Era muy común encontrar –a partir de la década de 1950 en determinadas colonias, sobre todo en la que nací, la Guerrero– en las ventanas de algunas casas un letrerito que decía: “Este hogar es católico. No aceptamos propaganda comunista o de otras religiones”. Junto a la frase había una estampa de la virgen María o de Jesucristo.
A los chamacos de vecindades nos parecía extraño dicha propaganda. Luego supimos que la Segunda Guerra Mundial trajo éstos y otros símbolos, los cuales eran reforzados en la doctrina de las iglesias y en varias escuelas confesionales, que han existido desde siempre, a pesar de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y el Estado laico.
Luego vimos cómo José López Portillo trajo al papa Juan Pablo II y éste celebró una misa en Los Pinos para que la mamá del presidente, doña Cuquita, pudiera recibir las bendiciones, no obstante que su hijo se decía no creyente. Ello incluso ante la incomodidad de Jesús Reyes Heroles, un auténtico liberal como lo demuestra su gran obra acerca de esa ideología.
De entonces para adelante, la religión ha ganado terreno. No se diga con Vicente Fox, que hizo desfiguro y medio: levantando crucifijos, aceptando rosarios, hincándose ante los sacerdotes y hoy predicando que sembrará mariguana en cuanto sea legal en México. Ante esto último, la jerarquía católica no ha dicho nada, a pesar de que se opone, supuestamente, a las drogas, aunque muchos de sus ministros confiesan y hasta absuelven a importantes narcotraficantes.
El 30 de abril, el especialista Roberto Blancarte dio la voz de alerta. Escribió en el diario Milenio un artículo punzante: “Un gobernador de pacotilla”, en el cual informó que el 21 de abril el supuesto gobernador de Chihuahua, César Duarte, se consagró al corazón de Jesús y a la virgen María, entre 14 mil habitantes del estado. Es decir, dio carta blanca para que la fe borrara de un plumazo el Artículo 24 constitucional.
El mencionado texto dice: “Todo hombre es libre para profesar la creencia que más le agrade… siempre que no constituya un delito penado por la ley”. Y más adelante señala: “El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna”.
Sabemos, a pesar de los cambios que llevó a cabo Carlos Salinas para congraciarse con la jerarquía católica, que nuestra República es laica, así como la educación lo debe ser, a pesar de los múltiples colegios de los Legionarios de Cristo, en donde la pederastia es evidente. Además, que las autoridades deben impedir que exista una religión o que se persiga a alguien por practicar la que le venga en gana, algo que en ocasiones es difícil para los judíos, los islamistas, los budistas y algunos otros practicantes de varias creencias.
Pero el asunto no para en Chihuahua. A los 8 días, el 28 de ese mes, en Veracruz, el impresentable Javier Duarte –quien compra todo lo que tiene a la mano–, junto con la alcaldesa del Puerto, Luz Carolina Gudiño, hicieron el rito de Jesús y la virgen María. El gobernante consagró a todos los ciudadanos bajo su mandato para que reciban la buenaventura del más allá. Y nuevamente Blancarte escribió al respecto, ahora con el título: “El PRI [Partido Revolucionario Institucional] y el Sagrado Corazón de Jesús”.
No obstante las faltas administrativas y la forma de manejar la Constitución a su arbitrio, nadie en el PRI y mucho menos en el gobierno federal hizo el menor comentario. Es decir, para esta nueva simbiosis política mientras sean los compañeros de sector y de partido quienes se pasen de listos, nada debe reprochárseles. ¿Verdad, César Camacho?
Quizá todo se vale luego de la estancia de Enrique Peña Nieto con Angélica Rivera en El Vaticano. Más aún si aparentemente las relaciones con el papa Francisco van por buen camino y se insiste en una nueva visita de ese ilustre personaje a México.
Luego nos enteramos que la presidenta municipal de Monterrey, Margarita Arellanes, “entregó” esa ciudad a Cristo. Ello se realizó en un acto patrocinado por la Alianza de Pastores, aparentemente de corte evangelista. Luego de ser exhibida públicamente en falta, la funcionaria dijo que había participado en el acto a título personal, aunque es lógico que en un encuentro público, ante centenas de personas, no hay tal privacidad. Algo diferente a lo que relatamos al inicio, ya que en un domicilio particular uno puede hacer lo que le venga en gana mediante un vidrio de por medio.
Carlos Puig (Milenio, 11 de junio) nos alertó que el asunto viene de lejos. En agosto del año pasado, el edil de Ensenada, Baja California, Enrique Pelayo, hizo el primer numerito. Le siguieron sus iguales de Ciudad de Guadalupe, Nuevo León, César Garza; y Rodolfo Ambriz, de Juárez, en el mismo estado. Por fortuna, hay videos de esos cuatro personajes, ya que el portal Animal Político los presenta orando con los brazos en alto y arengando a la multitud, para recibir a quien consideran los protegerá y guiará por el buen camino.
Resulta terrible que la subsecretaria de Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, Mercedes Guillén Vicente, hermana del Subcomandante Marcos, según dicen, no haya movido un dedo para sancionar una práctica que resulta atentatoria contra otras religiones, los ateos y los librepensadores, estos últimos alentados hace años por la Chata Campa, hija de Valentín, el comunista del mismo apellido.
El laicismo permite, si alguien lo ignora, el aborto, la educación libre, la posibilidad de aceptar a las parejas del mismo sexo, la adopción de menores e incluso la de escuchar la música de nuestra preferencia. Cambiarlo por la religión lleva a la cerrazón, la condena y el dogmatismo.
Dicen bien Bolívar Echeverría, citado por Carlos Monsiváis en su libro El estado laico y sus malquerientes (Debate): “En los tiempos que corren, en los que el ascenso de la barbarie parece aún retenible, pocas cosas resultan más urgentes que la defensa del laicismo”.
*Periodista
Fuente: Contralínea 340 / junio 2013