Está la nación sobreviviendo a la peor inseguridad, con cientos de miles de homicidios, secuestros, feminicidios y desapariciones forzadas, como no se veía desde años. Los sexenios de Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña (2012-2016, al que por desgracia todavía le faltan casi 3 años), convirtieron al país en el auge de la violencia más sangrienta: fosas clandestinas, cadáveres por todos los rincones del territorio, mujeres violadas sexualmente y asesinadas en el contexto de lo que se denomina feminicidios.

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Contando a los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, hay miles de desapariciones y secuestros en complicidad con policías y delincuentes. Se multiplican los baños de sangre, de miedo, de amenazas cumplidas. Y en esa espantosa complicidad, agentes de los Ministerios Públicos y jueces coludidos para impartir injusticias, aceptan sobornos a cambio de favores a infractores de la ley, para hacerlos pasar de presuntos culpables a totalmente inocentes en el cambalache de vender resoluciones.

A falta de imperio de la ley, está el “estado de naturaleza” donde el más fuerte económica y políticamente decide la suerte de los demás. Y los ineficaces e incompetentes gobernantes prefieren tirar la toalla, robar y dejar que la inseguridad se apodere de los mexicanos que están indefensos ante esa dramática realidad.

Un desgobernador, el del pobre Veracruz, el tal Javier Duarte, que lleva en su haber siete periodistas asesinados, miles de agresiones a reporteros, y cínico ladrón con 36 prestanombres para apoderarse de bienes inmuebles (la nota del reportero Carlos Mari, en Reforma, 5 de abril de 2016), con una riqueza mal habida valuada en 3 mil millones de pesos; ese desvergonzado desgobernador, amenazando a los periodistas, les recetó aquello de “pórtense bien”.

El otro desgobernador Héctor Astudillo Flores, de Guerrero, ha salido con la propuesta a la prensa de un “un pacto de silencio” para que se abstengan de informar sobre los hechos de violencia en la entidad. Es la nota de Héctor Briseño, corresponsal-reportero de La Jornada, quien en la edición del 6 de abril de 2016, informa del “pacto” para que no se diga la verdad sobre la barbarie que impera en el puerto de Acapulco. Y todo porque Astudillo quiere que los turistas no se enteren de lo que les espera si van al municipio de Acapulco.

“Hablen bien de Acapulco, ayúdenos”, exclamó el desgobernador, como si ante la falta de gobierno y seguridad, con eso las delincuencias vayan a detener sus acciones, y el turismo llene los hoteles aunque se expongan los visitantes a la sangrienta embestida de secuestros, asesinatos y cobro de piso a los comerciantes, la otra cara de los impuestos federales y de la entidad.

Astudillo sí que se ha pasado de vivo, solicitando el “pacto” para que los guerrerenses no se enteren en los medios de comunicación de lo que sucede; como si su propio sufrimiento diario no fuera suficiente. ¿Es idiota el desgobernador?

Dentro y fuera de nuestro país se sabe de la violencia que impera en Acapulco, como en el resto de la entidad marcada por lo de Ayotzinapa, las fosas clandestinas, los narcos y sus laboratorios, secuestrando guerrerenses para esclavizarlos en la siembra y procesamiento de las drogas. Está enterada la opinión pública mundial y mexicana de que Guerrero es un infierno, y ningún “pacto de silencio” va a cambiar ese estado de cosas donde todo termina a balazos y homicidios. En la entidad imperan toda clase de barbaridades en un ambiente de cientos de miles de violencias, donde la mayoría de las víctimas son inocentes.

Por qué, entonces, “un pacto de silencio” a los medios de comunicación. Silenciar los hechos criminales equivaldría a una complicidad, mientras los cadáveres se amontonan y desaparecen mujeres y hombres. Y la paz social no aparece por ninguna parte de Guerrero.

La prensa debe rechazar ese “pacto” también, a todas luces, criminal. Son los delincuentes los primeros interesados en ese “pacto” del silencio. A todas luces, el desgobernador actúa como un gestor, aliado y cómplice de ellos, a cambio de que no se sepa cuántos turistas son asesinados, asaltados o secuestrados. Astudillo no sólo es un desgobernador, es un delincuente contra la libertad de prensa.

Álvaro Cepeda Neri

Defensor del periodista

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Contralínea 488 / del 16 al 21 de Mayo 2016

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