Los líderes políticos no gobiernan el mundo. Goldman Sachs gobierna el mundo y todos estamos en sus manos. Cada noche que voy a la cama sueño con otro momento como éste [la recesión]. Soy un inversor; no nos importa realmente si van a arreglar la economía; nuestro trabajo es hacer dinero con todo esto. En menos de 12 meses, los ahorros de millones de personas se esfumarán sin que los gobiernos puedan hacer nada.
Alessio Rastani, trader (o chacal financiero); declaración a la BBC, 2011
Apenas fue una modesta escena de nerviosismo resentido entre la manada de insaciables inversionistas que especulan a su gusto en los casinos mexicanos, con la generosa complacencia de los gerentes priísta-panistas de la revolución de los ricos contra los pobres, o en cualquier otro país que les ofrezca ganancias rápidas, sin restricción alguna, sin ningún costo. Fue como una especie de divertimento, el cual antecede a la estampida de capitales, harto conocida desde 1981, con sus consecuentes efectos devastadores y cuyas principales víctimas son las mayorías. Porque los grandes buitres, versados en doblegar gobiernos, el pillaje financiero, derrumbar mercados y hundir economías, levantan el vuelo a tiempo, huyen precipitadamente y rara vez pierden.
Sin embargo, ese escarceo fue más que suficiente para generar la enésima burbuja especulativa que agobia al país. Para trastornar a los mercados cambiario, de dinero y bursátil, apenas fue necesaria una reducción en el ritmo de ingreso de capitales de corto plazo y la salida de marginal hacia Estados Unidos de los que ya estaban invertidos en México para provocar el desplome de la Bolsa Mexicana de Valores y el alza del precio del dólar y de las tasas de interés de los papeles estatales de mediano y largo plazos (udibonos a 3, 10 y 30 años, y bonos a 5, 20 y 30 años) de manera “significativa” pero “ordenada”, como dijo simpáticamente el Banco de México, aumento que en junio se extendió a las de corto plazo (cetes a 28 y 91 días). De no corregirse rápido dicho trastorno, inevitablemente contribuirá a arruinar el glamoroso y turbio retorno priísta a la Presidencia, toda vez que sus mediocres expectativas de crecimiento para 2013, 3.5 por ciento, se proyectan ahora en un punto porcentual menos, y podría ser aún más bajo, con su perniciosa estela inflacionaria, de mayor desempleo, pérdida en los salarios reales e incremento en la pobreza y la miseria de las mayorías.
Sirvió para demostrar que la gloriosa “fortaleza financiera” pregonada por los Chicago Boys priístas-panistas-peñistas no es más que una tontería desacreditada que ya pocos se creen. Que la desregulación financiera que supuestamente atraería la estabilidad, una mayor inversión productiva, el crecimiento económico, el empleo y el bienestar en México y el mundo no es más que una farsa, según lo testifican los reiterados ciclos especulativos que los sustituyeron, seguidos por los colapsos recesivos de México, los extigres asiáticos o el reciente derrumbe sistémico. Para evidenciar que Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray, Agustín Carstens y sus palafreneros, todos fanáticos del catecismo neoliberal de la “globalización” financiera, no tienen nada que ofrecer ante esos episodios y a las necesidades de un desarrollo sustentable, socialmente incluyente y relativamente autónomo. Para mostrar que la política económica no se maneja desde Los Pinos, ni en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ni en el banco central, sino desde la Casa Blanca, la Reserva Federal (RF) y desde los centros financieros hegemónicos, controlados por los depredadores “globales”: los fondos de inversión, las manipuladoras agencias calificadoras, los organismos multilaterales (Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial).
