La próxima ola de cambios tecnológicos incluirá no sólo el traer el teléfono inteligente permanentemente con uno y el vivir con ansiedad por estar desconectados, sin internet o sin batería. El avance tecnológico y la miniaturización permite ya incluir aparatos dentro de ropa, zapatos y otras tecnologías como refrigeradores o automóviles. Todos recopilarán aún más información de los usuarios.
El cambio de generación de la red móvil de dispositivos de 4G a 5G multiplicará por mucho la velocidad de transmisión de datos. En teoría podrá alcanzar una velocidad de hasta 10 giga bytes (GB) por segundo. Permitirá a gran parte de la población mundial disfrutar de la computación ubicua. Procesaremos información digital sin notarlo en cualquier lugar e interactuando con objetos de uso diario.
Para cuando esto suceda, habrá una innumerable cantidad de productos muy útiles que harán más fácil nuestra vida: se impondrá el entorno M2M (machine to machine), se conectarán entre ellos y a servicios en la nube vía internet; tenis que medirán nuestra distancia recorrida, los cuales se comunicarán con la pulsera que mide nuestro pulso y que a su vez se conectará con internet para indicar la ruta trazada; también cerraduras en las casas que podremos abrir a distancia si un familiar olvidó sus llaves, práctico sin duda; un automóvil que en un caso dado reporte automáticamente algún fallo mecánico y envíe nuestra ubicación para recibir ayuda, que la casa reconozca el auto y abra la puerta, que el refrigerador haga un pedido automatizado a una tienda… Todas, cosas que facilitarán mucho la vida de la población que ha superado el hambre como primera necesidad.
Sin duda el internet de la cosas cambiará la forma en que vivimos. El problema son los datos, al asociar nuestra identidad con ciertos productos que conocerán demasiado de nosotros mismos, nuestras actividades, la situación de nuestra salud física. Entre todos recopilarán en bases de datos el listado de nuestras enfermedades, datos bancarios, horario en que nos encontramos en casa, en la oficina, en el cine o el teatro, a qué lugar acudimos regularmente a cenar y con quién, información muy interesante para el crimen.
Como siempre, la tecnología se adelanta a las leyes y quienes las redactan regularmente son los menos enterados de los avances tecnológicos y aparentemente desinteresados en proteger la privacidad de los datos de la población. No hay una ley, por ejemplo, que impida a una aplicación conocer la ubicación del usuario si no es necesario, por ejemplo la App de United Airlines envía las coordenadas del usuario aun cuando no se esté comprando un boleto. Parece algo intrascendente, sin embargo se está compartiendo información privada sin motivo alguno, información que no requieren.
Incluso cuando la empresa guarde la información con permiso de los usuarios (quienes no están obligados a ser expertos en seguridad) se encuentra en gran riesgo, como lo demostró el robo de datos sobre millones de usuarios de la misma aerolínea en 2015. No sólo debemos desconfiar de las empresas y el uso que darán a nuestra información personal, también debemos preocuparnos por la seguridad con la que sean guardados: famosas son las bases de datos del entonces Instituto Federal Electoral en México que eran utilizadas por muchas empresas para venta de productos, cuando menos.
Entre más productos conectados a internet nos acompañen en nuestra vida diaria o en nuestro hogar, más dudas deberemos plantearnos sobre qué otros datos recolectan, a quién se los envían y con quién los comparten. Manejamos mucha información, la compartimos, estamos expuestos a tantos datos que ya no sabemos qué información sobre nosotros debería ser privada o que datos, por su naturaleza, sea un peligro compartir a cualquier empresa.
[BLOQUE: MISCELÁNEO][SECCIÓN: SOCIEDAD BETA]
Contralínea 474 / del 08 al 13 de Febrero 2016