Hace 100 años, Francisco Madero llamó a iniciar la Revolución el 20 de noviembre, misma que acabó con la dictadura de Díaz. El pueblo aguantó mucho durante largo tiempo, pero la crisis, desempleo, bajos salarios, deudas, impuestos, carestía, entreguismo a las empresas extranjeras, la dependencia hacia Estados Unidos lo obligaron a rebelarse para luchar por un futuro en el siglo XX. En esos días parecía que el porfirismo sería eterno. Pero la historia siguió su camino, y la lucha de millones de obreros, campesinos y pueblo en general cambió radicalmente la situación.
Hoy hay gente que cree que la situación que vivimos es irremediable y no es capaz de percibir que, desde el México profundo, se prepara el cambio (no como el de Fox que fue un cambio en reversa, sino la profunda transformación revolucionaria de las relaciones sociales, políticas y económicas del México actual). Se prepara ya la gran alternativa de futuro. Tenemos la oportunidad y la suerte, pero también la responsabilidad social de ser protagonistas de la historia del siglo XXI.
La Revolución Mexicana fue la primera revolución social del siglo XX. Tuvo un gran impacto a nivel internacional, inspirando a los trabajadores y pueblos de otras latitudes a luchar contra sus opresores. México tomó la iniciativa y se colocó a la vanguardia de los grandes cambios que requería el mundo en el siglo pasado. La Revolución Mexicana plasmó en la Constitución derechos nacionales y sociales, así como garantías individuales que significaron un gran avance para nuestro pueblo.
Durante décadas, disfrutamos de los frutos de la Revolución –educación gratuita, seguridad social– a pesar de que derechos reconocidos por la Constitución de 1917, y que significaron un gran avance, o se han realizado sólo parcialmente o no se han hecho realidad nunca, o han sido negados en las últimas décadas a partir de la imposición del neoliberalismo. Para que esos derechos se conviertan en una realidad tangible para todos y todas, es necesario dar la lucha en el siglo XXI, logrando que dejen de ser letra muerta, para lo cual tiene que instrumentarse un sistema económico, político y social que los garantice a toda la sociedad. Para comenzar, debemos partir de que esos derechos fueron fruto de una gran revolución y que nos pertenecen, a pesar de que, en la actualidad, sean pisoteados por la mafia Prianista en el poder.
Los avances que se lograron durante la Revolución Mexicana se deben a la lucha de obreros, campesinos y de los patriotas mexicanos representados, principalmente, por Emiliano Zapata, Francisco Villa, Lázaro Cárdenas. Los trabajadores del campo y la ciudad fueron los protagonistas de los grandes cambios. Los trabajadores ferrocarrileros y mineros jugaron un gran papel. Para alcanzar la derrota de los dictadores Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, fueron determinantes, primero, las victorias de Francisco Villa, en Ciudad Juárez, y de Emiliano Zapata, en Cuernavaca, contra el ejército porfirista, y después el triunfo en Torreón y Zacatecas de Villa y el avance de los zapatistas hasta las goteras de la capital, Tlalpan y Milpa Alta, contra el ejército federal huertista.
Al triunfo de la Revolución, en el enfrentamiento contra el gobierno de la convención que representaba a los sectores populares, triunfaron Carranza y Obregón. A la postre, los ejércitos campesinos fueron derrotados, pero aun así, su lucha fue determinante para lograr grandes avances en la Constitución de 1917. Venustiano Carranza fue un terrateniente nacionalista que frenó todos los aspectos avanzados de la Constitución, incluso tuvo a bien devolver la tierra confiscada a los hacendados y reprimir a los obreros, como lo hizo con la huelga electricista de 1916.
Posteriormente, Álvaro Obregón cometió una gran traición al firmar el Tratado de Bucareli con Estados Unidos en 1923. Con tal de obtener el reconocimiento de Washington, se comprometió a pagar una deuda externa, muy inflada, de 1 mil 400 millones de pesos, a no tocar los intereses estadunidenses ni a las compañías petroleras, incluso en una cláusula secreta aceptó frenar la producción de motores en México.
Pero el impulso revolucionario seguía vivo. El gobierno progresista y nacionalista de Lázaro Cárdenas logró romper con las trabas de los poderosos, apoyó a los obreros, repartió 18 millones de hectáreas a los campesinos, fomentó el desarrollo industrial, agrícola, la educación, el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Durante todo este periodo, se suspendieron pagos de la deuda externa y se utilizó la inversión para el desarrollo de México. Gracias a las reformas cardenistas, México comenzó a crecer desde esa época, hasta la imposición del neoliberalismo, a una tasa de más del 6 por ciento anual.
Dado el régimen que se estableció en México, luego de Lázaro Cárdenas, los gobiernos de Manuel Ávila Camacho y, particularmente, el de Miguel Alemán fueron profundamente contrarrevolucionarios. Sometieron a sangre y fuego al movimiento obrero; con el amparo agrario protegieron a los terratenientes, comenzaron el endeudamiento y la dependencia hacia Estados Unidos. Favorecieron en todo a las compañías extranjeras, incluso las petroleras.
El Partido Acción Nacional (PAN), que se fundó en 1939 en contra de las medidas populares y patrióticas de Lázaro Cárdenas, empezó a colaborar desde esa época con el gobierno. Manuel Gómez Morín, que presidía el PAN, fue asesor de Ávila Camacho y colaboró con Miguel Alemán, quien fundó al Partido Revolucionario Institucional (PRI). De modo que el PRIAN que hoy nos domina y hunde a México tuvo su origen desde esa época y es el motor e impulso de la contrarrevolución en México.