A diferencia de países como Argentina, cuyo gobierno democráticamente elegido (Néstor Kirchner y Cristina Fernández) ha desertado de la autoritaria internacional neoliberal impuesta por el “Consenso” de Washington y tratado de recuperar el desarrollo soberano de su nación, Peña Nieto, Videgaray y el
cómico Agustín Carstens aspiran a reforzar el vasallaje externo de México; a mantener por 6 años más la inestabilidad de los mercados que favorecen la inversión especulativa sobre la productiva. Han refrendado su militancia en la desprestigiada agenda hegemónica de la mundialización financiera impuesta a escala global desde la década de 1970, con sus reiterados desastres. Se empeñan en mantener sin cambios la salinista liberalización interna de los mercados y la apertura irrestricta de la cuenta de capitales de la balanza de pagos (ingreso especulativo a la bolsa y al mercado de cambios y de dinero, y la libre movilidad de las divisas), en beneficio de aquellos que pueden mover capitales de una frontera a otra, en cuestión de segundos, sin preocuparse por las
ceremonias de bienvenida y despedida.
Sólo bastó un gesto de Ben Shalom Bernanke, titular de la RF –quien no tarda en ser despedido por Barack Obama–, para alterar todo. Que éste especulara con la posibilidad de cerrar un poco la llave de la liquidez en su economía y en el eventual aumento de los réditos de su país y en Europa para que se cayeran los mercados financieros y de materias primas internacionales; se alterara la paridad entre el dólar estadunidense y las demás monedas, en especial con el euro, la libra esterlina y el yen, como parte de la guerra de divisas que registran los mercados cambiarios –cada potencia aspira a abaratar su moneda con relación a las otras, en aras de abaratar artificialmente sus exportaciones y encarecer sus importaciones; es decir, de recuperar su crecimiento a costa del resto del mundo–; y provocar que los especuladores hagan el balance de sus ganancias obtenidas y preparen sus maletas pletóricas de dinero para trasladarse al país que les ofrezca mayores beneficios financieros. Lo anterior, en la jerga económica, se conoce como “reacomodo en los portafolios de inversión”. En términos prosaicos significa que se preparan para la vulgar estampida de capitales, subsecuente a la burbuja especulativa que puede concluir en otro colapso financiero global y en una recesión. De momento, algunas economías como la china, la india o la argentina que se habían expandido ya manifiestan los síntomas de desaceleración. Otras, como la estadunidense que observan una penosa reactivación, pueden derrumbarse. Y las que están atrapadas en el pantano de la deflación, como la Unión Europea, pueden hundirse aún más. Por añadidura, se contraerá el comercio internacional y se elevará el desempleo y la miseria.
La magnitud de la contracción económica dependerá de la proporción y de la duración de los financieros. En junio, el Banco Mundial redujo modestamente su humilde meta de crecimiento global para 2013 estimada en enero: de 2.4 por ciento a 2.2 por ciento, contra la tasa de 2.3 por ciento de 2012, y afirmó que espera en el futuro próximo una expansión “más estable y más lenta”, a medida que se disipa la volatilidad.
Como se recordará, en octubre de 2011 la RF decidió estimular la economía estadunidense por medio de la llamada Operación Twist, la cual consistió en reducir el costo del financiamiento de largo plazo mediante el canje de valores de corto plazo por otros de largo plazo con el mismo monto nominal (vencimientos de menos de 3 años por los de 6 a 30 años). Ello supuestamente para estimular el consumo de bienes duraderos y al deteriorado sector inmobiliario, así como reactivar el crecimiento y la creación de empleos. Un año después lanzó el programa de compra de títulos respaldados por hipotecas por valor de 40 mil millones de dólares (MMD) mensuales. Sumados a los recursos de la Operación Twist, el apoyo asciende a 85 MMD, complementado con la decisión de mantener los tipos de interés nominales a niveles excepcionalmente bajos (0-0.25 por ciento; negativos en términos reales) hasta “al menos mediados de 2015”, en lugar de finales de 2014 como había anunciado en enero de 2012. Así, hacia mediados de 2013, la RF había inyectado alrededor de 2 billones a su economía. El banco central europeo y el japonés también mantienen negativos sus réditos reales y han comprado títulos públicos.
