El poblano Javier Lozano Alarcón, quien había sido subsecretario de Comunicación de Gobernación (en el zedillato), apuntaba en el equipo de Felipe Calderón para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, pero las vueltas del destino y los vetos empresariales lo situaron en una tarea de la que poco sabe: el despacho del Ajusco, donde se ubica la dependencia del Trabajo y Previsión Social.
Lozano riñó de inmediato con el sindicato de mineros metalúrgicos, que encabeza todavía –no obstante los embates federales– Napoleón Gómez Urrutia. Y es que a pesar de los ataques y el proceso en su contra, sobre todo por la exigencia del Grupo México, capitaneado por Germán Larrea, los mineros canadienses, en particular, y los internacionales, en general, apoyan a quien heredó de su padre la jefatura de los trabajadores mineros.
Las acometidas oficiales al motejado Napito han sido realmente grotescas; muchas de ellas repetidas en la conocida prensa oficial.
Por si le faltaran problemas a Javier, de repente apareció el asunto de Zhenli Ye Gon, introductor de seudoefedrina y otros activos que se utilizan en la producción de drogas sintéticas. Al catear la residencia del negociante, se encontraron más de 200 millones de dólares. El chino, quien había recibido la naturalización mexicana en una ceremonia donde Vicente Fox lo elogió, emprendió la huida a Estados Unidos y señaló que un señor Alarcón lo chantajeó para obtener fondos destinados a la campaña presidencial de Felipe Calderón.
Lozano Alarcón se colocó el saco y afirmó que demandaría al oriental. No efectuó su amenaza, que sepamos, y nuevamente todo quedó en una guerra mediática. Lo más interesante, empero, es que la justicia del otro lado del Río Bravo exoneró a Ye Gon de cualquier ilícito y hasta sentenció que era necesario regresarle su fortuna.
La Procuraduría General de la República terció en este caso. Festejó la resolución estadunidense y planteó que en cuanto llagara a tierras mexicanas, aprehendería y enjuiciaría severamente a Zhenli. Hasta el momento, el sujeto se pasea tan campante por Estados Unidos.
Debemos recordar, asimismo, que Carlos Castillo Peraza afirmaba: Felipe Calderón es de mecha corta y desconfiado. Igual podríamos señalar de Javier Lozano, quien se pelea hasta con su sombra.
Al rechazar la toma de nota del Comité Ejecutivo liderado por Martín Esparza, quien se asegura ganó las elecciones en el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), el funcionario hizo declaraciones más de un fajador que de un conciliador. Esto último debe ser la virtud de un secretario que necesita sentar, tranquilizar y empatar reclamos de iniciativos y trabajadores.
Es cierto, el SME tiene uno de los contratos colectivos de trabajo que dan envidia a toda la población. Incluso hay excesos en sus prestaciones, como eso de sanar a los hijos de sus agremiados con delfinoterapia. Pero no se olvide, vienen de un régimen corporativo y autoritario, el priista, que lejos de ser desmantelado para abrirlo a la democracia, ha mantenido a los albiazules en el poder con sus apoyos y chantajes.
Dígalo si no las alianzas muy claras del felipismo con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Hace meses, a los petroleros se le otorgaron nuevas concesiones y Petróleos Mexicanos se hizo de la vista gorda cuando se supo que miles de aviadores cobraban hace años sin que nadie pusiera un alto al respecto. Pero no debemos olvidar, tampoco, otro aliado panista, el vetusto Joaquín Gamboa Pascoe.
Ese lidercillo de la picaresca, quien fue detenido contrabandeando hornos de microondas hace años, aceptó sin remilgos las propuestas fiscales, no importando que la clase obrera “se sacrifique una vez más”. Ello no por patriotismo o visión de largo plazo, sino porque los contratos leoninos que maneja son avalados sin remilgo por la Secretaría del Trabajo.
Resumiendo, no es que el SME haya realizado elecciones irregulares, que los números no cuadren ni que Martín Esparza tenga malas vibras con Lozano. Se le quiere castigar porque no se alineó y es cercano al movimiento lopezobradorista, visto, torpemente, como el enemigo a derrotar por la burocracia actual, siendo que ha representado, a pesar de su estridencia, un adversario pacífico, ordenado y sin salirse de los cauces democráticos.
En un momento de crisis, el movimiento de los electricistas puede ser un detonador para una irritación mayor de la sociedad, la cual está, como dicen las abuelitas, a punto de turrón.
Es necesario señalar, abiertamente, que los usuarios estamos en contra del mal servicio que nos da la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Los apagones son frecuentes, el servicio pésimo, el trato de los trabajadores en ocasiones insolente y la atención lenta y terrible.
Si el SME desea ganarse la simpatía popular, no sólo debe luchar por sus reivindicaciones y aliarse con las organizaciones llamadas progresistas, sino hacer frente con los ciudadanos, atendiéndolos como merecen, pues son ellos, los ciudadanos, quienes pagan sus salarios.
Por cierto, es un hecho la denuncia del SME: dos exsecretarios de Vicente Fox, los señores Fernando Canales Clariond y Ernesto Martens, antes de renunciar a sus puestos, formaron la empresa WL Comunicaciones que pretende utilizar la fibra óptica manejada por la compañía mexicana: un negocio importantísimo en tiempos de internet. Frente a esto, pocos han expresado su inconformidad. Los negocios privados que han expoliado a la nación siguen intocados.
Como siempre, dos varas y dos medidas.
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