El retroceso actual se debe a que, al triunfo de la Revolución, fue la burguesía la que hegemonizó el poder. Hoy, la clase obrera al frente del pueblo ha de luchar para rescatar las causas sociales y nacionales para construir un México soberano que garantice el bienestar de toda la población, a partir del reconocimiento de las luchas y avances del pasado. Hay una gran campaña que dice que la Independencia y la Revolución no sirvieron para nada, que estamos igual, que no vale la pena luchar, que siempre estaremos jodidos. Pero esto es falso: existe la Revolución y también la contrarrevolución, el flujo y el reflujo, el avance y el retroceso. Reconocer la situación tan retrógrada que sufrimos actualmente no debe llevarnos a negar los avances del pasado, las conquistas y el ejemplo de un pueblo en lucha y de héroes que supieron cumplir con su deber. Por eso, hoy por hoy existe una abierta campaña contra nuestros héroes de la Independencia y de la Revolución, banalizándolos, propagando mentiras y calumnias para denigrarlos con el pretexto de que “no son de bronce… sino de carne y hueso”.
La Revolución Mexicana abrió el camino para profundas transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales en el siglo XX. El motor del desarrollo fue la movilización revolucionaria de los trabajadores del campo, de la ciudad y el pueblo en general. La clase dominante ha negado o escamoteado los derechos del pueblo, propiciando la reacción contrarrevolucionaria, colocándose al servicio de las potencias extranjeras, al grado de que luego de subordinarnos económicamente con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte y la Iniciativa Mérida, ahora están llevando a cabo la subordinación militar. Ya opera en México, en Paseo de la Reforma 265, la Oficina Binacional de Inteligencia, en la que el Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia, la administración antidrogas estadunidense y la Oficina Federal de Investigación se han “fusionado” con las Fuerzas Armadas y policiales mexicanas para supervisar, subordinar y someter militarmente a México, violando la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
A finales del siglo XX, cristalizó el retroceso gracias a la reacción neoliberal impulsada por el PRI y el PAN. Son estos dos partidos los principales responsables de violar la Constitución y pisotear los derechos del pueblo y la soberanía nacional. A 100 años de la Revolución, la consigna “sufragio efectivo, no reelección”, con la que Francisco I Madero inició el movimiento, ha sido pisoteada con los fraudes del PRI en 1988 y del PAN en 2006, y con la elección durante décadas de distintos funcionarios al servicio de Washington que han impulsado un mismo proyecto neoliberal, una misma dirección en contra de los intereses del pueblo y de México, eligiendo siempre a personeros de las potencias extranjeras. Así no se reelige a la misma persona, pero sí a los mismos intereses y a peleles de las corporaciones nacionales y extranjeras. Sufrimos una dictadura, no de una persona, sino de una oligarquía pro yanqui.
Es necesario retomar las banderas de Zapata, en el Programa de Reformas Políticas y Sociales del 26 de octubre de 1915. En el Proyecto de Ley General del Trabajo del 6 de noviembre de 1915, se sientan las bases para un sistema de relaciones laborales en las que se elimine la explotación entre las personas, estableciendo el derecho de todo trabajador al producto íntegro de su trabajo. En la Ley General de Libertades Municipales del 15 de septiembre de 1915, quedó plasmado el proyecto democrático zapatista que reivindica la democracia directa y el control del poder desde abajo, desde los municipios. De gran importancia fueron las Asociaciones para la Defensa de los Principios Revolucionarios de 1917. Zapata preveía los planes de Washington contra México y afirmó: “Los Estados Unidos se echarán contra nuestra nacionalidad”. Villa, en 1916: “Los Estados Unidos quieren tragarse a México. Vamos a ver si se les atora en el gaznate”. Palabras premonitorias a la luz de la anexión que sufrimos actualmente. En su Manifiesto a la Nación de 1916, emitido en San Andrés, Francisco Villa decía: “Nuestra querida patria está en peligro. Todos debemos unirnos para rechazar la invasión de nuestros eternos enemigos, los bárbaros del Norte”. En el Manifiesto, exigía la confiscación de las compañías extranjeras, ya que “los norteamericanos son en gran medida responsables de las calamidades de nuestra nación (…) por lo tanto han perdido el derecho de poseer bienes inmuebles. ¡México para los mexicanos!”. Y exigía la nacionalización de las minas y líneas ferroviarias y cerrar la frontera para promover la manufactura nacional. Además, proponía la abolición de la deuda pública y elecciones libres, castigando severamente a quien cometiese fraude electoral.
La forma de conmemorar la Revolución Mexicana es organizarnos, movilizarnos y luchar por completar las tareas que plantearon Emiliano Zapata, Francisco Villa, Lázaro Cárdenas y los revolucionarios que impulsaron las grandes transformaciones del siglo XX. Recojamos sus banderas y logremos que los avances y derechos que conquistaron se materialicen en beneficio del pueblo de México en este siglo XXI. Es hora de conmemorar el centenario de la Revolución con la lucha por las aspiraciones de aquellos mexicanos que hace 100 tuvieron la valentía de defender a México y a su pueblo, sus derechos y su soberanía.
*Politólogo; dirigente de Mexteki y vocero del Congreso de la Soberanía
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