Esa “política monetaria altamente acomodaticia”, como la califica Bernanke, en realidad buscaba inflar el valor de diversos activos como son los bienes y raíces, las acciones de empresas y bonos gubernamentales; generar otra burbuja especulativa para superar la crisis financiera de 2007-2009 provocada por la burbuja estimulada por Alan Greenspan luego de la recesión de 2001, y que los especuladores se resarcieran de sus pérdidas. Parte del dinero gratis (por las tasas reales negativas) se ha utilizado para especular en los mercados bursátiles y aprovechar los diferenciales entre los intereses pagados interna y externamente, básicamente en los llamados “mercados emergentes”. Por ejemplo, en 2012 la bolsa de Nueva York creció 7 por ciento y la mexicana 18 por ciento. Por su parte, los bonos estadunidenses de corto plazo pagaron, en promedio, alrededor de 0.2 por ciento, mientras que los cetes a 28 ofrecieron 4.2 por ciento entre octubre de 2011 y la primera mitad de 2013.
El atractivo de los mercados emergentes estimuló el ingreso masivo de capitales en los países subdesarrollados, provocando la perniciosa revaluación de las monedas, el auge de los mercados de dinero y de valores, la reducción de los intereses y la acumulación de reservas internacionales. También el deterioro de las cuentas externas debido al abaratamiento de las importaciones y el desplazamiento de los productores locales.
En 2012 la inversión extranjera en México sumó 70 MMD; pero sólo el 19 por ciento (13 MMD) fue directa y el 81 por ciento (56.7 MMD) fue de cartera. El 14 por ciento (10 MMD) se destinó a la bolsa y el 67 por ciento (46 MMD) al mercado de dinero, básicamente a la compra de papales públicos. Los altos réditos que pagan éstos explica que del total de valores oficiales en poder de inversionistas extranjeros pasaran del 33 por ciento del total al cierre de 2011 al 44 por ciento en abril de 2013. De 1 billón de pesos a casi 2 billones. Por otro lado, provocó la inestabilidad cambiaria (revaluaciones-devaluaciones: 13 pesos por dólar en enero de 2010; 11.53 en abril de 2011; 14.3 en mayo de 2012; 12.36 en marzo de 2013; 13.25 el 19 de junio pasado).
La declaración de Bernanke, sin embargo, ensombreció el panorama. Entre abril y mayo pasados los bonos del tesoro a 2, 3, 5, 7 y 10 años aumentaron marginalmente (una media de 0.1 por ciento), variación suficiente para que el precio del dólar subiera casi 10 por ciento, la bolsa ampliara su caída (16 por ciento en lo que va del año) y que los inversionistas foráneos se deshicieran de parte de los títulos gubernamentales, lo que obligó al banco central elevar discretamente los réditos señalados anteriormente. De hecho, en el primer trimestre de 2013 se redujo sensiblemente la entrada de capitales. En el primero y el último trimestre de 2012 fue de 20.4 MMD y 19.8 MMD; el primer trimestre de 2013 fue de 15.1 MMD. La de cartera fue de 15.8 MMD, 19.8 MMD y 10.1 MMD.
Es cierto que el 19 de junio la Reserva Federal decidió no modificar la política monetaria. Pero sus secuelas en México están a la vista, lo que complicó el ambiente recesivo de la economía.
Lo anterior es de suyo preocupante. Pero lo es más que los gobernantes neoliberales no han hecho nada para atenuar los efectos desestabilizadores externos sobre los mercados financieros locales y sobre el sector real de la economía. El gobierno argentino aplica una heterodoxa regulación a la inversión extranjera directa (transferencia de utilidades) y financiera; administra las divisas generadas por los grandes exportadores (por ejemplo los soyeros) para evitar que sean invertidos en el exterior; ataca la especulación cambiaria formal e ilegal para contrarrestar la volatilidad de la moneda. Todo en aras de que su economía entre en un ciclo recesivo.
En cambio los peñistas se postran ante los mercados financieros libres, es decir, ante los especuladores, como si fueran dioses incontrolables, y les entregan el control de la política económica y el destino de la nación.
Fuente: Contralínea 341 / junio 2013