Justo antes del Cuarto informe de gobierno de Felipe Calderón, la Policía Federal da un golpe quirúrgicamente limpio contra la motejada delincuencia organizada y atrapa, en una operación sin disparos, a Édgar Valdez Villarreal, la Barbie.
Ahora no fue espectacular ni penoso como en Morelos, cuando la Armada mató y exhibió el cadáver llenó de billetes de Arturo Beltrán Leyva, el Barbas (16 de diciembre de 2009).
Tampoco fue algo secreto y hasta reservado, efectuado por el Ejército, al liquidar a Ignacio Coronel, Nacho. Recordemos que ni siquiera el cadáver se exhibió. Únicamente pudimos ver el entierro en Sinaloa con sus dolientes, muchos de ellos alhajados.
En esta ocasión, dicen, sin tableteo de ametralladoras, fue capturado en Lerma, Estado de México, quien nació en Estados Unidos y se enroló con el cártel del Pacífico, y después sirvió al también llamado Jefe de Jefes.
Lo mostrado en la reciente ocasión fue una casa de un conjunto de tres, según explicaron los policías, donde vivía quien tenía afición por los toros, el billar, algunos lujos y cero libros. Propio de alguien que intenta vivir lo mejor posible apartado del bullicio de las ciudades.
En la presentación de la Barbie –apodado así porque aparentemente era tan bonito como las muñecas producidas por Mattel–, esposado, el individuo reía, estaba a punto de soltar la carcajada. Tal vez varias circunstancias expliquen su actitud.
Elementos de la Marina, según el periódico La Jornada (31 de agosto), decían que hace tiempo, él había llegado a un acuerdo con la agencia antidrogas estadunidense para entregarse y ser enviado a Estados Unidos. La versión tiene sustento, pues su abogado Kent Schaffer, cuyo bufete tiene un lema muy pintoresco –“Defensa agresiva y atención personal”–, dijo que sus familiares lo habían contratado porque ya esperaban su detención.
Dos cuestiones más abonan la tesis: que aparentemente lo juzgarán en Atlanta, Georgia, donde se dictó orden de aprehensión a Valdez Villarreal apenas el 11 de junio pasado, no obstante que tenía requerimientos previos, cuando menos dos: en 1998 y 2002. Y que antes de morir, Arturo Beltrán le llamó a la Barbie para que lo apoyara contra los marinos y éste le dijo: “Mejor entrégate”. Algo inconcebible entre hampones.
Debido a esa frase y posiciones oscuras, Héctor, de los Beltrán, había dicho que liquidaría a quien fuera aliado de su hermano, e incluso aquél regresó a las filas del cártel del Pacífico, con quienes había roto por negocios relacionados con el tráfico de estupefacientes.
Pero la sonrisa del matón sanguinario, como dicen en la nota roja, se transformó en angustia que se percibía en tres formas: sus equivocaciones en recordar fechas, su hablar entrecortado y la sudoración de su cabeza, la cual se limpiaba constantemente.
Entre las cosas importantes que dijo, destacó la reunión de grandes capos en junio de 2007, en Morelos, para lograr un acuerdo y evitar las disputas por las plazas, asunto que fracasó y se desató la matanza actual.
También que Alberto y Mario Pineda Villa infiltraron a la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) en la época de Eduardo Medina Mora, con el objeto de poner a sus órdenes a una buena cantidad de mandos policiacos.
Asimismo, que entre sus compadres estaban Gerardo Álvarez, el Indio, quien fue detenido el 21 de abril en Huixquilucan, Estado de México. Y José Jorge Balderas, el renombrado JJ, que hirió de bala al futbolista Salvador Cabañas en un bar.
Al todavía prófugo lo tuvo durante más de tres meses aislado en una finca en Atizapán, Estado de México. Pero la interrogadora –se presume por su voz– no ahondó en un asunto que ha causado revuelo internacional.
El 10 de agosto, se sabe ahora, la Armada desplegó un operativo en una zona de Santa Fe con el objeto de aprehender a Valdez Villarreal. Pero al llegar a los miembros de la Policía Federal, todo se vino abajo, lo que muestra, una vez más, la falta de coordinación y hasta rivalidades entre las fuerzas que combaten el narcotráfico.
La semana pasada, el exmilitar y exgobernador de Morelos, Jorge Carrillo Olea, alertaba que existe una pugna cada vez más intensa entre le Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina Armada. Incluso decía que la situación ha llegado a insultos entre ciertos mandos importantes de ambas fuerzas armadas.
En el periódico electrónico Eje Central, el especialista en temas de seguridad nacional Jorge Medellín no sólo avalaba los argumentos de su tocayo, sino añadía nuevos datos acerca de ese conflicto. Algo realmente preocupante, lo cual, además, impide un combate serio contra los malosos.
Ya se sabía de las diferencias entre los hombres de Genaro García Luna y los que comandaba Eduardo Medina Mora. No obstante que el segundo ya no está en la Procuraduría General de la República (PGR), pues ahora descansa como embajador en Inglaterra, las disputas siguen entre ambas corporaciones.
No se olvide tampoco que, hace meses, la Marina descubrió, en el Distrito Federal, una casa con supuestos explosivos de alta peligrosidad. En menos de 48 horas, la PGR negó que fuera así. Afirmó, en cambio, que era parafina y otras sustancias inocuas. Pero la agencia antidrogas estadunidense explicó que ellos habían realizado la investigación y proporcionado la información que negó la SIEDO. Un lío serio.
Se ha reclamado a los medios y a los ciudadanos que tenemos percepciones equivocadas acerca del combate a la delincuencia. La desinformación –aceptada por Los Pinos– que padecemos, amén de las peleas entre quienes debieran protegernos, muestra que en realidad se deben afinar ideas y estrategias entre los de arriba y no culpar a los de abajo.
Casi todos los políticos felicitaron a la administración federal por esa captura “sin tiros ni heridos”. Manlio Fabio Beltrones, empero, dijo: “Esperamos que no sea flor de un día”.
Un sicario menos. Pero los cárteles siguen matando en todas partes.