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Superar el colonialismo académico: bases jurídicas y estratégicas de la invitación directa en el CIDE

Durante décadas, el modelo neoliberal de contratación académica –particularmente el asociado a los concursos abiertos y al job market– moldeó la selección de profesores en México bajo criterios ajenos a las necesidades nacionales. Estos mecanismos se basan en una lógica individualista y competitiva que premia trayectorias aisladas, valoradas únicamente por su productividad medida en indicadores internacionales, sin considerar la capacidad del académico para integrarse en proyectos colectivos ni para contribuir al fortalecimiento institucional de largo plazo.

En este esquema, el candidato ideal es aquel que “no genera conflicto”, trabaja de manera atomizada y produce artículos en revistas indexadas, mientras la construcción de capacidades nacionales, la docencia significativa y la vinculación con el sector público y social quedan relegadas. El diseño mismo del job market corresponde a esta visión: un mecanismo creado para abastecer de profesores al sistema universitario del Norte Global, no para impulsar el desarrollo científico de países periféricos.

En México, el uso acrítico de este modelo adquirió rasgos abiertamente coloniales. Aun cuando el país forma hoy a miles de doctores de alta calidad, muchos centros de investigación continúan privilegiando por inercia a candidatos extranjeros o formados en el extranjero, aun cuando exista una amplia oferta de investigadores mexicanos sin oportunidades laborales estables. Esta situación ha producido una generación de doctores altamente capacitados que, al no encontrar espacio en el sistema académico, viven en la precariedad o se convierten en becarios permanentes. Se desperdicia así un capital humano indispensable para el desarrollo nacional.

La preferencia histórica por perfiles formados en el extranjero refleja un sesgo estructural: los supuestos “concursos abiertos” han funcionado en realidad como concursos dirigidos hacia un tipo específico de candidato, moldeado por el canon anglosajón y evaluado según parámetros externos. Ello ha debilitado la autonomía académica mexicana y ha subordinado la definición del mérito a criterios internacionales que no necesariamente responden a las necesidades del país.

El nuevo CIDE busca romper con ese patrón. La figura de la invitación no es una excepción discrecional, ni un atajo, ni una ruptura con la transparencia institucional: es un mecanismo estratégico que permite seleccionar académicos capaces de integrarse a proyectos nacionales, fortalecer equipos de investigación coherentes y contribuir a la agenda pública del país. La invitación reconoce que la construcción institucional requiere identificar talento pertinente, no someterse pasivamente al mercado global del reclutamiento académico.

Las instituciones científicas más avanzadas del mundo operan bajo esta premisa. El MIT, Tsinghua, KAIST, los institutos Max Planck y los centros tecnológicos de los países que han logrado desarrollar capacidades endógenas no reclutan mediante concursos masivos diseñados para satisfacer a un público académico internacional, sino mediante procesos estratégicos de identificación de investigadores adecuados para proyectos concretos. En estos casos, la calidad institucional se construye con visión y dirección, no con delegación ciega al mercado académico global.

En este sentido, la prioridad del nuevo CIDE ha sido fortalecer la contratación de profesores formados en México, tanto nacionales como extranjeros. No por nacionalismo vacío, sino porque el país cuenta con una generación de doctores sólidamente preparados, con comprensión profunda de la realidad nacional e internacional, y con capacidad para articular investigación, docencia e incidencia pública. Reconocerlos y darles un lugar en la vida académica del país es corregir una exclusión histórica y, al mismo tiempo, garantizar que el fortalecimiento institucional responda a necesidades nacionales reales.

La experiencia reciente del CIDE lo demuestra. Las divisiones que han apostado por equipos articulados y por perfiles comprometidos con la agenda del Centro muestran mayor cohesión, mayor impacto y una mejor alineación con los retos del país. Frente a la lógica fragmentada del job market, la invitación ofrece una vía para recuperar el sentido público de la academia, evitar la subordinación a criterios externos y construir una comunidad intelectual que piense desde México, para México, y en diálogo con el mundo bajo sus propios términos.

La invitación, vista así, no es un mecanismo excepcional ni un privilegio, sino un instrumento imprescindible para superar el colonialismo académico, romper con la dependencia del mercado universitario del Norte Global y edificar un proyecto académico autónomo, estratégico y orientado al desarrollo nacional.

En el anexo se incluyen cuadros de la planta académica de cada división del CIDE, en los que se detallan las instituciones donde fueron formados los profesores que integran cada claustro.

Los cuadros anteriores permiten apreciar, de manera objetiva, la composición de la planta académica del CIDE en cada una de sus divisiones, según las instituciones donde fueron formados los profesores que integran los claustros respectivos. La información revela patrones de reclutamiento que se mantuvieron estables durante décadas y que dieron lugar a una estructura académica altamente concentrada en perfiles formados en el extranjero, particularmente en el circuito anglosajón.

Si bien esta orientación permitió incorporar capacidades valiosas, también limitó la diversidad intelectual, redujo la presencia de doctores formados en México y generó una dependencia excesiva de criterios externos para definir el mérito académico. Estos elementos explican, en parte, los retos actuales para consolidar una comunidad académica con mayor cohesión interna, con vínculos más sólidos con el país y con la capacidad de responder a las prioridades nacionales.

En este contexto, la administración actual ha iniciado un proceso de reequilibrio de la planta académica, dando prioridad a la contratación de investigadores formados en México y fortaleciendo la modalidad de invitación directa prevista en la normatividad institucional.

Esta estrategia busca superar las limitaciones heredadas, diversificar el claustro, reducir la dependencia de parámetros externos y construir equipos académicos alineados con los objetivos estratégicos del CIDE.

Las divisiones recientemente creadas o transformadas –la División de Estudios del Desarrollo y la División de Estudios Multidisciplinarios– representan un paso fundamental en esta reorientación, pues se concibieron desde su origen para responder a necesidades nacionales y para integrar equipos interdisciplinarios con mayor equilibrio en su composición y proyección académica.

 

José Romero Tellaeche*

*Director general del CIDE. Licenciado, maestro y doctor en economía.

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José Romero Tellaeche

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