos los colegios son iguales (aunque en bastantes sitios sí). La segunda causa que explica las diferencias de resultados, tras las diferencias de todo tipo existentes entre los estudiantes, es el colegio en el que estudian, por encima incluso del tipo de sistema educativo. En unos países la incidencia es mayor que en otros. En España no es mucha, aunque también existe.
Los países que más invierten en educación no presentan necesariamente el mejor nivel académico (a partir de una inversión mínima). Aunque los que menos invierten sí son los que peores resultados obtienen. A partir de un cierto porcentaje importante de inversión, las diferencias ya no las marca el dinero.
El estatus socioeconómico del estudiante no lo es todo (pero importa). Hay estudiantes con un estatus socioeconómico (determinado según la ocupación y educación de sus padres y los bienes que hay en sus hogares) que obtienen resultados muy buenos. Son los denominados estudiantes resilientes. Pero, más allá de ellos, hay que tener claro que uno de los factores que más influye en el rendimiento académico es el estatus socioeconómico del estudiante.
Existen diferencias de género marcadas (aunque también muchas excepciones). Las chicas son mejores en comprensión oral en los 72 países analizados y los chicos, mejores en matemáticas en un alto porcentaje de los mismos. Eso es lo que dicen las medias, pero lo cierto es que hay chicos muy buenos en letras y chicas excelentes en ciencias. De hecho, quizá el dato más resaltable es que los chicos consiguen resultados más extremos en todas las materias; los hay muy buenos, pero también muy malos. Las chicas, en cambio, se sitúan más en las posiciones intermedias. Y tampoco quieren trabajar en lo mismo. Ellas se decantan por ciencias de la salud, mientras que ellos quieren ser ingenieros, científicos o dedicarse a profesiones relacionadas con las nuevas tecnologías de la comunicación.
La memorización tiene sus límites (pero sigue ayudando). Está demostrado que las preguntas más complicadas no las responde de manera correcta quien basa su conocimiento es guardar ingentes cantidades de datos en su memoria, sino quien es más creativo. Aunque eso sí, si la pregunta es menos compleja tirar de memoria siempre ayuda.
En muchos sistemas educativos, los colegios públicos obtienen mejores resultados (tras ajustar las puntuaciones con su estatus socioeconómico). Los colegios privados en su conjunto obtienen mejores puntuaciones, pero una vez que se ajustan los resultados introduciendo la variable del estatus socioeconómico la tendencia da la vuelta en numerosos países. En España los resultados son prácticamente a la par.
Las escuelas españolas disfrutan de una autonomía limitada (las públicas y concertadas). Alfonso Echazarra quiere destacar que el sistema educativo español no permite que los colegios públicos y concertados tomen demasiadas decisiones sobre aspectos importantes como a quién admiten y a quién no o la forma de impartir la enseñanza.
La repetición de curso y la separación temprana en distintos itinerarios empeora la equidad educativa (sin excepciones). Los sistemas educativos que promueven la repetición de curso de los alumnos con peor rendimiento y los que dividen a los estudiantes en itinerarios (ciencias, letras…) a edades más tempranas, son los que presentan resultados más dispares. Hay estudiantes buenos, pero también muy malos.
Equidad y excelencia son compatibles (por si alguien lo dudaba). Algunos de los países con mejores resultados (Finlandia, Japón, Inglaterra) tienen un sistema basado en la equidad. España está en medio, como en casi todo en PISA, en ambos baremos: resultados medios, equidad media.
Un alto rendimiento académico no requiere necesariamente largas horas de aprendizaje y estudio (con las horas en el colegio casi basta). Sin duda, es una de las conclusiones más reveladoras. Echazarra aclara que la diferencia no está en el número de horas lectivas, que en casi todos los países es similar, sino en las que dedican los estudiantes al salir del colegio en hacer deberes, dar clases particulares o seguir estudiando. Los chicos y chicas de Finlandia, Alemania, Suiza o Japón, es decir los que mejores resultados obtienen en PISA, no llegan a las 40 horas semanales de dedicación; en España en 2015, la media era de 47 horas semanales.
Alfonso Echazarra sostiene que PISA puede valer y, de hecho, vale para mucho. La clave es adoptar las medidas correctas para corregir los problemas que indica. Quizá, como señaló el vicerrector Juan Tejada en la inauguración del curso, a PISA le falte tener consecuencias. “Ninguna evaluación sin consecuencias puede ser importante”, concluyó el vicerrector, además de animar a incluir en próximas ediciones otro factor: la relación entre los resultados y la formación que reciben los maestros en los diferentes países y lugares. “El sistema educativo descansa sobre los maestros fundamentalmente, y no se habla mucho de esto”, consideró.